De amigo a amigo
Preparándose para ser misionero — John Kay, de Glenrothes, Fife, Escocia
Una triste mañana de enero, Alison Kay abrió la puerta, encontró a dos misioneros que estaban bajo la lluvia y los invitó a pasar. Más tarde se enteró de que habían estado trabajando en ese frío a pesar de que era su día de preparación. Al poco tiempo, ella fue bautizada y confirmada miembro de la Iglesia.
John tenía cuatro años de edad cuando su madre, Alison, se unió a la Iglesia. Desde aquel entonces, él siempre ha deseado ser como los misioneros.
Diezmos y ahorros
John empezó a pagar diezmos al mismo tiempo que su mamá. Cuando oyó en cuanto al Fondo de Ayuda Humanitaria y el Fondo Perpetuo para la Educación, él empezó a contribuir en ellos también.
Un día, los misioneros llegaron de visita. A John le gusta preguntar a los misioneros de dónde son, cómo son sus familias, a cuántas personas les están enseñando el Evangelio y a cuántas han bautizado. Pero ese día les preguntó cómo se pagaban los gastos de la misión. Los misioneros le explicaron que muchas veces los padres y los familiares ayudan económicamente. “Quiero pagar los gastos de mi propia misión”, dijo John. A los diez años de edad, está lo suficientemente preparado en muchos aspectos para estar listo para su misión.
Trabajar duro
Además de vivir el Evangelio y de ahorrar su dinero, John sabe que el aprender a trabajar duro le ayudará a ser un gran misionero. “John es un niño muy dócil”, dice su mamá. Él ha aprendido a tejer, planchar, lavar ropa, coser un botón, desherbar el huerto, lavar el auto y cocinar. Sus tareas acostumbradas son arreglar su habitación y poner la ropa en la lavadora.
¿Qué le gusta a John?
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El asado que prepara mamá
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Judo
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Andar a caballo
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Su conejillo de Indias
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La historia de Daniel en el foso de los leones
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Jugar con los amigos
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Hacer alpinismo con su papá
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Dibujar (su clase predilecta en la escuela)
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Pizza
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Subirse en el árbol del patio de atrás, donde le gusta ir a meditar
Reparte sonrisas
John dice que para tener un hogar feliz él se esfuerza por hablar cortésmente a su familia, en especial a su hermana mayor, Phoebe. “Tratamos de escucharnos el uno al otro”, dice.
La madre de John dice: “Es algo normal para John silbar o cantar en casa”. Ella está agradecida por la dulce personalidad de John, ya que ella sufre de depresión. “John sabe cómo tratarme”, afirma ella. “Es sumamente leal y responsable y tiene un corazón lleno de amor”.
John espera ansioso el día en que posea el Sacerdocio de Melquisedec, no sólo para servir como misionero, sino también para dar bendiciones a su familia. Por ahora, él ora por ellos y los alegra con su carácter jovial.