“Pensé que yo no era lo que Dios quería”, Liahona, junio de 2022.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Pensé que yo no era lo que Dios quería
Al orar y leer las Escrituras, el Padre Celestial obró un milagro en mí.
Cuando los misioneros me visitaron por primera vez, me explicaron las verdades fundamentales del Evangelio y también me contaron cómo se restauró la Iglesia de Jesucristo.
Al final de su visita, me pidieron que leyera 3 Nefi 11. Mientras leía, oraba fervientemente y, de inmediato, el Espíritu Santo me tocó el corazón. El Espíritu susurró: “Este libro es verdadero”.
Una semana después, asistí a mi primera reunión sacramental. Nunca olvidaré la bienvenida que recibí y los testimonios que compartieron los miembros.
Después de la reunión, los misioneros me dijeron que debía hacer convenios con Dios y aceptar a Jesucristo como mi Salvador a fin de obtener una esperanza de salvación y exaltación. Mi experiencia en la Iglesia fue asombrosa, pero les dije: “No puedo hacerlo. No soy la clase de persona que Dios quiere en Su Iglesia”.
Una semana después, los misioneros me invitaron a visitar los jardines del Templo de la Ciudad de Guatemala, Guatemala. Me sorprendió ver un edificio tan hermoso con un ángel en la parte superior.
Dos misioneras que estaban dando recorridos por los jardines del templo me dijeron: “Ha venido a recibir una respuesta de Dios. Entremos en el vestíbulo para que pueda orar para recibir la respuesta que desea”.
Entramos y nos sentamos. Mientras oraba, sentí un fuerte ardor en el corazón y comencé a llorar. También sentí gran paz y felicidad; sabía que Dios había perdonado mis pecados. Quería servirle a Él; sabía que tenía que ser bautizado.
Cuando los misioneros que me habían estado enseñando me preguntaron si ya estaba listo para bautizarme, les respondí: “¡Mañana, este fin de semana, cuando ustedes puedan!”.
El día de mi bautismo fue el mejor día de mi vida; sentí que había nacido de nuevo.
Siento que el Padre Celestial obró un milagro en mí. La clave era orar y leer las Escrituras. Las Escrituras y la oración son maneras en las que el Señor se comunica con nosotros y nos muestra Su amor.
No duden en hacer convenios con Él; los convenios son algo maravilloso.