Lección 4
Cómo enfrentar los desafíos en el matrimonio
Objetivo
Ayudar a los participantes a aprender que el marido y la mujer deben trabajar en conjunto para enfrentar los desafíos y que pueden decidir tratarlos con paciencia y amor en vez de con frustración e ira.
Preparación
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Repase los principios que se dan bajo “Sus responsabilidades como maestro” (páginas X-XIII de este manual). Busque la forma de aplicar esos principios al prepararse para enseñar.
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Lea los encabezamientos de la lección que están en negrilla, los que dan una reseña de las doctrinas y los principios de ésta. Como parte de su preparación, medite sobre estas doctrinas y principios durante la semana, buscando la guía del Espíritu para decidir en qué debe hacer hincapié a fin de satisfacer las necesidades de los participantes.
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Estudie los pasajes de las Escrituras que se encuentran en la página 23 a fin de estar preparado para dirigir un análisis sobre ellos.
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Si tiene a su disposición el Manual de sugerencias para la noche de hogar (31106002), estudie “La resolución de problemas en el matrimonio”, en las páginas 265–266. Considere el referirse a ese artículo durante la lección.
Sugerencias para el desarrollo de la lección
Todo los matrimonios enfrentarán desafíos.
Comparta el siguiente relato que contó el élder Bruce C. Hafen, de los Setenta:
“[Una] novia, suspirando embelesada el día de su boda, le dijo a su progenitora: ‘¡Mamá, ya se han acabado todos mis problemas!’ ‘Sí’, contestó su madre, ‘pero no estés muy segura’ (véase “El matrimonio por convenio”, Liahona, enero de 1997, pág. 28).
• ¿Cuáles son algunos de los problemas y dificultades que pueden experimentar los matrimonios? (Considere el escribir las respuestas de los participantes en la pizarra. Entre las respuestas podrían estar las que se dan a continuación.)
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Desacuerdos.
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Egoísmo.
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Sentimientos heridos.
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Mala salud.
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El no tener hijos.
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El envejecer.
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Miembros de la familia con impedimentos físicos.
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El tratar de encontrar satisfacciones en la vida una vez que se hayan ido los hijos de casa.
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El fallecimiento de seres queridos.
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Problemas económicos.
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Hijos desobedientes.
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Desastres naturales.
Haga notar que algunos de los desafíos son el resultado de dificultades en la relación matrimonial. Otros llegan como una cosa natural de la vida.
El marido y la mujer pueden solucionar cualquier desafío si consideran el matrimonio como una relación de convenio.
Explique que la reacción que pueda tener una pareja ante los desafíos será diferente de la de otras, de acuerdo con la forma en que consideren la relación que hay entre ellos como matrimonio. Escriba en la pizarra las palabras contrato y convenio.
Explique que un contrato es un acuerdo escrito entre dos personas o grupos de personas y se puede hacer cumplir según la ley del país. Un convenio es similar a un contrato, pero de mucho mayor alcance. La palabra convenio a veces se refiere a un acuerdo entre personas, pero en el contexto del Evangelio se refiere a un acuerdo hecho entre nosotros y el Señor. En un convenio, el Señor establece los términos y nosotros prometemos guardarlos (véase “Convenio” en la Guía para el Estudio de las Escrituras, pág. 38). Si nosotros cumplimos nuestras promesas, el Señor está obligado a cumplir Sus promesas (véase D. y C. 82:10).
Haga notar que en la sociedad actual, muchas personas ven el matrimonio nada más que como un contrato. Pida a los participantes que piensen en las siguientes preguntas, sin contestarlas en voz alta.
• Cuando llegan los problemas a un matrimonio, ¿qué podrían hacer el marido y la mujer si ven su relación como un contrato? ¿Qué harán si ven su relación como un convenio?
El élder Bruce C. Hafen, de los Setenta, observó: “Cuando se presentan las dificultades, las partes de un matrimonio por contrato buscan la felicidad por medio del divorcio; se casan para obtener beneficios y permanecen casados sólo mientras reciban aquello por lo cual hicieron el trato. Pero cuando las dificultades le sobrevienen a un matrimonio por convenio, marido y mujer se esfuerzan juntos por superarlas; … Los cónyuges por contrato dan el cincuenta por ciento cada uno; los cónyuges por convenio dan el cien por ciento cada uno. El matrimonio es por naturaleza un convenio y no tan sólo un contrato particular que se puede cancelar a voluntad” (“El matrimonio por convenio”, Liahona, enero de 1997, pág. 28).
Cuando se presentan los desafíos, podemos decidir enfrentarlos con paciencia y amor en vez de con frustración e ira.
Señale que aun cuando siempre habrá algunas dificultades que el marido y la mujer no pueden evitar, sí pueden decidir la forma de reaccionar ante ellas. El élder Lynn G. Robbins, de los Setenta, explicó: “Nadie nos hace enojar. Otras personas no nos hacen enojar. No hay fuerza de por medio. El enojarse es una elección consciente, es una decisión; por lo tanto podemos decidir no enojarnos. ¡Nosotros elegimos! (“El albedrío y la ira”, Liahona, julio de 1998, pág. 86).
Recalque que nuestro Padre Celestial nos ha dado el albedrío, o sea, el poder de elegir y actuar por nosotros mismos. Podemos ejercer nuestro albedrío al decidir ser pacientes y amorosos cuando llegan las dificultades.
Haga que los participantes se turnen para leer los siguientes pasajes de las Escrituras. A medida que leen, anímelos a analizar por qué se aplican esos pasajes a los esposos y esposas al hacer frente a los desafíos del matrimonio y de la vida diaria.
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Mosíah 18:21.
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1 Juan 4:18.
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1 Pedro 4:8 (véase la Traducción deJosé Smith, pág. 234).
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Juan 13:34–35.
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Juan 16:33. 2 Nefi 31:20.
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Doctrina y Convenios 24:8.
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Alma 38:12.
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3 Nefi 11:29–30.
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Santiago 1:19–20.
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Mosíah 3:19.
• Si empezamos a sentirnos frustrados o enojados, ¿qué podemos hacer para sobreponernos a esos sentimientos? (Entre las respuestas podrían estar las que se dan a continuación.)
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Alejarnos del lugar donde se produce la situación hasta que nos hayamos calmado.
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Orar pidiendo ayuda y guía.
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En el caso de un desacuerdo, tomar tiempo para considerar las motivaciones y los sentimientos de la otra persona.
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Buscar la ayuda de los líderes locales de la Iglesia y, si fuera necesario, asesoramiento profesional de personas cuyos puntos de vistas y prácticas estén en armonía con las enseñanzas de la Iglesia.
Para demostrar que los esposos y las esposas pueden decidir cómo reaccionar ante las dificultades, lea el siguiente relato. Explique que es un ejemplo de los pequeños desafíos cotidianos que pueden suceder durante el matrimonio.
“Era uno de esos días cuando nada sale bien. No importaba cuánto se apresuraba Delia para cumplir con sus responsabilidades de la casa, era imposible ponerse al día. Su vecina, con más niños y responsabilidades que ella, parecía siempre alegre, al grado que Delia comenzó a dudar de sus habilidades como mujer, esposa y madre.
“Benjamín iba camino a casa con más hambre que ningún otro día. Había tenido que viajar 130 kilómetros adicionales para entregar una maquinaria en una granja y, por lo tanto, se sentía muy cansado. La idea de llegar a casa parecía cada vez mejor. Paz, comida, descanso.
“Delia oyó llegar a Benjamín a casa y echó una mirada al reloj. ¡Oh, no! Eran casi las siete de la tarde. ¿Qué haría? Había tenido la intención de preparar la cena, pero…
“Escuchó cuando se abrió la puerta y se apresuró para poner los últimos panecillos en el horno.
“Benjamín entró y le sonrió a su esposa. Ella se veía tensa, y él se fijó en que la mesa estaba vacía. Se detuvo y dio un gran suspiro”.
Haga las siguientes preguntas a los participantes:
• Si Benjamín piensa sólo en sí mismo, ¿qué podrá suceder?
• Si a Benjamín le preocupa más el bienestar de su esposa que el de él, ¿cómo reaccionará?
Luego de analizar las preguntas, continúe con el relato: “Benjamín exhaló, le volvió a sonreír y dijo: ‘Me parece que he llegado a tiempo para ayudarte’. La tensión desapareció. Más aliviada, ella se le acercó, le dio un beso y dijo: ‘¡Qué bueno que llegaste, Benjamín! Sé que tuviste más trabajo que de costumbre y quería tener la cena lista para ti’, y señaló hacia la mesa vacía.
“ ‘La prepararemos juntos’, dijo Benjamín dándole un cariñoso abrazo. Entonces empezaron a compartir los problemas que cada uno había tenido que enfrentar. Mientras Benjamín ponía la mesa, Delia terminaba con la cena y le explicaba a su marido lo terrible y abrumada que se había sentido durante todo el día. Benjamín olvidó el hambre que tenía y pensó en las maneras en que podría ayudarla a que sus días fueran más fáciles de llevar” (véase Manual de sugerencias para la noche de hogar, 1983, pág. 265; se han modificado los párrafos).
Conclusión
Refiérase a las páginas 16–17 de Matrimonio y relaciones familiares, Guía de estudio para el participante. Aliente a los participantes a repasar las doctrinas y los principios de esta lección al: 1) seguir por lo menos una de las sugerencias de “Ideas para poner en práctica” y : 2) leer el artículo “El albedrío y la ira”, por el élder Lynn G. Robbins. Haga notar que los matrimonios pueden recibir grandes beneficios al leer y analizar juntos los artículos de la guía de estudio.
Materiales de consulta adicionales
El maltrato al cónyuge es una ofensa ante Dios
Explique que cuando el marido y la mujer se enojan o se sienten frustrados, a veces dejan que su comportamiento se transforme en abusivo y destructivo. Los esposos jamás deben maltratarse en ninguna forma. El abuso viola los mandamientos de Dios y las declaraciones enfáticas al respecto de los líderes de la Iglesia. El presidente George Albert Smith, octavo Presidente de la Iglesia, declaró: “Nunca nadie que haya tenido el Espíritu del Señor ha maltratado a otra persona. Eso sólo ocurre cuando tenemos algún otro espíritu” (“El ser marido y padre con rectitud”, Liahona, enero de 1995, pág. 58).
En forma breve comparta la siguiente información:
El maltrato al cónyuge puede ser emocional, físico o sexual.
El maltrato emocional incluye acciones como gritos; palabras malsanas, insultantes o degradantes; el actuar en forma dictatorial; el humillar a la esposa delante de los hijos u otras personas; el quitarle el apoyo o el afecto como castigo y el pasar por alto los sentimientos del cónyuge o el restarles importancia.
El maltrato físico incluye empujones, encierro, sacudidas, golpes, coacción y el no proveer de necesidades.
El maltrato sexual, o abuso, puede ser emocional o físico. Incluye acoso sexual, causar dolor, uso de fuerza o de intimidación y persistir en hacer algo que sea desagradable a la otra persona durante los momentos de intimidad.
Explique que si los participantes tienen más dudas con respecto a lo que constituye el maltrato, deben buscar el asesoramiento de su obispo.
Comparta la siguiente declaración del presidente Gordon B. Hinckley, decimoquinto Presidente de la Iglesia. Haga notar que aun cuando el presidente Hinckley hizo esta advertencia relativa a los hombres que maltratan a sus esposas, también se aplica a las mujeres. Pida a los participantes que evalúen en silencio su propio comportamiento a media que escuchen este consejo:
“Algunos [hombres] aparentan ser muy buenos ante el mundo durante el día, pero al llegar a la casa por la noche se quitan la coraza del autocontrol y ante la más insignificante provocación se dejan arrastrar por el desenfreno.
“Ningún hombre que actúa de manera tan malvada e impropia es digno del sacerdocio de Dios. Ningún hombre que se conduzca así es digno del privilegio de la Casa del Señor. Lamento que haya algunos hombres que no sean merecedores del amor de su esposa y de sus hijos. Hay hijos que temen a su padre y mujeres que temen a su esposo. Si hubiere hombres tales entre quienes me escuchan, como siervo del Señor los amonesto y los llamo al arrepentimiento. Tengan disciplina; controlen su temperamento. La mayoría de las cosas que les enceguecen son de muy poca importancia, mas cuán terrible el precio a pagar por ese enojo. Pidan al Señor que les perdone. Pidan a su esposa que les perdone y pidan perdón a sus hijos” (“Las mujeres de la Iglesia”, Liahona, enero de 1997, pág. 76).
Explique que algunas personas desarrollan aspectos de un comportamiento abusivo sin darse cuenta. Otros reconocen que deben cambiar su conducta, pero consideran que es imposible hacerlo sin ayuda.
Aquellos que quieren ayuda para entender y cambiar su comportamiento abusivo pueden hacer el cambio al buscar en forma humilde la ayuda y guía del Señor. Pueden ir al obispo, quien podrá aconsejarlos. Él también puede recomendarles la asesoría de “LDS Family Services” u otras organizaciones de la comunidad que ofrezcan asistencia que esté de acuerdo con las normas de la Iglesia.
• ¿Qué efecto tiene en los hijos el maltrato al cónyuge?
Además de pedir las respuestas de los participantes, señale que el maltrato al cónyuge establece un ejemplo perdurable de tratar de resolver las dificultades por medio de formas destructivas. Las personas que han sido testigos desde niños de tal tipo de maltrato a menudo maltratan a los demás y esa tendencia continúa después de casarse.
• ¿Qué influencia ejerce sobre los niños el ver a sus padres resolver las dificultades con bondad y paciencia?
Explique que los padres y las madres que son cariñosos y maduros al enfrentar las dificultades enseñan buenos hábitos a sus hijos, los que pueden durar toda la vida. Cuando servía como Obispo Presidente, el obispo Robert D. Hales dijo: “Es bueno para los hijos ver que los padres pueden tener diferencias de opinión, y que las pueden resolver sin necesidad de pegar, gritar ni romper cosas. Necesitan ver y entender que se puede comunicar en forma tranquila y con el respeto debido a pesar de los puntos de vista diferentes que tengan el uno y el otro, a fin de que ellos sepan cómo resolver las diferencias es sus propias vidas” (véase “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos”, Liahona, enero de 1994, pág. 9).