Capítulo ocho
Un período de pruebas y aflicciones
El presidente John Taylor
Después de la muerte del presidente Brigham Young, el Quórum de los Doce Apóstoles, presidido por John Taylor, dirigió a los Santos de los Últimos Días durante tres años. El 10 de octubre de 1880, John Taylor fue sostenido como Presidente de la Iglesia. El presidente Taylor era un dotado autor y escritor que publicó un libro sobre la Expiación y editó algunas de las publicaciones más importantes de la Iglesia, entre ellas Times and Seasons y Mormon. En muchas ocasiones demostró su valor y su gran devoción al Evangelio restaurado, incluso al unirse voluntariamente a sus hermanos en la cárcel de Carthage, en donde fue herido de cuatro balazos. Su lema personal: “El Reino de Dios o nada”, era evidencia de su lealtad a Dios y a la Iglesia.
La obra misional
El presidente Taylor estaba dedicado a hacer todo lo que estuviera a su alcance para asegurarse de que el Evangelio se proclamara hasta los confines de la tierra. En la conferencia general de octubre de 1879, llamó a Moses Thatcher, el Apóstol más nuevo de la Iglesia, para que comenzara la obra de proselitismo en la Ciudad de México, México. El 13 de noviembre de 1879, el élder Thatcher y dos misioneros más organizaron la primera rama de la Iglesia en la Ciudad de México, con el doctor Plotino C. Rhodacanaty como presidente de rama. Él se había convertido después de leer un folleto en español sobre el Libro de Mormón y de escribirle al presidente Taylor para pedirle más información acerca de la Iglesia.
Contando con un núcleo de doce miembros y tres misioneros, el Evangelio restaurado comenzó a esparcirse lentamente entre el pueblo mexicano. El 6 de abril de 1881, el élder Thatcher, Feramorz Young y el hermano Ventura Páez escalaron el Popocatépetl hasta una altitud de unos 4.700 metros y llevaron a cabo un breve servicio dedicatorio. Arrodillados ante el Señor, el élder Thatcher dedicó la tierra de México y su gente para que escucharan la voz del Salvador, su verdadero pastor.
El élder Thatcher regresó a la ciudad de Salt Lake y recomendó que se llamaran misioneros adicionales para servir en México. Al poco tiempo laboraban como misioneros en la Ciudad de México varios jóvenes, entre ellos Anthony W. Ivins, un futuro miembro de la Primera Presidencia. En 1886, la Iglesia publicó una edición del Libro de Mormón en español para impulsar la labor de la Iglesia en la Misión Mexicana. La historia de Melitón Trejo, quien ayudó a traducir el Libro de Mormón y otras publicaciones de la Iglesia al español, demuestra la forma en que el Señor dirige su obra.
Melitón Trejo nació en España y se crió sin haber escogido ninguna religión en particular. Prestaba servicio militar en las Filipinas, cuando escuchó un comentario acerca de los mormones de las Montañas Rocosas y sintió el fuerte deseo de ir a visitarlos. Más tarde, enfermó de gravedad y en un sueño se le dijo que debía visitar Utah. Al recuperar la salud, viajó a la ciudad de Salt Lake, conoció a Brigham Young e investigó el Evangelio. Se convenció de que había encontrado la verdad y decidió hacerse miembro de la Iglesia. Sirvió en una misión en México, con lo que se preparó, tanto espiritual como intelectualmente, para desempeñar un papel fundamental a fin de que la gente de habla hispana pudiera leer el Libro de Mormón en su propio idioma.
El presidente Taylor también llamó misioneros para que llevaran el Evangelio a los indios que vivían en el Oeste de los Estados Unidos. Amos Wright tuvo gran éxito entre la tribu Shoshone que residía en la Reserva India de Win River, Wyoming. Después de haber servido tan sólo unos cuantos meses, Wright había bautizado a más de trescientos indios, entre ellos al Jefe Washakie. Los misioneros Santos de los Últimos Días también llevaron el Evangelio a los indios Navajo, Pueblo y Zuni, que vivían en Arizona y Nuevo México. Wilford Woodruff pasó un año haciendo proselitismo entre los indios, incluso los Hopi, Apache y Zuni. Ammon M. Tenney ayudó a bautizar a más de cien indios Zuni.
Los misioneros también continuaron enseñando el Evangelio en Inglaterra y Europa. En 1883, Thomas Biesinger, originario de Alemania que vivía en Lehi, Utah, recibió el llamamiento para prestar servicio en la Misión Europea. Él y Paul Hammer fueron enviados a Praga, Checoslovaquia, que en ese entonces formaba parte del imperio austrohúngaro. De acuerdo con la ley, a los misioneros se les prohibía hacer proselitismo, por lo que iniciaban conversaciones casuales con las personas que conocían. Dichas conversaciones a menudo trataban el tema de la religión. Después de trabajar de esta manera durante un mes, el élder Biesinger fue arrestado y encarcelado dos meses. Cuando obtuvo su libertad, tuvo la bendición de bautizar a Antonín Just, cuya acusación había llevado al arresto del élder Biesinger. El hermano Just llegó a ser el primer Santo de los Últimos Días que residía en Checoslovaquia.1
También se predicó el Evangelio en la Polinesia. En 1862, se envió a Samoa a dos hermanos hawaianos: los élderes Kimo Pelio y Samuela Manoa, quienes bautizaron a aproximadamente cincuenta personas. El élder Manoa continuó viviendo en Samoa con sus conversos durante los siguientes veinticinco años. En 1887, el hermano Joseph H. Dean, de Salt Lake City, Utah, recibió el llamamiento de servir una misión en Samoa. El élder Manoa, junto con su fiel esposa, abrieron las puertas de su hogar al élder Dean y a su esposa Florence, los primeros Santos de los Últimos Días de fuera de Samoa que habían visto en más de dos décadas. Al poco tiempo, el élder Dean bautizó a catorce personas y, un mes más tarde, dio su primer sermón en el idioma samoano.2 Así comenzó de nuevo la obra misional en la isla.
A partir de 1866, a fin de evitar la propagación de la lepra, los oficiales de Hawai llevaron a los que padecían esa enfermedad a la península de Klaupapa en la isla de Molokai. En 1873, Jonathan y Kitty Napela, miembros de la Iglesia, fueron enviados a esa isla porque Kitty había contraído la enfermedad y Jonathan, quien se había sellado a ella en la Casa de Investiduras de Salt Lake, no deseaba dejarla allí sola. Posteriormente, Jonathan también contrajo la enfermedad, y cuando un buen amigo fue a visitarlo nueve años después, casi no lo pudo reconocer. Por algún tiempo presidió a los santos de la península, quienes para el año 1900 sumaban más de doscientos. Los líderes de la Iglesia no se olvidaron de los fieles miembros que padecían esa debilitante enfermedad, y con frecuencia visitaban la rama para atender a sus necesidades espirituales.3
La conferencia del jubileo
El 6 de abril de 1880, los miembros de la Iglesia celebraron el cincuenta aniversario de la organización de la Iglesia. Lo llamaron el Año del Jubileo, porque así habían llamado los antiguos israelitas a la celebración que tenían cada cincuenta años. El presidente Taylor perdonó muchas de las deudas que los miembros necesitados tenían con la Iglesia, la cual también donó trescientas vacas y dos mil ovejas para que se distribuyeran entre los “pobres que lo merecieran”.4 Las hermanas de la Sociedad de Socorro de la Iglesia donaron 1.230 metros cúbicos de trigo a los necesitados. El presidente Taylor también instó a los miembros de la Iglesia a perdonar deudas individuales, especialmente entre los afligidos. “¡Es una época de jubileo!” declaró.5 Entre los Santos de los Últimos Días se sintió un fuerte espíritu de gozo y perdón.
El último día de la conferencia general del Jubileo de abril de 1880 fue muy conmovedor. Once de los Doce Apóstoles expresaron su testimonio en la última sesión. Orson Pratt, uno de los miembros originales del Quórum de los Doce Apóstoles habló de la época en que toda la Iglesia se había reunido en el hogar de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York. Recordó las tribulaciones, las reuniones, las persecuciones y las aflicciones de los Santos de los Últimos Días y expresó su gratitud porque aún “formaba parte de este pueblo”. Entonces expresó su testimonio “concerniente a la gran obra que el Señor nuestro Dios ha estado llevando a cabo durante los últimos cincuenta años”.6 El élder Pratt tenía tan sólo unos meses más de vida y sintió gozo por haber perseverado hasta el fin como fiel Santo de los Últimos Días.
Dos años antes de la celebración del Jubileo, el presidente John Taylor había autorizado la formación de una organización para impartir instrucción religiosa a los niños. La Primaria original tuvo sus inicios en Farmington, Utah, a unos veinticuatro kilómetros al norte de la ciudad de Salt Lake, y para mediados de la década de 1880, se había organizado una Primaria en casi todos los poblados Santos de los Últimos Días. Esa organización ha crecido e incluye a millones de niños de todo el mundo, quienes son bendecidos por recibir instrucción en cuanto al Evangelio, la música y la relación que, semana tras semana, gozan con los demás.
Continúa la persecución
Al estar trabajando en la traducción de la Biblia a principios de la década de 1830, el profeta José Smith se sintió confuso por el hecho de que Abraham, Jacob, David y otros líderes del Antiguo Testamento tenían más de una esposa. El Profeta oró para comprenderlo y se le hizo saber que en ciertas ocasiones, para fines específicos y, de acuerdo con leyes divinas, el matrimonio plural era aprobado y dirigido por Dios. José Smith también aprendió que, con la aprobación divina, pronto se escogería a algunos Santos de los Últimos Días, mediante la autoridad del sacerdocio, para casarse con más de una esposa. Varios miembros de la Iglesia practicaban el matrimonio plural en Nauvoo, pero esta doctrina y práctica no se anunció públicamente sino hasta la conferencia general de agosto de 1852 en la ciudad de Salt Lake. En esa conferencia, el élder Orson Pratt, bajo la dirección del presidente Brigham Young, anunció que la práctica de tener más de una esposa era parte de la restauración de todas las cosas por parte del Señor (véase Hechos 3:19–21).
Muchos de los líderes políticos y religiosos de los Estados Unidos se enfadaron mucho cuando se enteraron que los Santos de los Últimos Días que vivían en Utah fomentaban un sistema de matrimonio que ellos consideraban inmoral y anticristiano. Se lanzó una gran cruzada política en contra de la Iglesia y de sus miembros. El Congreso de los Estados Unidos aprobó una resolución que limitaba la libertad de los Santos de los Últimos Días y dañaba económicamente a la Iglesia. Al final, esta legislación causó que los oficiales arrestaran y encarcelaran a todo aquel que tuviera más de una esposa y le negaran el derecho de votar, el derecho de privacía en su propio hogar, y otras libertades civiles. Cientos de fieles Santos de los Últimos Días, así como varias mujeres, cumplieron sentencias en varias prisiones ubicadas en los estados de Utah, Idaho, Arizona, Nebraska, Michigan y Dakota del Sur.
También se intensificó la persecución en contra de muchos que aceptaron el llamamiento de predicar el Evangelio, en especial en el sur de los Estados Unidos. Por ejemplo, en julio de 1878, el élder Joseph Standing fue brutalmente asesinado mientras predicaba cerca de Rome, Georgia. Su compañero, el futuro Apóstol Rudger Clawson, apenas escapó de la muerte. A los santos de la ciudad de Salt Lake les afectó mucho la noticia del asesinato del élder Standing, y miles de personas asistieron a su funeral en el Tabernáculo de Salt Lake.
Los élderes John Gibbs, William Berry, William Jones y Henry Thompson viajaron a través de gran parte del estado de Tennessee para tratar de cambiar la percepción que el público tenía acerca de la Iglesia. Un domingo por la mañana, en agosto de 1884, descansaron en el hogar de James Condor, cerca de Cane Creek, Tennessee. Mientras el élder Gibbs estudiaba las Escrituras para buscar un texto para su sermón, una chusma salió del bosque y comenzó a disparar. Los élderes Gibbs y Berry fueron muertos. El élder Gibbs, maestro de escuela, dejó una esposa y tres hijos para llorar su muerte. La hermana Gibbs fue viuda durante cuarenta y tres años y se hizo partera para mantener a sus hijos. Murió fiel en el Evangelio, anticipando una gozosa reunión con su esposo. Brigham Henry Roberts, que era el presidente en funciones de la misión al tiempo de los asesinatos, arriesgó su vida al ir disfrazado a exhumar los cuerpos de los élderes Gibbs y Berry. Finalmente, devolvió los cuerpos al estado de Utah, en donde muchos barrios llevaron a cabo servicios fúnebres en honor de los dos élderes.
Los misioneros de otros lugares fueron golpeados hasta que la sangre les corría por la espalda, y muchos se llevaron a la tumba las cicatrices que les quedaron como resultado de las palizas. En esa época no era fácil ser miembro de la Iglesia.
Muchos líderes tuvieron que esconderse para evitar ser arrestados por oficiales federales que buscaban a todos los hombres que tuvieran más de una esposa. Las familias temían el allanamiento de morada a altas horas de la noche por parte de dichos oficiales. El presidente George Q. Cannon, Lorenzo Snow, Rudger Clawson, Brigham Henry Roberts, George Reynolds y muchos más fueron enviados a la prisión, en donde pasaban el tiempo escribiendo libros, enseñando cursos escolares y escribiendo cartas a sus familias. Al presidente John Taylor se le obligó vivir en el exilio en Kaysville, Utah, a unos treinta y dos kilómetros al norte de la ciudad de Salt Lake, en donde murió el 25 de julio de 1887. Fue un hombre lleno de fe y valor que dedicó su vida a su testimonio de Jesucristo y al establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra.
El presidente Wilford Woodruff
Wilford Woodruff fue uno de los misioneros de la Iglesia que tuvo más éxito, y se le reconoció por su don profético y su lealtad a la Iglesia. Llevaba diarios meticulosos, los cuales brindan cuantiosa información acerca de los primeros días de la historia de la Iglesia. Él era el Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles cuando murió John Taylor, y casi dos años después fue sostenido como Presidente de la Iglesia.
Durante su administración, se intensificó la cruzada política en contra de los Santos de los Últimos Días, pero la Iglesia siguió prosperando. En tres pueblos del estado de Utah había templos en operación: en St. George, Logan y Manti, y el Templo de Salt Lake estaba por completarse. Estas casas del Señor permitieron que miles de santos fueran investidos y llevaran a cabo las ordenanzas por sus familiares muertos. Durante toda su vida, el presidente Woodruff tuvo un gran interés por la obra del templo y la historia familiar. En repetidas ocasiones amonestó a los santos a llevar a cabo las ordenanzas del templo en favor de sus antepasados.
El siguiente incidente recalca la importancia de la obra que los santos llevaban a cabo por los muertos. En mayo de 1884, el obispo Henry Ballard, del Barrio Dos de Logan, se encontraba firmando recomendaciones para el templo en su hogar. Su hija, de nueve años de edad, que charlaba con sus amigas en la acera cercana a su hogar, vio que se acercaban dos ancianos que la llamaron, le entregaron un periódico y le pidieron que se lo entregara a su papá.
La niña hizo lo que se le pidió. El obispo Ballard vio que el periódico, el Newbury Weekly News, publicado en Inglaterra, contenía los nombres de más de sesenta conocidos de él y de su padre, junto con información genealógica. Ese periódico, con fecha 15 de mayo de 1884, le había sido entregado tan solo tres días después de haberse publicado. En una época previa al transporte aéreo, cuando el correo tardaba varias semanas para llegar desde Inglaterra hasta los Estados Unidos, eso representaba un milagro.
Al día siguiente, el obispo Ballard llevó el periódico al templo y le relató a Marriner W. Merrill, Presidente del Templo, cómo lo había recibido. El presidente Merrill declaró: “Hermano Ballard, alguien del otro lado está ansioso por que usted haga su obra; sabían que lo haría si este periódico llegaba a sus manos”.7 El periódico se conserva en la Biblioteca Histórica de la Iglesia en Salt Lake City, Utah.
A pesar de la persecución, los líderes de la Iglesia siguieron promoviendo la colonización de zonas no habitadas en el Oeste del continente. A partir de 1885, muchas familias Santos de los Últimos Días se establecieron en Sonora y Chihuahua, México, fundando poblaciones como Colonia Juárez y Colonia Díaz. Otras regiones del norte de México también recibieron miembros inmigrantes de la Iglesia.
Los miembros de la Iglesia también buscaron lugares para colonizar en Canadá. Charles O. Card, quien sirvió como Presidente de la Estaca de Cache Valley, fundó una comunidad de Santos de los Últimos Días en el sur de Alberta, Canadá, en 1886. Para el invierno de 1888, más de cien Santos de los Últimos Días vivían en el Canadá occidental, y muchos más llegaron durante la década de 1890, proporcionando la mano de obra necesaria para construir un sistema de irrigación y un ferrocarril. Muchos líderes de la Iglesia maduraron en Alberta.
El Manifiesto
Al finalizar la década de 1880, el gobierno de los Estados Unidos aprobó legislación adicional que privaba a los que practicaban el matrimonio plural del derecho de votar y de servir en jurados, y que restringía severamente las propiedades que la Iglesia podía tener. Las familias Santos de los Últimos Días sufrieron porque muchos más padres de familia tuvieron que esconderse. El presidente Woodruff imploró la ayuda del Señor. En la noche del 23 de septiembre de 1890, el Profeta, actuando bajo inspiración, escribió el Manifiesto, un documento que ponía fin al matrimonio plural para los miembros de la Iglesia. El Señor le mostró al presidente Woodruff, en una visión, que a menos que cesara la práctica del matrimonio plural, el gobierno de los Estados Unidos tomaría posesión de los templos y acabaría así la obra por los vivos y los muertos.
El 24 de septiembre de 1890, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles aprobaron el Manifiesto y los santos dieron su aprobación en la conferencia general de octubre de 1890. En la actualidad, dicho documento forma parte de Doctrina y Convenios, y se conoce como la Declaración Oficial 1.
Después de la acción que adoptó la Iglesia, los oficiales federales extendieron indultos a los varones Santos de los Últimos Días que habían sido arrestados por violar las leyes contra la poligamia y así cesó mucha de la persecución. Sin embargo, tal como lo explicó el presidente Wilford Woodruff: “Yo habría permitido que todos los templos se escaparan de nuestras manos; yo mismo habría dejado que me encarcelaran y habría permitido que encarcelaran a todos los demás hombres si el Dios del cielo no me hubiera mandado hacer lo que hice; y cuando llegó la hora en que se me mandó que hiciera eso, todo era muy claro para mí. Fui ante el Señor y anoté lo que Él me dijo que escribiera” (“Selecciones de tres discursos del presidente Wilford Woodruff referentes al Manifiesto”, que se encuentra al concluir la Declaración Oficial—1, en Doctrina y Convenios). Fue Dios, y no el Congreso de los Estados Unidos, el que suspendió oficialmente la práctica del matrimonio plural.
La Sociedad Genealógica
Mucho antes de que los Santos de los Últimos Días fundaran una sociedad genealógica, los miembros de la Iglesia recopilaban registros que documentaban la vida de sus antepasados fallecidos. Wilford Woodruff, Orson Pratt y Heber J. Grant se cuentan entre aquellos que obtuvieron los nombres de miles de antepasados por quienes llevaron a cabo las ordenanzas del templo. En 1894, la Primera Presidencia indicó que se debía organizar una sociedad genealógica con el élder Franklin D. Richards como primer director. Se estableció una biblioteca, y los representantes de la sociedad fueron por todo el mundo en busca de nombres de personas por quienes pudieran efectuarse las ordenanzas del templo. Esa sociedad llevó a la creación del Departamento de Historia Familiar de la Iglesia.
Durante la conferencia general de abril de 1894, el presidente Woodruff anunció que había recibido una revelación acerca de la obra genealógica. Declaró que Dios deseaba que los Santos de los Últimos Días trazaran su línea genealógica hasta donde fuera posible, y que se sellaran a sus padres y a sus madres. “Sellen los hijos a los padres y enlacen esta cadena lo más que puedan… Ésta es la voluntad del Señor a su pueblo”, dijo, “y creo que cuando mediten en ello se darán cuenta de que es verdad”.8 A los Santos de los Últimos Días aún se les exhorta a buscar los registros de sus antepasados fallecidos y llevar a cabo las ordenanzas del templo en favor de ellos.
Desde 1885 hasta 1900, muchos miembros de la Iglesia efectuaron misiones genealógicas. Se les invitaba a ir a la ciudad de Salt Lake a recibir una bendición de una Autoridad General para su misión. También se les daba una tarjeta que los identificaba como misioneros y una carta de nombramiento. Visitaban a parientes, copiaban nombres de lápidas, y estudiaban registros parroquiales y Biblias familiares, regresando a sus hogares con información valiosa que permitía que se llevara a cabo la obra del templo. Muchos misioneros relataron experiencias espirituales que les dieron la firme certeza de que el Señor estaba con ellos y a menudo les dirigía hacia una fuente o un pariente que les brindaría ayuda.9
La dedicación del Templo de Salt Lake
El presidente Wilford Woodruff dedicó gran parte de su vida a la obra del templo. Fue el primer Presidente del Templo de St. George, y dedicó el Templo de Manti. Ahora, cuarenta años después de haberse colocado la piedra angular del Templo de Salt Lake, el presidente Woodruff esperaba con gran anhelo la dedicación de ese templo histórico. Los servicios dedicatorios se llevaron a cabo desde el 6 de abril hasta el 18 de mayo de 1893, y asistieron aproximadamente 75.000 personas.10
Después del servicio dedicatorio inicial del 6 de abril, el presidente Woodruff escribió en su diario: “El espíritu y el poder de Dios descansaron sobre nosotros. El espíritu de profecía y revelación estaba con nosotros, el corazón de la gente se conmovió y se nos revelaron muchas cosas”.11 Algunos de los Santos de los Últimos Días vieron ángeles, mientras que otros vieron a Presidentes anteriores de la Iglesia y a otros líderes ya fallecidos.12
Cuando el presidente Woodruff cumplió noventa años de edad, miles de niños de la Escuela Dominical llenaron el Tabernáculo de la Manzana del Templo para rendirle honor. Él se sintió profundamente conmovido y, con gran emoción, relató a su joven audiencia que cuando tenía diez años de edad había asistido a una Escuela Dominical de una iglesia protestante y había leído acerca de los Profetas y Apóstoles. Al regresar a la casa, oró para suplicar que pudiera vivir lo suficiente para ver Apóstoles y Profetas de nuevo sobre la tierra. Ahora estaba en la presencia de hombres que eran tanto Apóstoles como Profetas; su oración había sido contestada con creces.13
Un año más tarde, el 2 de septiembre de 1898, el presidente Woodruff murió mientras visitaba la ciudad de San Francisco.
El presidente Lorenzo Snow y el diezmo
Después de la muerte del presidente Woodruff, Lorenzo Snow, Presidente del Quórum de los Doce, llegó a ser el Presidente de la Iglesia. Era un líder sabio y amoroso que había sido preparado muy bien para sus responsabilidades. Había conocido y recibido las enseñanzas de todos los Profetas de los últimos días hasta ese momento. En noviembre de 1900, les dijo a los santos que estaban congregados en el Tabernáculo, que con frecuencia había visitado al profeta José Smith y a su familia, había comido con ellos y sostenido entrevistas privadas con él. Sabía que José era un Profeta de Dios porque el Señor le había mostrado esa verdad “de manera muy clara y cabal”.14
Durante la administración del presidente Snow, la Iglesia enfrentó serias dificultades económicas ocasionadas por la legislación del gobierno federal en contra del matrimonio plural. El presidente Snow meditó y oró para saber cómo librar a la Iglesia de esas deudas extenuantes. Después de la conferencia general de abril de 1899, sintió la inspiración de visitar St. George, Utah. Mientras tomaba la palabra ante una congregación, se detuvo unos momentos; cuando continuó, declaró que había recibido una revelación. El pueblo de la Iglesia había desatendido la ley del diezmo, y el Señor le había comunicado que si los miembros de la Iglesia pagaban un diezmo completo con mayor fidelidad, derramaría grandes bendiciones sobre ellos.
El Profeta predicó en cuanto a la importancia del diezmo a las congregaciones de todo el estado de Utah. Los santos obedecieron su consejo, y ese año pagaron el doble de diezmos que lo que habían pagado el año anterior. Para 1907, la Iglesia tuvo suficientes fondos para pagar a todos sus acreedores y quedar libre de deudas.
En 1898, en una recepción para la mesa directiva de la Asociación de Mejoramiento Mutuo para las Jóvenes, el presidente George Q. Cannon anunció que la Primera Presidencia había tomado la decisión de llamar a “algunas de nuestras mujeres sabias y prudentes al campo misional”.15 Antes de ese tiempo, algunas hermanas habían acompañado a sus esposos a la misión, pero ésta era la primera vez que la Iglesia oficialmente llamaba y apartaba a las hermanas como embajadoras misionales del Señor Jesucristo. Aunque las hermanas no tienen el deber de servir en una misión, en décadas pasadas miles han ejercido este privilegio y han servido al Señor valientemente como misioneras regulares.
El presidente Lorenzo Snow guió a la Iglesia hacia el siglo veinte. Al amanecer el nuevo siglo, la Iglesia contaba con 43 estacas, 20 misiones y 967 barrios y ramas. Había 283.765 miembros, la mayoría de los cuales residían en la región de las Montañas Rocosas de los Estados Unidos. Había cuatro templos en funcionamiento, y las revistas: el Juvenile Instructor, el Improvement Era, y el Young Women´s Journal, publicaban artículos acerca de la Iglesia para la lectura de sus miembros. Se rumoraba que quizás fuera a abrirse por lo menos una nueva misión, y los Santos de los Últimos Días apenas se podían imaginar lo que traerían los próximos cien años. Sin embargo, tenían la certeza de que las profecías relacionadas con el destino de la Iglesia se llegarían a cumplir.