2008
Cómo obtener el testimonio
Febrero de 2008


Cómo obtener el testimonio

Elder Paul K. Sybrowsky

Me crié en una familia magnífica pero menos activa en la Iglesia y no estaba acostumbrado a escuchar testimonios de la veracidad del Evangelio en mi hogar; así que, aunque crecí en Salt Lake City, Utah, en un ambiente donde predominan los Santos de los Últimos Días, no me crié en una familia típica de Santos de los Últimos Días. En casa no teníamos noches de hogar ni oraciones familiares; muchas de las prácticas religiosas a las que mis amigos estaban acostumbrados me resultaban un tanto extrañas.

Por haber crecido en ese tipo de hogar, probablemente se me habría considerado el menos dispuesto a ponerme de pie y expresar mi testimonio en medio de una gran congregación de seminario. Además, era un poco tímido a los quince años, por lo que yo mismo me sorprendí al encontrarme frente al micrófono delante de trescientos alumnos de seminario; pero estaba a gusto debido a lo que sentía en lo profundo de mi ser. Aun ahora, todavía recuerdo la intensa inspiración del Espíritu que sentí de ponerme de pie y dar mi testimonio en aquella reunión de seminario.

No me acuerdo de las palabras exactas que pronuncié, pero jamás olvidaré aquel ardor en el pecho, aquella certeza que recibí de que la Iglesia es verdadera. Recuerdo bien haber sentido al Espíritu Santo que descendía sobre mí al testificar de la veracidad de esta Iglesia.

Lo supe

Antes de aquel día, creía que la Iglesia era verdadera; me gustaba, pensaba que era algo bueno y participaba en las actividades; pero en aquel momento decisivo de mi vida, supe que era verdadera. No podía negarlo, y nadie habría podido privarme de ese testimonio.

Desde aquel día en el seminario, he compartido mi testimonio miles de veces. Recuerdo algunas de esas otras ocasiones, pero ninguna ha sido tan impresionante para mí, ni ha tenido tanta influencia para dar forma a mi futuro, como aquella oportunidad en que lo hice siendo un adolescente. Una de las razones por las que ese acontecimiento me dejó una impresión tan duradera fue que tenía entonces aproximadamente la misma edad que el profeta José Smith cuando vio al Padre Celestial y a Su Hijo, Jesucristo, y supo que iba a ser el instrumento principal para restaurar la Iglesia verdadera en la tierra.

La experiencia de expresar mi testimonio y de obtener una absoluta certeza de la verdad fue, en muchos aspectos, un momento crucial de mi vida. Cuando se recibe instrucción directamente del Señor, es lo más grandioso que se puede aprender. Por ese testimonio, sentí deseos de prestar servicio, de ser mejor estudiante y de desarrollar más mis habilidades sociales y personales. Se incrementó mi anhelo de aprender más de las Escrituras, sentí que mi vida tenía un propósito y supe que, si me mantenía digno, se me permitiría predicar el Evangelio.

Además, me di cuenta de que Dios sabía quién era yo, y ése fue uno de los elementos muy importantes que me sorprendió y me cambió. ¡Yo era hijo Suyo! Una vez que sabes quién eres, deseas ser mejor. Y junto con ese conocimiento recibes un poder, un poder que sólo puedes obtener mediante la inspiración de nuestro Padre Celestial.

Al pensar en aquella experiencia, creo que el Padre Celestial quería darme la oportunidad de desarrollar algunos atributos y habilidades de los que Él pudiera servirse para obrar más fácilmente conmigo. Creo que también habrá querido hacerme pensar en prestar servicio misional, algo a lo cual no se me alentaba en mi hogar. En mis primeros años de adolescencia, no pensé mucho en una misión; pero mediante esa experiencia con el testimonio, supe por primera vez que quería ser misionero; muchas otras reforzaron mi deseo, pero aquélla fue la primera oportunidad en que supe que quería hacerlo. Supe que mi Padre Celestial deseaba que cumpliera una misión de tiempo completo para compartir con Sus hijos lo que ya sabía.

Abran el corazón

El obtener un testimonio es algo similar a lo que los nefitas experimentaron cuando el Salvador fue a visitarlos. Al principio no entendían lo que les hablaba la voz de Dios porque escuchaban sólo con los oídos; pero cuando abrieron el corazón, entonces pudieron entender Su voz.

“Y nuevamente por tercera vez oyeron la voz, y aguzaron el oído para escucharla; y tenían la vista fija en dirección del sonido; y miraban atentamente hacia el cielo, de donde venía el sonido.

“Y he aquí, la tercera vez entendieron la voz que oyeron…” (3 Nefi 11:5–6).

El abrir el corazón a la inspiración de nuestro Padre Celestial es un elemento esencial en la vida, y ustedes necesitarán Su inspiración.

Se enfrentan con algunas dificultades singulares y la forma de vencerlas es permitir al Espíritu Santo que destile Su influencia sobre ustedes. Permítanle que los guíe. La fortaleza que recibimos de nuestro Padre Celestial nos llega de espíritu a espíritu y de corazón a corazón; y es con la fuerza del Señor que podemos avanzar. Él nos proporcionará esa fuerza por medio de nuestro testimonio.

Disfruten de la adolescencia

El hecho de fortalecer su testimonio les ayudará a disfrutar de sus años de adolescencia, que pueden ser uno de los períodos más emocionantes de su vida. Eso de ninguna manera disminuye la importancia de prestar servicio misional, de casarse en el templo o de cualquiera de las maravillosas experiencias que tendrán más adelante, pero los exhorto a disfrutar de su vida de adolescentes. ¿Y cómo lo hacen? Guardando todos los mandamientos del Señor, ¡que no son optativos! Cada uno se ha dado con un sabio propósito: el de mantenernos a salvo.

Parte del mensaje de la Primera Presidencia en Para la Fortaleza de la Juventud dice:

“Su Padre Celestial desea que vivan felices y desea llevarlos de nuevo a Su presencia. Las decisiones que tomen hoy determinarán mucho de lo que habrá de venir durante su vida y la eternidad.

“Dado que el Señor les ama, les ha dado mandamientos y las palabras de los profetas para guiarles en su jornada”1.

El presidente Gordon B. Hinckley, nuestro Profeta y Presidente, ha dicho esto: “Seamos personas felices. El plan del Señor es un plan de felicidad”2. Sigamos al Profeta y tengamos una existencia feliz. Esta época de su vida es emocionante y debe resultarles divertida. La actividad en la Iglesia contribuye a que disfruten realmente de su juventud.

Tengan el valor de seguir lo que sientan en el corazón. Aférrense a esas impresiones y ensánchenlas. Es vital que incrementen su testimonio y tengan fe en que Jesucristo es su Salvador y Redentor; es vital que comprendan que, debido a Su amor perfecto, Él expió por ustedes.

Con ese conocimiento, tienen el maravilloso privilegio de combinar su fe en Jesucristo con el arrepentimiento a fin de cerciorarse de que sus convenios estén vigentes; entonces estarán en condiciones de recibir dirección y guía de uno de los miembros de la Trinidad, el Espíritu Santo. ¡Y qué grandioso don es ése! Es un don maravilloso que recibimos por tener fe en el Señor Jesucristo y por gozar de los frutos del arrepentimiento.

Cuando era adolescente, recibí otro don: un testimonio vivo y creciente del Evangelio de Jesucristo. Al nutrirlo, ese testimonio continuó aumentando; empecé a comprender el designio del Señor, Su plan para llevarme de regreso a mi Padre Celestial. “Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto” (D. y C. 50:24).

Testifico solemnemente que Dios es nuestro Padre y que Su Hijo, Jesucristo, es el Salvador de toda la humanidad. Ustedes también pueden tener ese testimonio; pueden tenerlo ahora, mientras son adolescentes, como lo tuve yo. No tienen por qué esperar.

Notas

  1. Para la Fortaleza de la Juventud, 2001, pág. 2.

  2. “Cada uno… una persona mejor”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 100.