Amémonos unos a otros como Él nos ha amado
A medida que servimos y perdonamos a los demás con verdadero amor, podemos ser sanados y recibir la fuerza para vencer nuestros desafíos.
Durante la Última Cena, el Salvador le dio un nuevo mandamiento a Sus discípulos:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”1.
Los discípulos del Salvador recibieron un nuevo mandamiento de hacer algo más, algo más significativo y algo más divino. Este nuevo mandamiento e invitación se resume en la frase clave: “como yo os he amado”.
El amor es acción, el amor es servicio
“El amor es un sentimiento de profunda devoción, interés y afecto. La muestra más grande del amor de Dios por Sus hijos se encuentra en la infinita expiación de Jesucristo”2. “Porque de tal manera amó Dios al mundo”, registró Juan, “que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”3. “El amor por Dios y por los semejantes es una característica de los discípulos de Jesucristo”4.
Hace unos años, cuando José, nuestro nieto mayor, tenía cuatro años de edad, estaba jugando con mi esposa. Mientras se reían y divertían juntos, nuestro nieto le preguntó: “Abuela, ¿me amas?”.
Ella contestó: “Sí, José, te amo”.
Luego él hizo otra pregunta: “¿Cómo sabes que me amas?”.
Ella le explicó sus sentimientos y también le dijo todo lo que ha hecho y estaría dispuesta a hacer por él.
Después, mi esposa le hizo a José las mismas preguntas, incluyendo la penetrante pregunta: “¿Cómo sabes que me amas?”.
Con una respuesta inocente pero sincera, él dijo: “Te amo porque lo siento dentro de mi corazón”. El comportamiento amoroso de José hacia su abuela ese día y siempre, demuestra que el amor es una combinación de acciones al igual que sentimientos profundos.
El rey Benjamín enseñó: “He aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios”5.
En el mundo de hoy lleno de tanto sufrimiento por diferentes circunstancias, el enviar un mensaje de texto con un emoticón divertido o publicar una linda foto con las palabras “Te amo”, es bueno y valioso. Pero lo que muchos de nosotros debemos hacer es dejar atrás nuestros dispositivos móviles y, con nuestras manos y nuestros pies, ayudar a otras personas necesitadas. El amor sin servicio es como la fe sin obras; en verdad está muerto.
El amor es perdonar
El amor puro de Cristo, que es la caridad,6 no solo nos inspira a actuar y proporcionar servicio, sino también a tener la fuerza para perdonar, sin importar la situación. Permítanme compartir una experiencia que ha impactado y cambiado mi vida. Ted y Sharon, los padres de Cooper, quienes están aquí hoy, me han dado permiso para compartir lo que le ocurrió a su familia hace más de nueve años. Contaré la experiencia desde el punto de vista de Ted, el padre de Cooper:
El 21 de agosto de 2008 fue el primer día de clases, y los tres hermanos mayores de Cooper: Ivan, Garrett y Logan, estaban en la parada de autobús esperando para tomarlo. Cooper, que tenía cuatro años de edad, estaba en su bicicleta; mi esposa, Sharon, había ido a pie.
Mi esposa estaba al otro lado de la calle y le indicó a Cooper que cruzara. Al mismo tiempo, un auto giró a la izquierda lentamente y atropelló a Cooper.
Recibí una llamada de un vecino diciéndome que Cooper había sido atropellado por un auto. Rápidamente manejé hacia la parada de autobús para verlo. Cooper estaba acostado sobre el césped, respirando con dificultad, pero no tenía lesiones visibles.
Me arrodillé junto a Cooper y le dije cosas alentadoras como: “Todo va a estar bien. Aguanta”. En ese momento llegó Nathan, mi líder de grupo de sumos sacerdotes, con su esposa. Ella sugirió que le diéramos una bendición del sacerdocio a Cooper. Pusimos las manos sobre la cabeza de Cooper. No recuerdo lo que dije en la bendición, pero recuerdo con claridad la presencia de otras personas a nuestro alrededor, y justo en ese momento supe que Cooper iba a fallecer.
Llevaron a Cooper al hospital por helicóptero, pero de hecho falleció. Yo sentí que el Padre Celestial me decía que mi mayordomía terrenal había terminado y que Cooper estaba ahora bajo Su cuidado.
Pudimos pasar algo de tiempo con Cooper en el hospital. Los trabajadores lo prepararon para que lo pudiéramos abrazar y despedirnos y nos permitieron pasar el tiempo que quisiéramos con el, abrazándolo.
En el camino a casa, mi esposa, sobrecogida por el dolor, y yo nos miramos el uno al otro y comenzamos a hablar sobre el joven que manejaba el auto. No lo conocíamos, aunque vivía en la siguiente calle y estaba dentro de los límites de nuestro barrio.
El siguiente día fue muy difícil para nosotros ya que todos estábamos completamente abrumados con dolor. Me arrodillé e hice la oración más sincera que he ofrecido. Le pedí al Padre Celestial en el nombre de mi Salvador que me quitara este dolor abrumador. Él lo hizo.
Más tarde ese mismo día, uno de los consejeros en nuestra presidencia de estaca hizo los arreglos para que nos reuniéramos en su casa con el joven que manejaba el auto y sus padres. Sharon y yo esperamos a que llegaran el joven y sus padres. Cuando se abrió la puerta, los conocimos por primera vez. Mi obispo me susurró al oído: “Ve hacia él”. Sharon y yo lo abrazamos entre los dos. Lloramos juntos por lo que pareció un largo rato. Le dijimos que sabíamos que lo que había sucedido era la definición de un accidente.
Fue un milagro para Sharon y para mí, que ambos nos sintiéramos de esa manera en ese entonces y aún ahora. Por la gracia de Dios, logramos tomar el gran camino, el camino obvio, el único camino, y amar a este buen joven.
Con los años, hemos llegado a tener una relación estrecha con él y su familia. Ha compartido sus momentos y logros más preciados con nosotros. Incluso fuimos al templo con él mientras se preparaba para su misión7.
Hermanos y hermanas, Ted sabe sin duda que nuestro Padre Celestial nos ama. Él sabe que poder perdonar y quitarse esa carga, es tan dulce como ser perdonado. Esta dulzura viene al emular a quien es nuestro mayor Ejemplo. En el Libro de Mormón, Alma declaró sobre el Salvador: “Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo”8.
Hermanos y hermanas, qué historia tan maravillosa sobre el amor verdadero y el perdón. Nosotros también podemos tener gozo y felicidad a medida que servimos y perdonamos a los demás. Georgy, otro de nuestros nietos, a menudo dice: “¿Qué tipo de familia somos?”; y responde, “¡Somos una familia feliz!”.
El presidente Thomas S. Monson nos ha aconsejado: “Examinemos nuestras vidas y tomemos la determinación de seguir el ejemplo del Salvador siendo bondadosos, amorosos y caritativos”9.
Yo sé que nuestro Padre Celestial y Su Hijo, Jesucristo, nos aman y están dispuestos a ayudarnos a actuar, a amar a otros como Ellos nos han amado. Y sé que a medida que servimos y perdonamos a los demás con verdadero amor, podemos ser sanados y recibir la fuerza para vencer nuestros desafíos. Y lo declaro en el nombre de Jesucristo. Amén.