Ayudas para el maestro
El Salvador enseñó la importancia de obedecer y enseñar los mandamientos cuando dijo: “…mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mateo 5:19). A usted se le ha dado la sagrada responsabilidad de enseñar a los niños la forma de guardar sus convenios bautismales y de aprender a prestar servicio. Al prepararse las niñas para convertirse en mujeres jóvenes y los varones en hombres jóvenes y recibir el sacerdocio, usted puede ejercer una gran influencia en sus vidas.
En 1831, poco después de organizarse la Iglesia, el Salvador instruyó a los maestros lo siguiente: “…enseñarán los principios de mi evangelio, que se encuentran en la Biblia y en el Libro de Mormón…” (D. y C. 42:12), siendo ésas las únicas Escrituras disponibles en ese entonces. En la actualidad, los maestros tienen la responsabilidad de enseñar las verdades sagradas que se encuentran en todos los libros canónicos, incluso en Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio, para que los niños desarrollen fe en Dios y en Su Hijo Jesucristo.
Los cursos de estudio
A todos los niños que para el primero de enero tengan de ocho a once años de edad se les debe enseñar con uno de los siguientes manuales: Primaria 4, 5, 6 ó 7. Para la enseñanza de un grupo de niños de la misma edad, debe utilizarse sólo uno de esos cursos de estudio por año. Cada uno de ellos está basado en un libro específico de las Escrituras: Primaria 4 se basa en el Libro de Mormón; Primaria 5, en Doctrina y Convenios; Primaria 6, en el Antiguo Testamento; y Primaria 7, en el Nuevo Testamento. A través de un período de cuatro años, los niños estudiarán cada uno de los libros canónicos.
De acuerdo con las necesidades locales y el número de niños que haya entre las edades de ocho a once años, las clases se deben organizar en grupos de niños de la misma edad, en grupos de niños de diferentes edades o en clases separadas para los varones y las niñas. Sea cual sea el tipo de grupo que usted vaya a enseñar, lo importante es asegurarse de que cada uno de los niños reciba una atención adecuada.
Cuando las niñas y los varones cumplan doce años, deberán comenzar a asistir a las Mujeres Jóvenes y a los Hombres Jóvenes, respectivamente; no obstante, durante el período de la Escuela Dominical, seguirán asistiendo a su clase de la Primaria hasta la primera semana de enero, cuando comenzarán a asistir a la clase de la Escuela Dominical que les corresponda.
En este manual se incluye una lección especial: “El sacerdocio bendice nuestra vida”. Esta lección la habrán de utilizar los maestros de los varones y de las niñas de once años a medida que los varones se preparen para ser diáconos y las niñas avancen a las Mujeres Jóvenes. Enseñe esta lección antes de que el primer varón de la clase cumpla doce años de edad. Busque la guía del Señor al preparar y presentar la lección a fin de que los niños comprendan lo que es el sacerdocio, la forma en que bendice sus vidas y la forma en que pueden cumplir sus responsabilidades para honrar el sacerdocio.
La enseñanza con este manual
Este curso de estudio se centra en las enseñanzas del Libro de Mormón. Al emplearlo y analizar esas enseñanzas, los niños deberán adquirir una comprensión más amplia de la misión y la expiación de Jesucristo, y desarrollar una fe y un testimonio más grande de Él. Además, deberán aprender cómo aplicar las enseñanzas de Jesucristo en sus propias vidas y sentir un deseo más grande de guardar Sus mandamientos.
Inste a los niños a leer el Libro de Mormón en casa, para que de esa forma aprendan acerca de los profetas que vivieron en el continente americano y del ministerio del Salvador entre los nefitas. Durante el transcurso del aprendizaje acerca de esos profetas y del Salvador, los niños desearán seguir sus inspirados ejemplos y enseñanzas y llegar a ser como ellos. Las importantes verdades que los niños aprenden de las enseñanzas del Salvador y de los profetas los prepararán para guardar los convenios y prestar servicio en la Iglesia a lo largo de su vida. Estas verdades les proporcionarán también fortaleza para resistir las tentaciones del mundo de hoy.
Cómo prepararse para enseñar
Con el fin de cumplir con su sagrado llamamiento de enseñar a los niños, usted debe prepararse tanto mental como espiritualmente. Parte de esa preparación es comprender los principios que vaya a enseñar y tener un testimonio de ellos. El Salvador, el maestro más grande que ha existido, nos sirve de ejemplo de lo que debemos hacer a fin de prepararnos para enseñar el evangelio a los demás:
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Buscar con humildad el Espíritu por medio de la oración. El Señor dijo: “Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones” (D. y C. 112:10). Si somos humildes, tenemos derecho a saber la forma en que el Señor desea que enseñemos a Sus hijos.
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Estudiar las Escrituras y las palabras de los profetas actuales. Se obtiene un gran poder al aprender y reflexionar en las palabras del Señor. Él nos ha mandado: “…primero procura obtenerla [mi palabra], y entonces será desatada tu lengua; luego, si lo deseas, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres” (D. y C. 11:21).
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El presidente Ezra Taft Benson, un profeta de los postreros tiempos, ha reafirmado nuestra necesidad de aprender las palabras del Señor: “Os exhorto a volver a comprometeros a estudiar las Escrituras. Sumergíos en ellas diariamente para poder tener así el poder del Espíritu como ayuda en vuestros llamamientos” (“El poder de la palabra”, Liahona, julio de 1986, pág. 74).
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Guardar los convenios que ha hecho. Su capacidad para ser guiado por el Espíritu depende de su fidelidad en guardar los convenios que ha hecho con nuestro Padre Celestial. Al mismo tiempo, usted dará un buen ejemplo a los demás al observar “los convenios… para cumplirlos” (D. y C. 42:13). Cuando los niños observen el amor que usted siente por el Salvador y su empeño por vivir el evangelio, ellos se sentirán más motivados a seguir a Jesús.
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Buscar la manera de hacer que los niños sientan el amor del Salvador. Dígales con frecuencia cuánto los ama y ayúdelos a reconocer su valor y potencial. Como resultado del amor y la bondad que usted les demuestre, los niños comprenderán mejor el amor que el Padre Celestial y Jesucristo sienten por ellos y aprenderán más fácilmente a amar a los demás.
Cómo preparar las lecciones
Este manual le servirá para preparar lecciones basadas en las Escrituras. En las lecciones se utilizan relatos y referencias del Libro de Mormón para que los niños comprendan los principios del evangelio. Las lecciones no indican exactamente cómo se deben enseñar los relatos de las Escrituras. Si se prepara y enseña por medio del Espíritu, con más facilidad podrá ayudar a los niños a entender los relatos de las Escrituras, los principios que éstos encierran y la forma en que ellos los pueden aplicar a la vida. Si las lecciones están bien preparadas y son interesantes, los pequeños prestarán más atención y aprenderán mucho más.
Los siguientes pasos le servirán para prepararse para enseñar con más eficacia a los niños de su clase:
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Una o dos semanas antes de enseñar la lección, estudie con oración el objetivo y los pasajes de las Escrituras enumerados en la sección “Preparación”. Vuelva a leer el objetivo de la lección y los pasajes de las Escrituras y reflexione sobre la forma en que éstos se aplican a los niños de su clase. Hágase las siguientes preguntas: “¿Qué desea nuestro Padre Celestial que aprendan y pongan en práctica los niños como consecuencia de la lección? ¿Qué puedo hacer para que esta lección lleve a los niños a tener mayor fe en Jesucristo, testimonios más fuertes y para que sea más fácil para ellos resistir las malas tentaciones que enfrentan?” Anote las ideas a medida que se le ocurran.
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El libro Principios del Evangelio (31110 002) se preparó con el fin de que fuera una guía de estudio personal acerca de la doctrina y los principios básicos del evangelio. En la sección “Preparación” de algunas de las lecciones, se enumeran ciertos capítulos de Principios del Evangelio. Estos capítulos le servirán de preparación para enseñar el principio o la doctrina principal de la lección. Tal vez pueda obtener un ejemplar de este libro en la biblioteca de su centro de reuniones o pueda comprarlo en el centro de distribución local.
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Es necesario que decida si para comenzar la lección va a utilizar la actividad para despertar la atención que se sugiere o va a emplear una que usted haya ideado, y se asegure de que sea apropiada y pertinente para enseñar el relato de las Escrituras.
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Las lecciones no le indican cómo enseñar el relato de las Escrituras; usted deberá buscar la inspiración del Espíritu para determinar qué enseñar y cómo hacerlo. No utilice los mismos métodos didácticos todas las semanas (véase “La enseñanza por medio de las Escrituras” que se encuentra a continuación). Prepare la lección de modo que pueda lograr la mayor participación de los niños en las actividades de aprendizaje y enséñela de manera que ellos puedan volver a contar a otros el relato de las Escrituras que hayan aprendido.
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Seleccione de las “Preguntas para analizar y aplicar” las que, en su opinión, mejor harán que los niños comprendan las Escrituras y las apliquen a sus vidas. Usted puede utilizar las preguntas en cualquier momento de la lección y no es necesario que las utilice todas.
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Lea la sección “Actividades complementarias” y seleccione de entre ellas las que usted considere sean las que mejor ayudarán a los niños de su clase a comprender las Escrituras y el propósito de la lección; luego, decida cómo y en qué punto de la lección utilizará las que haya seleccionado. Todas las clases son diferentes y las mismas actividades que podrían dar resultado con un grupo quizás no serían eficaces con otro.
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Piense en algunas experiencias personales que podría relatar con el fin de recalcar el propósito de la lección. Al hablar sobre sus experiencias personales con la clase o cuando los niños cuenten las suyas, permita que el Espíritu lo guíe. Algunas de las experiencias personales o familiares son sumamente sagradas y privadas y no deben contarse en público.
La enseñanza por medio de las Escrituras
Al preparar y dar las lecciones, busque siempre la influencia del Espíritu (véase Alma 17:2–4; D. y C. 42:12–14; 50:17–22). El Espíritu le inspirará para saber qué hacer a fin de que las lecciones sean más interesantes y tengan mayor significado para los niños.
Algunos de los niños de su clase quizás no estén muy familiarizados con las Escrituras; por tanto, durante la lectura de las mismas, tenga en cuenta que algunos de ellos tal vez necesiten ayuda para aprender a encontrarlas. Es posible que al comienzo del año necesite disponer de cierto tiempo para mostrar a los niños la forma de buscar las referencias de las Escrituras, especialmente si enseña a los más pequeños.
Para mantener el interés de los niños, es importante emplear formas diferentes de presentar el material de la lección. Las siguientes sugerencias le servirán para variar la enseñanza por medio de las Escrituras.
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Cuente el relato de las Escrituras con sus propias palabras. Trate de que los niños visualicen en su mente los acontecimientos y los personajes que intervienen en ellos, y que comprendan que esas personas de las cuales hablan vivieron realmente y que los acontecimientos en verdad ocurrieron.
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Pida a los niños que lean el relato o los pasajes seleccionados directamente de las Escrituras. Recuerde que no todos los niños saben leer bien y que la edad no determina la capacidad que éstos puedan tener para hacerlo. Si todos los niños saben leer, concédales algunos minutos para que lo hagan en silencio, luego de lo cual podrían analizar lo que hayan leído. Después que los niños hayan terminado de leer, utilice el tiempo dedicado al análisis para ayudarlos a comprender las palabras y los pasajes más difíciles.
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Utilice las láminas de los relatos de las Escrituras que se sugieren, para que de esa forma los niños visualicen mejor en su mente lo ocurrido. En la sección “Materiales necesarios”, de la mayoría de las lecciones, se sugieren láminas apropiadas para la lección, las cuales se encuentran numeradas y se incluyen con el manual. Algunas de las láminas se encuentran también en Las bellas artes del evangelio [34730 002], el cual es un juego de láminas que podría obtenerse en la biblioteca del centro de reuniones (en la sección “Materiales necesarios” se dan los números de las láminas pertinentes). Estas láminas tienen escrito al dorso un resumen del relato. Si lo desea, puede utilizar también otras láminas que sean apropiadas para el objetivo de la lección.
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Pida a los niños que hagan una dramatización del relato de las Escrituras. (Asegúrese de que las dramatizaciones no disminuyan el carácter sagrado de las Escrituras.) Si lo considera conveniente, podría llevar a la clase algunas prendas de ropa, tales como una bata, una bufanda, etc., con el fin de que los niños se las pongan para dramatizar todo el relato o partes de éste. Pregúnteles cómo se sentirían si fueran la persona a la que están representando.
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Haga dibujos sencillos en la pizarra, o utilice láminas o figuras recortadas a medida que lee o cuenta el relato de las Escrituras.
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Dirija un teatro de lectores en el que varios niños representen los personajes del relato. Si lo considera apropiado, haga que los niños lean el diálogo directamente de las Escrituras.
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Pida a un padre o a una madre, a un miembro del barrio o de la rama, o a un miembro de la clase que cuente el relato. Conceda a la persona asignada una o dos semanas para prepararse y asegúrese de hacerle saber cuánto tiempo tiene para dar su presentación.
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Antes de enseñar el relato de las Escrituras, pida a los niños que hagan una prueba sencilla, tal como un cuestionario breve en el que sólo tengan que marcar correcto o incorrecto, o utilizar pocas palabras para contestarlo. Explíqueles que usted desea saber cuánto saben acerca del relato antes de comenzar a hablar de él. Una vez terminada la enseñanza del relato, hágales otra vez la prueba para ver lo que han aprendido.
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Escriba en la pizarra las palabras o los nombres de los personajes importantes del relato de las Escrituras. Pida a los niños que presten atención a esas palabras o nombres a medida que usted presenta el relato. Trate de que los niños aumenten su vocabulario para que de esa forma comprendan mejor las Escrituras y disfruten leyéndolas en casa.
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Antes de comenzar a impartir la lección, escriba preguntas acerca del relato en la pizarra. A medida que los niños escuchen las respuestas durante el curso del relato, deténgase con el fin de analizarlas.
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Narre el relato y luego pida voluntarios entre los niños para que vuelvan a relatar las partes que ellos prefieran. Puede solicitar a uno de los niños que comience el relato y luego pedir a otros que lo continúen.
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Pase una cinta casete en la que se hayan grabado versículos seleccionados de las Escrituras.
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Jueguen a “Encuentra el par”. Prepare de cuatro a ocho pares de tarjetas u hojas de papel de 7,5 por 12,5 centímetros. A modo de ilustración, en el ejemplo que se encuentra a continuación, usted pondría una parte del sueño de Lehi en una tarjeta y su interpretación en la otra del mismo par. Luego mezcle las tarjetas u hojas de papel y colóquelas boca abajo sobre una mesa o en el piso. Después, pida a los niños que vayan pasando, uno a la vez, que den vuelta dos tarjetas y lean en voz alta lo que dice en ambas. Si las tarjetas coinciden [o sea, si la que tiene la parte del sueño coincide con aquella en donde está escrita su interpretación], se dejan boca arriba. Pero si las tarjetas no coinciden, se vuelven a colocar boca abajo y le toca el turno a otro niño. El juego se continúa de esa forma hasta que se encuentre el par de todas las tarjetas.
Por ejemplo, usted podría crear cinco pares de tarjetas basadas en el sueño de Lehi (1 Nefi 8; 11). Utilice tres pares más para hacerlo más interesante para los niños.
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Par 1: El árbol—El amor de Dios.
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Par 2: La barra de hierro—La palabra de Dios.
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Par 3: El fruto—La vida eterna.
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Par 4. Los vapores de tinieblas—Las tentaciones.
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Par 5. El grande y espacioso edificio—El orgullo del mundo.
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Par 6. Estrella—Estrella.
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Par 7. Luna—Luna.
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Par 8. Sol—Sol.
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Lleve a cabo un juego en el que se haga preguntas. Coloque varias preguntas, escritas en hojitas de papel, en un frasco o en una caja y pida a los niños que por turno elijan una y la contesten.
Cómo dirigir los análisis en clase
Los niños aprenderán mejor los principios del evangelio si participan en los análisis y en otras actividades de aprendizaje. Las siguientes pautas le servirán para saber hacer preguntas significativas y promover los análisis en clase:
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Haga preguntas y luego dé referencias de las Escrituras en las cuales los niños puedan encontrar las respuestas.
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No haga preguntas que se puedan contestar con un “sí” o un “no”, sino las que requieran meditación y análisis. Las preguntas que comienzan con por qué, cómo, quién, qué, cuándo y dónde son por lo general más eficaces.
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Haga que participen aquellos niños que por lo general no lo hacen, llamándolos por su nombre y haciéndoles preguntas que usted sabe que pueden contestar. Concédales el tiempo que crea conveniente para que respondan. Ayúdelos, si fuera preciso, pero no lo haga sino hasta que hayan tenido tiempo para pensar y contestar.
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Inste a los niños a expresar lo que piensan sobre lo que están aprendiendo de las Escrituras, y luego haga comentarios positivos sobre lo que hayan dicho.
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Alabe a los niños con sinceridad cuando respondan a las preguntas. Trate de que ellos se den cuenta de que lo que piensan y sienten es importante. Ayude y sea considerado con los niños que tengan timidez para participar.
Cómo ayudar a los niños a aplicar las Escrituras
Trate de que los niños apliquen a su vida lo que hayan aprendido. Nefi aconsejó que debemos “apli[car] todas las Escrituras a nosotros mismos para nuestro provecho e instrucción” (1 Nefi 19:23). Las siguientes ideas le serán de gran utilidad para alcanzar esa meta:
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Cuando se lo inspire el Espíritu, testifique acerca de las verdades que enseña. Sus lecciones serán más eficaces si usted las imparte con sinceridad y convicción.
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Inste a los niños a leer las Escrituras en casa, ellos solos o con sus respectivas familias. Aliéntelos a llevar sus propios ejemplares de las Escrituras a clase. Obtenga ejemplares extras de las Escrituras para que los utilicen en clase los niños que no tengan o que se hayan olvidado de llevarlas. Si su barrio o rama cuenta con una biblioteca, obtenga allí los ejemplares necesarios.
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Pida a los niños que hablen sobre lo que hayan aprendido. Pregúnteles cómo pueden aplicar a su vida los principios del evangelio que se presentaron en la lección.
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Haga de cuenta que es reportero y entreviste a los niños como si ellos fueran las personas sobre las cuales hayan leído en las Escrituras. Pregúnteles detalles del relato de las Escrituras y pídales que le digan qué piensan sobre lo ocurrido en él.
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Divida a la clase en dos o más grupos pequeños. Después de narrar el relato de las Escrituras, pida a cada grupo que anote en una hoja de papel los principios más importantes que se hayan enseñado en él. Después, haga que los grupos se turnen para analizar la forma en que esos principios se aplican a su vida.
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Lleve a cabo una búsqueda de pasajes de las Escrituras: A lo largo del año, aliente a los niños a marcar aquellos versículos específicos que de una forma u otra se apliquen en forma especial a su vida. Por ejemplo, ellos podrían marcar 1 Nefi 2:16, 1 Nefi 3:7 ó 1 Nefi 4:6. Proporcióneles una pista, la cual podría ser un acontecimiento, una situación o un problema; luego ínstelos a buscar un pasaje de las Escrituras que se aplique. Pida a los niños que encuentren primero el pasaje que ayuden a los demás a encontrarlo. Luego, pregúnteles por qué ese pasaje concuerda con la pista que les haya dado.
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Hable sobre las ocasiones en las que usted haya visto a los niños obedecer un principio que se esté analizando en clase. Por ejemplo, si la lección que enseña se trata de la bondad, podría señalar las veces que ha visto a los niños ser bondadosos con los demás.
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Indague en cuanto a las asignaciones que haya dado. Siempre que les dé una asignación o un cometido, asegúrese de hablar con los niños acerca de las experiencias que hayan tenido al respecto durante el comienzo de la clase del domingo siguiente.
Qué hacer para que los niños aprendan de memoria las Escrituras con más facilidad
El memorizar pasajes de las Escrituras puede ser una buena forma de enseñar los principios del evangelio. La mayoría de los niños disfruta de memorizar cuando se utilizan métodos divertidos y creativos. Las siguientes sugerencias son algunas formas prácticas y divertidas de ayudar a los niños a memorizar:
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Escriba en la pizarra o en un cartel la primera letra de cada una de las palabras que deben memorizar. Por ejemplo, para el primer Artículo de Fe, debe escribir las siguientes letras:
N c e D e E P y e s H J y e e E S
Señale la letra correspondiente al decir las palabras. Repítalas varias veces y permita que los niños lo hagan también a medida que vayan recordando.
En poco tiempo ya no necesitarán utilizar las letras escritas en la pizarra o en el cartel.
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Divida los pasajes de las Escrituras en pequeñas frases. Repita cada frase en voz alta, comenzando por el final y continuando hacia el principio para que de esa forma los niños repitan la parte más difícil primero. Por ejemplo, para Alma 37:35, los niños podrían repetir “a guardar los mandamientos de Dios” varias veces, y luego podrían agregar la siguiente frase: “sí, aprende en tu juventud”, y así, hasta repetir todo el versículo.
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Si los niños saben leer bien, prepare una copia escrita del pasaje de las Escrituras para cada niño; córtela en palabras o frases cortas, como si fuera a hacer un rompecabezas. Después de decir el versículo juntos varias veces, dé a cada uno de los niños una copia del pasaje cortada y pídales que, en forma individual o toda la clase, coloquen las palabras o las frases en el orden correcto.
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Repita el pasaje de las Escrituras varias veces, deteniéndose para permitir que uno de los niños diga la palabra o frase que sigue; luego pida a otro que agregue las palabras que se encuentran a continuación y así sucesivamente hasta que todos los niños hayan tenido la oportunidad de participar por lo menos una vez.
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Divida a la clase en dos grupos. Pida a los niños de cada grupo que tomen turnos para repetir palabras o frases en orden. Por ejemplo, usted puede pedir a uno de los grupos que diga la primera palabra del versículo en cuestión y al otro grupo que diga la siguiente y así hasta que repitan todo el pasaje.
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Elija un pasaje de las Escrituras que usted desea que los niños aprendan de memoria y escríbalo en la pizarra o en un cartel. Repita el pasaje varias veces y luego vaya borrando o cubriendo las palabras una por una hasta que los niños hayan memorizado todo el versículo.
Cómo utilizar el tiempo extra en forma eficaz
Si antes del tiempo fijado usted termina de presentar la lección que ha preparado, contando así con algunos minutos extras, quizás sea prudente que los utilice improvisando una actividad para cubrir el tiempo que le queda. Las siguientes sugerencias pueden serle de utilidad para emplear ese tiempo en forma eficaz:
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Pida a algunos de los niños que hablen acerca de sus relatos preferidos de las Escrituras.
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Haga que los niños, ya sea en parejas o en grupos, traten de localizar un pasaje de las Escrituras, que ya hayan estudiado y marcado, luego que usted les haya dado algunas pistas para encontrarlo.
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Ayude a los niños a memorizar un pasaje de las Escrituras o un Artículo de Fe relacionado con la lección que acaba de impartir.
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Pida a los niños que digan en qué forma pueden utilizar en su casa, en la escuela y con sus amigos los principios aprendidos durante la lección.
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Divida a la clase en grupos y pida a los niños que se turnen para hacerse entre sí preguntas acerca de la lección. 6. Pida a los niños que hagan un dibujo relacionado con la lección o escriban una cita para llevar a casa y colocarla en un lugar visible como recordatorio del objetivo de la lección.
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Pida a los niños que marquen pasajes de las Escrituras para estudiarlos más adelante. Si lo desea, puede también pedirles que marquen los versículos que más les hayan gustado de la lección o usted podría sugerir algunos versículos que piense vayan a ayudarles a recordar el objetivo de la lección.
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Ayude a los niños a memorizar el orden de los libros del Libro de Mormón. Si lo desea, puede hacer que los repitan al son de la música, utilizando la canción “Los libros del Libro de Mormón”, que se encuentra en Canciones para los niños, Nº 6, o puede poner una música apropiada de fondo para repetir los libros del resto de los libros canónicos.
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Repase los principios o los relatos de las Escrituras de las lecciones previas.
La música en el aula
La música puede ser un instrumento valioso que sirve para fortalecer y enriquecer el aprendizaje del evangelio.
Muchas veces los niños recuerdan y aprenden mejor por medio de la música. No hay que tener talento musical para saber utilizar la música apropiada a fin de que los niños sientan la influencia del Espíritu y aprendan el evangelio. La música en la clase podría consistir en tocar una cinta casete o escuchar a un grupo de cantantes durante la lección o al comienzo de ella, con el fin de hacer hincapié en un principio. Para hacer que los niños participen en la lección, podrían leer o cantar al unísono la letra de una canción.
El Tiempo para Compartir
En ocasiones, se le pedirá a la clase que haga presentaciones sencillas sobre el evangelio durante el Tiempo para Compartir de la Primaria. Esas presentaciones podrían provenir de las lecciones, requerirán poco tiempo para ensayarse y servirán para fortalecer los principios que se hayan enseñado. Si lo desea, podría utilizar las siguientes sugerencias para las presentaciones del Tiempo para Compartir:
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Dramatizar un relato de las Escrituras.
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Recitar todos juntos los pasajes de las Escrituras que hayan aprendido de memoria.
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Repetir un Artículo de Fe y explicar su significado.
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Representar o caracterizar cómo podemos aplicar cierto principio del evangelio a nuestra vida.
Los Artículos de Fe
Debe incorporar los Artículos de Fe a sus lecciones y alentar a todos los niños a memorizarlos antes de terminar la Primaria. Utilice todas las oportunidades que se le presenten para ayudar a los niños a memorizar y comprender los Artículos de Fe.
El saber comprender a los niños de ocho a once años de edad
Con el fin de ayudar a los niños a aprender y a tener confianza en sí mismos, es importante que usted comprenda sus necesidades y características, y prepare actividades y clases apropiadas. Si desea obtener más información acerca de las características de los niños de esas edades, véase La enseñanza: El llamamiento más importante (33043 002 o PXCO64ASP), págs. 43–44.
Características
Físicas
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Tienen períodos de crecimiento a veces rápido y a veces lento.
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Pueden ser desgarbados y sin gracia.
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Disfrutan al jugar en grupos.
Mentales
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Sienten grandes deseos de aprender.
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Piensan sobre cosas que han pasado.
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Comienzan a basar sus decisiones en la lógica.
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Desean saber por qué. Se forman opiniones acerca de las personas y las situaciones.
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Desean ser como las personas a las que admiran tanto.
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Comienzan a ser más responsables.
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Les gustan las tareas en las cuales tienen que memorizar o recordar cosas.
Sociales
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Comienzan a dejar de sentir tanto antagonismo por el sexo opuesto y a desear tener más contacto social mixto.
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Disfrutan mucho del tiempo que pasan solos al igual que en grupo. Sienten una fuerte necesidad de ser independientes.
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Desarrollan un sentido del humor más amplio.
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Se interesan por los demás.
Emocionales
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No les gustan las críticas.
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Pueden demostrar mal comportamiento si existen problemas con sus compañeros. Comienzan a ser más cumplidores y confiables.
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Son conscientes de si las cosas se hacen o no de una manera justa e imparcial. Comienzan a tener dudas sobre su valor personal.
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Comienzan a ser menos exigentes y menos determinados a que las cosas se hagan como ellos desean.
Espirituales
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Disfrutan al aprender y poner en práctica los principios del evangelio.
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Los testimonios de los demás ejercen influencia en ellos. Aumenta su capacidad para comprender los principios del evangelio.
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Tienen un gran sentido de lo que es correcto y de lo que no es.
Pautas especiales para hacer participar a los niños que tengan alguna incapacidad
El Salvador nos puso el ejemplo de la compasión que debemos sentir hacia aquellos que tienen alguna incapacidad, ya sea intelectual, emocional o física. Cuando visitó a los nefitas después de Su resurrección, Él les dijo:
“¿Tenéis enfermos entre vosotros? Traedlos aquí. ¿Tenéis cojos, o ciegos, o lisiados, o mutilados, o leprosos, o atrofiados, o sordos, o quienes estén afligidos de manera alguna? Traedlos aquí y yo los sanaré, porque tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia” (3 Nefi 17:7).
Por ser maestro o maestra de la Primaria, usted está en una situación ideal para demostrar compasión. Aunque lo más probable es que no esté capacitado para dar ayuda profesional, puede comprender y enseñar a los niños que tengan alguna incapacidad; lo más importante es que tenga interés, comprensión y el deseo de lograr que cada uno de sus alumnos participe en todas las actividades de la clase.
Los niños discapacitados pueden percibir el Espíritu, sea cual sea su nivel de comprensión. Aun cuando algunos de ellos no puedan asistir a todo el período de la Primaria, debe dárseles la oportunidad de participar, aunque sea brevemente, para que puedan sentir el Espíritu. En algunos casos, quizás sea necesario que el alumno esté acompañado de una persona que lo conozca bien y sepa de sus necesidades individuales, en caso de que precise atención.
Algunos de los alumnos quizás tengan dificultad para aprender, problemas de visión o de oído, deficiencias intelectuales, impedimentos en el habla, problemas sociales o de conducta, enfermedades mentales, incapacitación para moverse o aflicciones crónicas de salud; otros tal vez se encuentren con un idioma y en un medio poco familiar y difícil. Sean cuales sean las circunstancias del niño, cada uno de ellos tiene la misma necesidad de sentirse aceptado y amado, de aprender el evangelio, de sentir el Espíritu, de tener una participación positiva y de prestar servicio a los demás.
Estas pautas tienen por objeto ayudarle en la enseñanza de niños discapacitados:
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Mire más allá de la incapacidad y esfuércese por conocer bien al niño; trátelo con naturalidad, amabilidad y cariño.
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Entérese de cuáles son los problemas particulares del niño y cuáles son sus puntos fuertes.
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Haga todo lo posible para lograr que todo alumno aprenda lo que se esté enseñando en la clase y recuérdeles el respeto que se deben guardar unos a otros. El ayudar a un compañero que tenga una incapacidad enseñará por experiencia propia a los niños el amor que Cristo enseñó.
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Consulte con los padres del niño, con otros miembros de la familia y, cuando sea apropiado, con el mismo alumno, para saber cuál es el mejor método de enseñanza para ese caso en particular.
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Antes de pedir a un niño discapacitado que ore o participe de alguna otra manera, averigüe si está dispuesto a hacerlo. Destaque las habilidades y el talento de cada alumno y busque la manera de que cada uno participe con éxito, incluso aquellos que tengan alguna incapacidad.
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Adapte el material de la lección y el ambiente del aula para que se ajusten a las necesidades del niño discapacitado.
La Iglesia dispone de materiales adicionales para enseñar a los niños discapacitados; usted puede obtener esos materiales a través de los centros de distribución (véase la sección de materiales en español en el Catálogo del Centro de Distribución de Salt Lake City, bajo el título: “Teacher Development”).
Qué hacer ante casos de abuso o maltrato
En su función de maestro, podría darse cuenta de que en su clase tal vez haya niños que sufran de abuso o maltrato, ya sea físico o emocional. Si siente preocupación por uno de sus alumnos, tenga a bien hablar con el obispo. Al preparar y presentar las lecciones, ore para pedir la ayuda y la guía del Señor. Haga que cada uno de los niños de su clase entienda que es un valioso hijo de nuestro Padre Celestial y que Él y Jesucristo nos aman y desean que nos sintamos felices y seguros.