El poner en práctica los principios de la conferencia cambia vidas
Poco después de la conferencia general de octubre de 2010, Jared y Kathleen Smith, de Utah, EE. UU., decidieron dar una vuelta en automóvil por el vecindario junto con sus tres hijos para disfrutar de las coloridas hojas de otoño. Antes de salir, el hermano Smith puso un frasquito de aceite consagrado en el bolsillo. Las palabras pronunciadas por el presidente Henry B. Eyring en su discurso del sacerdocio, acerca de estar preparados para el servicio del sacerdocio en todo momento, habían permanecido en su mente (véase “Presten servicio con el Espíritu”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 59).
Durante el camino de regreso a su casa, los Smith se toparon con mucha gente que se había reunido alrededor de una niñita, la que se encontraba en el piso y aparentemente había sufrido algún tipo de traumatismo en la cabeza. Oyeron que una mujer gritaba: “Por favor, ¿alguien tiene aceite consagrado? ¡Por favor!”. El hermano Smith rápidamente detuvo el auto y le entregó su aceite al padre de la niña. Después de la bendición del sacerdocio, la pequeña volvió en sí y comenzó a hablar a sus padres. Momentos más tarde, llegaron los paramédicos y la llevaron al hospital.
“Sentimos consuelo y paz en nuestro corazón por haber estado en el lugar correcto, en el momento correcto, por haber llevado el aceite y, como dijo el presidente Eyring, por haber estado preparados”, dice el hermano Smith. “Nuestros hijos presenciaron la bendición del poder del sacerdocio y, al irnos, sentimos el amor de nuestro Padre Celestial por nosotros y por la niña y su familia”.
Al igual que los Smith, muchas familias han sido bendecidas gracias a que han seguido los consejos que recibieron durante la conferencia general. Ahora que los miembros se preparan para otra conferencia general, tres familias cuentan su propia historia de dar oído a la voz profética.
Para leer más historias (en inglés) o para compartir su propia experiencia (en cualquier idioma), lea la versión completa de este artículo en la sección Noticias y eventos de LDS.org, en lds.org/church/news/how-general-conference-changed-my-life.
Anne Te Kawa, Tararua, Nueva Zelanda
A principios de 2010 estaba pasando por algunos retos personales importantes. Mi obispo me sugirió que quizás sería bueno que viera a un consejero profesional. La idea me tomó completamente por sorpresa. Dado que trabajo y me estoy capacitando dentro del área de los tratamientos para la adicción a las drogas y el alcohol, pensé: “¡Prácticamente yo soy una consejera profesional! No necesito que me ayude otra persona”.
Cuando llegó la conferencia de abril, todavía estaba luchando con algunos de mis retos e incluso con mi propio orgullo. El élder James B. Martino, de los Setenta, dio un discurso titulado “Todas las cosas obrarán juntamente para su bien”, (véase Liahona, mayo de 2010, pág. 101), cuyo tema central era cómo lidiar con las aflicciones.
Su mensaje me emocionó, por lo cual decidí orar para pedir guía en cuanto a lo qué debía hacer. Salí de la conferencia con el deseo de obtener fe y confiar en el Salvador para que me guiara mediante el Espíritu Santo.
Durante dos semanas, medité y oré y reflexioné y, finalmente, decidí que probaría con la terapia. Ha sido una experiencia útil y exitosa. Además, el releer el discurso del élder Martino, el mantenerme a flote orando al Padre Celestial y el confiar en la expiación de Su Hijo, Jesucristo, me han dado una seguridad duradera. Testifico que el buscar al Señor con humildad siempre es la manera de superar las pruebas. Él nos guiará para saber cuáles son las cosas específicas que debemos hacer.
Andrea Roueche, Texas, EE. UU.
Mi esposo, Collin, y yo nos convertimos en padres en octubre de 2009. Cuando nuestra hija, Eliza, tenía cinco meses, empezamos a hablar acerca de cuándo comenzaríamos a incluirla en la noche de hogar y en el estudio de las Escrituras. ¿Valía la pena tener la noche de hogar mientras ella estaba despierta? ¿Se beneficiaba en algo cuando leíamos en voz alta el Libro de Mormón?
Durante la conferencia de abril de 2010, el élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Los jóvenes de todas las edades, incluso los bebés, pueden responder al espíritu característico del Libro de Mormón, y lo hacen” (“Velando… con toda perseverancia”, Liahona, mayo de 2010, pág. 42).
Los cambios que hemos hecho han sido sencillos y graduales: regularmente reproducimos para Eliza un CD con las canciones de la Primaria; leemos con ella algunos versículos del Libro de Mormón a la hora de la cena; empezamos a hacer la oración familiar justo antes de que Eliza se vaya a dormir; cuando salimos a caminar, señalo los pájaros y le digo: “Jesús hizo esos pájaros para nosotros”. Puede ser que ella no entienda ahora, pero más adelante entenderá.
He descubierto que estas cosas me han quitado gran parte de la preocupación por el futuro. Siento que, si yo hago mi parte enseñándole a Eliza lo que debe saber y siguiendo los consejos proféticos, ella será bendecida en el futuro.
Sela Fakatou, Midlands Occidentales, Inglaterra
En nuestra familia, todos están muy ocupados. A veces no nos tomamos el tiempo para escucharnos con atención unos a otros o para poner en práctica la bondad y la amabilidad, así que, a fin de prepararnos para la conferencia general que se aproximaba, oramos para saber cómo podíamos ser más unidos como familia.
El discurso del élder Robert D. Hales, “Nuestro deber a Dios: La misión de padres y líderes para con la nueva generación”, (véase Liahona, mayo de 2010, pág. 95), contestó nuestras oraciones e inquietudes.
Me conmovió de manera especial el relato en que el nieto del élder Hales le preguntó: “¡Abuelo! ¿Estás ahí?”. El élder Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles explicó: “Estar ahí significa comprender el corazón de los jóvenes y conectarse con ellos. Y conectarse con ellos significa no sólo conversar con ellos, sino también hacer cosas juntos”.
Hemos trabajado para mejorar la interacción entre unos y otros. Durante la cena, hablamos acerca del día: hablamos acerca de las dificultades que enfrentamos y cómo lo que estamos aprendiendo de las Escrituras nos ayudan a hacer frente a los retos y superarlos.
El encontrar el tiempo para tener estos diálogos ha requerido esfuerzo; sin embargo, a medida que estos buenos hábitos han pasado a formar parte de nuestra vida familiar, he sentido un amor especial por mi familia. Al seguir los consejos proféticos que recibí durante la conferencia, respuestas a otras inquietudes han llenado mi mente y he descubierto maneras de parecerme más al Salvador Jesucristo. Más que nunca, siento paz en vez de preocupación.