Voces de los Santos de los Últimos Días
Cuidando de mi bebé enfermo y mi llamamiento
Cuando fui llamada a servir como consejera en la organización de las Mujeres Jóvenes de mi barrio, acepté el llamamiento, pero me preocupaba cómo lo haría. Sentía que no estaba preparada y estaba luchando con una prueba.
Tres meses antes de recibir este llamamiento, tras un embarazo de alto riesgo, nació mi bebé, Nicolas. Él necesitaba cuidado médico constante. Unas pocas semanas después de su nacimiento, le apareció una pequeña marca roja sobre el párpado y comenzó a crecer gradualmente. El pediatra explicó que era un tumor benigno y que desaparecería después de que Nicolas cumpliera un año; pero el tumor creció rápidamente. Ocupó su cavidad ocular y con el tiempo le causaría daño permanente a la vista si no lo tratábamos.
Tomamos la difícil decisión de comenzar la quimioterapia. El frágil cuerpo de Nicolas reaccionó negativamente al tratamiento. Tenía fiebre diariamente, infecciones constantes y su peso era bajo. El tratamiento lo hacía llorar mucho. Mi llamamiento se volvió más y más difícil de cumplir bajo esas condiciones. No sabía cómo podría hacerlo.
Afortunadamente, mi esposo me apoyó. Juntos, sentimos que yo debía continuar. La presidenta de las Mujeres Jóvenes también me apoyó. Ella era una hermana fiel y paciente. Me ayudó a ver cualidades que no sabía que tenía y me ayudó a encontrar maneras en las que podía servir y que no se me había ocurrido.
El estar con las jovencitas cada semana me ayudó a no obsesionarme en la rutina de las inyecciones, exámenes y doctores. Me impidió que perdiera tiempo sintiendo pena de mí misma o preguntándome por qué le estaba ocurriendo eso a mi pequeño ángel. Mi llamamiento fue una bendición y, antes de que me diera cuenta, Nicolas estaba creciendo y el tratamiento había concluido. Nicolas se convirtió en un niño feliz y saludable, lleno de energía.
El servir a aquellas valientes hijas de nuestro Padre Celestial me ha ayudado a superar sentimientos de ineptitud, desarrollar lazos de amistad eternos, descubrir mis talentos y mejorar en mis responsabilidades como madre y esposa.
El Señor no siempre nos quita las pruebas, pero sé con todo mi corazón que Él siempre está dispuesto a ayudarnos para tener la fortaleza para afrontarlas.