Capítulo cuarto
El establecimiento de Sión en Misuri
Los primeros años en Misuri
A la vez que los santos se esforzaban por edificar el reino de Dios en Kirtland, Ohio, muchos miembros de la Iglesia padecían grandes dificultades en el condado de Jackson, Misuri.
Cuando se les pidió a los santos de Colesville, Nueva York, que dejaran sus hogares para congregarse en Kirtland, lo hicieron de buena gana (véase la página 19), pero al llegar a Ohio a mediados del mes de mayo de 1831, se dieron cuenta de que la tierra que habían apartado para ellos no estaba disponible. El profeta José Smith oró al Señor sobre la condición de estos santos. Acababa de recibir la revelación que le instruía que él, Sidney Rigdon y veintiocho élderes más debían hacer una misión de proselitismo en Misuri, y el Señor le reveló que los santos de Colesville también debían viajar “a la tierra de Misuri” (D. y C. 54:8). Ellos fueron el primer grupo de santos que se estableció en la tierra que llegaría a conocerse como Sión.
Newel Knight, presidente de la Rama de Colesville, inmediatamente reunió a su gente. Emily Coburn relató: “Ciertamente éramos una banda de peregrinos que habíamos salido a buscar una tierra mejor ”.1 Cuando llegaron a Wellsville, Ohio, abordaron un buque de vapor y viajaron por los ríos Ohio, Misisipí y Misuri hasta llegar al condado de Jackson, Misuri. El capitán del vapor dijo que eran “los emigrantes más pacíficos y callados que jamás había llevado hacia el Oeste; ‘no blasfemaban ni usaban malas palabras, no participaban en juegos de azar ni tomaban alcohol’ ”.2
Valiéndose de una ruta terrestre, el Profeta y otros líderes de la Iglesia se apresuraron a adelantarse a los santos de Colesville y a hacer los preparativos para ubicarlos en el condado de Jackson. El grupo del Profeta llegó a Independence, Misuri, el 14 de julio de 1831. Después de explorar el territorio y orar para invocar la ayuda divina, el Profeta dijo: “[El Señor] se manifestó ante mí y nos designó a mí y a otros el lugar exacto donde deseaba comenzar la obra del recogimiento y la edificación de una ciudad santa que se llamaría Sión”.3
Esta revelación especificaba que Misuri era el lugar que el Señor designaba para el recogimiento de los santos, y que “el lugar que ahora se llama Independence es el lugar central; y el sitio para el templo se halla hacia el Oeste, en un solar no lejos del juzgado” (D. y C. 57:3). Los santos debían comprar todo terreno hacia el Oeste de esa ciudad hasta la línea divisoria entre el estado de Misuri y el territorio indio (véase D. y C. 57:1–5).
José Smith y el obispo Partridge adquirieron terrenos para la Rama de Colesville en el municipio de Kaw, a unos diecinueve kilómetros al oeste de Independence. El 2 de agosto de 1831, después de la llegada de los miembros de la rama, se llevó a cabo una ceremonia llena de simbolismo. Doce hombres, que representaban a las doce tribus de Israel, llevaron un tronco de roble recién cortado y lo colocaron atravesado sobre una piedra que había puesto Oliver Cowdery, estableciendo así la fundación simbólica del establecimiento de Sión. Con esos comienzos tan humildes, los santos construyeron un edificio que se usó como centro de reuniones y también como escuela.4
Al día siguiente, un grupo de hermanos se reunió en un lugar elevado a menos de un kilómetro al oeste del palacio de justicia de Independence. El profeta José Smith colocó la piedra angular del futuro templo y lo dedicó en el nombre del Señor. El punto central de la tierra de Sión sería la casa del Señor.5
El Profeta regresó a Kirtland mientras el obispo Edward Partridge comenzó a entregar parcelas a los santos del condado de Jackson, quienes eran sumamente pobres y no tenían ni siquiera tiendas de campaña para protegerlos de las inclemencias del tiempo mientras construían sus cabañas. Tampoco tenían casi ningún implemento agrícola hasta que se enviaron grupos de hombres a St. Louis, a más de trescientos kilómetros al este, para obtenerlos. Una vez que los santos tuvieron lo necesario, comenzaron a cultivar la tierra. Emily Coburn, muy impresionada por lo que veía, relató: “El ver cuatro o cinco yuntas de bueyes cultivando la tierra fértil, era en verdad algo bastante raro. En rápida sucesión se levantaron cercos y se hicieron otras mejoras. Las cabañas para las familias se construyeron y se prepararon con la mayor rapidez posible en base al tiempo, al dinero y a la mano de obra”.6
A pesar de las dificultades de la frontera, los santos de Colesville permanecieron felices y con buen ánimo. Parley P. Pratt, quien se estableció entre ellos, dijo: “Disfrutamos de muchas temporadas felices, de nuestros servicios de adoración y otras reuniones; el Espíritu del Señor se derramó sobre nosotros, aun sobre los pequeños, a tal grado que muchos niños de ocho, diez o doce años de edad hablaron, oraron y profetizaron en nuestras reuniones y en los momentos de adoración familiar. En esta pequeña Iglesia en el desierto, existía un espíritu de paz y unión, de amor y buena voluntad, cuyo recuerdo siempre atesoraré en mi corazón”.7
Los santos fueron bendecidos con una segunda visita del Profeta y de Sidney Rigdon en abril de 1832. Estos líderes acababan de vivir una experiencia sumamente dolorosa en la granja de John Johnson en Hiram, Ohio, donde habían estado trabajando en la traducción de la Biblia. Durante la noche, una chusma de enemigos de la Iglesia había sacado a José Smith a rastras de su hogar: habían intentado sofocarlo, lo desvistieron y le cubrieron el cuerpo con brea y plumas. A Sidney Rigdon lo tomaron de los pies y lo arrastraron por la tierra congelada y áspera, causándole graves heridas en la cabeza.
Ahora, en contraste con ese ultraje, se encontraban a salvo entre sus amigos. José Smith afirmó que había “recibido una bienvenida como la que sólo se conoce entre los hermanos y las hermanas que están unidos en una misma fe, el mismo bautismo, y apoyados por el mismo Señor. La Rama de Colesville, en particular, se regocijó como los santos de la antigüedad lo hicieron con Pablo. Es bueno regocijarse con el pueblo de Dios”.8
La persecución en el condado de Jackson
Con el fin de obedecer el mandato del Señor, el obispo Partridge compró cientos de hectáreas de terrenos en el condado de Jackson para los santos que emigraban de Ohio y otros lugares. Inicialmente, los líderes establecieron las Ramas de Independence, Colesville, Whitmer, Big Blue y Prairie para acomodar a estos miembros. Para finales de 1833 se había establecido un total de diez ramas.9 Probablemente había más de mil miembros presentes cuando las ramas combinadas se reunieron en el río Big Blue, en abril de 1833, para celebrar el tercer aniversario de la fundación de la Iglesia. Newel Knight dijo que esa congregación era la primera conmemoración de su tipo en Sión y que los santos exhibieron un espíritu de regocijo. Sin embargo, además observó que “cuando los santos se regocijan, el diablo se enoja, y sus hijos y siervos participan del espíritu de él”.10
Antes de finalizar el mes de abril, se manifestó el espíritu de persecución. Desde el principio, los ciudadanos locales habían advertido a los miembros de la Iglesia que no estaban muy contentos con la llegada de tantos Santos de los Últimos Días, porque temían que pronto tendrían más poder político que ellos. Los santos procedían primordialmente de los estados del norte y en general se oponían a la esclavitud de la raza negra, que en esa época era legal en el estado de Misuri. Otros asuntos que les preocupaban era la creencia de los santos en el Libro de Mormón como escritura, la afirmación de que el condado de Jackson habría de ser finalmente su Sión, y la aseveración de que eran guiados por un profeta. Además, la acusación de que mantenían contacto con los indios despertó las sospechas de los ciudadanos locales.
Los miembros de la oposición hicieron circular una petición, a veces conocida como la constitución secreta, para obtener las firmas de los que estuvieran dispuestos a eliminar al “azote mormón”. Los sentimientos de animosidad llegaron al punto culminante el 20 de julio de 1833, cuando una chusma de 400 hombres se congregó en el palacio de justicia de Independence para coordinar sus esfuerzos en contra de los miembros. Exigieron por escrito a los líderes de la Iglesia que los santos abandonaran el condado de Jackson; dejaran de imprimir su periódico The Evening and the Morning Star; y no permitieran que ningún otro miembro llegara al condado de Jackson. Cuando la chusma se enteró de que los líderes no aceptaron esas demandas ilegales, atacó la oficina del periódico, que también era el hogar del editor, William W. Phelps, robaron la imprenta y destruyeron el edificio.
La destrucción del Libro de Mandamientos
El proyecto más importante que se estaba imprimiendo en la oficina del periódico era el Libro de Mandamientos, la primera recopilación de las revelaciones recibidas por el profeta José Smith. Cuando la chusma atacó el edificio, tiraron las páginas sueltas del libro a la calle. Al ver lo que ocurría, dos jovencitas Santos de los Últimos Días, Mary Elizabeth Rollins y su hermana Caroline, exponiendo su propia vida, trataron de rescatar todo lo que les fue posible. Mary Elizabeth relató:
“[La chusma] sacó unas hojas grandes de papel y dijeron: ‘Aquí están los mandamientos mormones’. Mi hermana Caroline y yo estábamos junto a la cerca observándolos; cuando hablaron de los mandamientos decidí conseguir algunas de las hojas. Mi hermana me dijo que si yo iba, ella también iría, pero dijo: ‘Nos van a matar’ ”. Mientras la chusma estaba ocupada en un extremo de la casa, las dos jovencitas corrieron y recogieron todas las hojas preciosas que pudieron. Los hombres las vieron y les ordenaron que se detuvieran pero, según el informe de Mary Elizabeth: “Corrimos lo más rápido que pudimos. Dos de los atacantes nos persiguieron; cuando vimos un hoyo en la cerca, pasamos y entramos a un maizal muy grande, pusimos las hojas en el suelo y las cubrimos con nuestro cuerpo. El maizal tenía aproximadamente un metro y medio o más de altura, y era muy denso. Ellos nos buscaron por mucho tiempo y llegaron a estar muy cerca de nosotras, pero no nos encontraron”.
Cuando los rufianes se fueron, las jovencitas se dirigieron a un viejo establo de troncos. Allí, según informó Mary Elizabeth, vieron que “la hermana Phelps y sus hijos llevaban hierba entre los brazos para acomodarla en un lado del establo y poner encima sus camas. Ella me preguntó qué era lo que llevaba, y yo le dije; entonces ella tomó los papeles… Los encuadernaron en libros pequeños y me enviaron uno, el cual atesoro grandemente”.11
Embrean y empluman al obispo Partridge
En seguida, los de la chusma se llevaron al obispo Partridge y a Charles Allen a la plaza pública de Independence y les mandaron que repudiaran el Libro de Mormón y abandonaran el condado. El obispo Partridge dijo: “Les dije que los santos habían padecido persecución en todas las épocas del mundo; que yo no había hecho nada que ofendiera a nadie; que si me maltrataban, atropellarian una persona inocente; que yo estaba dispuesto a padecer por Cristo, pero que no estaba dispuesto a abandonar el condado”.
Con ese rechazo, desvistieron a los hombres y les cubrieron el cuerpo con brea y plumas. El obispo Partridge observó: “Soporté el ultraje con tal resignación y mansedumbre que pareció asombrar a la multitud, la que me permitió retirarme en silencio. Muchos de ellos se veían muy solemnes, y pensé que seguramente había conmovido sus corazones. Y en cuanto a mi persona, me sentía tan lleno del Espíritu y del amor de Dios, que no sentía odio contra mis perseguidores ni nadie más”.12
La batalla del río Big Blue
La chusma regresó el 23 de julio, y los líderes de la Iglesia se ofrecieron como rescate si dejaban tranquilos a los Santos, pero la chusma amenazó con dañar a la Iglesia entera y obligó a los hermanos a acceder a que todos los Santos de los Últimos Días abandonaran el condado. Ya que las acciones de la chusma eran ilegales e iban en contra de la Constitución de los Estados Unidos y la del estado de Misuri, los líderes de la Iglesia procuraron la ayuda de Daniel Dunklin, el gobernador del estado. Él les informó en cuanto a sus derechos civiles y les indicó que debían conseguir un abogado. Se contrató a Alexander W. Doniphan y a otros para representar a la Iglesia, acción que enfureció aún más a la chusma.
Al principio, los Santos de los Últimos Días trataron de evitar un conflicto directo; sin embargo, el maltrato físico a los miembros y la destrucción de sus propiedades llevó con el tiempo a una batalla cerca del río Big Blue. En el encuentro murieron dos miembros de la chusma y los santos perdieron a Andrew Barber. Philo Dibble recibió tres balazos en el estómago; Newel Knight lo ungió, con resultados milagrosos. El hermano Dibble relató:
“El hermano Newel Knight vino a verme y se sentó a un lado de la cama… Sentí que el Espíritu descendía sobre mí en la coronilla de la cabeza antes de que las manos de él me tocaran, e inmediatamente supe que sanaría… Me levanté en seguida y arrojé tres litros o más de sangre, con algunos pedazos de tela que habían penetrado en mi cuerpo con las balas. Después me vestí y salí… Desde ese momento, no perdí ni una sola gota de sangre ni jamás sentí el más mínimo dolor ni molestia como resultado de mis heridas, excepto que estuve un poco débil por la pérdida de sangre”.13
El gobernador Dunklin intercedió e instruyó al coronel Thomas Pitcher que desarmara a ambos bandos; sin embargo, el coronel simpatizaba con la chusma y les quitó las armas a los santos y se las entregó a la chusma. Los santos indefensos fueron atacados y sus hogares fueron destruidos. Los varones tuvieron que buscar refugio en los bosques o padecer severas palizas. Finalmente, los líderes de la Iglesia pidieron a los santos que juntaran sus pertenencias y huyeran del condado de Jackson.
Un refugio en el condado de Clay
A fines de 1833, la mayoría de los santos cruzó el río Misuri hacia el norte, al condado de Clay, donde encontraron un refugio provisional, según lo describe Parley P. Pratt:
“Ambos lados del balsadero se comenzaron a llenar de hombres, mujeres y niños, de mercancía, carromatos, cajas, provisiones, etc., mientras que la balsa trabajaba incesantemente. Al caer la noche, la base de la arboleda casi había cobrado la apariencia de un campamento. En todas direcciones se veían cientos de personas, algunas en tiendas de campaña y otras al aire libre alrededor de sus fogatas, mientras la lluvia caía en forma torrencial. Los esposos preguntaban por sus esposas y ellas por sus esposos; los padres buscaban a sus hijos y los hijos a los padres. Algunos tuvieron la buena fortuna de escapar con su familia, sus posesiones y algunas provisiones, mientras que otros no sabían dónde se encontraban sus amigos y habían perdido todas sus pertenencias. La escena… habría derretido el corazón de muchas personas sobre la tierra, con excepción de nuestros ciegos opresores, y una comunidad ignorante y ciega”.14
Fue así como se frustró temporariamente la oportunidad de los santos de edificar Sión y un templo a su Dios en el condado de Jackson. Aproximadamente 1.200 miembros de la Iglesia entonces hicieron lo necesario para sobrevivir un invierno inhóspito a la orilla del río, en el condado de Clay. Algunos se albergaron en carromatos o tiendas de campaña o en hoyos que cavaron en las laderas del cerro, mientras que otros ocuparon cabañas abandonadas. Newel Knight sobrevivió el invierno en un “wigwam”, una vivienda india hecha de palos y pieles de animal.
Uno de los primeros edificios que los santos construyeron en el condado de Clay fue un pequeño centro de reuniones de troncos donde pudieran adorar al Señor. Allí “no se olvidaron de dar gracias al Dios Todopoderoso por haberlos librado de las manos de sus enemigos ni de invocar su protección para el futuro, pidiéndole que ablandara el corazón de las personas a las que habían acudido y que pudieran encontrar entre ellos algo con qué sostenerse”.15
La persecución del Campo de Sión
Tal como se describió en el capítulo 3 de este manual, el Señor mandó a José Smith reunir un grupo de hombres para marchar desde Kirtland hasta Misuri con el fin de ayudar a los santos que habían sido expulsados de sus tierras en el condado de Jackson. Cuando el Campo de Sión llegó a la región este del condado de Clay, Misuri, a finales de junio de 1834, una chusma de más de 300 personas salió a encontrarlos, decididos a destruirlos. Bajo la dirección del profeta José, los hermanos acamparon en la confluencia de los ríos Little Fishing y Big Fishing.
La chusma comenzó a atacar al grupo con cañones, pero el Señor estaba peleando la batalla de los santos. Pronto se comenzaron a formar nubes en el cielo. El Profeta describió las circunstancias de la siguiente manera: “Comenzó a llover y a granizar… La tormenta fue tremenda; el viento y la lluvia, el granizo y los truenos descendieron con gran ira, y al poco tiempo ablandaron su espantoso coraje y se frustaron todas sus intenciones de ‘matar a José Smith y a su ejército’… Se resguardaron bajo los carromatos, en huecos de árboles, llenaron un pequeño resguardo de madera, hasta que la tormenta pasó y vieron que toda la munición se había mojado”. Después de experimentar el azote de la tormenta toda la noche, “la chusma retrocedió derrotada hasta Independence para unirse al grupo principal, plenamente convencida de que… cuando Jehová emprende la batalla, es preferible estar ausentes… Parecía como si la orden de venganza hubiera procedido del Dios de las batallas para proteger a Sus siervos de la destrucción de sus enemigos”.16
Cuando se hizo evidente que un ejército de la chusma confrontaba a los santos y que el gobernador Dunklin no cumpliría su promesa de ayudarles, el Profeta oró para suplicar ayuda. El Señor le dijo que las condiciones no eran propicias para la redención de Sión. Había mucho que los santos debían hacer para poner su vida en orden a fin de edificar Sión. Muchos de ellos aún no habían aprendido a ser obedientes a lo que el Señor requería: “… no se puede edificar Sión sino de acuerdo con los principios de la ley del reino celestial; de otra manera, no la puedo recibir. Y es necesario que mi pueblo sea disciplinado hasta que aprenda la obediencia, si es menester, por las cosas que padece” (D. y C. 105:5–6).
El Señor dijo que el Campo de Sión no debía perseguir su objetivo militar: “… a causa de las transgresiones de mi pueblo, me conviene que mis élderes esperen un corto tiempo la redención de Sión; para que ellos mismos se preparen, y mi pueblo sea instruido con mayor perfección” (D. y C. 105:9–10). Los hermanos del Campo de Sión fueron relevados honorablemente y el Profeta regresó a Kirtland.
La cabecera de la Iglesia en Far West
La mayoría de los santos de Misuri siguió viviendo en el condado de Clay hasta 1836, cuando los ciudadanos de aquel condado les recordaron que habían prometido permanecer solamente hasta que pudieran regresar al condado de Jackson. Como ahora esto parecía imposible, les pidieron que se fueran tal como lo habían prometido. Desde el punto de vista legal, los santos no tenían que obedecer, pero en lugar de crear un conflicto, se mudaron una vez más. Mediante los esfuerzos de Alexander W. Doniphan, un amigo de la Iglesia que estaba en la legislatura del estado, en diciembre de 1836 se crearon dos condados nuevos, Caldwell y Daviess, en lo que antes era el condado de Ray. A los santos se les permitió establecer su propia comunidad de Far West a unos noventa y seis kilómetros al norte del condado de Clay, formando así el asiento del condado de Caldwell. Los oficiales primarios del condado eran Santos de los Últimos Días y muchas personas esperaban que esto pusiera fin a la persecución de los santos.
Después de una difícil jornada desde Kirtland, Ohio, el profeta José Smith llegó a Far West, Misuri, en marzo de 1838 y estableció allí la cabecera de la Iglesia. En mayo fue al norte, al condado de Daviess y, mientras visitaba el río Grand, proféticamente designó la región como el valle de Adán-ondi-Ahmán, el “lugar… al cual vendrá Adán a visitar a su pueblo” (D. y C. 116:1).17 Adán-ondi-Ahmán llegó a ser la comunidad primordial de los santos en el condado de Daviess. El 4 de julio de 1838 se dedicaron en Far West las piedras angulares para un templo, y los santos comenzaron a sentir que al fin habían hallado un descanso de sus enemigos.
La batalla del río Crooked
Sin embargo, al poco tiempo comenzó de nuevo la persecución. El 6 de agosto de 1838, en las urnas electorales de Gallatin, condado de Daviess, una chusma de cien personas no permitió que los santos votaran. Esto resultó en un pleito en el que varias personas resultaron heridas. El creciente desorden que fomentaba la chusma en los condados de Caldwell y Daviess impulsaron al gobernador Lilburn W. Boggs a usar la milicia del estado para conservar la paz.
El capitán Samuel W. Bogart, uno de los oficiales de la milicia, que en realidad estaba íntimamente ligado a la chusma, decidió iniciar un conflicto secuestrando a tres Santos de los Últimos Días y deteniéndolos en su campamento en el río Crooked, en la región noroeste del condado de Ray. Se despachó a una compañía de la milicia de los Santos de los Últimos Días para rescatar a estos hombres y el 25 de octubre de 1838 se entabló una fiera batalla. El capitán David W. Patten, uno de los Doce Apóstoles, encabezó la compañía y se encontró entre los heridos de muerte. La esposa del hermano Patten, Phoebe Ann Patten; José y Hyrum Smith; y Heber C. Kimball llegaron procedentes de Far West para estar a su lado antes de su muerte.
De David Patten, Heber dijo lo siguiente: “Los principios del Evangelio que antes eran tan preciados para él le brindaron apoyo y consuelo al momento de su partida, lo cual privó a la muerte de su horror y pesar”. El moribundo habló con los que estaban a su lado, y, refiriéndose a algunos santos que habían caído en la apostasía, exclamó: “ ‘¡Cómo quisiera que estuvieran en mi situación! Porque yo siento que he guardado la fe’ ”. A continuación se dirigió a Phoebe Ann, y le dijo: “ ‘Hagas lo que hagas, nunca niegues la fe’ ”. Poco antes de morir, oró: “ ‘Padre, te pido en el nombre de Jesucristo que liberes mi espíritu y lo recibas ante ti’ ”. Y, dirigiéndose a los que le rodeaban, imploró: “ ‘Hermanos, me han sostenido con su fe, pero permítanme ir, les ruego’ ”. El hermano Kimball dijo: “De acuerdo con su voluntad, lo entregamos a Dios; en seguida respiró por última vez y descansó en Cristo sin un solo quejido”.18
La compañía del capitán Samuel Bogart había actuado más bien como una chusma que como una milicia del estado. Sin embargo, la muerte de uno de sus soldados en la batalla del río Crooked, junto con otros informes, sirvieron como pretexto para que el gobernador Lilburn W. Boggs formulara su infame “orden de exterminación”. Ese decreto, de fecha 27 de octubre de 1838, declaraba en parte: “A los mormones se les debe tratar como enemigos y deben ser exterminados o expulsados del estado si es necesario, para conservar la paz pública; sus atrocidades van más allá de toda descripción”.19 Se nombró a un oficial de la milicia para llevar a cabo la orden del gobernador.
La masacre de Haun’s Mill
El 30 de octubre de 1838, tres días después de emitirse la orden de exterminación, unos doscientos hombres lanzaron un ataque sorpresa contra la pequeña comunidad de santos de Haun’s Mill en Shoal Creek, condado de Caldwell. Los atacantes, en un acto de traición, pidieron que los hombres que desearan salvarse entraran a la herrería; después tomaron sus posiciones alrededor del edificio y dispararon hasta que pensaron que todos los que estaban dentro habían muerto. Otros fueron asesinados a balazos cuando corrían para escapar. En total, murieron diecisiete hombres y niños, y quince quedaron heridos.
Después de la masacre, Amanda Smith fue a la herrería, donde encontró muertos a su esposo, Warren, y a su hijo, Sardius. Entre los muertos se regocijó al encontrar a otro hijo, el pequeño Alma, aún con vida, aunque herido de gravedad: había perdido la cadera, como resultado de una herida de mosquete. Al ver a la mayoría de los hombres muertos o heridos, Amanda se arrodilló para suplicar la ayuda del Señor:
“¡Ay, Padre Celestial!, imploré, ¿qué debo hacer? Tú ves a mi pobre niño herido y sabes que no tengo experiencia. ¡Ay, Padre Celestial, ¡indícame lo que debo hacer!” Dijo que “una voz le dio instrucciones” de hacer una solución con ceniza para limpiar la herida. Después preparó una cataplasma con hojas de olmo y con ella llenó el hueco que había dejado la herida. Al día siguiente vació el contenido de un frasco de bálsamo en la herida.
Amanda le preguntó a su hijo: “ ‘Alma, hijo mío… ¿crees que el Señor te hizo la cadera?’
“ ‘Sí, mamá’.
“ ‘Pues bien, el Señor puede hacer algo para que tome el lugar de tu cadera. ¿Crees que Él puede hacerlo, Alma?’
“ ‘¿Tú crees que el Señor puede, mamá?’, preguntó el niño en su sencillez.
“ ‘Sí, hijo mío’, le respondí; ‘Él me lo ha mostrado todo en una visión’.
“Entonces lo acosté cómodamente boca abajo y le dije: ‘Quédate así y no te muevas, y el Señor te va a hacer otra cadera’.
“Alma permaneció acostado boca abajo durante cinco semanas hasta que se recuperó totalmente, habiéndole crecido un cartílago flexible que faltaba en el lugar de la coyuntura y la glena”.20
Amanda y otros tuvieron la desagradable tarea de sepultar a sus seres queridos. Sólo quedaban unos cuantos hombres físicamente capaces, entre ellos Joseph Young, hermano de Brigham Young. Como temían el regreso de la chusma, no tuvieron tiempo para cavar tumbas convencionales, así que arrojaron los cuerpos en un pozo seco, formando así un sepulcro en masa. Joseph Young ayudó a llevar el cuerpo del pequeño Sardius hasta el pozo, pero declaró que “no pudo arrojar al niño en esa horrible sepultura”. Él había jugado con el “interesante pequeño” en su viaje a Misuri, y la naturaleza de Joseph “era tan tierna” que no lo pudo hacer. Amanda envolvió a Sardius en una sábana, y al día siguiente ella y otro hijo, Willard, colocaron el cuerpo en el pozo. Después le echaron tierra y paja para cubrir la terrible escena.21
En Adán-ondi-Ahmán, el joven Benjamin F. Johnson, de 20 años de edad, se libró de una suerte similar a manos de un misuriano que estaba decidido a matarlo. Benjamin había sido arrestado y mantenido bajo custodia durante ocho días en un clima intensamente frío ante una fogata abierta. Mientras estaba sentado sobre un tronco, se le acercó un hombre cruel con un rifle y le dijo: “Abandona ahora mismo el mormonismo o te mato”. Benjamin se negó terminantemente, con lo cual el rufián deliberadamente le apuntó el rifle y apretó el gatillo, pero el rifle no disparó. Maldiciendo en alta voz, el hombre declaró que había “usado el rifle durante 20 años y nunca antes había tenido problemas para dispararlo”. Examinó el cerrojo del fusil, volvió a cargar el arma y de nuevo apuntó y apretó el gatillo, pero una vez más el rifle no disparó.
Siguiendo el mismo procedimiento, intentó una tercera vez, con el mismo resultado. Alguien que observaba le dijo que “arreglara un poco su rifle y entonces podría matar al despreciable joven con seguridad”. Así que por cuarta y última vez, este hombre que intentaba asesinar a Benjamin preparó su arma aun poniéndole munición nueva; sin embargo, declaró Benjamin: “Esta vez el arma explotó y mató al rufián allí mismo”. Uno de los misurianos comentó: “Es mejor que nadie intente matar a ese hombre”.22
Encarcelamiento del Profeta
Poco después de la masacre de Haun’s Mill, el profeta José Smith y otros líderes fueron apresados por la milicia del estado. Se llevó a cabo una corte marcial y el Profeta y sus compañeros fueron condenados a muerte por un pelotón de fusilamiento a la mañana siguiente, en la plaza central de Far West. Sin embargo, el general de la milicia, Alexander W. Doniphan, rehusó llevar a cabo el fusilamiento, denominándolo un “asesinato a sangre fría”. Advirtió al general al mando de la milicia que si continuaba en sus esfuerzos por matar a esos hombres, “… yo lo haré responsable del hecho ante un tribunal terrenal, Dios mediante”.23
Primeramente llevaron al Profeta y a sus acompañantes a Independence y después a Richmond, condado de Ray, donde fueron encarcelados, mientras esperaban su juicio. Parley P. Pratt fue uno de los que acompañaban al Profeta. Dijo que una noche los guardias habían estado burlándose de los prisioneros relatando sus hechos de violación, asesinato y robo entre los Santos de los Últimos Días. Sabía que el Profeta estaba despierto a un lado de él y relató que José Smith repentinamente se puso de pie y reprendió a los guardias con gran poder:
“ ‘¡Silencio, demonios del abismo infernal! En el nombre de Jesucristo os censuro y os mando callar. No viviré ni un minuto más escuchando semejante lenguaje. ¡Cesad de hablar de esa manera, o vosotros o yo moriremos EN ESTE MISMO INSTANTE!’ ”
“Permaneció erguido en silencio en su terrible majestad. Encadenado y sin armas; tranquilo, impávido y con la dignidad de un ángel, se quedó mirando a los guardias acobardados, algunos de Los cuales bajaron sus armas y otros las dejaron caer al suelo; temblándoles las rodillas se retiraron a un rincón, y echándose a sus pies le pidieron que los perdonara y permanecieron callados hasta el cambio de guardia”.
Después el hermano Pratt comentó: “… he tratado de imaginarme reyes, cortes reales, tronos y coronas y a emperadores reunidos para decidir los destinos de reinos; pero dignidad y majestad no he visto sino una sola vez, en cadenas, a medianoche, en el calabozo de una pequeña aldea de Misuri”.24
Cuando terminó el juicio preliminar de averiguación, José y Hyrum Smith, Sidney Rigdon, Lyman Wight, Caleb Baldwin y Alexander McRae fueron enviados a la cárcel de Liberty en el condado de Clay, llegando allí el 1º de diciembre de 1838. El Profeta describió su situación con las siguientes palabras: “Se nos mantiene bajo fuerte guardia de día y de noche, en una prisión de paredes y puertas dobles, impedidos de ejercer nuestra libertad de conciencia; tenemos poco alimento… Se nos ha obligado a dormir en el piso con paja, y sin suficientes mantas para calentarnos… Los jueces nos han dicho de cuando en cuando que sabían que éramos inocentes y que se nos debía liberar, pero que no se atreven aplicar la ley, por temor a la chusma”.25
El éxodo hacia Illinois
Mientras su Profeta se hallaba en prisión, más de ocho mil santos cruzaron la frontera este de Misuri y entraron al estado de Illinois para escapar de la orden de exterminación. Se les obligó a partir durante la temporada más fría del invierno y, aunque Brigham Young, Presidente del Quórum de los Doce, los dirigió y les ayudó en toda forma posible, sus sufrimientos fueron muy grandes. La familia de John Hammer fue una de las muchas que buscaron refugio. John relató las difíciles condiciones:
“Bien recuerdo los sufrimientos y las crueldades de aquellos días… Nuestra familia tenía una carreta y un caballo ciego que tuvo que transportar todas nuestras pertenencias al estado de Illinois. Un hermano que tenía dos caballos nos cambió la carreta por una más ligera que podía tirarse con un solo caballo, lo cual convino a ambas partes. En esa pequeña carreta colocamos nuestra ropa, la ropa de cama, un poco de harina de maíz y las escasas provisiones que pudimos juntar y salimos al frío para viajar a pie, durmiendo y comiendo al lado del camino con el pabellón del cielo como techo. Pero las severas heladas de aquellas noches invernales y los penetrantes vientos eran menos bárbaros y despreciables que los demonios en forma humana ante cuya furia huíamos… Los miembros de nuestra familia, así como muchos otros, iban casi descalzos y algunos tuvieron que envolverse los pies con trapos para que no se les congelaran y para protegerlos de las asperezas del terreno congelado. Esto, que era lo mejor que teníamos, era una protección que dejaba bastante que desear, y a menudo la sangre de nuestros pies manchaba la tierra helada. Mi madre y mi hermana eran las únicas de nuestra familia que tenían zapatos; y éstos se gastaron y eran casi inservibles cuando llegamos a las orillas hospitalarias de Illinois”.26
El Profeta tuvo que esperar impotente en la prisión mientras su pueblo era expulsado del estado. La angustia de su alma se hace evidente en su súplica al Señor, registrada en la sección 121 de Doctrina y Convenios:
“Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿y dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta?
“¿Hasta cuándo se detendrá tu mano, y tu ojo, sí, tu ojo puro, contemplará desde los cielos eternos los agravios de tu pueblo y de tus siervos, y penetrarán sus lamentos en tus oídos?” (D. y C. 121:1–2).
El Señor le contestó con estas palabras reconfortantes: “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento;
“y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos.
“Tus amigos te sostienen, y te saludarán de nuevo con corazones fervientes y manos amistosas” (D. y C. 121:7–9).
Las palabras del Señor se cumplieron casi al pie de la letra en abril de 1839. Después de padecer seis meses de encarcelamiento ilegal, los prisioneros fueron trasladados primeramente a Gallatin, condado de Daviess, Misuri, y después a Columbia, condado de Boone. Sin embargo, el alguacil William Morgan recibió instrucciones de “nunca llevarlos al condado de Boone”. Una o varias personas en puestos de poder habían determinado que a los prisioneros se les permitiría escapar, quizás para evitar la vergüenza pública de llevarles a juicio cuando no había evidencia en su contra. A los prisioneros se les dio la oportunidad de comprar dos caballos y eludir a sus guardias. Hyrum Smith dijo: “Partimos hacia el estado de Illinois y después de nueve o diez días llegamos a salvo a Quincy, condado de Adams, donde encontramos a nuestras familias en estado de pobreza, pero con buena salud”.27 En verdad fueron recibidos con “corazones fervientes y manos amistosas”.
En cuanto a su reunión con el Profeta, Wilford Woodruff dijo: “Una vez más tuve el feliz privilegio de tomar de la mano al hermano José… Él nos saludó con gran gozo… Fue franco, abierto y familiar, como de costumbre, y nos regocijamos en extremo. Ningún hombre puede comprender el gozo de tal reunión, excepto uno que haya padecido tribulación por la causa del Evangelio”.28 Milagrosamente, el Señor había preservado a Su Profeta y al cuerpo de la Iglesia. Una vez más, el Israel contemporáneo se había empezado a congregar en una nueva tierra, con nuevas oportunidades y convenios ante ellos.