Cómo fijar prioridades
Nací y crecí en Corea en una familia llena de amor, y me uní a la Iglesia cuando todavía era adolescente. Me gustaría compartir la experiencia de mi conversión con ustedes.
Mi compañero de clase y yo estábamos trabajando en la biblioteca de la escuela después de las vacaciones de invierno y me preguntó si me gustaría ir a la Iglesia con él. Le pregunté a qué tipo de iglesia se refería y dijo que estaba cerca de la escuela, que era muy divertida y que había muchas chicas. Yo tenía dieciséis años en ese entonces y aquella descripción me atrajo, así que decidí acudir. Había asistido a una iglesia presbiteriana durante dos años cuando estaba en la escuela primaria y tenía buenos recuerdos de ella.
Mi amigo y yo fuimos a una actividad un sábado y todos fueron a saludarme y a darme la bienvenida. Me impresionó mucho que fueran tan amables con un jovencito al que no conocían. Al día siguiente fui a las reuniones y me presentaron a los misioneros.
Ellos me enseñaron sobre los principios básicos del Evangelio, sobre Jesucristo y la restauración del Evangelio por el profeta José Smith. Todas las charlas que me enseñaron parecían razonables y lógicas, y me impresionaron las del progreso eterno y la del Plan de Salvación. Me había preguntado muchas veces por qué estaba en la tierra y qué me esperaba después de la muerte. Era alentador saber que si yo hacía todo lo que pudiera, el Salvador se encargaría del resto.
Dos meses más tarde sentí el deseo de bautizarme y recibir la confirmación, pero necesitaba el permiso de mis padres. Ellos eran budistas, pero confiaban en mí. Me dije que sería mejor preguntar a mi madre primero, así que le pedí a los misioneros que fueran a mi casa durante el día. Antes de ir a la escuela, le dije a mi madre que quizá fueran unos extranjeros para hacerle una pregunta y que sólo tenía que decirles que sí. Dicho esto, salí corriendo a la escuela. Cuando regresé, mi madre me dijo que dos americanos muy bien parecidos habían ido a verla. Dijo que hablaban coreano perfectamente y que se sintió tan impresionada que dijo que sí, así que logré la autorización de mis padres para unirme a la Iglesia.
Una vida basada en convenios
Cuando nos bautizamos hacemos un convenio, y es así que comienza nuestra vida en el Evangelio. Realizamos y renovamos otros convenios a lo largo de la vida, como al tomar la Santa Cena o al recibir el sacerdocio en el caso de los jóvenes varones. Nuestra vida se basa en convenios. El Padre Celestial espera que seamos fieles a los convenios que concertamos y, en la medida en que lo seamos, Él será fiel al convenio que hizo de bendecirnos.
El mensaje que me gustaría transmitirles, queridos jóvenes, es la importancia de fijar prioridades, comprender los convenios que llevan a cabo y ser fieles a ellos aunque esto les requiera hacer sacrificios. A medida que sean fieles y mantengan una perspectiva eterna, el Señor los bendecirá, no sólo en el futuro, sino también durante su vida en la tierra.
Por ejemplo, cuando estaba en la escuela secundaria, tomé la decisión de no estudiar los domingos. Estudiaba el sábado hasta medianoche y le pedía a mamá que me despertara temprano el lunes por la mañana. Guardaba el día de reposo. A veces me sentía inquieto porque sabía que mis compañeros de clase estaban estudiando durante todo ese día. En Corea, entrar en una buena universidad es una meta muy seria, pero incluso cuando tenía un examen el lunes, no estudiaba el domingo. Como tenía un día menos para estudiar, debía concentrarme mucho. Creo que gracias a ese esfuerzo, aprovechaba mejor mi tiempo de estudio y llegué a ser uno de los mejores de mi escuela, lo que me permitió ser admitido en una de las universidades más prestigiosas de Corea.
Cuando nos concentramos en la Iglesia y en los principios del Evangelio podemos aplicar esos mismos principios a todo lo que hacemos y el Señor nos apoya y nos bendice.
La mira puesta únicamente en la gloria de Dios
Uno de mis pasajes predilectos de las Escrituras es D. y C. 4:5, que nos habla de las cualidades de un líder. Habla de tener “la mira puesta únicamente en la gloria de Dios”. Siempre que presto servicio en la Iglesia, me pregunto: ¿en qué tengo puesta la mira? ¿Estoy procurando la gloria de Dios y nada más?
En Corea trabajé en IBM durante 28 años. Durante ese tiempo también serví en muchos llamamientos de la Iglesia como secretario ejecutivo de estaca, miembro del sumo consejo de estaca, presidente de estaca, Representante Regional y Setenta de Área. Siempre procuré mantener un equilibrio entre las prioridades de la familia, del trabajo, de los llamamientos de la Iglesia y del tiempo para dedicarme a mí mismo, y siempre logré hacer lo que debía hacer.
Como Representante Regional y Setenta de Área debía viajar a Salt Lake dos veces al año para asistir a la Conferencia General, y en mi trabajo como ejecutivo no me resultaba fácil dejar la oficina durante más de una semana. Tenía la determinación de hacer ese viaje, y el presidente de la compañía me conocía y confiaba en mí cuando le decía que me las arreglaría para sacar adelante el trabajo. Cuando establecemos prioridades, somos capaces de afrontar los problemas. No me gusta sacrificar mis creencias para progresar en el trabajo. Con este tipo de actitud, uno tiene la conciencia tranquila porque está haciendo lo correcto. Cumplir nuestros compromisos o convenios no es fácil y exige mucho sacrificio, pero cuando lo hacemos, obtenemos bendiciones mayores que los sacrificios que hayamos hecho.
Piedras para cruzar el arroyo
Imaginen que se encuentran a la orilla de un arroyo y que en la otra orilla se halla su felicidad eterna. Durante su vida necesitarán colocar piedras para poder cruzarlo. Por ejemplo, tomen la decisión de servir en una misión, de casarse en el templo y de fundar una familia. Al prepararse para cada uno de estos acontecimientos, estarán en el camino para alcanzar su meta final.
Cuando se anunció el Templo de Seúl, Corea, todos nos ilusionamos. Sabíamos que sin el templo nuestra vida en el Evangelio no estaba completa. Tomó algo de tiempo terminar el templo, pero las bendiciones que nos brindó afirmaron las raíces de fe y testimonio de los miembros. Al asistir al templo, ellos refuerzan su dedicación al Evangelio y se encuentran en el camino para alcanzar su meta final.
Así que les insto, jóvenes, a que coloquen piedras en su vida para cruzar al otro lado; éstas les aportarán ayuda y protección. Sé que a medida que seamos fieles a los convenios que hemos concertado, nuestra vida cobrará un mayor sentido y seremos bendecidos.