Introducción
Esta guía va dirigida a padres, líderes y maestros; se puede utilizar como parte de un esfuerzo individual para mejorar como maestro; se puede utilizar como base para el curso de Enseñanza del Evangelio y para las reuniones de mejoramiento de maestros (véanse las págs. 24–25).
El Señor enseñó:
“Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino.
“Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender” (D. y C. 88:77–78).
El hogar debe ser el lugar principal donde esta enseñanza tenga lugar. La enseñanza y el conocimiento que se recibe en la Iglesia apoya al que se produce en el hogar. Todos tenemos responsabilidades como maestros en estos entornos así como con nuestros vecinos y las personas que nos rodean en la vida diaria. Enseñamos como padres, hijos, hijas, esposos, esposas, hermanos y hermanas. Enseñamos como líderes de la Iglesia, maestros de una clase, maestros orientadores y maestras visitantes. También enseñamos como compañeros de trabajo, vecinos y amigos. A veces enseñamos a través de las cosas que decimos y del testimonio que expresamos, pero aun con más frecuencia, enseñamos por medio del ejemplo.
En la orilla del Mar de Galilea, el Señor resucitado instruyó a Pedro, diciéndole: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:16–17). El llamado a enseñar implica que nutramos las almas de los demás con las verdades del Evangelio y de esa manera les dirijamos hacia el Salvador (véase Moroni 6:4). Medite sobre el papel que desempeña la enseñanza del Evangelio en la salvación de los hijos de nuestro Padre Celestial.¿Hay alguna responsabilidad que sea más noble o sagrada que ésta?
Si usted es un padre o un maestro recientemente llamado, quizá se sienta especialmente preocupado en cuanto a esta responsabilidad. Recuerde que el Señor está dispuesto a ayudarle. Él ha prometido que si somos humildes y tenemos fe, Él “hará que las cosas débiles sean fuertes para [nosotros]”(Éter 12:27). En nuestro esfuerzo por mejorar como maestros, podemos basarnos en nuestra propia experiencia y en los talentos que hemos desarrollado en lo que va de nuestra vida. Nuestra capacidad aumentará a medida que nos preparemos cuidadosamente, nos esforcemos por edificar a los que enseñamos, y confiemos en el Señor.