Lección 2
Cómo desarrollar la unidad en el matrimonio
Objetivo
Ayudar a los matrimonios a ser más unidos y ayudar a los miembros solteros a prepararse para disfrutar la unidad en el matrimonio.
Preparación
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A medida que usted se prepara para enseñar, busque la forma de seguir los principios que se dan bajo “Sus responsabilidades como maestro” (páginas X–XIII de este manual).
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Lea los encabezamientos de la lección que están en negrilla, los que dan una reseña de las doctrinas y los principios de ésta. Como parte de su preparación, medite sobre la forma de ayudar a los participantes a aplicar estas doctrinas y principios. Busque la guía del Espíritu para decidir en qué debe hacer hincapié a fin de satisfacer las necesidades de ellos.
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Si tiene a su disposición el Manual de sugerencias para la noche de hogar (31106002), estudie “La manera de llegar a ser uno en el matrimonio”, en la página 264. Considere la posibilidad de referirse a este artículo durante la lección.
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Lleve a la clase una hoja de papel y un lápiz o un bolígrafo para cada participante.
Sugerencias para el desarrollo de la lección
El Señor ha mandado ser uno al marido y a la mujer.
Para empezar la lección, escriba en la pizarra 1+1=1.
• ¿Por qué describe esto la relación que debe existir en el matrimonio?
Luego de que los participantes hayan analizado la pregunta, lea con ellos Génesis 2:24. Haga hincapié en que Dios ha mandado al marido y a la mujer que sean uno.
• ¿Qué significa que el marido y la mujer sean uno?
Pida a los participantes que lean la siguiente declaración hecha por el élder Henry B. Eyring, del Quórum de los doce Apóstoles (página 8 de: Matrimonio y relaciones familiares, Guía de estudio para el participante):
“Cuando el hombre y la mujer fueron creados, ¡la unión matrimonial no les fue dada como una esperanza, sino como un mandamiento! ‘Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne’ (Génesis 2:24). Nuestro Padre Celestial quiere que nuestros corazones estén entretejidos en uno solo. Tal unión en el amor no es simplemente un ideal, sino una necesidad” (“Para que seamos uno”, Liahona, julio de 1998, pág. 72).
Explique que en esta lección se analizarán algunas de las formas en que el marido y la mujer pueden ser unidos.
El marido y la mujer deben valorarse mutuamente como iguales.
Explique que un principio importante respecto a la unidad en el matrimonio es que el marido y la mujer deben valorarse como compañeros iguales. Mientras servía como Primer Consejero de la Primera Presidencia, el presidente Gordon B. Hinckley dijo:
“El matrimonio es, en el verdadero sentido, una sociedad de dos personas iguales, en el que ninguno ejerce dominio sobre el otro; más bien, cada uno ayuda a su compañero en las responsabilidades y aspiraciones que éste pueda tener” (“Yo creo”, Liahona, marzo de 1993, pág. 7).
• ¿Por qué el marido y la mujer deben valorarse como dos personas iguales para ser uno?
• ¿Cuáles son algunas de las actitudes o las costumbres que impiden que el marido y la mujer sean iguales en el matrimonio? ¿Qué pueden hacer los cónyuges para sobreponerse a tales desafíos?
El élder Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
“Nunca se quiso decir que únicamente la mujer debía adaptarse a los deberes del sacerdocio de su esposo o de sus hijos. Por supuesto que ella debe sostenerlos y apoyarlos y animarlos.
“A su vez, los poseedores del sacerdocio deben adaptarse a las responsabilidades y necesidades de la esposa y madre. Su bienestar físico, emocional, intelectual y cultural y su desarrollo espiritual deben estar entre los primeros deberes del sacerdocio.
“No hay tarea, por pequeña que parezca, relacionada con el cuidado de los bebés, la alimentación de los niños o con el mantenimiento del hogar que no sea una obligación igual [para el marido]” (“A Tribute to Women”, Ensign, julio de 1989, pág. 75).
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, aconsejó a los poseedores del sacerdocio: “Como esposo y digno poseedor del sacerdocio, querrás emular el ejemplo del Salvador, cuyo sacerdocio posees. El dar de ti mismo a tu esposa e hijos será tu foco principal en la vida. De vez en cuando, un hombre intenta controlar el destino de todos los miembros de la familia; él es quien toma todas las decisiones, y la esposa está sujeta a sus caprichos. El hecho de que ésa sea la costumbre no tiene importancia. No es la manera del Señor. No es la forma en que un Santo de los Últimos Días trata a su esposa y a su familia” (“Recibe las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 1999, pág. 30).
• ¿Cuáles son algunas de las cosas que hacen los esposos y las esposas cuando se valoran como iguales los unos a los otros? (Considere la idea de resumir las respuestas de los participantes en la pizarra. A medida que sea necesario, comparta las ideas que se dan a continuación e invite a los participantes a compartir experiencias que se relacionen con estas ideas.)
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Comparten la responsabilidad de asegurarse de que la familia ore junta, de que se lleve a cabo la noche de hogar y de que estudien juntos las Escrituras.
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Juntos planifican la forma en que se emplean las finanzas de la familia.
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Se consultan y llegan a un acuerdo con respecto a los reglamentos del hogar y a la forma de aplicar la disciplina a los niños. Los hijos ven que sus padres están unidos en esas decisiones.
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Planifican juntos las actividades familiares.
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Ambos ayudan en las responsabilidades del hogar.
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Asisten juntos a la Iglesia.
El marido y la mujer deben dar lugar a que sus características y habilidades individuales se complementen mutuamente.
Lea con los participantes Corintios 11:11; luego comparta la siguiente declaración del élder Richard G. Scott:
“En el plan del Señor, se necesitan dos —un hombre y una mujer— para formar un todo … Para lograr la mayor felicidad y productividad en la vida, se necesitan tanto el marido como la mujer; sus esfuerzos se entretejen y se complementan. Cada uno tiene rasgos individuales que se ajustan mejor al plan del Señor para la felicidad del hombre o de la mujer. Si se emplean como el Señor quiere, esas aptitudes hacen que los dos piensen, actúen y se regocijen como si fueran uno; que enfrentan los problemas juntos y los resuelven como si fueran uno; que su amor y comprensión aumenten y que por las ordenanzas del templo queden ligados eternamente. Ése es el plan” (“El gozo de vivir el gran plan de felicidad”, Liahona, enero de 1997, pág. 83).
Con objeto de ilustrar el principio que enseña el élder Scott, haga lo siguiente:
Dé a cada participante una hoja de papel y un lápiz o bolígrafo. Pida a cada participante casado que anote algunas de sus características y habilidades y también algunas de las de su cónyuge. Pida a cada participante soltero que piense en un matrimonio que conozca y que anote algunas características y habilidades del esposo y de la esposa de ese matrimonio. Una vez que los participantes hayan tenido unos pocos minutos para escribir, haga las siguientes preguntas:
• ¿Por qué contribuyen a la unidad del matrimonio las características y habilidades que usted anotó? (Pida a los participantes que den ejemplos específicos.)
• ¿Han visto casos en que las diferencias entre marido y mujer se han convertido en fortalezas con respecto a la relación entre ellos? ¿Por qué fue así?
Lea la siguiente declaración de la hermana Marjorie P. Hinckley, esposa del presidente Gordon B. Hinckley, con respecto a su primer año de matrimonio:
“Nos amábamos mutuamente; no había ninguna duda, pero también teníamos que acostumbrarnos el uno al otro. Considero que toda pareja tiene que hacerlo. Desde el principio me di cuenta de que era mejor esforzarnos por acostumbrarnos el uno al otro que tratar constantemente de cambiar el uno al otro” (Church News, 26 de septiembre de 1998, pág. 4).
• ¿En qué serían diferentes los resultados si un matrimonio se esforzara por “acostumbrarse el uno al otro” en vez de “tratar constantemente de cambiar el uno al otro”?
El marido y la mujer deben ser leales el uno al otro.
Comparta el siguiente consejo del presidente Gordon B. Hinckley, decimoquinto Presidente de la Iglesia:
“Decidan que nunca habrá nada que se interponga entre ustedes y que destruya su matrimonio; hagan que funcione; tomen la determinación de que lo harán funcionar. Hay demasiados divorcios en los que se quebrantan corazones y a veces hasta se destruyen vidas. Sean tenazmente leales el uno al otro” (“Las obligaciones de la vida”, Liahona, mayo de 1999, pág. 4).
• ¿Qué significa la palabra leal para ustedes? (Entre las respuestas podrían estar el ser fiel, honrado y digno de confianza.)
Explique que el Señor destaca la necesidad de que los esposos y las esposas sean leales el uno al otro. Lea Doctrina y Convenios 42:22 con los participantes. Recalque que ese mandamiento se aplica por igual a los esposos y las esposas.
• ¿Qué significa allegarse al esposo o a la esposa y a nadie más?
El presidente Spencer W. Kimball, duodécimo Presidente de la Iglesia, enseñó: “Las palabras ninguna otra eliminan a cualquier otra persona o cosa. De manera que el cónyuge llega a ocupar el primer lugar en la vida del esposo o de la esposa, y ni la vida social, ni la vida laboral, ni la vida política, ni ningún otro interés, persona o cosa deben recibir mayor preferencia que el compañero o compañera correspondiente” (véase La fe precede al milagro, pág. 223, o presidente Howard W. Hunter, “El ser marido y padre con rectitud”, Liahona, enero de 1995).
• ¿Cómo podría una persona evitar que los compromisos sociales, del trabajo y de la Iglesia interfieran con su lealtad hacia su cónyuge?
• ¿Cuáles son algunas de las formas específicas con las que los matrimonios pueden mostrar lealtad el uno al otro? (Si los participantes tienen dificultades para responder a esa pregunta, dé algunos ejemplos, como los que se dan a continuación.)
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El marido puede planificar su trabajo, su recreación u otros compromisos para celebrar el cumpleaños de su esposa.
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La esposa puede orar a diario por el éxito del esposo en sus varias ocupaciones.
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Pueden escucharse el uno al otro, aun cuando a veces no parezca conveniente.
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Pueden hablar siempre en forma cordial y respetuosa el uno del otro en conversaciones con familiares y amigos.
Conclusión
Haga hincapié en que el Señor y Sus profetas han mandado a los esposos y esposas ser unidos en amor y trabajar juntos como iguales. El marido y la mujer pueden demostrar su lealtad el uno al otro diariamente por medio de sus pensamientos, palabras y acciones.
De acuerdo con lo que le dicte el Espíritu, testifique sobre las verdades analizadas durante la lección.
Refiérase a las páginas 8–11 de Matrimonio y relaciones familiares, Guía de estudio para el participante. Aliente a los participantes a repasar las doctrinas y los principios de esta lección al: 1) seguir por lo menos una de las sugerencias de “Ideas para poner en práctica” y: 2) leer el artículo “Para que seamos uno”, por el élder Henry B. Eyring. Haga notar que los matrimonios pueden recibir grandes beneficios al leer y analizar juntos los artículos de la guía de estudio.
Recuerde a los participantes que lleven a la clase su guía de estudio para la próxima lección.