“La conversión continua”, Para la Fortaleza de la Juventud, agosto de 2023.
La conversión continua
Esforzarte por lograr una conversión continua no es complejo. Puedes hacerlo.
La conversión no es un premio que se te entrega en el bautismo y que desempolvas todos los domingos en la iglesia. La fe debe alimentarse, tu conversión debe ser continua. No puedes confiar en que un gran acontecimiento la desencadene y esperar a que se intensifique sola, como si se tratara de la reacción en cadena de fichas de dominó que caen sin esfuerzo.
En vez de eso, hay que dar pasos deliberados a lo largo del camino para edificar una mejor vida terrenal y eterna. La conversión continua tiene lugar en las pequeñas cosas que haces todos los días, como cuando te disculpas por decir una palabra descortés (o dejas de decirla en primer lugar) o cuando te acuerdas de leer las Escrituras. Es decidir una y otra vez que seguirás creyendo. Es tratar en todo momento de hacer lo mejor posible y ser lo mejor que puedas ser. Así es como llegas a ser tu mejor versión y fortaleces tu fe en el Padre Celestial y en Jesucristo.
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha dicho: “El evangelio del Salvador […] es […] esencialmente hacer el bien y llegar a ser buenos. La [e]xpiación [de Jesucristo] nos proporciona ayuda para superar y evitar lo malo, para hacer el bien y llegar a ser buenos. La ayuda del Salvador está disponible para el trayecto entero de la vida terrenal: para pasar de malos a buenos y a mejores, y para cambiar nuestra naturaleza misma”1.
A continuación se dan algunas ideas que pueden ayudar.
Anota tus triunfos
Si sientes que tu progreso se ha estancado, trata de fijarte en las cosas buenas que haces cada día. Dedica un momento a escribir todo lo que hiciste bien hoy.
Asistir a la iglesia, estudiar las Escrituras, guardar los convenios, ser bondadoso, orar: estos pequeños triunfos son momentos de bondad que ocurren en tu vida diaria. Eso es progresar; ¡eres tú yendo hacia tu destino eterno!
Esfuérzate por obtener más luz
Dios recompensa tus pequeños actos de fe cada vez que eliges algo bueno. Él hace que tus esfuerzos valgan la pena al darte fortaleza, valor y conocimiento para seguir avanzando hacia la vida eterna.
El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha dicho: “A lo largo de los años tomamos estos importantes pasos espirituales una y otra vez. Comenzamos a ver que ‘el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto’ [Doctrina y Convenios 50:24]. Nuestras preguntas y dudas se resuelven o dejan de preocuparnos, nuestra fe llega a ser sencilla y pura”2.
A medida que te conviertes más al Evangelio, llegas a ser mejor de lo que solías ser; aprendes lo que significa ser una buena persona y de lo que eres capaz. El Espíritu Santo te enseña conforme te esfuerzas por mejorar. Al recibir más luz, llegas a ser más semejante a Dios y a Jesucristo, que son pacientes, compasivos, amorosos, sabios, bondadosos y dispuestos a perdonar. En resumen, te acercas más a la perfección (véase 3 Nefi 12:48).
Desarrolla buenos hábitos
Piensa en cómo creas un hábito: haces algo una y otra vez hasta que se vuelve automático. Lo mismo puede suceder con los buenos pensamientos. Si intentas deliberadamente tener pensamientos para ser más bondadoso, amar de mejor manera, servir a los demás o ser más agradecido, tu cerebro tendrá esos pensamientos más a menudo. Entonces, si actúas de acuerdo con esos pensamientos, desarrollarás un buen hábito.
Para ser más decidido respecto a llegar a ser mejor, podrías considerar fijar metas para centrarte en desarrollar atributos específicos semejantes a los de Cristo.
Por ejemplo:
-
Elogiaré a tres personas cada día para aprender a ver más bondad en las personas.
-
No escucharé música mala para que el Espíritu pueda estar siempre conmigo.
-
Cuando esté enojado, oraré para ser más amable.
Hábitos como estos pueden hacer que sea más sencillo seguir avanzando hacia la perfección y vivir ahora con más gozo. Es mucho más fácil ser bueno cuando tienes el hábito de “hacer el bien continuamente” (véase Alma 63:2).
Recuerda las buenas nuevas
Mientras trabajas para lograr la meta diaria de vivir una vida más feliz y más cristiana ahora, también progresas hacia la perfección. ¿No es eso extraordinario? Te estás convirtiendo en la persona que se espera que llegues a ser y al mismo tiempo mejorarás tu vida terrenal. A través de todo ello, conseguirás ser feliz ahora y en las eternidades.
Así es como Dios lo planeó. Escoger ser tu mejor versión al seguir a Jesucristo te ayuda a ti y a quienes te rodean, y te lleva a Sus brazos amorosos por la eternidad.
Las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo te dan la increíble oportunidad de entender el propósito de la vida y de cumplirlo, pero depende de ti. Tú decides si aprovechas o no esa oportunidad. Gracias a tu albedrío, tus “decisiones determinan [tu] destino”3. Tus decisiones importan porque transforman quien eres ahora en lo que llegarás a ser; y quien llegarás a ser es tu destino.
Dios confía en ti. Él quiere que regreses a Él y llegues a ser como Él es, y creó el plan perfecto para ayudarte a hacerlo. Todo lo que debes hacer —lo que Él sabe que puedes hacer— es esforzarte al máximo para seguir ese plan.