“Lección 16 — Material de preparación para la clase: Jesucristo nos ministra uno por uno”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro, 2021
“Lección 16 — Material de preparación para la clase”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro
Lección 16 — Material de preparación para la clase
Jesucristo nos ministra uno por uno
El ministerio del Cristo resucitado entre las personas que estaban en la tierra de Abundancia nos ofrece un testimonio poderoso de la divinidad de Jesucristo y un ejemplo profundo sobre cómo ministrar a otras personas. A medida que estudies este material, medita qué puedes hacer para fortalecer tu testimonio de que Jesucristo es tu Salvador. Mientras reflexiones sobre la manera en que Él ministró, considera en oración quién podría necesitar sentir el amor del Salvador a través de ti.
Sección 1
¿Cómo puedo fortalecer mi testimonio de que Jesucristo es mi Salvador?
Después de la gran destrucción y los tres días de oscuridad que señalaron al pueblo que el Salvador había muerto, unos 2500 hombres, mujeres y niños se reunieron alrededor del templo en la tierra de Abundancia. Oyeron una voz que no lograron entender al principio. Al seguir escuchando, entendieron que era la voz del Padre Celestial, que estaba presentando a Su Hijo, Jesucristo (véase 3 Nefi 11:1–10). Luego, el Salvador descendió de los cielos y declaró: “He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo” (3 Nefi 11:10).
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo acerca de ese momento:
Esa aparición y esa declaración constituyeron el punto central, el momento supremo, de toda la historia del Libro de Mormón. Eran la manifestación y el decreto que habían animado e inspirado a cada uno de los profetas nefitas durante los seiscientos años anteriores […].
Todos habían hablado de Él, cantado sobre Él, soñado con Él y suplicado en oración que Él apareciese, y ahora, efectivamente Él estaba ahí. ¡Era el día cumbre! Había llegado el Dios que convierte toda noche tenebrosa en una mañana de luz (Christ and the New Covenant: The Messianic Message of the Book of Mormon, 1997, págs. 250–251).
El élder Walter F. González, de los Setenta, enseñó lo siguiente sobre la experiencia del pueblo al ser testigos del Cristo resucitado:
“… [H]e mandado que vinieseis a mí, a fin de que palpaseis y vieseis […]” [3 Nefi 18:25]. Este fue un mandamiento que extendió el Salvador a los habitantes de la América antigua, quienes sintieron con sus manos y vieron con sus ojos que Jesús era el Cristo. Este mandamiento es tan importante para nosotros en la actualidad como lo fue para ellos en su época. Al venir a Cristo podemos sentir y “[saber] con certeza” [3 Nefi 11:15] —no con nuestras manos y nuestros ojos, sino con todo el corazón y la mente— que Jesús es el Cristo.
Una forma de venir a Cristo es procurar aprender verdades esenciales con el corazón. Al hacerlo, los susurros que provienen de Dios nos otorgarán conocimiento que no podemos obtener de ninguna otra manera (véase “Aprendamos con el corazón”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 81).
Sección 2
¿Qué puedo aprender del ejemplo del Salvador en cuanto a la ministración?
Después de que el Salvador proporcionara a cada persona una oportunidad de palpar las heridas de Sus manos y pies, Él llamó a doce discípulos y enseñó a la multitud muchas verdades importantes (véase 3 Nefi 11–16). Cuando Jesús se preparaba para irse, dijo: “Veo que […] no podéis comprender todas mis palabras”, e invitó al pueblo a volver a sus hogares, a meditar lo que Él les había enseñado y a prepararse para Su regreso al día siguiente (3 Nefi 17:1–3).
Después de que el Salvador sanara a la multitud, les mandó que le “trajesen a sus niños pequeñitos” (3 Nefi 17:11) y que todos los demás se arrodillasen. Después, ofreció una oración por ellos que fue “tan grand[e] y maravillos[a]” (versículos 16–17) que la multitud se llenó de gozo (véase 3 Nefi 17:10–19).
La presidenta Jean B. Bingham, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, enseñó sobre la importancia de seguir el ejemplo del Salvador a medida que ministramos:
Después de todo, la verdadera ministración se realiza uno por uno, siendo el amor la fuerza motivadora. ¡El valor, el mérito y la maravilla de la verdadera ministración es que realmente cambia vidas! Cuando nuestros corazones sean receptivos y estén dispuestos a amar e incluir, alentar y consolar, el poder de nuestra ministración será irresistible. Con el amor como la fuerza motivadora, ocurrirán milagros […].
El Salvador es nuestro ejemplo en todo, no solo en lo que debemos hacer sino en por qué debemos hacerlo [véase Efesios 5:2] (“Ministrar como lo hace el Salvador”, Liahona, mayo de 2018, pág. 106).