Un pedacito de cielo para misioneros
El autor vive en Utah, EE. UU.
Cuando llamamos a la puerta de la familia Bautista, poco sabíamos de las bendiciones que veríamos en los años siguientes.
Una noche lluviosa a fines de noviembre de 1973, mi compañero y yo estábamos haciendo proselitismo en Manila, Filipinas, y llamamos a la puerta de Romeo y Naty Bautista, quienes nos dejaron entrar y escucharon cortésmente nuestro breve mensaje. Naty no hablaba inglés (y solamente enseñábamos en inglés en ese momento), pero Romeo sí y estuvo interesado en que regresáramos. También dijo que su hermana menor, Avelia, que vivía con ellos mientras asistía a la universidad en Manila, probablemente estaría interesada.
Tan entusiasmados como lo pueden estar dos jóvenes misioneros con los nuevos investigadores, esperamos con impaciencia la cita para volver a enseñarles varios días después. La lección se desarrolló tan bien que apenas podíamos creerlo. Romeo y Avelia escuchaban atentamente y hacían preguntas. Naty escuchaba pero no entendía mucho de lo que decíamos. Todos fueron receptivos desde el principio: ¡el sueño de un misionero!
Al irnos después de cada lección, Romeo le enseñaba la lección a su esposa en tagalo. Leían el Libro de Mormón juntos en inglés, lentamente. En ese momento, tenían dos hijas pequeñas: Ruth, que estaba dando sus primeros pasos, y Namie, recién nacida.
En diciembre de 1973, tuve la suerte de bautizar y confirmar a Romeo y a su hermana Avelia. Mi compañero y yo estábamos encantados con la fe y el interés de la familia en el Evangelio, pero nunca podríamos haber predicho el impacto eterno de su decisión y las innumerables vidas que serían bendecidas tanto en lo inmediato como con el transcurrir del tiempo.
Desde el principio, Romeo y Avelia se convirtieron en miembros fieles y fuertes de la Rama Makati. Poco después de sus bautismos, regresé a casa en Salt Lake City, Utah. En mi entusiasmo por volver a casa, ni siquiera conseguí la dirección postal de Romeo para escribirle una carta. En aquellos días, no había internet ni teléfonos celulares.
Al poco tiempo, conocí a Susan, mi amor eterno. Le enseñé el Evangelio, la bauticé y me casé con ella en 1975, y nos sellamos en el Templo de Salt Lake en 1976. Tuvimos tres hijos y trabajamos en diversos llamamientos de la Iglesia. También me dediqué de lleno a nuestro negocio familiar. A menudo pensaba en la familia Bautista y en cómo estarían, pero no sabía de ninguna manera de ponerme en contacto con ellos.
Entonces, un día especial en 1997, recibí una carta de una cierta Sra. Avelia Wijtenberg, ¡con matasellos de Mackay, Queensland, Australia! No conocía a ninguna persona de ese nombre allí, pero, cuando leí la carta, me enteré de que la hermana de Romeo, Avelia, había conocido a un hombre de origen holandés-australiano, se había casado con él y había estado viviendo en Queensland durante algunos años. Ella había encontrado mi antigua dirección postal en su cuaderno, un día en que estaba haciendo un poco de limpieza general.
Avelia y yo comenzamos a escribirnos, ansiosos por saber lo que nos había sucedido en las últimas décadas. También pudo darme la dirección postal de Romeo, que se había mudado a Tiwi, en la parte sur de la isla de Luzón, en Filipinas.
Ese año, al escribirnos Romeo y yo después de 24 años de no tener contacto, nuestra antigua relación se reavivó. Romeo dijo que él y Naty ahora tenían cinco hijos. Naty y el resto de la familia se habían bautizado en los años posteriores a mi regreso a casa. Su hija mayor, Ruth, había servido en una misión en la Misión Filipinas Davao, y las dos hijas siguientes, Namie y Joan, estaban sirviendo en misiones en el norte de Luzón y en Guam, respectivamente. Tenían una cuarta hija, Lyn, que más tarde sirvió en la Misión Filipinas Baguio, y por último, un hijo, John, que luego sirvió en la Misión Filipinas Cagayán de Oro.
Mi esposa y yo solicitamos las direcciones de Namie y Joan y les escribimos durante sus misiones. Nunca las habíamos visto personalmente y no las conocíamos en absoluto, pero sentimos un vínculo tan instantáneo que es difícil de describir con palabras. ¡Era casi como si fueran nuestras propias hijas! A través de nuestras cartas, reavivamos un amor por la familia Bautista y en especial por Namie y Joan, que estaban llenas del Espíritu, trabajando con ahínco como misioneras de tiempo completo. En una carta, Namie preguntó si podía llamarnos por teléfono el día de Navidad, ya que sus padres no tenían teléfono en ese momento. Con la aprobación de su presidente de misión, ella llamó el día de Navidad de 1997 y ambos simplemente lloramos durante varios minutos. Entonces le recordé que las llamadas de larga distancia internacional por cobrar eran demasiado caras como para desperdiciarlas en solo llorar. Nos reímos y tuvimos una conversación maravillosa, aun con sus aptitudes limitadas en el idioma inglés. Ella nos invitó a ir a Filipinas al verano siguiente para cuando discursara al regresar a casa.
En el verano de 1998, cuando Namie regresó a casa de su misión, hice planes con mi hija de 16 años para ir a Filipinas. Llegamos a Manila y nos encontramos con Ruth. Asistimos juntos al Templo de Manila, Filipinas. Luego viajamos hacia el sur, a la casa de su familia en Tiwi. Es imposible describir el gozo de ver a Romeo y a su familia otra vez. El profundo vínculo de hermandad se renovó al instante. Hablamos, nos abrazamos y recordamos el pasado; comimos juntos y leímos las Escrituras con su familia cada noche que estuvimos allí. Ellos eran fuertes rocas de testimonio en su pequeña rama. Asistimos a la reunión sacramental en la Rama Tiwi y escuchamos el informe de Namie sobre su misión. Fue asombroso, casi celestial. En verdad era el cielo para misioneros.
En esa época, Romeo prestaba servicio como presidente de rama de la Rama Tiwi. Él había desempeñado un papel decisivo en llevar el Evangelio a sus familiares en el norte de Luzón. Romeo llevó a su familia al templo, donde Naty y sus hijos se sellaron. Ahora, los cinco hijos se han casado y sellado en el Templo de Manila. Varios de ellos se casaron con exmisioneros. Joan contribuyó decisivamente a la conversión de su novio. Ella lo esperó durante un año después de que se bautizara y luego se casaron en el Templo de Manila. Naty murió repentinamente en 2007, pero la familia permaneció fuertemente arraigada en el Evangelio. Están agradecidos por el convenio de sellamiento y saben que, si son fieles, volverán a ver a su bella esposa y madre.
Ahora hay más de setenta miembros de la familia Bautista que están activos en la Iglesia. La familia y los parientes han servido en 17 misiones de tiempo completo y cuentan con 14 matrimonios en el templo. ¡Los miembros de la familia también han servido como obispos y presidentes de rama, presidentes de estaca y de distrito, y presidentas y consejeras de la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes y la Primaria! El hijo de Romeo, John, fue obispo en la zona de Ciudad Quezón. El esposo de Ruth fue miembro del sumo consejo de esa misma estaca. El esposo de Lyn también fue presidente de rama en Tiwi. Sin duda alguna, la familia Bautista está edificando un firme legado de servicio y fortaleza en Filipinas.
Mi esposa y yo servimos en una misión como matrimonio en la Misión Filipinas San Pablo desde 2008 hasta 2010. Un día, la mayor parte de la familia Bautista se reunió en el Templo de Manila para el casamiento de John Bautista (el hijo de Romeo) con la hermana Victorino, una de las misioneras de nuestra Misión San Pablo, quien recientemente había terminado su misión y regresado a casa.
Nuestro presidente de misión preguntó si nos gustaría asistir a ese gozoso acontecimiento, y de inmediato hicimos planes para estar allí. Mi esposa conocía mi relación con la familia Bautista, pero quedó grandemente impresionada al ver cuántos miembros de la familia había y cuánto la amaban. Tenía 70 nuevos amigos para toda la vida.
A menudo pienso en Doctrina y Convenios 18:15: “Y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo y me traéis aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre!”. Como una onda en un estanque, la influencia de un alma, Romeo, ha enviado oleadas de firmes testimonios y servicio a la Iglesia en Filipinas.
Con los bautismos de Romeo y Avelia, tuve la suerte de ayudar a lanzar la piedrita al estanque hace cuatro décadas. He experimentado un gozo indescriptible en mi relación con esa gran familia, ahora en su tercera generación de vivir el Evangelio. Este es verdaderamente el legado continuo y el gozo de la obra misional. ¡Este es un pedacito de cielo para misioneros!