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¿Quieres ser “bendito y feliz”?
El pueblo de 4 Nefi vivió en felicidad y unidad durante casi 200 años. ¿Qué los llevó a su estado de felicidad? ¿Podemos experimentarlo nosotros también?
Imagina una comunidad de personas que no contienden entre sí. Son completamente felices y nadie comete ningún delito. No se ponen celosos el uno del otro, ni se separan por etiquetas o grupos. Más bien, están unidos en Jesucristo y guardan Sus mandamientos.
En 4 Nefi, en el Libro de Mormón, se describe a un grupo de personas así. ¡Y vivieron de ese modo durante casi 200 años!
En las páginas 2–5 de esta revista, el presidente Russell M. Nelson explica que 4 Nefi nos da un modelo para vivir en paz y maravillosa unidad. Pero, ¿qué sucedió que ayudó a los nefitas a vivir en felicidad por tanto tiempo? ¿Podemos nosotros hacer lo mismo hoy en día?
Su experiencia con Cristo
Retrocede unas cuantas páginas en el tiempo, hasta 3 Nefi, y encontrarás la razón por la que los nefitas eran tan felices y estaban tan unidos en Cristo.
El pueblo había recibido la visita del Salvador después de Su Resurrección. Durante Su visita, Jesucristo sanó a los enfermos y afligidos. Bendijo a las personas individualmente y oró al Padre Celestial por ellas (véase 3 Nefi 17). Jesús enseñó los mandamientos y les pidió a las personas que se arrepintieran, fueran bautizadas y recibieran el Espíritu Santo (véase 3 Nefi 27).
Jesús invitó a las personas a venir a Él, una por una, para palpar las marcas en Sus manos, pies y costado. Cada una de ellas acudió a Jesús “hasta que todos hubieron llegado; y vieron con los ojos y palparon con las manos, y supieron con certeza” que Él era el Salvador del cual se había profetizado (véase 3 Nefi 11:15).
Después de la visita del Salvador a los nefitas, “se convirtió al Señor toda la gente” (4 Nefi 1:2). Entonces, ¿cómo podemos experimentar esa conversión sin ver ni tocar a Cristo?
La experiencia de un apóstol con Cristo
El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, testificó que un día vería a Jesucristo y palparía las marcas en Sus manos y pies. Además testificó: “En ese momento mi conocimiento no será más firme de lo que actualmente lo es, de que [Cristo] es el Hijo Todopoderoso de Dios, que es nuestro Salvador y Redentor”. Él no necesitaba ver a Jesucristo para conocerlo y experimentar la conversión.
La verdadera conversión “requiere que hagamos y que lleguemos a ser”. El Salvador pidió a los nefitas que siguieran Sus mandamientos y llegaran a ser semejantes a Él (véase 3 Nefi 27). Durante el tiempo que lo siguieron, permanecieron convertidos a Cristo y fueron grandemente bendecidos por ello (véase 4 Nefi 1:18).
Tu experiencia con Cristo
Todavía no puedes tocar las manos y los pies del Salvador como lo hicieron los nefitas, pero puedes seguir Sus pasos (véase 3 Nefi 27:21). Jesucristo vive y te invita a tener experiencias personales con Él.
Puedes llegar a conocer a Cristo al guardar Sus mandamientos y hacer lo que Él haría. Puedes sentir el poder de Su Expiación al arrepentirte a diario. Él te bendecirá, te sanará y rogará al Padre por ti, como lo hizo con los nefitas. A medida que llegues a conocer al Salvador y te esfuerces por lograr la conversión personal, tu vida puede parecerse más a la de las personas de 4 Nefi: feliz, pacífica, bendecida y llena del amor de Dios.