Nuestro espacio
Ejercí la fe
Mi partido de ping–pong con mi amigo Erfrey se vio interrumpido por tres golpes a la puerta principal. Escuché una voz desconocida que hablaba en hiligainón [panayano], nuestro dialecto natal, con un extraño acento.
Erfrey se apresuró hacia la puerta, como si los estuviera esperando. “¡Vamos!”, me dijo. “¡Quiero que conozcas a mis amigos”.
Llevaban camisa blanca y corbata, y habían ido a enseñar a un hermano menor de Erfrey, a fin de prepararlo para el bautismo. Les hablé en inglés y quedaron lo suficientemente impresionados como para pedirme que hiciera las veces de intérprete durante la lección con el hermano de Erfrey.
Pensé que mi función se limitaría a la de un intérprete pasivo; no obstante, me torné en un participante activo a medida que sus palabras se me arraigaban en el corazón. Experimenté un sentimiento inexplicable, un sentimiento de felicidad que no desaparecía y que jamás había sentido.
Después de aquella experiencia, les pedí a los misioneros que enseñaran a mi familia. Sin embargo, cuando vinieron, mis padres tomaron la decisión de que nunca admitirían a un mormón en nuestra familia.
Yo quería bautizarme, de modo que ejercí la fe; ayuné y oré , y me esforcé por darles el ejemplo.
Dos años después, por medio de mi fe sencilla y del amoroso apoyo del Padre Celestial, finalmente se ablandó el corazón de mi padre y firmó la autorización de mi bautismo. Tengo la dicha de decir que mi testimonio del Evangelio restaurado es mi posesión más preciada.
Arnel M., Negros Occidental, Filipinas
De la primaria a las Mujeres Jóvenes
Siempre me ha resultado difícil adaptarme a nuevas situaciones. Por eso estaba nerviosa al dejar la Primaria y empezar en las Mujeres Jóvenes. Al principio, el programa me resultaba extraño. Las Mujeres Jóvenes eran un entorno totalmente diferente; no había un tiempo dedicado a cantar, ni existía el tiempo para compartir. Además, durante la semana teníamos la Mutual.
Yo solo quería congeniar y sentirme cómoda, de modo que intenté adaptarme a mi nuevo programa. Oré mucho, y comencé a acostumbrarme a la nueva rutina y a forjar lazos con las demás jóvenes.
Conforme transcurrían las semanas, empecé a darme cuenta de por qué estaba en el programa de las Mujeres Jóvenes. Aprendía más sobre el Evangelio, había más oportunidades de tener algún pequeño gesto de bondad cada semana, y podía ir al templo y sentir el Espíritu del Señor en Su casa.
Ahora estoy muy agradecida por las Mujeres Jóvenes. Me alegra haber tratado de aceptar ese cambio y que mi Padre Celestial me haya ayudado a hacerlo.
Bethany W., Florida, EE. UU.
Un espíritu puro es más importante que una competencia
En octavo grado, formaba parte de un club de lectura. Todos los meses nos reuníamos para hablar sobre un libro y, al final del año, había una competencia para ver qué equipo sabía más acerca de cada texto. Una regla que siempre respetábamos era la de leer solamente libros decorosos.
Cierto mes, al empezar a leer el siguiente libro, sentí que no era apropiado. No obstante, tenía que leerlo si quería que mi equipo ganara la competencia; no podía defraudarlos. Unos capítulos más adelante, el libro se puso peor; finalmente, dejé de leerlo. Sabía que no podía leerlo; mi pureza espiritual era más valiosa para mí que ganar una competencia.
Sin embargo, me preocupaba mucho tener que decírselo a los integrantes de mi equipo. La noche anterior a la reunión del club, le pedí al Padre Celestial en oración que me ayudara a tener el valor de afrontarlos.
Al día siguiente, me hallaba muy preocupada. Me senté con mi equipo; una vez que comenzó la reunión, estaba a punto de explicar a todos que no podía leer el libro, pero antes de que pudiese hacerlo, la líder se puso de pie y pidió disculpas. Explicó que no había leído el libro antes de ponerlo en nuestra lista de textos y que no se había percatado de su contenido. Además, dijo que lo quitaría de la lista. Cuando llegué a casa, agradecí al Padre Celestial.
Sé que el Señor vela por nosotros cuando nos mantenemos firmes en nuestras normas. No siempre resuelve la situación tal y como lo hizo en mi caso, pero siempre nos dará el valor para tomar buenas decisiones.
Ashleigh A., Utah, EE. UU.