Voces de los Santos de los Últimos Días
Por favor, no dejen de cantar
En un autobús lleno de personas y ruido, encontramos la manera de testificar del Salvador.
Los cuatro misioneros acabábamos de salir de la casa de un matrimonio misionero mayor cuando hicimos señas para que un autobús nos llevara de regreso a nuestras áreas.
Nos abrimos paso a través de la multitud que estaba de pie, y nos agarramos de la barra de metal que estaba encima de nosotros. Estando de pie, pronto tuvimos que apoyarnos encima de los pasajeros que iban sentados para hacer lugar para otros pasajeros que llegaban.
Frente a mí iba sentada una mujer de mediana edad con el regazo lleno de bolsas y cajas de compras. Sus ojos oscuros indicaban que estaba cansada, y su rostro serio manifestaba su incomodidad por estar sentada en un autobús lleno de gente, el cual se desplazaba por el pegajoso y caliente aire panameño.
Al cerrar los ojos, imaginé que podía oler la comida china que mi madre y mis hermanas estarían preparando para la cena de Nochebuena y también imaginé que podía escuchar la música navideña que mamá siempre tocaba. Esos pensamientos reconfortantes no tardaron en disipar el calor y la humedad, y comencé a tararear un villancico de Navidad. Los ojos de la mujer que estaba debajo de mí se iluminaron un poco, así que cobré valor y comencé a cantar un himno de Navidad en español. El élder Glazier se unió a mí y luego quedamos en silencio.
“Por favor, no dejen de cantar”, dijo la mujer, con los ojos llorosos.
Al mirar a mis compañeros, saqué el himnario.
“Hermanos y hermanas”, exclamé por encima del ruido del autobús. Cuando mis compañeros tomaron también sus himnarios, agregué: “Nos gustaría cantar algunos villancicos navideños para compartir el espíritu de la Navidad con ustedes, un pequeño mensaje de los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.
Cantamos cada himno de Navidad que hay en el himnario en español. No éramos un coro celestial, pero el poder de la música y de las palabras sobre el nacimiento del Salvador conmovió muchos corazones. La emoción de prestar servicio en el campo misional durante la Navidad llenó a los cuatro élderes de paz, gozo y luz.
Cantamos hasta que llegamos a nuestra parada. La mujer que estaba debajo de mí aplaudió y dijo: “¡Gracias, cantantes de Navidad!”.
Después de bajarnos del autobús, nos despedimos del vehículo lleno de gente. Los pasajeros aplaudían mientras el autobús se alejaba y nosotros ascendimos por una colina en la noche tropical. Siempre recuerdo aquella noche con gratitud por la mujer que nos dio la oportunidad de testificar del Salvador por medio de la música.