2003
La fe ilumina el camino
agosto de 2003


Ven y escucha la voz de un profeta

La fe ilumina el camino

Al recorrer cada hombre y cada mujer el camino de la vida, llegan temporadas tenebrosas de duda, de desaliento y de desilusión. En esas circunstancias, unos pocos ven el porvenir con la luz de la fe, pero muchos tropiezan en la oscuridad y hasta se pierden.

El llamado que les hago es un llamado a la fe, esa fe que es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1), como la describió Pablo.

Hace muchos años, trabajé para una compañía ferroviaria cuyos trenes corrían por todo el oeste de este país. Yo viajaba en tren con frecuencia. Era la época de las locomotoras de vapor. Aquellos trenes gigantes eran enormes, rápidos y peligrosos. A menudo me preguntaba cómo tenía valor el maquinista para hacer el largo viaje de noche. Entonces llegué a darme cuenta de que no era un solo viaje largo, sino una serie constante de viajes cortos. La locomotora tenía un foco potente que iluminaba el camino a una distancia de 350 a 450 metros. El maquinista veía sólo esa distancia, lo cual era suficiente, debido a que la tenía constantemente delante de él durante toda la noche hasta que rayaba el nuevo día.

El Señor ha hablado de ese proceso. Él ha dicho: “Y lo que no edifica [instruye] no es de Dios, y es tinieblas.

“Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto” (D. y C. 50:23–24).

Y así es con nuestra jornada eterna. Damos un paso a la vez. Al hacerlo, avanzamos hacia lo desconocido, pero la fe nos ilumina el camino. Si cultivamos esa fe, nunca andaremos en las tinieblas.

Adaptado de un discurso de la conferencia general de abril de 2002.