Mensaje de la Primera Presidencia
En busca de lo bueno
Mientras buscaban una nueva casa, un joven matrimonio Santo de los Últimos Días habló con posibles vecinos acerca del vecindario y de las escuelas del lugar.
Una mujer con la que hablaron comentó lo siguiente sobre la escuela a la que asistían sus hijos: “¡Es un lugar increíble! El director es un hombre bueno y maravilloso; los maestros son competentes, amables y amigables. Estoy muy contenta de que nuestros hijos puedan asistir a esa excelente escuela. ¡Les va a encantar aquí!”.
Otra mujer dijo acerca de la escuela de sus hijos: “Es un lugar horrible; el director sólo piensa en sí mismo; los maestros no son buenos, son groseros y antipáticos. Si estuviera en condiciones económicas para irme de este lugar, ¡lo haría en un instante!”.
Lo interesante era que ambas mujeres estaban refiriéndose al mismo director, a los mismos maestros y a la misma escuela.
¿Se han dado cuenta de que la gente por lo general encuentra lo que busca? Si se fijan con atención, descubrirán tanto lo bueno como lo malo en casi todas las personas y las cosas. Las personas han hecho lo mismo con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días desde sus inicios. Aquellos que busquen lo bueno encontrarán una gente amable y caritativa, una gente que ama al Señor y que desea servirlo y bendecir a su prójimo; pero también es cierto que aquellos que busquen lo malo con seguridad encontrarán cosas que no son tan ideales.
Lamentablemente, esto a veces sucede incluso dentro de la Iglesia. No hay fin a la creatividad, a la inventiva y a la tenacidad de aquellos que buscan razones para criticar; ellos no logran dejar a un lado las rencillas; chismorrean y buscan defectos en los demás; abrigan rencores por décadas, aprovechando cada oportunidad para hundir y degradar a los demás. Eso no es agradable ante el Señor, “porque donde hay envidia y contención, allí hay confusión y toda obra perversa” (Santiago 3:16).
El presidente George Q. Cannon (1827–1901) conocía bien al presidente Brigham Young (1801–1877), y trabajó estrechamente con él durante muchos años, tanto como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, así como su consejero en la Primera Presidencia. Después de la muerte del presidente Young, el presidente Cannon escribió en su diario: “Nunca critiqué a [Brigham Young] ni encontré defectos en su conducta, su consejo ni sus enseñanzas en ningún momento dentro de mi corazón, mucho menos en mis palabras o acciones. Eso ahora me complace. Siempre pensé lo siguiente: Si critico o le encuentro defectos, o si juzgo al hermano Brigham, ¿hasta dónde llegaré?; si comienzo, ¿dónde pararé? No me atrevía a confiar en mí mismo en esa manera de proceder. Sabía que con frecuencia la apostasía era el resultado de ceder al espíritu de la crítica y de la censura. Otros, con más fuerza, sabiduría y experiencia que yo, quizás podrían hacer muchas cosas y escapar las malvadas consecuencias, pero yo no me atrevía a hacerlo”1.
El poderoso consejo del presidente Cannon es algo que nosotros, los miembros de la Iglesia, debemos considerar detenidamente. La palabra de Dios amonesta a los seguidores de Cristo a que sean de condición “pura… pacífica, bondadosa, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora ni fingida”. Para aquellos que hacen la paz, “el fruto de justicia se siembra en paz” (Santiago 3:17, 18).
Podemos elegir: podemos buscar lo malo en los demás, o podemos hacer la paz y esforzarnos por extender a los demás la comprensión, la justicia y el perdón que tan desesperadamente deseamos para nosotros. Es nuestra elección; porque lo que sea que busquemos, eso es lo que ciertamente encontraremos.