2017
Experimentando con la música
Septiembre de 2017


Experimentando con la música

La autora vive en Utah, EE. UU.

Si quería aumentar mi testimonio y progresar espiritualmente, tenía que dejar de poner excusas por mi conducta.

woman experimenting with music

Siempre pensé que yo era una de las afortunadas excepciones a algunas normas del Evangelio, así que hacía lo que quería, y decidía qué normas eran importantes y cuáles no lo eran. Una de las normas que consideraba opcional era la de no escuchar música ofensiva o vulgar (véase Para la Fortaleza de la Juventud, 2011, pág. 22). No creía que la música que escuchaba marcara una diferencia en el modo en que me comportaba o me sentía en cuanto al Evangelio. Seguía teniendo un fuerte testimonio de Jesucristo y hacía todo lo que podía para ayudar a los demás y asistir a las reuniones de la Iglesia. Me decía a mí misma que era una pena que esos músicos no vivieran una vida virtuosa, pero a mí me parecía bien escuchar su música. Al fin y al cabo, eso no me impedía vivir una vida centrada en el Evangelio.

Mientras me preparaba para servir en una misión, no se me pasaba por la cabeza que la música que escuchaba sofocara mi progreso espiritual.

Sin embargo, a las pocas horas de abrir mi llamamiento misional, vino a mi mente el pasaje que se encuentra en Alma 32:27: “Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras”.

Y entonces pensé en esa precisa palabra: experimentar. Si deseaba recibir las bendiciones que me estaba perdiendo, tenía que experimentar. Así que, durante las tres semanas que siguieron, no escuché música inapropiada. Al principio fue difícil, y caí muchas veces; pero, después de varios días, los apacibles sentimientos que comencé a sentir a diario bastaron para poder superarlo. Por si esto fuera poco, como estudiante universitaria comenzaron a irme mejor las clases. Podía enfocarme más y estaba más en armonía con el Espíritu en un momento de mi vida en que la guía celestial era especialmente importante.

Me di cuenta de que incluso mis deseos cambiaron. Deseaba recibir todas las bendiciones que el Padre Celestial espera darme. Mi experiencia al cambiar mis hábitos musicales me ayudó a darme cuenta de que no hay normas opcionales, y que cada mandamiento que se nos da está pensado para hacer más estrecha nuestra relación con nuestro Padre Celestial, y para hacernos más como Él. Saltarnos los que no nos gustan solo nos privará de Sus bendiciones prometidas.

El seguir las normas del Evangelio y cumplir los mandamientos nos distingue como verdaderos discípulos de Cristo. Cuando damos ese paso de lo bueno a lo mejor, ciertamente complacemos a nuestro Padre Celestial. En el Evangelio, no podemos tener un pie en cada lado. O avanzamos o retrocedemos, y la idea de que “por ahora lo estoy haciendo suficientemente bien” inevitablemente hará que nos quedemos atrás. Pero si confiamos en Jesucristo y en el poder de Su expiación para mejorar por lo menos un poco cada día, entonces tendremos Su paz en nuestra vida y sabremos que nos estamos convirtiendo en la clase de persona que Él sabe que podemos ser.