El eclipse espiritual
No permitan que las distracciones de la vida eclipsen la luz del cielo.
El 21 de agosto de este año ocurrieron dos acontecimientos poco comunes que captaron la atención de las personas alrededor del mundo. El primero fue la celebración de los 90 años de nuestro amado profeta, el presidente Thomas S. Monson. Ese día, me encontraba en una asignación en el Área Pacífico, y me emocionó ver que los santos en Australia, Vanuatu, Nueva Zelanda y Polinesia Francesa no solo estaban al tanto de ese hito en la vida del profeta, sino que se regocijaban de celebrarlo. Me sentí afortunado de presenciar las sinceras expresiones de fe y afecto hacia este gran hombre. ¡Qué inspirador es ver la conexión que une a los Santos de los Últimos Días con su profeta!
El presidente Monson, consciente de aquellos que querían desearle un feliz cumpleaños, describió el regalo ideal: “Busquen a alguien que esté teniendo dificultades, o esté enfermo o solo, y hagan algo por esa persona. Eso es todo lo que pediría”1. Lo amamos y lo sostenemos, presidente Monson.
Eclipse solar
El otro acontecimiento poco común y astronómico que ocurrió ese mismo día y que cautivó a millones por todo el mundo fue un eclipse total de sol. Era la primera vez en 99 años que un eclipse así recorría todo Estados Unidos2. ¿Alguna vez han visto un eclipse solar? Permítanme explicar esto con más detalle.
Un eclipse total de sol ocurre cuando la luna se interpone entre la tierra y el sol y bloquea casi enteramente la luz proveniente de la superficie del sol3. El hecho de que esto pueda suceder es una maravilla para mí. Si imaginan el sol como del tamaño de una llanta normal de una bicicleta, en comparación la luna apenas sería del tamaño de una piedrecita.
¿Cómo es posible que nuestra fuente de calor, luz y vida pueda ser oscurecida de tal modo por algo comparativamente insignificante en tamaño?
Aunque el sol es 400 veces más grande que la luna, se halla a una distancia de la tierra 400 veces mayor que la luna4. Visto desde la tierra, esta geometría hace que el sol y la luna parezcan que son del mismo tamaño. Cuando ambos cuerpos se alinean perfectamente, la luna parece oscurecer al sol completamente. Mis familiares y amigos, que se hallaban en la zona del eclipse total, describieron cómo la luz dio paso a las sombras, aparecieron estrellas y los pájaros dejaron de cantar. El aire se enfrió, ya que durante un eclipse la temperatura puede descender más de 11 grados Celsius5.
Ellos relatan la sensación de asombro, estupor e incluso ansiedad, al saber los riesgos que entraña un eclipse. Por eso, durante el eclipse, todos ellos tomaron precauciones para evitar daños permanentes en los ojos o “la ceguera por eclipse”. Estuvieron a salvo usando lentes o anteojos con filtros especiales que protegen los ojos de cualquier peligro potencial.
La analogía
Del mismo modo que la diminuta luna puede bloquear al inmenso sol y extinguir su luz y calor, un eclipse espiritual puede ocurrir cuando permitimos que obstrucciones pequeñas e inquietantes —esas que enfrentamos a diario— se acerquen tanto a nosotros que bloqueen la magnitud, el fulgor y la calidez de la luz de Jesucristo y de Su Evangelio.
El élder Neal A. Maxwell amplió esta analogía cuando declaró: “Incluso, algo tan pequeño como el dedo pulgar de una persona, si se acerca mucho al ojo, puede ocultar de su vista el enorme sol. El sol sigue estando allí; es la propia persona quien se provoca la ceguera. Cuando acercamos demasiado otras cosas a nosotros mismos, poniéndolas en primer lugar, oscurecemos nuestra visión del cielo”6.
Naturalmente, ninguno de nosotros desea oscurecer a propósito su visión del cielo o permitir que ocurra un eclipse espiritual en su vida. Permítanme compartir algunas reflexiones que pueden ayudarnos a prevenir que los eclipses espirituales nos produzcan daños espirituales permanentes.
Los lentes del Evangelio: Mantener la perspectiva del Evangelio
¿Recuerdan que mencioné que hay lentes o anteojos especiales que en un eclipse solar nos protegen de daños en la vista e incluso de la ceguera por eclipse? Ver un eclipse espiritual a través de los lentes protectores del Espíritu nos brinda la perspectiva del Evangelio, la cual nos protege de la ceguera espiritual.
Consideremos algunos ejemplos. Teniendo las palabras de los profetas en el corazón y el Espíritu Santo como nuestro consejero, podemos contemplar una luz celestial parcialmente bloqueada con los “lentes del Evangelio” y así evitar el daño de un eclipse espiritual.
Entonces ¿cómo nos ponemos los lentes del Evangelio? Les doy algunos ejemplos: Los lentes del Evangelio nos hacen saber que el Señor desea que tomemos la Santa Cena cada semana y que desea que estudiemos las Escrituras y oremos diariamente. También nos dicen que Satanás nos tentará a que no lo hagamos. Sabemos que él tiene otros objetivos y procura privarnos de nuestro albedrío mediante distracciones y tentaciones mundanas. Aun en los tiempos de Job, tal vez hubo algunos que experimentaron eclipses espirituales, descritos de esta forma: “De día estos se topan con tinieblas y a mediodía andan a tientas como de noche”7.
Hermanos y hermanas, cuando hablo de ver a través de los lentes del Evangelio, sepan por favor que no estoy sugiriendo que nos neguemos a reconocer o analizar los desafíos que enfrentamos en el mundo ni que andemos con ingenuidad, ajenos a las trampas y los males que el enemigo ha colocado ante nosotros. No me refiero a que usemos anteojeras, sino todo lo contrario. Sugiero que veamos los desafíos a través de los lentes del Evangelio. El élder Dallin H. Oaks observó que la “perspectiva es la capacidad de ver toda la información relevante en una relación significativa”8; La perspectiva del Evangelio expande nuestra visión a una perspectiva eterna.
Al usar sus “lentes del Evangelio”, ustedes piensan acerca de sus prioridades, sus problemas, sus tentaciones e incluso sus equivocaciones de una manera centrada y con una perspectiva ampliada; verán una luz más brillante que no se puede ver sin ellos.
Irónicamente, las cosas negativas no son las únicas que pueden causar un eclipse espiritual en nuestras vidas. Con frecuencia, al centrarnos demasiado en actividades admirables y positivas a las que nos dedicamos, llegan a bloquear la luz del Evangelio y dan paso a la oscuridad. Entre los peligros y las distracciones pueden contarse la formación académica y la prosperidad, el poder y la influencia, la ambición e incluso los talentos y los dones.
El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó que “cualquier virtud, cuando se lleva al extremo, se convierte en un vicio… Llega un punto en el que las metas se pueden convertir en piedras de molino y las ambiciones en una carga”9.
Permítanme dar ejemplos más específicos de cosas que pueden causarnos eclipses espirituales.
Redes sociales
Hace unos meses, hablé en la Conferencia de la Mujer de BYU10. Hablé de cómo la tecnología, incluso las redes sociales, ayudan a difundir “el conocimiento de un Salvador… por toda nación, tribu, lengua y pueblo”11. Estas tecnologías incluyen los sitios web de la Iglesia, tales como LDS.org y Mormon.org; las aplicaciones móviles como Biblioteca del Evangelio, Canal Mormón, Herramientas SUD y FamilySearch; y las plataformas de las redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter y Pinterest. Estas modalidades han generado cientos de millones de clics en me gusta, compartir, retuitear y pins, y han llegado a ser muy efectivos para compartir el Evangelio con familiares, amigos y colegas.
A pesar de las virtudes y el uso apropiado de estas tecnologías, hay riesgos inherentes en ellas que, si las acercamos en exceso a nosotros, nos pueden colocar en situación de eclipse espiritual y pueden bloquear la luz y la calidez del Evangelio.
El uso de las redes sociales, de las aplicaciones móviles y de los juegos puede consumir tiempo en forma desmesurada y reducir las interacciones cara a cara. Esta disminución de la conversación personal puede afectar a los matrimonios, ocupar el lugar de prácticas espirituales valiosas y truncar el desarrollo de habilidades sociales, especialmente entre los jóvenes.
Hay dos riesgos adicionales relacionados con las redes sociales: la realidad idealizada y hacer comparaciones debilitantes.
Muchas, o la mayoría de las imágenes que se publican en las redes sociales tienden a presentar la vida en su mejor estado, que suele ser poco realista. Todos nosotros hemos contemplado hermosas imágenes de hogares decorados, lugares vacacionales maravillosos, “selfies” sonrientes, comidas muy elaboradas y físicos casi imposibles de conseguir.
Aquí ven, por ejemplo, una imagen que podrían ver en la cuenta de cualquier persona en las redes sociales. Sin embargo, eso no capta el panorama completo de lo que realmente ocurre en la vida real.
Al comparar nuestras vidas, aparentemente corrientes, con la representación retocada y perfeccionada de la vida de los demás, tal como se muestran en las redes sociales, pueden surgir en nosotros sentimientos de desánimo, envidia e incluso fracaso.
Una persona que había compartido numerosas publicaciones dijo, parcialmente en broma: “¿De qué sirve estar feliz, si no vas a publicarlo?”12.
Como nos recordó la hermana Bonnie L. Oscarson esta mañana, el éxito en la vida no depende de cuántos “me gusta” recibamos ni cuántos amigos o seguidores tengamos en las redes sociales; pero sí tiene que ver con relacionarnos con los demás de formas significativas y con aportar luz a sus vidas.
Espero que podamos aprender a ser más auténticos, a tener más humor y sentirnos menos desalentados al contemplar imágenes que puedan presentan una realidad idealizada y que, con demasiada frecuencia, conducen a comparaciones debilitantes.
Aparentemente, las comparaciones no son una característica exclusiva de nuestros tiempos, sino que también las fueron en el pasado. El apóstol Pablo advirtió al pueblo de su época que “ellos, midiéndose a sí mismos y comparándose consigo mismos, no son juiciosos”13.
Habiendo tantos usos apropiados e inspirados de la tecnología, usémosla para enseñar, inspirar, elevarnos y alentar a los demás a ser lo mejor que puedan ser, en lugar de presentar una imagen virtual idealizada de nosotros mismos. Enseñemos y mostremos a las nuevas generaciones el uso digno de la tecnología y advirtámosles además de los peligros que conlleva y de su uso destructivo. Ver las redes sociales a través de los lentes del Evangelio puede evitar que lleguen a convertirse en un eclipse espiritual en nuestra vida.
Orgullo
Consideremos ahora el orgullo, la piedra de tropiezo desde tiempos remotos. El orgullo es lo opuesto a la humildad, la cual es “la disposición a someterse a la voluntad del Señor”14. Cuando somos orgullosos, tendemos a honrarnos a nosotros mismos en lugar de honrar a los demás o dar la gloria a Dios. Con frecuencia, el orgullo es competitivo; es la tendencia a procurar obtener más y a creernos mejores que los demás. Por lo general, el orgullo trae como resultado sentimientos de ira y de odio; hace que uno guarde rencores y se abstenga de perdonar. Sin embargo, el orgullo puede ser consumido en el atributo de humildad de Cristo.
Las relaciones, incluso con familiares cercanos y seres queridos, especialmente con familiares cercanos y seres queridos —aun entre esposos y esposas— se nutren con la humildad y se bloquean con el orgullo.
Hace muchos años, un ejecutivo de una gran empresa comercial me llamó para conversar sobre su compañía, que iba a ser vendida a sus competidores. Él, junto con muchos otros colegas de la sede de la empresa, estaban muy preocupados de que pudieran perder sus empleos. Como él sabía que yo conocía bien a los directores ejecutivos de la empresa compradora, me preguntó si estaría dispuesto a presentarlo y darles una buena referencia, e incluso a programar que se reunieran con él. Él concluyó con la siguiente declaración: “Ya sabes lo que dicen: ‘¡Los mansos perecerán!’”.
Entendí que su comentario fue expresado en tono humorístico; capté el chiste, pero había un principio importante que pensé que podría venirle bien a él. Respondí: “En realidad, eso no es lo que dicen. Lo que se dice es justamente lo contrario: ‘Los mansos… heredarán la tierra’15; eso es lo que se dice”.
En mi experiencia en la Iglesia, así como en mi carrera profesional, algunas de las mejores personas que he conocido, y de las más eficaces, han estado entre las más mansas y humildes.
La humildad y la mansedumbre encajan como la mano en el guante. Recordemos que “nadie es aceptable a Dios sino los mansos y humildes de corazón”16.
Ruego que nos esforcemos por adquirir la virtud de la humildad para evitar el eclipse espiritual del orgullo.
Conclusión
Para concluir, un eclipse solar es, efectivamente, un extraordinario fenómeno de la naturaleza durante el cual la belleza, la calidez y la luz del sol pueden quedar completamente opacadas por un objeto comparativamente insignificante, produciéndose oscuridad y frío.
Un fenómeno similar puede suceder en sentido espiritual, cuando permitimos que los asuntos pequeños e insignificantes se acerquen tanto que bloqueen la belleza, la calidez y la luz celestiales del evangelio de Jesucristo, dejando en su lugar una fría oscuridad.
Los objetos diseñados para proteger la vista de las personas que se hallen en una zona de un eclipse solar total pueden prevenir daños permanentes e incluso la ceguera17. Los lentes del Evangelio, que comprenden el conocimiento y el testimonio de los principios y las ordenanzas del Evangelio, proporcionan la perspectiva del Evangelio que, de manera similar, brinda protección a quien esté expuesto a los peligros de un eclipse espiritual.
Si ustedes hallan algo que parezca bloquear la luz y el gozo del Evangelio en sus vidas, les invito a colocarlo en la perspectiva del Evangelio. Miren a través de los lentes del Evangelio y estén alertas para no dejar que ningún asunto insignificante o intrascendente de la vida les oscurezca su visión del gran plan de felicidad. En síntesis, no permitan que las distracciones de la vida eclipsen la luz del cielo.
Testimonio
Doy testimonio de que, sin importar la naturaleza de aquello que impida nuestra visión de la luz del Evangelio, la luz sigue estando allí. El evangelio de Jesucristo es esa fuente de calor, verdad y fulgor. Doy testimonio de un amoroso Padre Celestial; de Su Hijo, Jesucristo; y de la función del Hijo como nuestro Salvador y Redentor. En el nombre de Jesucristo. Amén.