2022
El sacrificio: fruto de la rectitud
Febrero de 2022


Ven, sígueme

Génesis 22:1–19

El sacrificio: fruto de la rectitud

El ejemplo de Abraham nos enseña que, cuando ponemos al Señor en primer lugar, recibimos bendiciones.

Abraham about to sacrifice his son Isaac

Abraham e Isaac, por Harold Copping, © LOOK AND LEARN/ Bridgeman Images; borde dorado de Getty Images

Cuando yo era presidente de rama en Nigeria, una joven hermana que era conversa expresó su deseo de servir en una misión. Su padre, que no era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, estaba muy en desacuerdo con el plan que ella tenía. Nuestro consejo de rama analizó la situación y decidimos que sería bueno que la presidencia de rama visitara a su padre.

Al principio, la visita fue infructuosa, hasta que me sentí inspirado a compartir con su padre el relato de cuando Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, según se describe en el capítulo 22 de Génesis. Abraham es un ejemplo de confianza y fe en Dios. Aunque Isaac era el único hijo de Abraham y Sara, nacido mientras ambos eran ancianos, cuando el Señor le pidió un sacrificio, Abraham obedeció de buena gana.

Cuando Abraham estaba a punto de sacrificar a su hijo, un ángel intervino. “No extiendas tu mano sobre el muchacho”, dijo, “ni le hagas nada, porque ya sé que temes a Dios, pues no me rehusaste a tu hijo, tu único” (Génesis 22:12). La palabra temer en ese versículo significa “sentir reverencia y admiración por [Dios] y obedecer Sus mandamientos”1.

Un corazón blando

El padre se sintió conmovido por ese recordatorio de la obediencia de Abraham. Dijo que jamás esperó que se le pidiera hacer algo similar, aunque no de la misma magnitud. Aceptó que su hija prestara servicio y accedió a ayudarla económicamente por 18 meses.

La hermana prestó un servicio honorable, y cuando regresó, se casó con un hombre de la misma rama. Ellos aún sirven fielmente en la Iglesia y tienen tres hijos. Todos los hermanos de ella ahora son miembros de la Iglesia. Su hermano también sirvió en una misión, y su hermana menor está casada con mi hermano menor.

Cuando pienso en la decisión de ese padre, me siento impresionado. Él permitió que su primogénita, que se había convertido a una religión diferente a la de él, sirviera en una misión. También recuerdo las bendiciones que su familia recibió a medida que otros de sus hijos se hicieron miembros de la Iglesia. Hoy están felizmente casados con cónyuges dignos, y viven con fidelidad el evangelio de Jesucristo. El padre nunca se unió a la Iglesia, pero ciertamente su sacrificio, tal como la fe en Dios que Abraham tenía, “se le contó por justicia” (Génesis 15:6).

Una semejanza

Jesus in Gethsemane

No se haga mi voluntad, sino la tuya, por Harry Anderson, cortesía de Pacific Press Publishing Association, Inc., prohibida su reproducción

Isaac about to be sacrificed

La disposición de Abraham a sacrificar es, por supuesto, “una semejanza de Dios y de su Hijo Unigénito” (Jacob 4:5). El siguiente cuadro destaca algunas similitudes:

Jesucristo, Hijo de Dios

Isaac, hijo de Abraham

Dios describe a Jesucristo como a Su Hijo Amado (véanse Mateo 3:17; José Smith—Historia 1:17).

Dios describe a Isaac como al hijo que Abraham ama (véase Génesis 22:2).

El Salvador es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (véanse Juan 1:29; 1 Nefi 11:21, 33; Mosíah 14:7; Alma 7:14).

Isaac es un cordero que Abraham ha de sacrificar (véase Génesis 22:7–8).

Dios dio a Su Hijo debido a Su amor por nosotros (véase Juan 3:16).

Abraham está dispuesto a dar a su hijo debido a su amor por Dios (véase Génesis 22:12).

El Salvador es el heredero del trono del Padre (véanse Romanos 8:17; Hebreos 1:2).

Isaac es el heredero de Abraham (véase Génesis 15:4).

Mediante Cristo, todos somos herederos del reino (véanse Romanos 8:17; Gálatas 3:29).

Por medio de Isaac (o mediante los convenios), se nos considera la descendencia de Abraham (véase Génesis 21:12–13).

El sacrificio del Señor es esencial para la redención. Mediante la fidelidad, las ordenanzas y los convenios podemos llegar a ser como Él.

Debido a las promesas hechas a Abraham e Isaac, podemos llegar a ser hijos del convenio, los elegidos de Dios.

Cuando obedecemos de buena gana los mandamientos del Señor, hacemos sacrificios por Él. Al hacerlo, sentimos más plenamente Su poder habilitador, el cual nos permite aferrarnos a la vida eterna luego de que hayamos dado nuestro mayor esfuerzo (véanse 2 Nefi 25:23; Moroni 7:25). Cuando aceptamos la expiación del Salvador, nuestro amor por Él aumenta. Sentimos más afinidad hacia Él, lo cual hace posible que hagamos todo lo que Él requiere de nosotros.

Un sacrificio voluntario

Las Escrituras proporcionan muchos ejemplos de aquellos que se sacrificaron de buena gana y luego recibieron poder de Dios.

El padre Lehi, por ejemplo, abandonó todo para ir a la tierra prometida. Luego Dios ayudó a los hijos de Lehi a obtener las planchas de bronce de manos de Labán, proporcionó la Liahona para guiarlos en el desierto, le mostró a Nefi cómo construir un barco y protegió a su familia mientras cruzaban el océano (véase 1 Nefi 2–18).

Alma, hijo, sacrificó su cargo como juez superior para dedicarse al llamamiento más santo de sumo sacerdote (véase Alma 4:11–20). Luego estableció “el orden de la iglesia” (Alma 6:4), trabajó con Amulek para enseñar a muchas almas y escapó de prisión mediante el poder del Señor (véase Alma 8–16).

El sacrificio de Alma al dejar un cargo para centrarse en otro me recuerda mi propia experiencia cuando me llamaron como Setenta de Área. Poco tiempo después de que me llamaran, la compañía para la que trabajaba quiso que yo aceptase una asignación de cuatro años en Europa. La asignación requería que me mudara, por lo que la rechacé. A aquellos que se sorprendieron con mi decisión les expliqué que el Señor no me había llamado a prestar servicio en el Área África Oeste en abril para luego pedirme que renunciase y fuese a Europa en mayo. Recordé el relato del Antiguo Testamento sobre Jonás (véase Jonás 1–3). Sabía que el Señor me había llamado, y yo no iba a abandonar mi llamamiento.

Un principio esencial del Evangelio

El sacrificio es fruto de la rectitud. Se requiere que venzamos al hombre natural al someternos al influjo del Espíritu Santo (véase Mosíah 3:19). Como miembros de la Iglesia, los siguientes son algunos sacrificios que hacemos con frecuencia.

Obedecer la ley del diezmo. “He aquí, el tiempo presente es llamado hoy hasta la venida del Hijo del Hombre; y en verdad, es un día de sacrificio y de requerir el diezmo de mi pueblo” (Doctrina y Convenios 64:23). Imaginen que el Señor les diga: “Ahora sé que veneras a Dios, ya que no has retenido tu diezmo”.

Honrar el día de reposo. Sacrificamos nuestros placeres personales cuando hacemos del día de reposo una delicia para el Señor, y Él promete grandes bendiciones para quienes honran ese día (véase Isaías 58:13–14). “Ahora sé que veneras a Dios, porque honras el día de reposo”.

El servicio misional. ¿Puede la nueva generación “deja[r] al instante las redes” (Mateo 4:20) o lo que sea que los refrene y seguir al Señor al servir en una misión? “Ahora sé que veneras a Dios, porque no te has negado a servir en una misión”.

Aceptar llamamientos y magnificarlos fielmente. Cuando aceptamos llamamientos de buena gana para servir al Señor, procuramos Su guía para hacer todo lo que podamos. “Ahora sé que veneras a Dios, porque haces todo lo que se requiere y más”.

Prestar servicio a los demás. Sacrificar nuestro tiempo y nuestros recursos al ministrar, visitar, apoyar y elevar a otras personas nos convierte en verdaderos discípulos de Cristo. Realizar la obra de historia familiar y prestar servicio en el templo ayuda a aquellos que están del otro lado del velo. “Ahora sé que veneras a Dios, porque sirves a Sus hijos”.

Una demostración de amor

El presidente M. Russell Ballard, Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “El sacrificio es la demostración del amor puro. La intensidad de nuestro amor por el Señor, por el Evangelio y por nuestros semejantes se puede calcular de acuerdo con nuestra disposición a sacrificarnos por ellos”2.

Cuando no retenemos nada al cumplir los mandamientos del Señor, llegamos a ser más semejantes a Él y nos convertimos en Israel, como enseñó el presidente Russell M. Nelson. Él preguntó: “¿Estás dispuesto a dejar que Dios prevalezca en tu vida? […]. ¿Estás dispuesto a permitir que todo lo que Él necesite que hagas tenga prioridad sobre cualquier otra ambición? ¿Estás dispuesto a que tu voluntad sea absorbida en la de Él?”3.

Cuando permitimos que Dios prevalezca en nuestra vida, vemos nuestra ofrenda a Él como una muestra de aprecio por Su amor. Vemos el servicio en Su reino como un privilegio, no como una carga. El sacrificio se vuelve fácil por medio de la fe en el Señor mientras gozamos de Su amor redentor.

Notas

  1. Véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Temor”, scriptures.ChurchofJesusChrist.org.

  2. M. Russell Ballard, “Las bendiciones que vienen del sacrificio”, Liahona, julio de 1992, pág. 85.

  3. Russell M. Nelson, “Que Dios prevalezca”, Liahona, noviembre de 2020, pág. 94.