Prepare la lección
Es importante preparar con esmero las lecciones que enseñe para presentar los principios del Evangelio de manera más productiva. Las siguientes sugerencias le ayudarán a prepararse:
Busque los recursos didácticos
La Iglesia ha preparado detenidamente los materiales aprobados de los cursos de estudio basados en las Escrituras y las enseñanzas de los profetas de los últimos días. Pregunte a su líder del sacerdocio o de las organizaciones auxiliares si los siguientes recursos están disponibles:
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Un manual para el maestro publicado por la Iglesia para la clase que corresponda.
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Ejemplares de las Escrituras para los miembros de la clase.
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La revista Liahona, la cual contiene las enseñanzas de los profetas de los últimos días.
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Las ayudas para el estudio de las Escrituras que estén disponibles en su idioma.
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Un paquete de láminas llamado Las Bellas Artes del Evangelio, que debe estar en la biblioteca del centro de reuniones.
Examine los materiales disponibles a fin de que planifique la forma en que los utilizará en sus lecciones. Para ser un buen maestro, no es necesario contar con materiales complicados. Cristo enseñó muchas lecciones en circunstancias muy humildes. La influencia más importante que pueda haber en su enseñanza es la del Espíritu. La utilización adecuada de los recursos didácticos, junto con la guía del Espíritu, proporciona los mejores resultados en la enseñanza.
Empiece a prepararse con suficiente tiempo
Prepare las lecciones con tiempo. A menudo es conveniente comenzar a estudiar la lección unas semanas antes de enseñarlas. Eso le dará tiempo para pensar y orar en cuanto al tema de la lección y prepararse adecuadamente.
Concéntrese en el objetivo de la lección
Toda lección que se enseñe debe tener un objetivo. Por ejemplo, el objetivo de una lección que trata en cuanto al ayuno podría consistir en ayudar a los miembros de la clase a comprender las bendiciones que se derivan del ayuno y la importancia de ayunar por un propósito específico durante el domingo de ayuno. La presentación y la conversación que se genere durante la lección debe centrarse en ese objetivo.
Para determinar el objetivo de la lección, estúdiela junto con los pasajes de las Escrituras que la acompañan. Pida al Señor que le ayude a comprender los mensajes de la lección que pueden resultar más significativos para las personas a las que enseña. Pregúntese a sí mismo: “¿Qué cambios debe motivar esta lección en la vida de las personas a las que enseño?”. Muchas de las lecciones de los manuales de la Iglesia especifican su objetivo. Eso le ayudará a determinar la forma en que la lección debe influir en las personas a las que enseñe.
Determine lo que ha de enseñar
Después de que haya determinado el objetivo de la lección, decida qué principios deben enseñarse a fin de lograr ese propósito. La mayor parte de los manuales contienen pasajes de las Escrituras, relatos y otra información útil para enseñar la lección, pero a menudo, la lección contendrá más material del que usted podrá presentar en el tiempo señalado para presentarlo. En ese caso, debe escoger el material que sea de mayor utilidad para las personas a las que enseña. Pregúntese a sí mismo: “¿Qué doctrinas y principios de esta lección ayudarán a los miembros de la clase a vencer los desafíos a los que se enfrentan actualmente?”.
Si necesita más material, que no esté en el manual ni en las Escrituras, tome en consideración la utilización de los relatos y discursos de los Mensajes de la Primera Presidencia, los Mensajes de las Maestras Visitantes y la revista Liahona, especialmente los mensajes de las conferencias generales.
Para determinar lo que ha de enseñarse, haga lo siguiente:
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Con espíritu de oración, estudie el contenido de la lección.
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Haga una lista de los principios y las doctrinas claves que contiene la lección.
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Tenga siempre presente las necesidades y las circunstancias de las personas a las que enseña.
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Siga la guía del Espíritu.
Normalmente es mejor concentrarse en uno o dos principios básicos.
Determine la manera de enseñar
Después de haber decidido lo que ha de enseñar, debe decidir la manera de hacerlo. Estudie el material y medite en oración en cuanto a la mejor manera de presentarlo. Los métodos que utilice deben facilitar la comprensión y aplicación de lo que enseñe.
Estudie con detenimiento las Escrituras, los relatos y demás información que contiene la lección y cualquier otro pasaje de las Escrituras que le sirva para enseñar la doctrina o el principio en cuestión. Prepárese para ayudar a los miembros de la clase a entender la forma en que tales pasajes de las Escrituras se aplican a su vida (véase 1 Nefi 19:23).
También puede tomar en consideración el uso de relatos y ejemplos de su propia vida y de la vida de los miembros de la clase. Por ejemplo, un joven dejó de fumar tras una clase del sacerdocio que trataba en cuanto a la Palabra de Sabiduría, en la que el maestro describió la experiencia que tuvo su hermano al abandonar ese hábito. Ese ejemplo sirvió para mostrar que un fumador puede cambiar sus hábitos. El escuchar este relato sirvió para que este miembro de la clase tomara la determinación de cambiar su vida.
Para la información en cuanto a métodos de enseñanza útiles para presentar las lecciones, véanse las págs. 10–14 de esta guía.
Planifique la conclusión
El Salvador a menudo resumía lo que enseñaba y alentaba a las personas a aplicarlo en su vida (véase la parábola del buen Samaritano, Lucas 10:30–37). Al finalizar la lección, debe repasar y resumir lo que se ha enseñado. Sugiera las formas en que los miembros de la clase pueden aplicar esas doctrinas o principios del Evangelio y pídales a ellos que sugieran otras maneras de hacerlo. Ínsteles a poner en práctica una de esas ideas durante la semana siguiente. En una lección posterior, podría preguntarles qué han aprendido por medio de este esfuerzo.
Los alumnos de una clase fueron invitados a llevar a cabo un acto de servicio anónimo cada día durante una semana. Al comienzo del siguiente periodo de clases, el maestro pidió un breve informe de esta actividad. Algunos miembros de la clase compartieron con entusiasmo sus experiencias y el gozo que sintieron al poner en práctica esta lección. La respuesta positiva de esos miembros de la clase motivó a los demás a prestar más servicio.