Seminario en las selvas de Ecuador
En una selva lejana, seminario está marcando una gran diferencia para estos jóvenes.
Al este de Quito, Ecuador, más allá de los volcanes y las montañas de los Andes, el terreno baja rápidamente hacia la selva amazónica. Allí se encuentran tupidos bosques, caudalosos ríos, monos, tucanes e incluso delfines rosados.
Allí también se encuentra la ciudad llamada Puerto Francisco de Orellana. Queda bien lejos de todo lo demás en Ecuador. Hace quince años, había relativamente poca gente en la zona, pero el descubrimiento de petróleo atrajo la industria, gente en busca de empleo y miembros de la Iglesia.
Seminario en una rama pequeña
Algunos de los jóvenes, como Oscar R., ya eran miembros cuando se formó la rama, pero la mayoría son conversos recientes; y un fuego arde dentro de sus corazones. “Somos fuertes”, dice Oscar.
En septiembre de 2010, apenas un año después de su creación, la rama dio inicio a un programa de seminario. “Cuando empezamos a reunirnos hace unos años”, dice Oscar, “éramos muy pocos. Yo era el único joven, pero seguimos creciendo. Pronto tuvimos seis, luego diez, y ahora aun más jóvenes”.
Debido a que algunos de los jóvenes asisten a la escuela por la mañana y otros por la tarde, se organizaron dos grupos de seminario, uno por la mañana, de 8:00 a 9:00, y el otro por la tarde, de 16:30 a 17:30 h.
Quizás no haya muchos jóvenes en el programa, pero a los jóvenes que asisten, seminario les ha cambiado la vida.
¿Por qué asistir?
“Seminario es una gran bendición para mí”, dice Luis V., un converso reciente. “Me ayuda a prepararme para ser un buen misionero. Me he enfrentado a muchos desafíos y tentaciones desde que me uní a la Iglesia, pero he podido mantenerme fuerte porque sé que estoy haciendo lo correcto”.
Y Luis no es el único que piensa así. “Soy miembro de la Iglesia desde hace poco”, dice Ariana J., “pero asisto a seminario desde que me bauticé. Me gusta asistir porque estoy aprendiendo muchas cosas verdaderas acerca del evangelio de Jesucristo que me llenan el corazón y la mente de entendimiento”.
Asistir a seminario ha ayudado a Ariana a afianzarse en el Evangelio. “Para mí, es una bendición formar parte de estas clases”, dice Ariana. “Fortalecen mi espíritu y me ayudan a prepararme para que algún día pueda ser una buena esposa, madre, líder de la Iglesia y quizás misionera de tiempo completo”.
El hermano de Ariana, Gerardo, es del mismo parecer. “Estoy agradecido porque seminario se ha convertido en una parte importante de mi vida”, dice él. “Me prepara para algún día servir en una misión. He aprendido acerca del plan de salvación que Dios preparó para mí. Cada clase a la que asisto me da la esperanza de poder heredar el reino celestial y me da la certeza de haber recibido el evangelio de Jesucristo”.
Gerardo a veces se siente bastante cansado en las clases. Tiene que llevar primero a su hermanito a la escuela y luego regresar rápidamente a casa para recoger a su hermana para que puedan ir a seminario; pero a él eso no le molesta.
“Todo esto es muy nuevo para mí, pero me siento lleno de felicidad”, dice Gerardo. “Sé que estoy en la senda correcta que me dará la oportunidad de volver a ver a mi Padre Celestial. El Espíritu Santo me da esa seguridad. Sólo tengo que hacer el esfuerzo y perseverar hasta el fin”.
No hay por qué ponerse nervioso
A Walter A., seminario al principio lo intimidaba un poco. “Estaba nervioso la primera vez que fui”, dice él, “pero cuando entré a la clase, me sentí especial porque percibí el amor que se siente cuando se estudian las Escrituras; y cuando me fui, me sentí fortalecido con felicidad en mi corazón por lo que había aprendido. Una de las bendiciones más grandes que nuestro Padre Celestial tiene para la juventud es seminario”.
“La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha cambiado mi vida”, dice Abel A., quien también se está preparando para salir en una misión. “Estoy aprendiendo acerca de las enseñanzas de los profetas. Amo a José Smith. Él tuvo la valentía de llevar a cabo la restauración de la Iglesia verdadera, a pesar de los problemas que eso le causó. Quiero ser valiente como él lo fue”.
Muchos jóvenes tienen que sacrificarse para asistir a seminario. No siempre es fácil, pero para los jóvenes de Puerto Francisco de Orellana, Ecuador, vale la pena el esfuerzo.
“Cuando pienso en seguir adelante, como dice la Escritura”, explica Abel, “creo que eso significa que establezcamos nuestras prioridades en la vida. Seminario es una de ellas. Tal como ha cambiado mi vida, puede hacer lo mismo con otros jóvenes”.
Aun en la selva más profunda de Ecuador, la Iglesia de Jesucristo y su programa de seminario para la juventud están prosperando y cambiando la vida de aquellos que lo permiten.