Ayuda para los padres
Lo que barrer el piso me enseñó acerca de la crianza de los hijos
La autora vive en Utah, EE. UU.
Los quehaceres de mis hijos ayudaron a contestar mi oración.
Una mañana desperté sintiéndome abrumada; mis deberes de madre me parecían intensos, y tenía plena consciencia de mis debilidades. Parecía haber una gran brecha entre lo que imaginaba que sería como madre y lo que realmente soy.
Me arrodillé a orar y le dije a mi Padre Celestial lo mucho que lo amaba; le dije lo mucho que amo a los hijos con los que Él ha bendecido a nuestra familia, y comencé a hablarle de mis esfuerzos por ser una buena madre, pero que sentía que no estaba haciendo un trabajo muy bueno. Mientras oraba, pensé en cuánto mejores serían mis hijos si tan solo Dios mismo los criara.
Entonces acudió una imagen a mi mente en la que vi a mis hijos barriendo el piso de la cocina. Ese es uno de los muchos quehaceres que tienen asignados para ayudar a nuestra familia. A veces no soporto al observar cómo lo llevan a cabo, porque todavía están aprendiendo y dejan muchos lugares sin barrer, pero les permito que lo hagan, así como otros deberes cotidianos, porque tengo una visión más amplia con respecto a ellos. Sé que aprenderán y crecerán gracias a toda esa práctica imperfecta. Con el tiempo, serán capaces de efectuarlo de manera tan rápida y eficaz como yo. Esa visión de ellos como personas responsables e independientes es mucho más gratificante que si hiciera todo yo misma. No estoy criando a mis hijos para que tengan éxito a corto plazo, sino que estoy tratando de ayudarlos a que lo logren a largo plazo.
Me pregunto si quizás eso también sea así para nuestros padres celestiales. El Padre Celestial sabe que no podemos hacer un trabajo perfecto como padres. Probablemente algunas de las cosas que hacemos a Él le parezcan insoportables, pero lo permite porque sabe que estamos aprendiendo y creciendo. Él tiene la mejor perspectiva a largo plazo. Él ve que algún día seremos padres como Él, capaces de amar por completo, de enseñar de manera eficaz y de ser ejemplos de perfección. Cuando cometemos errores, Él sabe que estamos desarrollando cualidades como la paciencia y la caridad. Y así, en Su sabiduría, nos permite trabajar, fallar y volver a intentarlo.
¡Cómo desearía ser ya una madre perfecta! Como escribió José Smith, a menudo me encuentro cometiendo “muchas imprudencias” (José Smith—Historia 1:28), pero hallo consuelo al saber que Dios comprende mi corazón, lo que significa que Él sabe que estoy dispuesta a aprender. Siento gozo cuando mis hijos preguntan: “¿Cómo puedo hacerlo mejor?”, y muestran interés por mejorar. Al menos puedo tener esa misma actitud ante mi Padre Celestial.
A medida que todos esos pensamientos me pasaban por la mente, tuve un momento más de desánimo. “¿Qué pasa si los errores que cometa al criar a mis hijos los perjudica?”, pregunté. “No quiero limitar su progreso, aunque me convierta en algo maravilloso durante el proceso”.
Una vez más acudió a mi mente la imagen de mis hijos haciendo la limpieza. Después de que mi hija hace un gran esfuerzo por limpiar el piso para luego salir apresurada a jugar o terminar otra labor, normalmente limpio las manchas difíciles que han quedado. Y pensé en la infinita misericordia y el poder de Jesucristo, cuya Expiación cubre cada una de las situaciones difíciles de la vida. Su gracia compensa mis deficiencias como madre, así como Su gracia compensa los dolores que sufren mis hijos debido a mis deficiencias. De una manera que ninguno de nosotros puede comprender, Su expiación puede curarlo todo.
La revelación personal que recibí ese día me brinda gran consuelo. Sentí que el Espíritu me enseñaba que mis mejores esfuerzos, en colaboración con el Señor, son suficientes. Sé que el Padre Celestial continuará obrando en las vidas de mis hijos, poco a poco, para hacer de manera perfecta lo que yo hago de manera tan imperfecta. Con Su ayuda, mis hijos algún día podrán brillar por sí mismos de manera tan intensa como si el Padre Celestial los hubiera criado en primer lugar, pero Su plan también logra que yo cambie en el proceso al santificarme y moldearme para llegar a ser más como Él. ¡Cuán grande es la sabiduría de nuestro Dios!