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Se establecen los cimientos de la Iglesia


Capítulo dos

Se establecen los cimientos de la Iglesia

La salida a luz del Libro de Mormón

Las visitas del ángel Moroni

La noche del 21 de septiembre de 1823, tres años después de que recibió la Primera Visión, José Smith oró al Señor pidiéndole perdón por las imprudencias de su juventud y por guía adicional. Como respuesta, el Señor le envió un mensajero celestial para darle instrucciones. José escribió:

“Me llamó por mi nombre, y me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal, o sea, que se iba a hablar bien y mal de mí entre todo pueblo.

“Dijo que se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes” (JS—H 1:33–34).

Moroni había sido el último Profeta que escribió en ese antiguo registro, y bajo la dirección del Señor, lo había sepultado en el cerro de Cumorah, junto con el Urim y Tumim que habían usado los Profetas en la antigüedad y que José Smith habría de usar para traducir el registro.

El ángel le indicó a José que fuera al cerro, que se encontraba cerca de allí, y le dijo muchas cosas importantes acerca de la obra del Señor en los últimos días; le dijo que cuando obtuviera las planchas, no debía mostrarlas a nadie a menos que el Señor se lo mandara. Moroni regresó a visitar a José dos ocasiones más en esa noche y de nuevo al día siguiente; en cada visita le repetía el mismo mensaje importante y le daba información adicional.

Al día siguiente, conforme a las instrucciones del ángel, José fue al cerro de Cumorah, y después relató lo ocurrido:

“Por el costado occidental del cerro, no lejos de la cima, debajo de una piedra de buen tamaño, yacían las planchas, depositadas en una caja de piedra. En el centro, y por la parte superior, esta piedra era gruesa y redonda, pero más delgada hacia los extremos; de manera que se podía ver la parte céntrica sobre la superficie del suelo, mientras que alrededor de la orilla estaba cubierta de tierra.

“Habiendo quitado la tierra, conseguí una palanca que logré introducir debajo de la orilla de la piedra, y con un ligero esfuerzo la levanté. Miré dentro de la caja, y efectivamente vi allí las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral, como lo había dicho el mensajero” (JS—H 1:51–52).

El ángel Moroni apareció y le dijo a José que regresara en un año, a la misma hora, y que continuarían sus reuniones anuales hasta llegar el momento de entregarle las planchas. En cada visita, Moroni le daba instrucciones acerca de lo que el Señor iba a hacer y cómo se debía dirigir Su reino (véase JS—H 1:27–54).

La obra de la traducción

El 22 de septiembre de 1827, después de cuatro años de preparación, Moroni le entregó las planchas de oro al profeta José y le dijo que comenzara la obra de la traducción. Emma Hale, con quien José se había casado a principios de ese mismo año, lo acompañó en esa ocasión y esperaba al pie del cerro de Cumorah cuando su esposo regresó con las planchas. Ella llegó a ser una ayuda importante para el Profeta y durante un breve período participó como uno de los escribientes del Libro de Mormón.

Debido a los esfuerzos enconados y constantes de una chusma local por robar las planchas de oro, José y Emma se vieron obligados a dejar su hogar en Manchester, Nueva York, y refugiarse en la casa de Isaac Hale, el padre de Emma, en Harmony, Pensilvania, a unos ciento noventa kilómetros al sureste de Manchester. Allí fue donde José comenzó a traducir las planchas. Poco tiempo después llegó su amigo Martin Harris, que era un próspero granjero, quien llegó a ser su escribiente.

Martin le pidió permiso a José para llevar a su casa ciento dieciséis páginas del material traducido para mostrárselas a miembros de su familia y comprobarles así la validez de la obra que estaban llevando a cabo. José le pidió permiso al Señor, pero la respuesta fue negativa. Martin le suplicó a José que preguntara de nuevo, y éste lo hizo con renuencia en dos ocasiones más; al fin recibió el permiso solicitado. Martin prometió mostrar el manuscrito sólo a ciertas personas, pero no cumplió su promesa, y las páginas del manuscrito fueron robadas. La pérdida le ocasionó un dolor inconsolable a José, quien pensó que todos sus esfuerzos por servir al Señor habían sido en vano. Imploró: “¿Qué haré? He pecado; fui yo quien tentó la ira de Dios. Debí haberme quedado satisfecho con la primera respuesta que recibí del Señor”.1

José se arrepintió sinceramente y después de un breve período en que le fueron quitadas las planchas y el Urim y Tumim, el Señor le perdonó y empezó a traducir otra vez. El Señor le indicó que no debía volver a traducir el material perdido, que contenía una historia secular, sino que debía traducir otras planchas preparadas por el profeta Nefi que cubrían el mismo período pero que contenían profecías más grandes de Cristo y otros escritos sagrados. El Señor había previsto la pérdida de las ciento dieciséis páginas y había inspirado a Nefi a preparar esta segunda historia. (Véase 1 Nefi 9; D. y C. 10:38–45; véase también D. y C. 3 y 10, revelaciones que se recibieron durante ese período.)

Durante esta época, José recibió la bendición de contar con la ayuda de Oliver Cowdery, joven maestro de escuela que fue guiado por el Señor hasta el hogar del Profeta. Oliver, que comenzó a escribir el 7 de abril de 1829, comentó lo siguiente acerca de esos días tan gloriosos: “Estos fueron días inolvidables: ¡Estar sentado oyendo el son de una voz dictada por la inspiración del cielo despertó la más profunda gratitud en este pecho!” (JS—H 1:71, nota al pie de página.)

Oliver también dijo: “Ese libro contiene la verdad… yo lo escribí a medida que provenía de los labios del Profeta. Contiene el evangelio sempiterno y llega para cumplir las revelaciones de Juan, quien vio venir un ángel con el evangelio sempiterno para predicarlo a toda nación, lengua y pueblo. Contiene principios de salvación, y si andamos por su luz y obedecemos sus preceptos, seremos salvos en el reino sempiterno de Dios”.2

En el transcurso de la obra, José y Oliver se dieron cuenta de que, debido a su dedicación a la traducción del registro, se habían quedado sin comida ni dinero; carecían incluso de los materiales necesarios para escribir. Al darse cuenta de la situación, decidió ayudarles un amigo del Profeta, Joseph Knight, padre, para quien anteriormente había trabajado. Él describió la naturaleza de su ayuda tan oportuna:

“Compré un barril de pescado y algo de papel rayado para escribir… Compré nueve o diez canastos de grano y cinco o seis de papas (patatas)”. Después fue a ver a los dos hombres en Harmony y relató que “José y Oliver habían partido en busca de un lugar donde pudieran trabajar a cambio de provisiones, pero no encontraron ninguno. Regresaron a casa y me encontraron a mí con provisiones, y se pusieron muy contentos, porque ya no tenían… Entonces se pusieron a trabajar y tuvieron suficientes provisiones que les duraron hasta terminar la traducción”.3

No es de sorprenderse que el profeta José haya dicho de ese hombre tan recto: “Dirán de él los hijos de Sión, mientras quede alguno, que este hombre fue un varón fiel en Israel; por tanto, su nombre nunca será olvidado”.4

Debido a que la persecución iba en aumento, en el mes de junio de 1829, José y Oliver salieron de Harmony y terminaron la traducción en la granja de Peter Whitmer en Fayette, Nueva York. El que esta obra se haya terminado en medio de circunstancias tan difíciles es en realidad un milagro de nuestros tiempos. Con escasa educación formal, José Smith dictó la traducción en poco más de dos meses de trabajo e hizo muy pocas correcciones. Hoy en día, el libro se publica esencialmente como él lo tradujo y ha sido la fuente del testimonio de millones de personas en todo el mundo. José Smith fue un poderoso instrumento en las manos del Señor para sacar a luz las palabras de los antiguos profetas y bendecir así a los santos en los últimos días.

Testigos del Libro de Mormón

Mientras el profeta José Smith se encontraba en Fayette, el Señor reveló que Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris serían tres testigos especiales a quienes se les permitiría ver las planchas de oro (véase 2 Nefi 27:12; Éter 5:2–4; D. y C. 17). Ellos tres, junto con José, podrían testificar del origen y de la veracidad de este registro antiguo.

David Whitmer explicó: “Fuimos a la arboleda cercana y nos sentamos en un tronco para hablar un rato, después de lo cual nos arrodillamos a orar. José pronunció la oración. Después de levantarnos nos sentamos de nuevo en el tronco para conversar, cuando de pronto descendió una luz que nos envolvió en un gran círculo; el ángel estaba ante nosotros”. Ese ángel era Moroni, y David dijo que “estaba vestido de blanco, y habló, llamándome por mi nombre, y dijo: ‘Bienaventurado el que guarda Sus mandamientos’. Ante nosotros había una mesa y sobre ella se colocaron los registros: los registros de los nefitas, de los cuales se tradujo el Libro de Mormón; las planchas de bronce; la esfera directora; la espada de Labán y otras planchas”.5 Mientras los hombres miraban estos objetos, escucharon una voz que dijo: “Estas planchas han sido reveladas por el poder de Dios y traducidas por el poder de Dios. Su traducción, la cual habéis visto, es correcta y os ordeno dar testimonio de lo que ahora veis y oís”.6

Poco después de este acontecimiento, en un lugar apartado cerca de la casa de la familia Smith en Manchester, Nueva York, José Smith les mostró las planchas a ocho testigos adicionales, quienes las pudieron palpar. En las primeras páginas del Libro de Mormón se encuentran registrados los testimonios de ambos grupos de testigos.

La predicación con el Libro de Mormón

Terminada la obra de traducción, el Profeta hizo arreglos con Egbert B. Grandin, de Palmyra, para imprimir el Libro de Mormón. Martin Harris hizo un convenio hipotecario con el señor Grandin para garantizar el pago de los $3.000 dólares que cobraba por imprimir 5.000 ejemplares.

Los primeros ejemplares del Libro de Mormón se vendieron al público en la Librería E. B. Grandin, el 26 de marzo de 1830. Samuel Smith fue uno de los primeros misioneros en usar el tomo recién impreso; y en abril de 1830 visitó la posada Tomlinson en el municipio de Mendon, Nueva York, y allí le vendió un ejemplar del libro al joven Phinheas Young, hermano de Brigham Young.

En junio regresó por el mismo camino, y esta vez, en Bloomfield, Nueva York, dejó un ejemplar del Libro de Mormón en casa de John P. Greene. Él se había casado con Rhoda Young, hermana de Brigham Young. La siguiente persona que tuvo contacto con el libro fue John Young, padre de Brigham. Él se lo llevó a casa, lo leyó, y dijo que “era la obra más grandiosa y carente de error de todas las que había visto, incluso la Biblia”.7

A pesar de que desde la primavera de 1830 tanto los misioneros como los miembros de su propia familia le habían hablado acerca del contenido del libro, Brigham Young necesitaba el tiempo necesario para investigarlo concienzudamente. Él dijo: “Examiné el asunto detenidamente durante dos años antes de resolverme a recibir ese libro. Sabía que era verdadero, con la misma seguridad de que podía ver con los ojos, sentir con los dedos y ser sensible a cualquier cosa a través de mis sentidos. Si este no hubiera sido el caso, nunca lo habría aceptado hasta la fecha… Quise tener suficiente tiempo para comprobarlo todo por mí mismo”.8

Brigham Young fue bautizado el 14 de abril de 1832. Después de su bautismo y confirmación, registró: “Según las palabras del Salvador, sentí un espíritu humilde, como de niño, testificar que mis pecados eran perdonados”.9 Más tarde, llegaría a ser Apóstol, y con el tiempo, el segundo Presidente de la Iglesia.

La restauración del Sacerdocio Aarónico y de Melquisedec

En septiembre de 1823, cuando el ángel Moroni se reunió por primera vez con José Smith en el cerro de Cumorah, le dio instrucciones importantes tocante a la restauración de la autoridad del sacerdocio en la tierra, incluso la siguiente declaración: “Cuando [las planchas de oro] sean interpretadas, el Señor dará el santo sacerdocio a algunos que comenzarán a proclamar este evangelio y a bautizar por agua, y después tendrán poder para impartir el Espíritu Santo mediante la imposición de manos”.10

En la primavera de 1829, José participó en el cumplimiento parcial de las palabras del ángel. Al estar traduciendo el Libro de Mormón, él y Oliver Cowdery encontraron que se hacía referencia al bautismo para la remisión de pecados. El 15 de mayo pidieron en oración al Señor mayor conocimiento sobre el tema. En las orillas del río Susquehanna, al estar ofreciendo su petición, los dos hombres recibieron la visita de un mensajero celestial que se presentó como Juan el Bautista, de los tiempos del Nuevo Testamento. Él impuso las manos sobre la cabeza de José y de Oliver, y dijo: “Sobre vosotros, mis consiervos, en el nombre del Mesías, confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados” (D. y C. 13:1).

Después de dicha ordenación, José y Oliver se bautizaron el uno al otro, según el mandato de Juan el Bautista, y se ordenaron al Sacerdocio Aarónico. Juan les dijo que “este Sacerdocio Aarónico no tenía el poder de imponer las manos para comunicar el don del Espíritu Santo, pero que se nos conferiría más adelante”. También dijo que “obraba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, sacerdocio que nos sería conferido, dijo él, en el momento oportuno” (JS—H 1:70, 72; véase también 1:68–72).

De esa experiencia, el Profeta dijo: “Inmediatamente después de salir del agua, tras haber sido bautizados, sentimos grandes y gloriosas bendiciones de nuestro Padre Celestial. No bien hube bautizado a Oliver Cowdery, cuando el Espíritu Santo descendió sobre él, y se puso de pie y profetizó muchas cosas que habían de acontecer en breve. Igualmente, en cuanto él me hubo bautizado, recibí también el espíritu de profecía y, poniéndome de pie, profeticé concerniente al desarrollo de esta Iglesia, y muchas cosas más que se relacionaban con ella y con esta generación de los hijos de los hombres. Fuimos llenos del Espíritu Santo, y nos regocijamos en el Dios de nuestra salvación” (JS—H 1:73).

Posteriormente, Pedro, Santiago y Juan se aparecieron a José y a Oliver y les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec, así como las llaves del reino de Dios (véase D. y C. 27:12–13; 128:20). El Sacerdocio de Melquisedec es la autoridad máxima dada al hombre sobre la tierra. Con esta autoridad el profeta José Smith pudo organizar la Iglesia de Jesucristo en esta dispensación y comenzar a establecer los diversos quórumes del sacerdocio, tal como se conocen en la Iglesia hoy en día.

La organización de la Iglesia

El Señor le reveló a José Smith que la Iglesia de Jesucristo de esta dispensación debía organizarse el día 6 de abril de 1830 (véase D. y C. 20:1). Se enviaron notificaciones a creyentes y amigos, y unos cincuenta y seis hombres y mujeres se congregaron en la cabaña de troncos de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York. El Profeta escogió a seis hombres para ayudar en la organización “de acuerdo con las leyes del país, por la voluntad y el mandamiento de Dios” (D. y C. 20:1).

El Profeta registró: “Habiendo comenzado la reunión con oración solemne a nuestro Padre Celestial y de conformidad con el mandamiento recibido, procedimos a preguntar a nuestros hermanos si nos aceptaban como sus maestros en lo perteneciente al reino de Dios, y si estaban satisfechos de que debíamos proceder a organizarnos como Iglesia de acuerdo con dicho mandamiento. Por votación unánime consintieron a las diversas propuestas”.11

Con el consentimiento de los presentes, José ordenó a Oliver élder de la Iglesia y Oliver ordenó élder al Profeta, siguiendo las indicaciones que habían recibido del Señor. La Santa Cena se bendijo y se repartió a los miembros presentes. Los que habían sido bautizados fueron confirmados y se les dio el don del Espíritu Santo. El Profeta dijo que “el Espíritu Santo se derramó en abundancia: algunos profetizaron, mientras que todos alabamos a Dios y nos regocijamos en extremo”.12 Durante la reunión, José recibió una revelación en la que el Señor instruyó a la Iglesia que debía hacer caso de las palabras del Profeta como si vinieran del Señor mismo (véase D. y C. 21:4–6).

Los elementos presentes en aquella reunión de 1830 siguen vigentes en la Iglesia hoy en día: se ejerce la ley del acuerdo común, se canta, se ora, se participa de la Santa Cena, se expresan testimonios personales, se confiere el don del Espíritu Santo mediante la imposición de manos, hay ordenaciones, revelación personal y revelación por medio de los oficiales del sacerdocio.

Lucy Mack Smith, madre de José, escribió acerca de una tierna escena que ocurrió el día en que se bautizó Joseph Smith, padre, el padre del Profeta: “Cuando el señor Smith salió del agua, José se encontraba en la orilla, y, tomando a su padre de la mano, con lágrimas en los ojos, exclamó: ‘¡Alabado sea mi Dios, porque he vivido para ver a mi propio padre bautizarse en la Iglesia verdadera de Jesucristo!’ ”.13 En cuanto a ese mismo momento, el hermano Joseph Knight, padre, dijo: “[El Profeta] fue lleno del Espíritu en abundancia… Su gozo parecía ser completo. Creo que vio la gran obra que él había comenzado y sentía el gran deseo de llevarla a cabo”.14

Entre padre e hijo existían fuertes lazos de amor. Más tarde, en un elogio funerario a su padre, el Profeta dijo: “Amo a mi padre y su memoria, y el recuerdo de sus actos nobles descansa con un peso poderoso sobre mi mente, y muchas de sus bondadosas palabras paternales se han quedado para siempre grabadas en mi corazón”.15

El amor que existía entre el Profeta y su padre también caracterizó la relación de Joseph Smith, padre, con su propio padre, Asael Smith. En agosto de 1830, Joseph Smith, padre, llevó ejemplares del Libro de Mormón hacia el noreste, al condado de St. Lawrence, Nueva York, para dárselos a sus padres y hermanos. Asael Smith leyó casi todo el libro antes de fallecer en octubre de 1830 y declaró que su nieto, José Smith, hijo, “era, de hecho, el Profeta que por mucho tiempo sabía que llegaría a través de su familia”.16 Con el tiempo, tres hijos más de Asael se unieron a la Iglesia: Silas, John y Asael, hijo. El Profeta tuvo el privilegio de ver a toda su familia inmediata sumergirse en las aguas del bautismo, así como muchos miembros de la familia de su padre.

Sidney Rigdon, quien más tarde llegó a ser miembro de la Primera Presidencia, habló de los humildes comienzos de la Iglesia y de la gran visión del futuro que tenían los organizadores aun en ese entonces: “Me reuní con la Iglesia entera de Cristo en una pequeña cabaña de troncos de nueve metros cuadrados cerca de Waterloo, Nueva York, y comenzamos a hablar del reino de Dios como si tuviéramos el mundo a nuestros pies; hablamos con gran confianza… aunque no había muchas personas presentes… vimos en visión a la Iglesia de Dios, mil veces más grande… y al mundo en total desconocimiento del testimonio de los profetas y del conocimiento de lo que Dios estaba a punto de hacer”.17

Los acontecimientos que tuvieron lugar el 6 de abril de 1830, en el occidente del estado de Nueva York, han cambiado la vida de millones de personas. De un puñado de conversos en una pequeña cabaña de troncos, el Evangelio se ha esparcido por todo el mundo. En la actualidad, la Iglesia está establecida en muchas tierras, a menudo en circunstancias tan humildes como las que formaron parte de la organización original en Fayette. Los santos de todo el mundo se regocijan y hallan solaz en la promesa del Salvador: “Donde estén dos o tres congregados en mi nombre… he aquí, allí estaré yo en medio de ellos” (D. y C. 6:32).

El traslado a Ohio: El recogimiento del Israel de los últimos días

La persecución en Colesville

Durante el mismo mes en que se organizó la Iglesia, el profeta José Smith fue a una misión para enseñar a sus amigos, la familia de Joseph Knight, padre, que residían en Colesville, Nueva York. El 28 de junio, muchos miembros de la familia Knight y sus amistades estaban preparados para hacer el convenio bautismal.

En Colesville había una fuerte oposición a la prédica del Evangelio, y una chusma intentó detener los bautismos destruyendo la represa que los hermanos habían construido para retener el agua; no obstante, la repararon al poco tiempo. Joseph Knight, hijo, describió las medidas extremas a las que recurrieron los enemigos de la fe: “Cuando regresábamos de los [bautismos], nos encontramos con muchos de nuestros vecinos que nos señalaban y nos preguntaban si habíamos estado bañando ovejas… Esa noche volcaron nuestros carromatos, les echaron leña encima, algunos los hundieron en el agua, colocaron vigas contra las puertas, hundieron las cadenas en el arroyo e hicieron muchas maldades”.18

Al mismo tiempo, los de la oposición intentaron aislar al Profeta haciéndolo arrestar y enjuiciar como alborotador; sin embargo, Joseph Knight, padre, contrató abogados que en poco tiempo lo exoneraron de todos los cargos.

Siempre que la Iglesia lleva a cabo adelantos importantes, parece que el adversario de toda rectitud hace un esfuerzo enconado por detener el crecimiento del reino de Dios, pero los dedicados santos de Dios superan los problemas y se fortalecen, tal como lo hicieron los santos de Colesville, quienes se organizaron en una rama fuerte y unida.

Se mandan misioneros a los indios norteamericanos

En septiembre y octubre de 1830, cuatro jóvenes fueron llamados por revelación para llevar el Evangelio y el mensaje del Libro de Mormón a los indígenas de las Américas, que eran descendientes de los pueblos del Libro de Mormón. Esos misioneros fueron Oliver Cowdery, Peter Whitmer, hijo, Parley P. Pratt y Ziba Peterson (véase D. y C. 28:8; 30:5–6, 32). Viajaron cientos de kilómetros bajo condiciones sumamente difíciles y lograron predicar a los indios Catteraugus, cerca de Buffalo, Nueva York; a los indios Wyandot de Ohio; y por último a los indios Delaware que vivían en la parte occidental del estado de Misuri. Pero su mayor éxito lo tuvieron entre los pobladores de Kirtland, Ohio, y sus alrededores, donde convirtieron a ciento veintisiete personas. Al poco tiempo de que los misioneros se fueron, el número de santos en Ohio aumentó a cientos de personas más, debido a la obra de proselitismo que llevaron a cabo los miembros que quedaron allí.

El llamado de congregarse en Ohio

Sidney Rigdon, quien había sido clérigo y ahora era un converso reciente del área de Kirtland, y su amigo Edward Partridge, que no era miembro de la Iglesia, estaban ansiosos por conocer al Profeta y aprender más acerca de las enseñanzas de la Iglesia. En diciembre de 1830 viajaron más de 400 kilómetros a Fayette, Nueva York, para ver a José Smith. Le pidieron que le preguntara al Señor cuál era Su voluntad para con ellos y para los miembros de Kirtland. Como respuesta, el Señor reveló que los santos de Nueva York debían congregarse en Ohio (véase D. y C. 37:3). En la tercera y última conferencia de la Iglesia en Nueva York, que se llevó a cabo en la granja de la familia Whitmer el 2 de enero de 1831, el Señor repitió Su instrucción a los miembros:

“Y para que os escapéis del poder del enemigo y vengáis a mí, un pueblo justo, sin mancha e irreprochable, fue por lo que os di el mandamiento de trasladaros a Ohio; y allí os daré mi ley, y allí seréis investidos con poder de lo alto” (D. y C. 38:31–32). Este fue el primer llamado en esta dispensación para que los santos se congregaran.

Aunque unos cuantos miembros decidieron no deshacerse de sus propiedades para emprender el largo camino desde Nueva York hasta Ohio, la mayoría de los santos hizo caso a la voz del Pastor para congregar a Israel. Newel Knight es un buen ejemplo de los discípulos que siguieron la dirección de los líderes del sacerdocio y respondieron al llamado:

“Al regresar a casa después de la conferencia, y en obediencia al mandato que se había dado, junto con los miembros de la rama Colesville comencé a hacer los preparativos para ir a Ohio… Como era de esperarse, fue necesario hacer grandes sacrificios con nuestras propiedades. Dediqué la mayor parte de mi tiempo a visitar a los hermanos y a ayudarles a arreglar sus asuntos, a fin de que pudiéramos viajar todos juntos en una sola compañía”.19

Joseph Knight, padre, es también un ejemplo de aquellos que estuvieron dispuestos a hacer sacrificios en la venta de sus propiedades con tal de reunirse con el Profeta en Ohio. El aviso sencillo que publicó en el periódico Broome Republican dice mucho en cuanto a su dedicación al Evangelio: “La granja que actualmente ocupa Joseph Knight, situada en el pueblo de Colesville, cerca del puente de Colesville, lindada en un extremo por el río Susquehanna, y de aproximadamente cincuenta y ocho hectáreas. En dicha granja hay dos casas, un buen granero y una buena huerta. Los términos de la venta serán favorables para el comprador”.20 Unos 68 miembros de Colesville emprendieron el viaje a Ohio, a mediados de abril de 1831.

Ochenta de los miembros de la rama de Fayette y cincuenta de la rama de Manchester fueron igualmente obedientes al mandato del Señor, y dejaron sus hogares a principios de mayo de 1831. Se le pidió a Lucy Mack Smith, madre del Profeta, que se hiciera cargo del éxodo de los miembros de Fayette. Cuando llegaron a Buffalo, Nueva York, se dieron cuenta de que el puerto del lago Erie estaba atascado con bloques de hielo, y el barco de vapor en el que iban los santos de Fayette no pudo zarpar. En esta situación difícil, la hermana Smith pidió a los miembros que ejercieran su fe: “Ahora, hermanos y hermanas, si todos elevan sus peticiones al cielo para que se rompa el hielo y seamos liberados, tan seguro como que el Señor vive, así se hará”. En ese mismo momento se escuchó un ruido “como un gran trueno”. El hielo se separó y se formó un angosto paso por donde el barco pudo zarpar. Apenas lo hubo hecho, el paso se volvió a cerrar, pero ya se encontraban en mar abierto y pudieron continuar su jornada. Después de este milagroso escape, se llamó a la compañía a una reunión de oración para expresar su gratitud a Dios por la gran misericordia que había tenido para con ellos.21

Para mediados de mayo, todos los miembros de las ramas de la Iglesia de Nueva York habían podido viajar por barco a través del lago Erie hasta Fairport Harbor, Ohio, donde otros santos los recibieron y los llevaron a los municipios de Kirtland y Thompson. Había comenzado el gran recogimiento del Israel de los últimos días. Ahora los santos se hallaban en una situación tal que podían recibir todos juntos la instrucción de los siervos escogidos del Señor, ser instruidos en cuanto a Sus leyes y edificar santos templos.

Notas

  1. Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith, 1958, pág. 128.

  2. Reuben Miller Journals, 1848–1949, 21 de oct. de 1848; Departamento Histórico, División de Archivos, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, citado en adelante como Archivos de la Iglesia SUD. Véase también de Gordon B. Hinckley, “Magnifiquemos nuestro llamamiento”, Liahona, julio de 1989, pág. 59.

  3. Dean Jessee, editor, “Joseph Knight’s Recollection of Early Mormon History”, BYU Studies, otoño de 1976, pág. 36.

  4. History of the Church, 5:124–125.

  5. The Saints’ Herald, 1º de marzo de 1882, pág. 68.

  6. History of the Church, 1:55.

  7. History of Brigham Young, Millenial Star, 6 de junio de 1863, pág. 361.

  8. Brigham Young, en Journal of Discourses, 3:91.

  9. History of Brigham Young, Millennial Star, 11 de julio de 1863, pág. 438.

  10. “Letter from Oliver Cowdery to W. W. Phelps”, Latter-day Saints’ Messenger and Advocate, octubre de 1835, pág. 199.

  11. History of the Church, 1:78.

  12. History of the Church, 1:78.

  13. Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith, pág. 168.

  14. Citado por Dean Jessee, editor, en “Joseph Knight’s Recollection of Early Mormon History”, pág. 37.

  15. History of the Church, 5:126.

  16. History of the Church, 2:443.

  17. “Conference Minutes”, Times and Seasons, 1º de mayo de 1844, págs. 522–523.

  18. Joseph Knight Autobiographical Sketch, 1862; Archivo Histórico de la Iglesia SUD.

  19. Newel Knight, citado en “A Study of the Origins of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints in the States of New York and Pennsylvania, 1816–1831” de Larry Porter, disertación para doctorado, Brigham Young University, 1971, pág. 296.

  20. Broome Republican, 5 de mayo de 1831; citado en “A Study of the Origins of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints”, de Larry Porter, págs. 298–299; cursiva agregada.

  21. Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith, pág. 204.