¿Debo ir o quedarme?
Días antes de mi fecha de partida a la misión, hospitalizaron a mis padres; yo no sabía si podría dejarlos.
Tuve la buena suerte de conocer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por medio de un amigo. Me enseñaron misioneros que fueron llamados por Dios para llevar la luz del Evangelio al mundo. Dos años después de mi bautismo, fui llamado a servir en la Misión Italia Milán. Antes de irme, tuve una profunda experiencia espiritual.
Mis padres, que no eran miembros de la Iglesia, no compartían mi alegría por esta oportunidad misional. Tuvimos discusiones muy fuertes que me causaron mucho sufrimiento.
Dos días antes de irme a la misión, mi padre y mi madre repentinamente enfermaron gravemente. Mi madre tuvo una crisis de salud por la cual fue hospitalizada. Al parecer, nada de lo que probaban los médicos ayudaba. Mi padre tuvo cirrosis hepática y los médicos dijeron que sería muy difícil recuperarse de ella.
Esa noche me arrodillé y oré a mi Padre Celestial. Le dije: “Padre, ayúdame. Mi familia está enferma y no puedo irme en estas circunstancias. Te ruego, Padre, que me ayudes a saber si lo correcto es que vaya o que me quede”.
Medité sobre mi situación por unos minutos. Entonces sentí una voz sutil, pero penetrante, que dijo: “Ten fe y todo saldrá bien”.
A pesar de la tristeza que sentía al ver a mi familia tan mal de salud, decidí tomar el avión que me llevaría a Roma y luego a los Estados Unidos, donde fui al Centro de Capacitación Misional. Las noches que pasé en el CCM no fueron felices. Pensaba una y otra vez en mis padres. Finalmente, con la aprobación del presidente del CCM, pude llamarlos para saber cómo estaban.
Por teléfono, mi madre me dijo con gran alegría que ella y mi padre habían experimentado un milagro del Señor, palabras que jamás habría esperado escuchar de una mujer sin mucha fe. Me dijo que después de mi partida, su salud había mejorado y que los médicos no encontraban una explicación. Mis padres se sentían bien y felices. Mi gozo era completo.
Mediante esta experiencia, mi testimonio del poder de la fe, la oración y la obediencia creció. Agradezco que el Señor cuidara de mi familia durante mi misión.