Tú solo lee y ora
Cuando tenía diecisiete años, una amiga me dijo que era mormona. En aquel entonces yo no tenía ni idea de lo que era un mormón. Mis padres no me hacían ir a la iglesia, así que no sabía mucho sobre la Biblia ni sobre Dios, ni tampoco quería saber. “Si quiero saber algo sobre ello, lo averiguaré por mí mismo”, le dije a mi amiga.
Al ver que no estaba muy interesado en la Iglesia, simplemente me dio una copia del Libro de Mormón. Luego me pidió que lo leyera y orara sobre él. No me presionó ni se decepcionó porque yo no quisiera escuchar acerca de la Iglesia. Todo lo que ella quería era que leyera y orara.
Esa noche, cuando abrí el libro, vi su testimonio en la primera página. Mientras leía su testimonio, sentí que debía aprender más en cuanto a ese libro. De modo que comencé por 1 Nefi. No podía dejar de leer. Necesitaba saber más.
Poco después fui a una noche de hogar con su familia, en la que me enseñaron acerca del evangelio de Jesucristo. Aunque yo no sabía nada del Evangelio, todo parecía tener sentido. A medida que seguía aprendiendo, mi actitud sobre la Iglesia, Dios y Jesucristo cambió. Por una vez en mi vida deseaba saber lo que Dios quería que yo hiciera. Pronto me enseñaron los misioneros y fui bautizado y confirmado como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El Libro de Mormón cambió mi vida. Cuando miro atrás puedo ver cómo el Espíritu Santo me ayudó a desear aprender más. El Evangelio me ayudó a saber quién soy, de dónde vengo y adónde puedo ir si soy fiel. Estoy agradecido por mi amiga, quien lo compartió conmigo y me mostró que un verdadero amigo comparte las verdades del Evangelio.