“Oraciones en Perú”, Liahona, junio de 2022.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Oraciones en Perú
Cuando el misionero de tiempo completo oró por mí, diciendo mi nombre, aprendí una poderosa lección.
Durante un año, enseñé inglés como segunda lengua en la Universidad de Piura, en Piura, Perú. Era la ciudad sede de la Misión Perú Piura.
El presidente de misión, Chad Rowley, y su esposa, Lisa, vivían en mi barrio. Me pidieron que diera lecciones de inglés a los misioneros que servían en Piura, y yo acepté.
Utilizando el programa de capacitación en inglés de la Iglesia, me reunía con diferentes grupos de misioneros en la oficina de la misión para enseñarles inglés. Fue una gran experiencia espiritual para mí trabajar y llegar a conocer a misioneros de Sudamérica y de Estados Unidos. Las tardes entre semana eran mejor porque la ciudad tendía a ser bastante tranquila para la obra misional hasta la última hora de la tarde.
Hacia el final de mi estancia en Piura, me sentía nostálgica y agotada emocional y profesionalmente. Un viernes por la tarde, me sentía particularmente adormilada y deprimida. Esperaba que se cancelaran las clases debido a la obra misional, que tenía prioridad sobre las lecciones de inglés. Sin embargo, esa tarde no fue así.
Salí de mi apartamento tarde y me fui a la oficina de la misión. Mientras pasaba por un parque en el camino, oré. Le dije al Padre Celestial que no podía soportar ni un minuto más, y mucho menos una semana más. Estaba exhausta mental y físicamente, y necesitaba Su ayuda.
Llegué a la oficina de la misión y subí a esperar a los misioneros. Cuando llegaron para la lección, no tenía idea de qué enseñarles, pero para empezar, le pedí a uno de los élderes que hiciera la primera oración en inglés.
Cuando el misionero comenzó a orar, dijo: “Por favor, bendice a la hermana Johnson”, y después hizo una pausa. Cuando continuó, agregó: “Por favor, bendícela para que continúe con la misma fortaleza que en el principio”.
Ese misionero no sabía que yo había orado de camino a la oficina de la misión, y ciertamente no sabía por qué había orado, pero el Padre Celestial sí lo sabía, y contestó esa oración fortaleciéndome.
Allí estaba yo, una ciudadana de Estados Unidos en Perú por quien un misionero de Bolivia oró, diciendo su nombre. Qué bálsamo sanador fue esa tarde en la oficina de la misión y qué poderosa lección aprendí ese día. No importa quiénes seamos o dónde estemos, el Padre Celestial escucha y contesta nuestras oraciones, ya sea que se expresen o no se expresen.