2019
Cómo hacer oraciones en la Iglesia
Junio de 2019


Sección Doctrinal

Cómo hacer oraciones en la Iglesia

Cuando los misioneros me enseñaron el Evangelio Restaurado, una de las primeras cosas que me explicaron fue cómo ofrecer una oración. Me dieron una tarjeta con cuatro pasos: 1) “Padre Celestial…” 2) “Te damos gracias…” 3) Te pedimos… 4) En el nombre de Jesucristo. Amén.

Yo tenía 19 años y, durante los tres años que estuve estudiando en un Colegio de los Salesianos, yo dirigía el rezo del Santo Rosario en la misa diaria; aprendí las oraciones católicas de memoria (el Ave María, el Padrenuestro, el Credo y otras) y algunas de ellas en latín (principalmente, el Pater Noster). Todo aquello quedó sustituido por esa sencilla oración en cuatro pasos; y eso en armonía con lo que Jesucristo enseñó en el Sermón del Monte: “Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos…”, porque “… vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:7-8). Y, entonces, les citó algunas de las cosas que se podrían incluir en una oración. Muchos cristianos han caído en la incoherencia de convertir esos consejos en una oración memorizada, el Padrenuestro; justo lo contrario de lo que el Señor estaba intentando enseñar: evitar las vanas repeticiones.

De la misma manera, cuando los misioneros me dieron los cuatro pasos de una oración, para dejar a un lado mis pasados rezos memorizados en español o en latín, no lo hicieron para que yo cayera en el mismo error, convirtiendo los cuatro pasos en oraciones fijas. Porque, incluso en estas sencillas oraciones no repetidas de memoria, hay que tener en cuenta ciertas normas. En el manual 2010 de instrucciones de la Iglesia se dan dos consejos: Las oraciones deben ser breves, y no deben ser una excusa para dar un sermón.

Yo voy a añadir algunas otras cosas que, en mi opinión, se deberían hacer o evitar al ofrecer una oración en público:

1. Decir: “Padre Celestial, que estás en los cielos”, me parece una redundancia. “Padre Celestial” es suficiente.

2. Aunque el título “Señor”, según la GEE, podría usarse tanto para el Padre como para el Hijo, a mí me parece más apropiado utilizarlo solo para Jesucristo. En este caso, al orar, nos dirigiremos al Padre, no al Señor.

3. Se debe utilizar la primera persona del plural (“te agradecemos”, “te pedimos”…), y no el singular (“te pido”, “te agradezco”…), porque estamos hablando en nombre de todos los presentes.

4. Debemos pedir y agradecer solo aquello que mejor represente a la mayoría. No sería, pues, apropiado agradecer bendiciones que solo unos pocos de los presentes tienen, o pedir algo que pocos desearían tener.

5. Debemos tener en cuenta la reunión en la que estamos ofreciendo la oración, y si es la primera o la última, pidiendo y agradeciendo lo que convenga. Por ejemplo, no sería adecuado pedir en la reunión sacramental que se bendiga a los maestros de las clases de la Escuela Dominical que habrá después, puesto que ya hay oraciones en las respectivas clases. Y en las oraciones de las clases se debería incluir lo que se va a enseñar o lo que se haya enseñado.

6. Se ha convertido en un hábito general decir: “Te pedimos, Padre, que puedas bendecirnos”, o “que puedas ayudarnos”, o “que puedas protegernos”… Decir eso a un Dios todopoderoso no parece que tenga mucho sentido. Sería más apropiado decir: “que nos bendigas”, “nos ayudes”, “nos protejas”…

Esta expresión se utiliza incluso en los anuncios: “Pedimos que podáis venir el sábado a la actividad”. El anuncio va dirigido obviamente a los que pueden; por tanto, no hay que pedir que “puedan”, que no está en su mano, sino que “quieran” asistir. Es tan absurdo como si yo pidiera a un hijo: “Quiero que puedas sacar la basura al contenedor”. Salvo en el caso de mi hijo minusválido, que no puede sacarla, quiera yo lo que quiera, el problema de aquel a quien se lo pida no es que pueda, sino que esté dispuesto. Por eso, esta forma de hablar no tiene sentido alguno, porque “querer es poder”, no lo contrario.

7. Al terminar una oración, se ha convertido también en un hábito decir: “esto lo dejamos…”. Más bien deberíamos decir: “esto lo pedimos”, “esto lo agradecemos”… Porque las oraciones no se dejan, sino que se ofrecen.

8. Terminar diciendo: “En el nombre de nuestro hermano Jesucristo”, quizá no sea lo más apropiado, porque Jesucristo en ese momento es nuestro Señor. Deberíamos decir mejor “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

9. Deberíamos evitar también repetir una y otra vez de forma redundante el nombre del “Padre”, y las expresiones, “te agradecemos”, “te pedimos”… durante la oración.

10. Debemos orar en voz alta y clara, para que todos los presentes nos oigan y, cuando digan “Amén”, sepan a qué están dando su conformidad. Es difícil decir Amén a una oración que no se ha podido oír.

11. Y otros muchos consejos que el Espíritu nos dé sobre cómo orar a la manera del Señor.