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18 El Campamento de Israel


“El Campamento de Israel”, capítulo 18 de Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los Últimos Días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815 – 1846, 2018

Capítulo 18: “El Campamento de Israel”

Capítulo 18

Tiendas de campaña y fogata

El campamento de Israel

En los días que siguieron a la lluvia de meteoritos, José esperaba que sucediera algo milagroso. Pero la vida continuó como siempre y no aparecieron otras señales en el cielo. “Mi corazón está un tanto triste”, admitió en su diario. Habían pasado más de tres meses desde que el Señor había revelado algo para los santos de Sion y José todavía no sabía cómo ayudarlos. Los cielos parecían estar cerrados1.

Para aumentar la ansiedad de José, Doctor Philastus Hurlbut había regresado recientemente de Palmyra y Manchester con historias, algunas falsas, otras exageradas, sobre la juventud de José. A medida que las historias se difundían por Kirtland, Hurlbut también juró que se lavaría las manos con la sangre de José. Pronto, el Profeta comenzaría a estar acompañado de guardaespaldas2.

El 25 de noviembre de 1833, poco más de una semana después de la lluvia de meteoritos, Orson Hyde llegó a Kirtland e informó sobre la expulsión de los santos del condado de Jackson3. Las noticias eran terribles. José no entendía por qué Dios había permitido que los santos sufrieran y perdieran la tierra prometida. Tampoco podía prever el futuro de Sion. Oró en busca de guía, pero el Señor simplemente le dijo que se quedaran tranquilos y confiaran en Él.

José le escribió a Edward Partridge de inmediato. “Sé que Sion será redimida en el debido tiempo del Señor —le testificó—, pero cuántos serán los días de su purificación, tribulación y aflicción, el Señor lo ha mantenido oculto de mis ojos”.

Con poco más que ofrecer, José trató de consolar a sus amigos de Misuri, a pesar de los mil trescientos kilómetros que los separaban. “Al saber lo que han padecido, nuestros corazones se llenan de compasión —escribió—. Ruego que Dios conceda que, a pesar de sus grandes aflicciones y sufrimientos, no haya nada que nos separe del amor de Cristo”4.


José continuó orando y en diciembre finalmente recibió una revelación para los santos de Sion. El Señor declaró que habían sido afligidos por sus pecados, pero tuvo compasión de ellos y prometió que no serían abandonados. “Es preciso que sean disciplinados y probados, así como Abraham —le explicó a José—, porque todos los que no quieren soportar la disciplina, antes me niegan, no pueden ser santificados”.

Como lo había hecho antes, el Señor instruyó a los santos que compraran tierras en Sion y que buscaran medios legales y pacíficos para recuperar lo que habían perdido. “Sion no será quitada de su lugar —declaró—. Los que permanezcan y sean de corazón puro volverán a sus heredades”5.

Si bien la revelación instaba a efectuar negociaciones pacíficas con la gente de Independence, el Señor también indicó que Sion podía reclamarse por poder. Relató una parábola acerca de una viña que les había sido quitada a unos sirvientes perezosos y que había sido destruida por un enemigo. Cuando el señor de la viña vio la destrucción, castigó a los siervos por su negligencia y los llamó a la acción.

“Ve y junta al resto de mis siervos, y toma toda la fuerza de mi casa —ordenó—, e id luego a la tierra de mi viña y redimid mi viña”. El Señor no dio la interpretación de la parábola, pero les dijo a los santos que indicaba su voluntad en cuanto a la redención de Sion6.

Dos meses después, Parley Pratt y Lyman Wight llegaron a Kirtland con más noticias de Misuri. Personas amables del otro lado del río del condado de Jackson les habían dado comida y ropa a los santos a cambio de trabajo, pero estos aún estaban dispersos y desanimados. Deseaban saber cuándo y cómo se rescataría a Sion de sus enemigos7.

Después de escuchar el informe, José se levantó de su silla y anunció que iría a Sion. Durante seis meses, les había ofrecido palabras de aliento y esperanza a los santos de allí mientras lidiaba con otros problemas en Kirtland.

Ahora quería hacer algo por ellos, y quiso saber quiénes se unirían a él8.


En abril de 1834, en una reunión de una pequeña rama de la Iglesia en Nueva York, Wilford Woodruff, de veintisiete años, escuchó a Parley Pratt relatar la última revelación del Señor a José Smith, que llamaba a los santos a reunir quinientos hombres para marchar con el Profeta hasta Misuri. “La redención de Sion tiene que venir por poder —declaraba el Señor—. Ningún hombre tema dar su vida por mi causa”9.

Parley invitó a los hombres jóvenes y de mediana edad de la rama a ir a Sion. Se esperaba que fuera todo hombre que estuviera disponible.

Al final de la reunión, Wilford se presentó a Parley. Él y su hermano mayor, Azmon, se habían unido a la Iglesia tres meses antes y ambos eran maestros en el Sacerdocio Aarónico. Wilford dijo que estaba dispuesto a ir a Sion, pero tenía que pagar facturas y cobrar cuentas antes de poder irse. Parley le dijo que era su deber poner sus finanzas en orden y unirse a la marcha10.

Más tarde, Wilford habló con Azmon acerca de ir a Sion. Aunque el Señor había pedido a todos los hombres físicamente aptos de la Iglesia que se unieran a la marcha, Azmon decidió quedarse, reacio a dejar su hogar, su familia y su granja. Pero Wilford no estaba casado y estaba ansioso por ir a Sion con el Profeta11.

Wilford llegó a Kirtland unas semanas más tarde y conoció a Brigham Young y Heber Kimball, quienes se habían mudado recientemente a Ohio con sus familias. Heber trabajaba como alfarero, y él y su esposa, Vilate, tenían dos hijos. Brigham era carpintero y tenía dos hijas pequeñas. Recientemente, se había casado con una conversa llamada Mary Ann Angell luego de fallecer su primera esposa, Miriam12. Ambos hombres estaban dispuestos a unirse a la marcha, a pesar de los sacrificios que sus familias tendrían que hacer.

Los primos de Mary Ann, Joseph y Chandler Holbrook, también se unirían a la marcha, junto con sus esposas Nancy y Eunice, y sus pequeños hijos. Nancy y Eunice planeaban ayudar a las otras pocas mujeres del campamento que cocinarían, lavarían ropa y cuidarían de los enfermos y heridos en el camino a Misuri13.

Las mujeres que se quedaban en casa encontraron otras formas de apoyar la marcha. Poco antes de partir hacia Sion, José dijo: “Quiero algo de dinero para ayudar a poner a Sion en condiciones, y sé que lo tendré”. Al día siguiente, recibió 150 dólares de una hermana Vose, de Boston14.

Wilford y un puñado de santos partieron para Sion el 1º de mayo. José, Brigham, Heber y los Holbrook, junto con otros cien voluntarios más, salieron de Kirtland varios días después y se unieron a Wilford a lo largo del camino.

Una vez reunida, la fuerza era solo una pequeña fracción de los quinientos que el Señor había pedido15. Pero se dirigieron al oeste con buen ánimo, decididos a cumplir la palabra del Señor.


José tenía grandes esperanzas para su pequeño grupo, al que llamó el Campamento de Israel. Aunque estaban armados y dispuestos a luchar, como lo habían estado los antiguos israelitas cuando lucharon por la tierra de Canaán, José quería resolver el conflicto de manera pacífica. Funcionarios del gobierno de Misuri habían dicho a los líderes de la Iglesia de allí que el gobernador Dunklin estaba dispuesto a enviar a la milicia estatal para acompañar a los santos de regreso a sus tierras perdidas. Sin embargo, no podía prometer que los populachos no los expulsarían de nuevo16.

José planeaba solicitar la ayuda del gobernador una vez que el Campamento de Israel llegara a Misuri y luego trabajar con la milicia para regresar a los santos al condado de Jackson. El campamento permanecería en Sion durante un año para mantener a los santos a salvo de sus enemigos17.

Para garantizar que todos en el campamento tuvieran provisiones, sus integrantes pusieron su dinero en un fondo general. Siguiendo el modelo del Antiguo Testamento, José dividió los hombres en compañías y cada grupo eligió un capitán18.

A medida que el Campamento de Israel avanzaba hacia el oeste, José se preocupó acerca de entrar en territorio enemigo con su pequeña fuerza. Su hermano Hyrum y Lyman Wight habían reclutado hombres adicionales entre las ramas de la Iglesia del noroeste de Kirtland, pero aún no se habían unido al Campamento de Israel y José no sabía dónde estaban. También le preocupaba que hubiera espías observando los movimientos del campamento y contando la cantidad de sus integrantes19.

El 4 de junio, después de un mes de marcha, el campamento llegó al río Misisipi. José estaba cansado y dolorido por el viaje, pero se sentía preparado para enfrentar los desafíos que les esperaban20. Se enteró de que ya habían llegado a Misuri informes y rumores de los movimientos del campamento, y cientos de pobladores se estaban preparando para la lucha. Se preguntaba si los santos eran suficientemente fuertes como para enfrentarlos.

“El campamento está en buenas condiciones, tanto como podría esperarse —le escribió a Emma mientras estaba sentado a la orilla del río—, pero nuestros números y nuestros medios son demasiado pocos”21.


El día siguiente fue caluroso y húmedo, en tanto que el Campamento de Israel esperaba para cruzar el río hacia Misuri. El Misisipi tenía casi dos kilómetros de ancho y el campamento tenía un solo bote para transportarlos al otro lado. Mientras esperaban, algunos integrantes del campamento cazaban y pescaban, mientras que otros luchaban contra el aburrimiento y buscaban sombra para escapar del sol del verano.

El campamento pasó dos tediosos días cruzando el río. Al final del segundo día, estaban cansados e irritables. Ahora que estaban en Misuri, muchos de ellos temían que hubiera ataques sorpresa. Esa noche, el perro guardián de José sobresaltó a todos cuando comenzó a ladrarle a la última compañía en llegar al campamento.

Sylvester Smith, el capitán de la compañía que llegaba, amenazó con matar al perro si no dejaba de ladrar. José calmó al animal, pero al día siguiente Sylvester y su compañía todavía seguían quejándose22.

Al escuchar sus quejas, José convocó a los integrantes del campamento. “Descenderé hasta el espíritu que hay en el campamento —anunció—, porque quiero expulsarlo del campamento”. Comenzó a imitar el comportamiento de Sylvester de la noche anterior, repitiendo las amenazas del capitán contra el perro. “Este espíritu fomenta la división y el derramamiento de sangre en todo el mundo”, dijo.

A Sylvester, que no tenía relación de parentesco con José, no le causó gracia. —Si ese perro me muerde —dijo—, lo mataré.

—Si matas a ese perro —dijo José—, te azotaré”.

—Si lo haces —dijo Sylvester—, ¡voy a defenderme!23.

El campamento observó cómo los dos hombres se miraban fijamente. Hasta ese momento, no había estallado ninguna pelea entre todos ellos, pero las semanas de marcha habían crispado los nervios de todos.

Finalmente, José se apartó de Sylvester y preguntó a los santos si estaban tan avergonzados como él de la atmósfera que había en el campamento. Dijo que estaban actuando como perros y no como hombres. “Los hombres nunca deben ponerse al nivel de las bestias —dijo—. Deben estar por encima de ello”24.


Se calmaron los ánimos en el campamento después de eso y el pequeño grupo se adentró más profundamente en Misuri. Nancy y Eunice Holbrook se mantuvieron ocupadas atendiendo sus tareas diarias, pero comprendieron que cada paso que daban hacia el condado de Jackson los colocaba en mayor peligro25.

Poco después que la mayor parte del campamento cruzara el Misisipi, Hyrum Smith y Lyman Wight llegaron con sus reclutas, aumentando la cantidad de personas en el campamento a más de doscientos voluntarios26. Sin embargo, los líderes del campamento aún estaban preocupados que hubiera un ataque, y José les dijo a los hombres que tenían familias con ellos que buscaran refugio para sus esposas e hijos.

Varias mujeres del campamento se opusieron a quedarse atrás. Pero justo cuando los hombres estaban a punto de irse, José llamó a todos a reunirse. “Si las hermanas están dispuestas a sufrir un asedio junto con el campamento —dijo—, todas ellas pueden acompañarlo”27.

Nancy, Eunice y las otras mujeres del campamento dijeron que estaban dispuestas a ir, felices de que José les hubiera permitido decidir continuar en la marcha”28.


Varios días después, Parley Pratt y Orson Hyde llegaron al campamento con noticias poco gratas: el gobernador Dunklin se había negado a proporcionar apoyo de la milicia a los santos29. Sin la ayuda del gobernador, el campamento sabía que no podrían ayudar a los santos de Misuri a regresar a su tierra en Sion de manera pacífica. José y sus capitanes decidieron seguir adelante. Esperaban llegar hasta los santos exiliados en el condado de Clay, al norte del río Misuri, y ayudarlos a negociar un entendimiento con las personas del condado de Jackson30.

El Campamento de Israel cruzó la pradera central de Misuri. Faltando aproximadamente un día de viaje para su destino, una mujer negra, posiblemente una esclava, les hizo señas con nerviosismo. “Hay una compañía de hombres aquí que están planeando matarlos esta mañana cuando pasen”, les dijo31.

El campamento siguió avanzando con cautela. Afectados por las frecuentes averías en los carromatos, se vieron obligados a detenerse por la noche en una colina desde la que se avistaba una bifurcación del río Fishing, a dieciséis kilómetros aún de los santos exiliados. Mientras levantaban sus tiendas, oyeron el estrépito de los cascos de caballos de cinco jinetes que llegaban al campamento. Los extraños blandían armas y anunciaron, con prepotencia, que más de trescientos hombres estaban en camino para liquidar a los santos32.

La conmoción se propagó por todo el Campamento de Israel. Sabiéndose en inferioridad numérica, José colocó guardias alrededor del área, seguro de que habría un ataque inminente. Un hombre le rogó que fueran ellos quienes atacaran al populacho de primero.

“No —dijo José—. Quédense quietos y vean la salvación de Dios”33.

El cielo se cubrió de nubes oscuras y tormentosas. Veinte minutos más tarde, una torrencial lluvia azotó al campamento y forzó a los hombres a salir en desbandada de sus tiendas para encontrar un mejor refugio. Las riberas del río Fishing se anegaron al aumentar súbitamente el caudal del río, cuyas aguas corrían con fuerza río abajo34. El viento azotaba el campamento, derribando árboles y arrastrando las tiendas. Rayos refulgentes surcaban el cielo.

Wilford Woodruff y otras personas del campamento encontraron una pequeña iglesia cerca donde se resguardaron mientras el granizo golpeaba el techo35. Unos momentos más tarde, irrumpió José en la iglesia, y se sacudió el agua de su sombrero y su ropa. “Muchachos, hay un significado en todo esto —exclamó—. ¡Dios está en esta tormenta!”.

Sin poder dormir, los santos se acostaron en los bancos y cantaron himnos durante toda la noche36. Por la mañana, encontraron sus tiendas de campaña y sus enseres empapados y esparcidos por todo el campamento, pero no había daños irreparables y no se había producido ningún ataque.

Los ríos permanecieron crecidos, aislando al campamento de sus enemigos en la orilla opuesta37.


En los días subsiguientes, el Campamento de Israel entró en contacto con los santos del condado de Clay, mientras que José se reunió con funcionarios de los condados vecinos para explicar el propósito de la marcha y abogar por los santos de Sion. “Estamos ansiosos por resolver las dificultades que existen entre nosotros —les dijo José—. Queremos vivir en paz con todos los hombres y todo lo que requerimos es la igualdad de derechos”38.

Los funcionarios acordaron ayudar a aplacar la ira de sus conciudadanos, pero advirtieron al campamento que no ingresara al condado de Jackson. Si los santos trataban de marchar hacia Independence, podía estallar una batalla sangrienta39.

Al día siguiente, el 22 de junio, en un consejo con líderes de la Iglesia, José recibió una revelación para el Campamento de Israel. El Señor aceptaba los sacrificios de sus integrantes pero reorientó sus esfuerzos para obtener poder divino. “No se puede edificar a Sion —declaró—, sino de acuerdo con los principios de la ley del reino celestial”.

El Señor dijo a los santos que debían esperar para redimir a Sion hasta que se hubieran preparado por medio del aprendizaje y la experiencia para hacer la voluntad de Dios. “Y esto no puede llevarse a cabo —explicó—, sino hasta que mis élderes sean investidos con poder de lo alto”. Esa investidura se recibiría en la casa del Señor, el templo de Kirtland.

Sin embargo, el Señor estaba complacido con quienes habían marchado en el Campamento de Israel. “He oído sus oraciones y aceptaré su ofrenda —dijo—; y me es menester traerlos hasta este punto para poner a prueba su fe”40.


Después de escuchar la revelación, algunos integrantes del campamento lo aceptaron como la palabra de Dios. Otros protestaron, sintiendo que se les negaba la oportunidad de hacer más por los santos de Misuri. Unos pocos estaban enojados y avergonzados de tener que volver a casa sin luchar41.

El campamento se disolvió poco después y lo poco que quedaba de su fondo común se repartió entre sus integrantes. Algunas personas del campamento planearon quedarse en Misuri para trabajar y ayudar a los santos a comenzar de nuevo, mientras que Brigham, Heber y otros más se prepararon para regresar a sus familias, terminar el templo y prepararse para recibir la investidura de poder42.

Aunque el campamento no había redimido a Sion, Wilford Woodruff estaba agradecido por el conocimiento que había adquirido durante la marcha. Había viajado cerca de mil seiscientos kilómetros con el Profeta y lo había visto revelar la palabra de Dios43. La experiencia lo dejó deseando predicar el Evangelio.

Wilford aún no sabía si en el futuro él habría de predicar, pero decidió quedarse en Misuri y hacer lo que el Señor requiriera de él44.