Hablamos de Cristo
No es demasiado tarde para una segunda oportunidad
La autora vive en Virginia, EE. UU.
El padre de una de mis alumnas que tenía dificultades le dijo a su hija: “No es demasiado tarde para que tengas éxito”. El Señor nos da el mismo mensaje.
Sandra era una alumna en mi clase de inglés avanzado. Durante varias semanas del año, no había hecho ninguna de las tareas o proyectos; se pasaba el tiempo soñando despierta en su escritorio e inventaba excusas para explicar por qué no había completado sus tareas y no demostraba ni la actitud ni el trabajo necesario para tener éxito en un curso tan exigente.
Su consejero y yo decidimos concertar una conferencia con Sandra, con su padre y algunos de los otros maestros para determinar qué dirección debía tomar: ¿debería abandonar los cursos avanzados y en vez de ello tomar los regulares? Lo más importante en lo que todos pensábamos era: ¿podríamos encontrar la manera de ayudar a Sandra a tener éxito?
Considerando que a Sandra se le habían dado muchas oportunidades de triunfar pero en lugar de eso había elegido fracasar, entré en la reunión sintiéndome muy desanimada. En mi interior, tenía la esperanza de que decidiera abandonar mi clase y que ya no tuviera que preocuparme por ella. Pensé que había hecho todo lo posible y que ya era demasiado tarde.
En la reunión, el modo de comportarse reveló que Sandra también dudaba de su capacidad para tener éxito. Ella fijó la mirada en la mesa mientras le hablaba de su fracaso en la clase de inglés. Cuando su maestro de historia confirmó que Sandra también estaba fallando en su clase, su cuerpo se sumió aún más en la silla y pude ver que las lágrimas le rodaban por el rostro.
Haciendo acopio de compasión, le expliqué a ella y a su padre que si Sandra quería tener éxito en esos cursos difíciles, iba a tener que cambiar el comportamiento que la había hundido en ese hoyo y que iba a ser sumamente difícil.
Un mensaje de su padre
El consejero entonces se dirigió al padre de Sandra, un hombre con poca educación que parecía incómodo en el ambiente escolar. El consejero le preguntó si tenía alguna pregunta para los maestros. Dijo que no y nos agradeció lo que habíamos hecho por Sandra, pero después dijo que tenía algo que decirle a su hija.
Tuve un mal presentimiento. Había formado parte de algunas conferencias de padres y maestros donde los padres habían reprendido verbalmente a sus hijos delante de los maestros y consejeros, criticándolos por su pereza y falta de atención y motivación. Me preparé para volver a oír la misma cosa.
Lo que escuché me sorprendió. El humilde padre de Sandra se volvió hacia su llorosa hija de 16 años que estaba consumida por la vergüenza y el pesar y le dijo: “No es demasiado tarde; no es demasiado tarde para que logres el éxito. De verdad no es demasiado tarde”.
Salí de esa reunión agradecida por su reacción amorosa, pero preocupada porque él no tenía idea de lo que haría falta a esas alturas para que su hija saliera adelante. Parecía imposible. Más tarde llegó la noticia de que ella había decidido abandonar su clase de historia, pero no mi clase de inglés.
Más tarde ese día, mientras me arrodillaba en oración, considerando mis propias fallas y pidiendo a mi Padre Celestial que me perdonara, me di cuenta de lo mucho que tenía que aprender del padre de Sandra. Las inseguridades y los sentimientos de ineptitud en mi propia vida a veces hacían que me preguntara si era digna o merecedora de una segunda oportunidad. En esos momentos, el Señor, al igual que el padre de Sandra, prefirió no reprenderme, sino tranquilizarme: “No es demasiado tarde, hija mía. No es demasiado tarde”.
El mensaje del Evangelio
¿Cuántas veces hemos creído en el mensaje del adversario de que no hay esperanzas para nosotros? Sin embargo, los profetas nos dicen lo contrario. Isaías proclama: “… vuélvase a Jehová, quien tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, quien será amplio en perdonar” (Isaías 55:7). Mormón añade su testimonio: “Cuantas veces se arrepentían y pedían perdón, con verdadera intención, se les perdonaba” (Moroni 6:8). El gozo del Evangelio es que nunca es demasiado tarde, ya que con la frecuencia que procuremos el perdón, la redención del Señor nos permitirá comenzar de nuevo.
Sandra, que tuvo la motivación para empezar de nuevo, hizo cambios lentos pero significativos. La transformación no fue fácil: requería un esfuerzo diario para superar sus malos h’abitos, pero vio las recompensas de sus esfuerzos a medida que sus calificaciones mejoraron gradualmente.
Desde la perspectiva del Evangelio, nuestra calificación final no tendrá en cuenta el tiempo que vacilamos o cuánto nos hayamos alejado de la Iglesia. En vez de ello, el Señor juzgará nuestras vidas según la dirección hacia la que nos dirigimos, cómo nos hemos arrepentido y cuánto hemos confiado en la expiación del Señor.
Debido a mi escaso entendimiento, había dudado de la capacidad que tenía Sandra para superar los errores de su pasado. Por el contrario, nuestro Padre perfecto nunca pierde esperanza en la capacidad de Sus hijos de alcanzar la salvación al ser perfeccionados en Cristo. No importa cuánto nos hayamos desviado, Él siempre buscará a la oveja descarriada. El Señor nos suplica que ya no andemos como extraños en el pecado, sino que lo busquemos con esperanza y disfrutemos de las bendiciones de Su expiación infinita. De verdad, nunca es demasiado tarde.