2022
El gárment del templo: Un recordatorio sagrado del Señor Jesucristo
Junio de 2022


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

El gárment del templo: Un recordatorio sagrado del Señor Jesucristo

El gárment del templo nos señala hacia Jesucristo y Su función central en nuestra salvación y exaltación.

Adán y Eva en el Jardín de Edén

Ilustración por Carolyn Vibbert

Ya sea que hayas crecido en la Iglesia o que te hayas unido a ella más adelante, es posible que hayas escuchado sobre los gárments del templo antes de que hayas ido al templo. Pero, ¡saber acerca del gárment y entender su importancia son dos cosas muy diferentes!

El gárment del templo no es lo mismo que la ropa interior común. El llevar esta ropa sagrada con fidelidad invita el poder divino a nuestra vida, porque nos recuerda que debemos vivir el Evangelio más plenamente.

¿Te has preguntado alguna vez por qué se da ropa interior sagrada a quienes hacen convenios con Dios en el templo? Los siguientes son algunos puntos a tener en cuenta.

Un modelo de recordatorios sagrados

A lo largo del tiempo, Dios ha dado a Sus hijos diversos modelos, prácticas y ordenanzas para ayudarnos a recordar y profundizar nuestra relación con Él. Entre ellos se encuentran los siguientes:

  • El día de reposo: un día de descanso y adoración, un día dedicado a honrarlo y a recordarle a Él (véanse Éxodo 20:8–11; Doctrina y Convenios 59:9–13).

  • La Pascua judía: Una observancia solemne pero gozosa, que recuerda a los israelitas su liberación de la servidumbre en Egipto y los guía a Jesucristo, quien brinda liberación espiritual a todo el género humano (véase Éxodo 12–13).

  • La Santa Cena: una ordenanza sagrada instituida por Jesús en memoria de Su sacrificio expiatorio (véanse Mateo 26; Marcos 14; Lucas 22; 3 Nefi 18). Por medio de esta ordenanza, los miembros de la Iglesia también renuevan los convenios que han hecho con Dios.

Todos ellos son recordatorios que nos señalan hacia Dios. De manera similar, el gárment del templo sirve como un recordatorio tangible de nuestra relación por convenio con Dios el Padre, hecha posible por medio de Su Hijo Jesucristo. El gárment es lo que cubre las creaciones más sagradas de Dios: Sus hijos.

La Primera Presidencia ha declarado: “El llevar puesto el gárment es un privilegio sagrado y es una expresión exterior de un compromiso interior de seguir al Salvador Jesucristo”1. Cada vez que participamos en una ordenanza del sacerdocio, servimos a los demás, participamos en la oración o estudiamos el Evangelio, por ejemplo, demostramos una “expresión exterior” de nuestro propio compromiso individual de seguir al Salvador. Aunque el gárment del templo no esté a la vista del mundo, usarlo fielmente puede ofrecer un recordatorio constante para quien lo lleva de los convenios sagrados del templo hechos con Dios; un símbolo de nuestro deseo de llegar a ser lo que Dios sabe que podemos ser.

Al honrar fielmente los convenios de la investidura, nos preparamos para recibir el preciado don de la exaltación en el reino de nuestro Padre Celestial. El gárment nos recuerda que podemos despojarnos del hombre natural y hacernos santos por la expiación de Jesucristo (véase Mosíah 3:19).

La Caída y la promesa de un Salvador

Podemos aprender más acerca del simbolismo del gárment del templo al estudiar la interacción de Dios con Adán y Eva. Después de participar del fruto prohibido, Adán y Eva se sintieron avergonzados ante la idea de estar en la presencia de Dios. Sabiendo que estaban desnudos, se hicieron delantales de hojas de higuera y se escondieron (véase Génesis 3:1–8).

Pero cuando Dios vio lo que habían hecho, no los abandonó ni los dejó sin consuelo. Mientras Adán y Eva afrontaban la realidad de la muerte física y espiritual, Dios les enseñó sobre el renacimiento espiritual y el don de la vida eterna, que está al alcance de todos Sus hijos. Dios dijo: “[…] escuch[a] mi voz, y cre[e] y […] arrepi[éntete] de todas tus transgresiones, y […] baut[ízate] en el agua, en el nombre de mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de verdad, el cual es Jesucristo, el único nombre que se dará debajo del cielo mediante el cual vendrá la salvación a los hijos de los hombres” (Moisés 6:52).

Adán y Eva comenzaron su jornada en este mundo caído con el conocimiento del Salvador, con la invitación a venir a Él y con acceso a Su poder redentor. Hicieron convenios con Dios y recibieron “túnicas de pieles” hechas por Dios mismo para recordarles dichos convenios (Génesis 3:21; Moisés 4:27).

Al asistir al templo, somos investidos con poder y concertamos convenios con Dios de forma individual. El gárment es un emblema de la protección que recibieron Adán y Eva y que recibimos nosotros, y es un recordatorio de esos convenios sagrados.

Un compromiso simbólico de seguir a Jesucristo

El presidente Russell M. Nelson ha declarado que “usar el gárment del templo tiene un profundo significado simbólico; representa una dedicación constante”2. Esto incluye el compromiso de Dios de proporcionar un Salvador para Sus hijos (véase Moroni 10:33), así como nuestro propio compromiso de aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador y Redentor.

Al honrar los convenios del templo y usar fielmente el gárment, se nos prometen bendiciones de protección contra la tentación y el mal. Disfrutamos de un recordatorio constante de que nuestro Salvador desea limpiarnos de nuestros pecados, y ayudarnos a vencer nuestros pecados, debilidades, frustraciones y dolores personales.

Para Adán y Eva, el gárment sirvió como símbolo de su relación con Dios y les proporcionó un recordatorio de los convenios que les permitieron recibir las muchas bendiciones que Dios tiene para Sus hijos fieles. Al atravesar los desafíos y las pruebas de la vida terrenal, el gárment puede ayudarnos a recordar a Jesucristo, atesorar nuestros convenios del templo y permanecer firmes en nuestro compromiso de hacernos merecedores de las bendiciones de la vida eterna.

Notas

  1. Carta de la Primera Presidencia, 6 de octubre de 2019.

  2. Russell M. Nelson, “La preparación personal para recibir las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 2001, pág. 38.