2017
No mires alrededor, ¡mira hacia arriba!
Mayo de 2017


No mires a tu alrededor, ¡mira hacia arriba!

invitar a las personas a venir a Cristo es nuestro objetivo, y podemos cumplirlo al mirar hacia Jesucristo.

Mi objetivo es “invitar a las personas a venir a Cristo”. Ese es también el objetivo de ustedes. Podemos cumplir con ese objetivo al mirar hacia Jesucristo.

La familia del élder Choi

Me bauticé con mis padres cuando tenía dieciséis años. Mi hermano menor, Kyung-Hwan, que tenía catorce años, se unió a la Iglesia por medio de mi tío, Young Jik Lee, y nos invitó a su capilla. Cada uno de los diez integrantes de nuestra familia pertenecía a una iglesia diferente, de modo que nos alegramos de encontrar la verdad y deseamos compartir la felicidad que encontramos en el evangelio de Jesucristo después de bautizarnos.

El padre del élder Choi con otras personas

Mi padre era el que más estaba entusiasmado, de entre todos nosotros, por aprender y compartir la verdad. Todos los días se levantaba temprano por la mañana para estudiar las Escrituras durante más de dos horas; casi todos los días, después del trabajo, iba con los misioneros a visitar a nuestros familiares, amigos y vecinos. Siete meses después de habernos bautizado, veintitrés miembros de mi familia y parientes se hicieron miembros de la Iglesia. A eso le siguió el milagro de ver bautizarse a 130 personas el año siguiente por medio de la obra misional que realizó mi padre.

Los comienzos de la obra misional
La obra misional ampliada

La historia familiar también fue importante para él, y completó ocho generaciones de nuestros antepasados. A partir de entonces, los frutos de la conversión de nuestra familia, iniciada por mi hermano de catorce años, han aumentado en formas innumerables, no solo entre los vivos, sino también entre los muertos. Edificando sobre la labor de mi padre y otras personas, nuestro árbol familiar ahora abarca 32 generaciones, y actualmente estamos completando la obra del templo para muchas de las ramas de la familia. Hoy estoy asombrado y siento gran gozo al unir a nuestros antepasados y nuestros descendientes.

La historia familiar ampliada

El presidente Hinckley tuvo una experiencia similar en el Templo de Columbus, Ohio:

“Mientras me hallaba sentado en el templo, reflexionando en la vida de [mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre], miré a mi hija, luego a su hija… y a los hijos de esta, mis bisnietos. Repentinamente comprendí que yo me hallaba justo en el centro de esas siete generaciones: tres anteriores y tres posteriores.

“En esa sagrada y santa casa, vino a mi mente el sentido de la enorme obligación que descansa sobre mí de transmitir todo cuanto había recibido como legado de mis antepasados a las generaciones que me habían seguido”.

En medio de nuestra generación

Todos nosotros estamos en el centro de una familia eterna. Nuestra función puede convertirse en un punto crucial en el que se pueden suscitar cambios importantes en formas positivas o negativas. El presidente Hinckley continuó: “Nunca te permitas convertirte en el eslabón débil de tus generaciones”. Su fidelidad en el Evangelio fortalecerá a su familia. ¿Cómo podemos asegurarnos de que seremos un eslabón fuerte en nuestra familia eterna?

En una ocasión, unos meses después de mi bautismo, escuché a algunos miembros criticándose unos a otros en la Iglesia, y me sentí muy decepcionado. Fui a casa y le dije a mi padre que quizá yo ya no debería ir a la Iglesia. Era difícil ver a los miembros criticar a los demás de esa manera. Después de escucharme, mi padre me enseñó que el Evangelio había sido restaurado y que es perfecto, pero que los miembros no lo eran todavía, ni tampoco lo éramos ni él ni yo. Me dijo firmemente: “No pierdas la fe por causa de las personas a tu alrededor, sino edifica una fuerte relación con Jesucristo. No mires a tu alrededor, ¡mira hacia arriba!”.

El mirar hacia Jesucristo —el sabio consejo de mi padre— fortalece mi fe siempre que tengo desafíos en la vida. Él me enseñó a poner en práctica las enseñanzas de Cristo, como en estas palabras: “Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis; no temáis”.

Misioneros en el Templo de Seattle, Washington

Cuando presidía la Misión Washington Seattle, llovía muchos días del año. Aun así, se instruyó a los misioneros que salieran a hacer proselitismo en la lluvia. Yo solía decirles: “Salgan a la lluvia, miren hacia el cielo, abran la boca y ¡beban! Cuando miren hacia arriba, serán fortalecidos para abrir la boca ante todos sin temor”. Era una lección simbólica de que miraran hacia arriba cuando afrontaran desafíos, incluso después de la misión. Pero les ruego que no intenten hacerlo en lugares contaminados.

Mientras todavía prestábamos servicio en la misión de Seattle, recibí una llamada de mi hijo mayor, Sunbeam, que es pianista. Me dijo que tendría el privilegio de presentarse en Carnegie Hall en Nueva York porque había ganado un concurso internacional; nos sentimos muy felices y emocionados por él. Sin embargo, esa noche, al estar orando con gratitud, mi esposa reconoció que no nos sería posible estar con él durante su presentación y le dijo al Padre Celestial algo así: “Padre Celestial, estoy agradecida por la bendición que le has dado a Sunbeam. Por cierto, lamento que no voy a poder ir. Podría haber ido si le hubieras dado esa bendición antes o después de esta misión. No me quejo, pero sí lo lamento un poco”.

En cuanto terminó la oración, escuchó una voz clara: “Gracias a que no puedes ir, a tu hijo se le ha dado este privilegio. ¿Preferirías cambiarlo?”.

Mi esposa se sorprendió. Sabía que los hijos serían bendecidos por medio de la labor fiel de sus padres en el Reino del Señor, pero era la primera vez que entendía su función con tanta claridad. Ella le contestó inmediatamente: “No, no, está bien que yo no pueda ir. Deja que él tenga ese honor”.

Queridos hermanos y hermanas, no es fácil para nosotros reconocer el amor del Padre Celestial cuando miramos a nuestro alrededor con los ojos temporales, porque al principio vemos inconveniencia, pérdida, cargas o soledad. Por otro lado, cuando miramos hacia arriba podemos ver las bendiciones que están más allá. El Señor reveló: “… cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa”. A todos los que se embarquen en cualquier tipo de servicio a Dios, sepan que son una conexión firme para que las generaciones anteriores y posteriores a ustedes reciban potentes bendiciones.

Hoy, agradezco ver que muchos de los miembros de nuestra familia son fieles en el sendero de los convenios, pero me entristece imaginar algún asiento vacío junto a nosotros. El élder M.Russell Ballard dijo: “Si usted decide inactivarse o irse de la Iglesia restaurada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ¿a dónde irá? ¿Qué hará? La decisión de ‘ya no [andar]’ más con los miembros de la Iglesia y con los líderes escogidos por el Señor tendrá un efecto a largo plazo que de momento no siempre se podrá apreciar”. El presidente Thomas S. Monson nos instó a “que escojamos el difícil bien en lugar del fácil mal”.

Nunca es demasiado tarde para mirar hacia Jesucristo. Él siempre tiene los brazos abiertos para recibirnos. Hay generaciones anteriores y posteriores a nosotros que dependen de que nosotros sigamos a Cristo para que podamos ser una familia eterna de Dios.

Cuando fui relevado de mi llamamiento como presidente de estaca, mis hijos estaban entusiasmados por poder pasar más tiempo conmigo. Tres semanas después fui llamado como Setenta. Al principio pensé que estarían decepcionados, pero la humilde respuesta de mi hijo menor fue: “Papi, no te preocupes. Somos una familia eterna”. ¡Qué verdad tan clara y sencilla! Me preocupé un poco porque primero miré a mi alrededor a esta vida terrenal, pero mi hijo estaba feliz porque no miró a su alrededor, sino hacia arriba con los ojos dirigidos a la eternidad y a los propósitos del Señor.

No siempre es fácil mirar hacia arriba si sus padres se oponen al Evangelio, si son miembros de una unidad pequeña de la Iglesia, si su cónyuge no es miembro, si todavía son solteros aun cuando hicieron su mejor esfuerzo por casarse, si un hijo se ha desviado, si son padre o madre soltero, si tienen desafíos físicos o emocionales, si son víctima de un desastre, etc. Aférrense a su fe en esos tiempos difíciles; miren hacia Cristo para obtener fortaleza, equilibrio y sanación. Por medio del poder de la expiación de Jesucristo, “todas las cosas obrarán juntamente para [su] bien”.

Doy testimonio de Jesucristo, que Él es nuestro Salvador y Redentor. Cuando seguimos a nuestro profeta viviente, el presidente Thomas S. Monson, estamos mirando hacia Jesucristo. Al orar y estudiar las Escrituras todos los días, y al participar sinceramente de la Santa Cena cada semana, obtenemos la fortaleza para siempre mirar hacia Él. Me alegro de ser miembro de esta Iglesia y de ser parte de una familia eterna. Me encanta compartir este gran Evangelio con los demás; invitar a las personas a venir a Cristo es nuestro objetivo, y podemos cumplirlo al mirar hacia Jesucristo. Testifico humildemente de estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén.