Capítulo tres
La edificación del reino en Kirtland, Ohio
La llegada del Profeta a Ohio
En un frío día de febrero de 1831, el profeta José Smith y su esposa Emma, que estaba embarazada de seis meses de gemelos, terminaron su viaje de más de cuatrocientos kilómetros desde Nueva York hasta Kirtland, Ohio. Llegaron en trineo a la tienda de Gilbert y Whitney. El siguiente resumen registra la reunión de Newel K. Whitney con el Profeta :
“Uno de los hombres [en el trineo], un varón joven y fornido, se bajó, y, subiendo a brincos los escalones, entró en la tienda y avanzó hasta donde estaba el socio minoritario.
“ ‘¡Newel K. Whitney! ¡Usted es la persona!’, exclamó, extendiendo cordialmente la mano como para saludar a un viejo conocido.
“ ‘Usted me lleva la ventaja’, respondió el aludido, que estrechó mecánicamente la mano que se le extendió… ‘Yo no podría llamarle por su nombre, como usted lo ha hecho’.
“ ‘Yo soy José, el Profeta’, dijo sonriendo el extraño. ‘He venido en respuesta a sus oraciones. ¿Qué es lo que desea de mí?’ ”.1
Un tiempo atrás, Newel y su esposa, Elizabeth, habían expresado una oración ferviente pidiendo dirección y, en respuesta, el Santo Espíritu descendió sobre ellos y una nube cubrió su casa. De entre la nube una voz proclamó: “¡Preparaos para recibir la palabra del Señor, porque está por llegar!”.2 Poco después, los misioneros que habían sido llamados a predicar a los indios fueron a Kirtland y ya estaba ahí el Profeta.
Tiempo después, Orson F. Whitney, nieto de Newel, relató sus sentimientos con respecto a ese acontecimiento: “¿Por medio de qué poder pudo ese hombre tan asombroso, José Smith, reconocer a alguien a quien jamás había visto en la carne? ¿Por qué no lo reconoció Newel K. Whitney a él? Fue porque José Smith era un vidente, un vidente escogido; estando de rodillas había visto a Newel K. Whitney, a cientos de kilómetros de distancia, rogando que él fuera a Kirtland. Maravilloso, ¡pero cierto!”.3
La llegada del Profeta llevó la palabra del Señor a Kirtland, lugar donde se establecieron muchos elementos esenciales de la Iglesia: Se reveló la organización básica de la Iglesia, se enviaron misioneros a otros países, se edificó el primer templo y se recibieron muchas revelaciones importantes. Los santos fueron severamente perseguidos y probados para ver si manifestarían fe, valor y su disposición de seguir al Profeta ungido del Señor.
Dos centros de actividad de la Iglesia
Al mismo tiempo que se llamó a los santos a congregarse en Ohio, éstos comenzaron a anhelar el día en que pudieran establecer Sión. En junio de 1831, el profeta José Smith recibió una revelación que le indicaba que él, Sidney Rigdon y veintiocho élderes más debían hacer una misión de proselitismo en Misuri, y que allí se debía llevar a cabo la siguiente conferencia de la Iglesia (véase D. y C. 52). Misuri se encontraba en la región occidental de lo que entonces eran los Estados Unidos de América, y quedaba a más de mil seiscientos kilómetros de Kirtland. El Señor le reveló a José que en el condado de Jackson, Misuri, los santos recibirían su herencia y establecerían Sión.
En el verano de 1831, José, los demás misioneros, y poco tiempo después, el grupo entero de santos de Colesville, Nueva York, viajaron al condado de Jackson, Misuri, y comenzaron a establecer un poblado. Mientras el Profeta y otros líderes regresaban a Kirtland, muchos miembros de la Iglesia se establecieron en Misuri.
Entre los años 1831 y 1838, la Iglesia tuvo dos centros de población. José Smith, los miembros del Consejo de los Doce y un gran número de santos vivían en la región de Kirtland, Ohio, mientras que muchos otros miembros de la Iglesia vivían en Misuri, presididos por los líderes del sacerdocio que habían sido nombrados para ello. En ambos lugares ocurrían acontecimientos importantes en forma simultánea, por lo que los oficiales de la Iglesia viajaban de un lugar a otro, según se necesitaba. Primero se analizarán los acontecimientos ocurridos en Kirtland durante ese período de siete años y después los ocurridos en Misuri en el mismo período.
Los sacrificios de los santos al congregarse en Ohio
Muchos de los santos que fueron a Ohio hicieron grandes sacrificios: algunos fueron desheredados por su familia; otros perdieron amistades. Brigham Young describió lo que él sacrificó para responder al llamado del Profeta de congregarse:
“Cuando llegamos a Kirtland [en septiembre de 1833], si entre aquéllos que se congregaron con los santos había alguno más pobre que yo, era porque no tenía nada… Yo tenía dos hijos a los que tenía que mantener y eso era todo lo que tenía; además era viudo. ‘Hermano Brigham, ¿no tenía zapatos?’ No, ni un solo zapato, con la excepción de un par de botas que alguien me prestó. No tenía ropa para el invierno, con la excepción de un abrigo hecho en casa que ya tenía tres o cuatro años. ‘¿Ni pantalones?’ No. ‘¿Qué hizo? ¿Andaba sin pantalones?’ No, pedí un par prestado hasta que pudiera conseguirme otro par. Había viajado y predicado y regalado cada dólar que tenía. Cuando comencé a predicar tenía algo de propiedad… pero había viajado y predicado hasta que no tuve nada para llevar conmigo, pero José dijo: ‘Vayan’, y yo fui e hice lo mejor que pude”.4
Muchos otros santos fieles fueron a Kirtland, donde los miembros que ya estaban ahí los recibieron y gustosamente compartieron con ellos sus escasos bienes. Esas personas tan firmes formaron la base del sorprendente crecimiento y progreso de la Iglesia.
Se reciben revelaciones en la región de Kirtland
Mientras el profeta José Smith vivía en la región de Kirtland, recibió numerosas revelaciones, sesenta y cinco de las cuales se encuentran en Doctrina y Convenios. Esas revelaciones enseñaban la voluntad del Señor con respecto al bienestar, el buscar señales, la conducta moral, los principios de nutrición, el diezmo, la autoridad del sacerdocio, el papel de un Profeta, los tres grados de gloria, la obra misional, la Segunda Venida, la ley de consagración y muchos temas más.
La Traducción de José Smith de la Biblia
En junio de 1830, José Smith comenzó su obra divinamente asignada de hacer correcciones inspiradas a la Versión del Rey Santiago (en inglés) de la Biblia. Esa obra se conoce como la Traducción de José Smith de la Biblia. Entre junio de 1830 y julio de 1833, el Profeta hizo numerosos cambios a este texto de la Biblia, incluso la corrección de lenguaje bíblico, la aclaración de las doctrinas y la restauración de material histórico y doctrinal.
José recibió muchas revelaciones durante el transcurso de esta obra, a menudo en respuesta a preguntas que surgían al meditar en ciertos pasajes de las Escrituras. Una de esas revelaciones ocurrió el 16 de febrero de 1832, después de que José y Sidney Rigdon tradujeron Juan 5:29. Meditaron sobre este pasaje y “el Señor tocó los ojos de [su] entendimiento y fueron abiertos, y la gloria del Señor brilló alrededor” (D. y C. 76:19). Recibieron una de las más grandiosas visiones de todos los tiempos, la cual se encuentra registrada en la sección 76 de Doctrina y Convenios. Vieron al Padre y al Hijo, aprendieron acerca del destino divino de los hijos de Dios y recibieron verdades eternas acerca de los que heredarán los tres reinos de gloria.
La publicación de las revelaciones
En una conferencia especial llevada a cabo en Hiram, Ohio, en noviembre de 1831, los miembros de la Iglesia votaron para que se publicara el Libro de Mandamientos, el cual contenía aproximadamente setenta revelaciones dadas al Profeta. Durante esa conferencia, el Señor le dio a José Smith las revelaciones que habrían de ser el prefacio y el apéndice del Libro de Mandamientos. (Esas revelaciones posteriormente llegaron a ser las secciones 1 y 133 de Doctrina y Convenios.)
La asignación de publicar el libro se le dio a William W. Phelps, quien tenía una imprenta en el condado de Jackson, Misuri. (Para más información acerca del Libro de Mandamientos, véase la página 43.) Posteriormente, las revelaciones contenidas en el Libro de Mandamientos, junto con otras revelaciones, se imprimieron en un tomo intitulado Doctrina y Convenios, publicado en Kirtland en 1835. También se imprimió en Kirtland una segunda edición del Libro de Mormón, con algunas pequeñas correcciones hechas por el Profeta.
Unos cuantos meses después de la organización de la Iglesia, el Señor recalcó la importancia de la música en la Iglesia al mandarle a Emma, la esposa del Profeta, que comenzara a hacer una selección de himnos sagrados (véase D. y C. 25:11). El himnario que compiló se publicó en Kirtland, abriendo el camino para que los santos recibieran la bendición prometida por el Señor: “Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza” (D. y C. 25:12).
La Escuela de los Profetas
En diciembre de 1832 y enero de 1833, el profeta José recibió la revelación que llegó a conocerse como la sección 88 de Doctrina y Convenios. Entre otras cosas, esa revelación indicaba que debía formarse una “escuela de los profetas” (D. y C. 88:127) para instruir a los hermanos en cuanto a la doctrina y los principios del Evangelio, los asuntos de la Iglesia y otros temas.
Durante el invierno de 1833, la Escuela de los Profetas se reunió con frecuencia, por lo que José y Emma Smith llegaron a preocuparse en gran manera por el uso habitual del tabaco por parte de los hermanos, especialmente la nube de humo que había en las reuniones y la falta de limpieza que había como consecuencia de mascar tabaco. José Smith le preguntó al Señor concerniente a este tema y recibió la revelación que se conoce como la Palabra de Sabiduría, la que daba los mandamientos del Señor para el cuidado del cuerpo y el espíritu, y prometía que los que la obedecieran recibirían bendiciones espirituales de “sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos” (D. y C. 89:19). La Palabra de Sabiduría también contenía información acerca de la salud que no se conocía en el mundo médico o científico de aquellos tiempos pero que desde entonces ha probado ser de gran beneficio, tal como el consejo de no usar tabaco ni alcohol.
La ley de consagración
En 1831, el Señor comenzó a revelar algunos aspectos de la ley de consagración, un sistema espiritual y temporal que, si se seguía con rectitud, bendeciría la vida de los empobrecidos Santos de los Últimos Días. Bajo esa ley, se pedía a los miembros de la Iglesia que consagraran o titularan todas sus propiedades al obispo de la Iglesia, quien entonces les otorgaba una heredad o mayordomía. Las familias administraban su mayordomía de la mejor manera posible; si al terminar el año tenían un sobrante, éste se entregaba al obispo para usarse en el cuidado de los necesitados. El Señor llamó a Edward Partridge para servir como el primer obispo de la Iglesia.
La ley de consagración se compone de principios y prácticas que fortalecen espiritualmente a los miembros y traen como resultado una relativa igualdad económica, eliminando así la avaricia y la pobreza. Algunos santos la vivieron bien, para beneficio de ellos y los demás, pero otros miembros no lograron elevarse por encima de sus deseos egoístas, lo que ocasionó que con el tiempo se revocara esta ley de la Iglesia. En 1838, el Señor reveló la ley del diezmo (véase D. y C. 119), la cual continúa en la actualidad como la ley económica de la Iglesia.
El fortalecimiento del sacerdocio
Se revelan los oficios del sacerdocio
Al aumentar el número de miembros de la Iglesia, el Profeta continuó recibiendo revelaciones acerca de los oficios del sacerdocio. Bajo la dirección del Señor, organizó la Primera Presidencia, compuesta de él mismo como presidente y Sidney Rigdon y Frederick G. Williams como consejeros. También organizó el Quórum de los Doce Apóstoles y el Primer Quórum de los Setenta. Llamó y ordenó a obispos y a sus consejeros, a sumos sacerdotes, patriarcas, miembros de sumos consejos, setentas y élderes. Organizó también las primeras estacas de la Iglesia.
Los miembros recién bautizados, con poca experiencia en la Iglesia, a menudo se sentían abrumados por los llamamientos a servir. Por ejemplo, Newel K. Whitney fue llamado como segundo obispo de la Iglesia en diciembre de 1831, para servir en Kirtland, cuando Edward Partridge llegó a ser obispo de los santos de Misuri. Newel no se sentía capaz de llevar a cabo los menesteres del oficio, aun cuando el Profeta le dijo que el Señor lo había llamado por revelación. De manera que el Profeta le dijo: “Vaya y pregúntele al Padre usted mismo”. Newel se arrodilló en humilde súplica y escuchó una voz del cielo que le dijo: “Tu fortaleza radica en mí”.5 Aceptó el llamamiento y prestó servicio como obispo durante dieciocho años.
La capacitación de líderes en el Campo de Sión
La Iglesia tenía gran necesidad de líderes del sacerdocio que hubieran sido probados, recibido experiencia y demostrado su fidelidad, quienes permanecerían leales al Señor y a su Profeta ante cualquier circunstancia. La marcha del Campo de Sión brindó la oportunidad de comprobar su obediencia bajo circunstancias difíciles y de ser capacitados personalmente por el profeta José Smith.
El Campo de Sión se organizó para ayudar a los santos de Misuri, quienes estaban siendo severamente perseguidos a causa de sus creencias religiosas. Muchos habían sido expulsados de sus hogares. (Para información adicional véanse las páginas 42–48). El 24 de febrero de 1834, el Señor le reveló a José Smith que debía organizar un grupo de hombres para marchar desde Kirtland hasta Misuri para ayudar a restaurar a los santos a sus tierras (véase D. y C. 103). El Señor prometió que Su presencia los acompañaría y que “toda victoria y toda gloria” se realizaría mediante su “diligencia, fidelidad y oraciones de fe” (D. y C. 103:36). Esta experiencia preparó a la mayoría de los miembros originales del Quórum de los Doce Apóstoles y el Quórum de los Setenta para sus responsabilidades futuras.
El Campo de Sión se organizó oficialmente en New Portage, Ohio, el 6 de mayo de 1834. En total se componía de 207 hombres, 11 mujeres y 11 niños, a quienes el Profeta dividió en compañías de diez y de cincuenta, instruyendo a cada grupo que eligiera un capitán. Joseph Holbrook, uno de los reclutas, informó que el campo se organizó “de acuerdo con el antiguo orden de Israel”.6 Durante 45 días marcharon juntos hacia el condado de Clay, Misuri, una distancia de más de mil seiscientos kilómetros. Viajaron con la mayor rapidez posible y bajo condiciones extremas. Era difícil conseguir suficiente comida y a menudo los hombres tenían que comer porciones limitadas de pan duro, mantequilla rancia, gacha de harina de maíz [puré o masa muy blanda], miel añeja, cerdo crudo, jamón echado a perder, y tocino y queso agusanados. George A. Smith, quien más tarde llegaría a ser Apóstol, escribió que muchas veces tenía hambre: “Me sentía tan débil, hambriento y soñoliento que mientras iba por el camino soñaba que veía un hermoso arroyo de agua junto a un árbol con una sombra agradable y, junto al arroyo, una deliciosa hogaza de pan y un litro de leche sobre un mantel”.7
En el Campo de Sión se recalcaba mucho la espiritualidad y la obediencia a los mandamientos. Los domingos llevaban a cabo reuniones, participaban de la Santa Cena y a menudo el Profeta enseñaba la doctrina del reino. Él dijo: “Dios nos acompañaba, Sus ángeles iban al frente y la fe de nuestra pequeña compañía no flaqueaba. Sabemos que los ángeles eran nuestros compañeros, porque los vimos”.8
No obstante, las dificultades del campo comenzaron a causar estragos entre los participantes. Ese proceso de refinamiento reveló quiénes eran los que se quejaban, los cuales no tenían el espíritu de obediencia y a menudo culpaban al Profeta por sus problemas. El 17 de mayo, el Profeta exhortó a los que estaban poseídos por un espíritu rebelde “que se humillaran ante el Señor y se unieran, para que no cayera sobre ellos un castigo de Dios”.9
El 18 de junio, el campo había llegado al condado de Clay, Misuri; sin embargo, Daniel Dunklin, gobernador del estado, no cumpliría su promesa de ayudar al ejército de los santos a restaurar las propiedades de los miembros de la Iglesia que habían sido expulsados de sus hogares. Para algunos de los integrantes del campo, el fracaso de ese objetivo militar fue la prueba final de su fe. Desilusionados y enojados, algunos se rebelaron abiertamente; por lo tanto, el Profeta les advirtió que el Señor les enviaría un castigo devastador. Al poco tiempo, se esparció entre ellos una terrible epidemia de cólera; antes de que terminara enfermó una tercera parte del campo, incluso José Smith, y después murieron catorce de ellos. El 2 de julio, José de nuevo amonestó al campo a humillarse ante el Señor y hacer convenio de guardar Sus mandamientos. Dijo que si lo hacían, la plaga sería detenida desde esa misma hora. El convenio lo manifestaron levantando la mano, y la plaga terminó.
A principios de julio, los miembros del campo recibieron un relevo honorable del Profeta. El viaje había puesto de relieve quién estaba del lado del Señor y quién era digno de servir en puestos de liderazgo. El Profeta explicó más tarde el resultado de la marcha: “Dios no quiso que ustedes pelearan. Él no podía organizar Su Reino con doce hombres para abrir la puerta del Evangelio a las naciones de la tierra y con setenta hombres bajo Su mando para seguir Sus pasos, a menos que los tomara de entre un grupo de hombres que hubieran ofrecido su vida, y que hubieran hecho un sacrificio tan grande como el de Abraham”.10
Wilford Woodruff, un integrante del campo que posteriormente llegó a ser el cuarto presidente de la Iglesia, dijo: “Obtuvimos una experiencia que no hubiéramos podido obtener de ninguna otra manera. Tuvimos el privilegio de contemplar el rostro del Profeta, tuvimos el privilegio de viajar mil seiscientos kilómetros a su lado y de ver cómo el Espíritu de Dios obraba en él, así como las revelaciones de Jesucristo que recibió y el cumplimiento de esas revelaciones”.11
En febrero de 1835, cinco meses después de que el campo de Sión se desintegrara, se organizaron el Quórum de los Doce Apóstoles y el Primer Quórum de los Setenta. Setenta y nueve de los ochenta y dos puestos de los dos quórumes los ocuparon hombres cuya fidelidad se había comprobado en la marcha del Campo de Sión.
En Kirtland, José Smith continuó capacitando a líderes futuros. Cuatro futuros Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, John Taylor, Wilford Woodruff y Lorenzo Snow, fueron bautizados durante los años de Kirtland y posteriormente dirigieron a la Iglesia en sucesión hasta 1901. Además, los tres presidentes que les sucedieron: Joseph F. Smith, Heber J. Grant y George Albert Smith, cuyas presidencias duraron hasta 1951, fueron descendientes directos de firmes pioneros de Kirtland.
Avanza la obra misional
Mientras los santos vivían en Kirtland, se llamó a muchos misioneros a predicar el Evangelio lejos de su hogar, la mayoría de ellos a costa de grandes sacrificios personales. Se enviaron misioneros a varios estados de los Estados Unidos, a partes de Canadá y a Inglaterra, al otro lado del Atlántico. A través de estos esfuerzos misionales, muchas personas recibieron un testimonio de la veracidad del Evangelio y llegaron a ser miembros valientes que fortalecieron en gran manera a la joven Iglesia.
Algunas de las revelaciones registradas en Kirtland incluían mandamientos a los miembros de predicar el Evangelio al mundo. El Señor declaró: “Y saldréis por el poder de mi Espíritu, de dos en dos, predicando mi evangelio en mi nombre, alzando vuestras voces como si fuera con el son de trompeta, declarando mi palabra cual ángeles de Dios” (D. y C. 42:6). Al año siguiente, el Señor mandó: “Conviene que todo hombre que ha sido amonestado, amoneste a su prójimo” (D. y C. 88:81).
Las misiones de los conversos durante los inicios de la Iglesia en Ohio
Zera Pulsipher, un converso de Ohio, es un ejemplo de aquellos que compartieron con entusiasmo el mensaje de la Restauración. Se unió a la Iglesia en enero de 1832, y escribió en sus registros que al poco tiempo fue “ordenado al oficio de élder y salió a predicar en casa y en el extranjero con mucho éxito”.12 Él y otro misionero, Elijah Cheney, viajaron al pequeño pueblo de Richland, Nueva York, donde comenzaron a predicar en la escuela local. Uno de los primeros conversos que el élder Pulsipher bautizó en Richland fue Wilford Woodruff, un joven granjero que un día llegaría a ser uno de los misioneros de más éxito en la historia de la Iglesia y el cuarto Presidente de la misma. En el transcurso de un mes, los dos misioneros habían bautizado a varias personas y habían organizado una rama de la Iglesia en Richland.
Misioneros provenientes de todos los niveles de vida, respondieron al llamado de amonestar a su prójimo. Muchos estaban casados y tenían responsabilidades familiares; partían a mediados de la época de la cosecha y en pleno invierno, durante períodos de prosperidad personal y durante épocas de depresión económica. Varios élderes eran casi indigentes cuando comenzaron su misión. El Profeta mismo viajó más de 24.000 kilómetros, yendo a catorce misiones de corta duración entre 1831 y 1838 en muchos estados de los Estados Unidos y también en Canadá.
Cuando George A. Smith, primo del Profeta, recibió su llamamiento a los estados del este de los Estados Unidos, era tan pobre que no poseía la ropa ni los libros que necesitaba, ni tenía los medios para comprarlos. Como consecuencia, el profeta José y su hermano Hyrum le regalaron tela gris, y Eliza Brown le confeccionó un abrigo, un chaleco y unos pantalones. Brigham Young le regaló un par de zapatos, su padre le dio una Biblia de bolsillo y el Profeta le dio un ejemplar del Libro de Mormón.
Los élderes Erastus Snow y John E. Page también eran sumamente pobres cuando partieron a la misión en la primavera de 1836. El élder Snow describió su situación al momento de partir a su misión en el occidente de Pensilvania: “Salí de Kirtland a pie y sólo con un pequeño maletín que contenía unos cuantos libros de la Iglesia y un par de calcetines; llevaba cinco centavos en el bolsillo, lo cual representaba todos mis bienes terrenales”. El élder Page le dijo al Profeta que no podía aceptar un llamamiento para salir a predicar porque no tenía nada de ropa; ni siquiera un abrigo. El Profeta respondió quitándose su propio abrigo y se lo dio al élder Page, diciéndole que fuera a cumplir su misión y que el Señor le bendeciría abundantemente.13 Al estar en la misión, el élder Page tuvo la bendición de compartir el Evangelio con cientos de personas que se unieron a la Iglesia.
La misión del Quórum de los Doce Apóstoles
En 1835 los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles fueron llamados a una misión a los estados del este de los Estados Unidos y a Canadá. Fue la única ocasión en la historia de la Iglesia en que los doce miembros del quórum fueron a una misión al mismo tiempo. A su regreso, Heber C. Kimball testificó que todos habían sentido el poder de Dios, habían podido sanar enfermos y echar fuera demonios.
La misión a Inglaterra
Durante los últimos años en que los miembros vivieron en Kirtland, surgió una crisis en la Iglesia. Algunos miembros, incluso algunos líderes, apostataron porque no pudieron soportar las pruebas y persecuciones, y porque comenzaron a criticar al Profeta y a otros líderes de la Iglesia. El Señor le reveló a José Smith que se debía hacer algo nuevo para la salvación de Su Iglesia; ese algo era la introducción a la Iglesia de conversos nuevos de Inglaterra. El domingo 4 de junio de 1837, el Profeta se acercó al élder Heber C. Kimball en el Templo de Kirtland y le dijo: “Hermano Heber, el Espíritu del Señor me ha susurrado: ‘Que mi siervo Heber vaya a Inglaterra para proclamar mi Evangelio y abrir la puerta de la salvación a esa nación’ ”.14
Cuando se estaba apartando a Heber C. Kimball para su misión, el élder Orson Hyde entró en la habitación, y, al escuchar lo que sucedía, sintió que debía arrepentirse, ya que había sido uno de los que habían criticado al Profeta. Se ofreció para ser misionero y también fue apartado para ir a Inglaterra.
Heber C. Kimball estaba tan ansioso por predicar el Evangelio en tierra extraña que, al acercarse al embarcadero en Liverpool, Inglaterra, saltó del barco al muelle antes de que éste atracara, proclamando que él era el primero en llegar a tierras allende el mar con el mensaje de la Restauración. Para el 23 de julio, los misioneros enseñaban ante congregaciones sumamente numerosas y los primeros bautismos se programaron para el 30 de julio. George D. Watt ganó una carrera a pie hasta el río Ribble en Preston, lo cual determinó que tendría el honor de ser la primera persona que se bautizaría en Gran Bretaña.
En menos de ocho meses, se habían unido a la Iglesia cientos de conversos y se habían organizado muchas ramas. Al reflexionar sobre esa gran cosecha de almas, Heber recordó que el Profeta y sus consejeros “colocaron sus manos sobre mi cabeza… y dijeron que Dios me haría poderoso en aquella nación para ganar almas para Él; que los ángeles me acompañarían y me apoyarían; que no tropezaría; que sería grandemente bendecido y sería la fuente de salvación para miles”.15
Debido a que muchos de los primeros misioneros de la Iglesia aceptaron obedientemente los llamamientos misionales a pesar del sacrificio personal, miles de conversos británicos disfrutaron de las bendiciones del Evangelio restaurado. Ellos se congregaron en Sión y fortalecieron grandemente a la Iglesia durante los períodos cruciales que aún estaban por delante.
El Templo de Kirtland
El sacrificio de los santos
El 27 de diciembre de 1832 fue el día en que los santos escucharon por primera vez el mandato del Señor de construir un templo (véase D. y C. 88:119). La construcción del templo llegó a ser la principal prioridad de la Iglesia en Kirtland entre 1833 y 1836, pero esto presentó grandes desafíos para los santos, quienes no tenían ni los obreros ni el dinero necesarios para hacerlo. Según las palabras de Eliza R. Snow: “En esa época… los santos eran pocos y la mayoría eran muy pobres. De no haber sido por la certeza de que Dios había hablado y había mandado que se edificara una casa en Su nombre, para lo cual no sólo reveló la forma, sino que también designó las dimensiones, todos hubieran considerado absurdo el tratar de edificar ese templo bajo las circunstancias que imperaban”.16
Con fe en que Dios proporcionaría la ayuda y los medios necesarios, el profeta José Smith y los santos comenzaron a hacer los sacrificios requeridos. John Tanner fue una de las personas que el Señor preparó para ayudar a procurar los medios para edificar el templo. John era un converso reciente de Bolton, Nueva York, y en diciembre de 1834 “recibió la fuerte impresión por medio de un sueño o visión nocturna que se le necesitaba y debía ir inmediatamente al lugar donde estaba establecida la Iglesia en el occidente…
”Al llegar a Kirtland, supo que en el momento en que recibió la impresión de que debía trasladarse inmediatamente hasta donde estaba la Iglesia, el profeta José y algunos de los líderes se habían reunido en oración y le pidieron al Señor que les enviara un hermano o algunos hermanos que tuvieran los medios para ayudarles a pagar la hipoteca de la granja sobre la cual se estaba edificando el templo.
“El día después de su llegada a Kirtland… se le informó que estaba por vencerse la hipoteca de la granja mencionada, por lo que le prestó al Profeta dos mil dólares, aceptando un pagaré del Profeta que certificaba que se le devolvería el dinero más el interés correspondiente. De esta manera, se pudo pagar el préstamo y retener la granja”.17
El admirable esfuerzo realizado por los santos de Kirtland es un gran ejemplo de sacrificio y de consagración de tiempo, talentos y medios. Durante tres años trabajaron en la construcción de ese edificio; además del esfuerzo y las habilidades de construcción de los hombres, las mujeres contribuyeron hilando y tejiendo ropa para los obreros que estaban trabajando, y posteriormente confeccionaron las cortinas que dividían los salones. La construcción se hizo más difícil por las constantes amenazas del populacho de destruir el templo, y los que trabajaban de día vigilaban el templo de noche. Sin embargo, después de los inmensos sacrificios que hicieron los santos al dar de su tiempo y sus recursos, el templo por fin se terminó en la primavera de 1836.
La dedicación del templo
Al terminar la construcción del templo, el Señor derramó poderosas bendiciones espirituales sobre los santos de Kirtland, incluso visiones y el ministerio de ángeles. José Smith designó este período como “un año de jubileo para nosotros, y un tiempo para regocijarnos”.18 Daniel Tyler testificó: “Todos tuvimos la impresión de haber recibido el cielo… Nos preguntábamos si el Milenio ya había comenzado”.19
El punto culminante de ese derramamiento del Espíritu fue la dedicación del templo. Aproximadamente mil personas se reunieron en el templo el 27 de marzo de 1836 en un espíritu de regocijo. Se cantaron himnos dedicatorios, entre ellos “El Espíritu de Dios” (Himnos, núm. 2), compuesto para la ocasión por William W. Phelps. Se repartió la Santa Cena, y Sidney Rigdon, José Smith y otros dieron sermones.
José Smith leyó la oración dedicatoria, que ahora es la sección 109 de Doctrina y Convenios, la cual le fue dada por revelación. En ella imploraba al Señor que bendijera al pueblo tal como lo había hecho en el día de Pentecostés: “E hínchese tu casa con tu gloria, como con un viento fuerte e impetuoso” (D. y C. 109:37). Muchos escribieron que esa oración se cumplió esa misma noche cuando el Profeta se reunió en el templo con los miembros de los quórumes del sacerdocio.
Eliza R. Snow escribió: “Las ceremonias de aquella dedicación se podrán repetir, pero ningún lenguaje terrenal podrá describir las manifestaciones celestiales de aquel día tan memorable. A algunos se les aparecieron ángeles, mientras que todos los presentes percibieron la presencia divina y todo corazón se llenó de ‘gozo y gloria inexpresables’ ”.20 Después de la oración dedicatoria, toda la congregación se puso de pie y, con las manos en alto, gritaron hosannas.
Una semana después, el 3 de abril de 1836, ocurrieron algunos de los acontecimientos más importantes de la historia de los últimos días. Ese día, en el templo, el Salvador mismo se apareció ante José Smith y Oliver Cowdery y dijo: “Porque he aquí, he aceptado esta casa, y mi nombre estará aquí; y me manifestaré a mi pueblo en misericordia en esta casa” (D. y C. 110:7). Después hubo otras visiones grandes y gloriosas en las que se aparecieron Moisés, Elías y Elías el profeta para restaurar las llaves adicionales del sacerdocio. Moisés otorgó las llaves del recogimiento de Israel, Elías entregó a José y Oliver la dispensación del Evangelio de Abraham, y Elías el profeta restauró las llaves de sellamiento (véase D. y C. 110:11–16). Todas estas llaves adicionales eran necesarias para el progreso del reino del Señor en la última dispensación de los tiempos.
Todas las bendiciones del sacerdocio que se administran en el templo no se revelaron ni se administraron durante el período de los santos en Kirtland, sino que fueron reveladas a la Iglesia por medio del profeta José Smith varios años después, cuando se estaba edificando el Templo de Nauvoo.
El éxodo de Kirtland
La construcción del templo trajo muchas bendiciones, pero en 1837 y 1838, los santos fieles también se enfrentaron con problemas ocasionados por la apostasía y la persecución, los cuales apresuraron el final de la estancia de la Iglesia en Kirtland.
Estados Unidos pasaba por una depresión económica y la Iglesia sintió los efectos de la misma. Algunos miembros se entregaron a la especulación desenfrenada, se endeudaron y no sobrevivieron espiritualmente una época obscura de colapso económico, incluso el de la Sociedad de Seguridad de Kirtland. Esta institución bancaria había sido establecida por miembros de la Iglesia en Kirtland y algunos de ellos culparon erróneamente a José Smith por los problemas relacionados con ella.
La persecución organizada y las acciones violentas de las chusmas procedían de los residentes de la comunidad local y también de miembros que habían sido excomulgados o habían apostatado de la Iglesia.
Al aumentar la violencia, los santos y sus líderes ya no estaban a salvo en Kirtland, por lo que el Profeta, cuya vida estaba en grave peligro, huyó de Kirtland, en enero de 1838, hacia Far West, Misuri. Durante 1838, la mayoría de los santos fieles también se vieron obligados a partir. Dejaban atrás el templo edificado a Dios, un monumento de fe, consagración y sacrificio. Con el ejemplo de su vida, también dejaron atrás un legado permanente de obediencia fiel a los líderes ungidos del Señor y de sacrificio personal en la obra del Señor.