Manos fuertes y corazones amorosos
El programa de las maestras visitantes nos brinda la oportunidad de tender una mano de amor y de velar las unas por las otras como hermanas en el Evangelio.
“Recuerdo cuando hace más de 30 años fui llamada por primera vez como maestra visitante. Se me asignó visitar a una joven que nunca iba a la iglesia”, recuerda Catherine Carr Humphrey, del Barrio Hillside, Estaca Rancho Cucamonga, California. “En esa época, a principios de la década de 1970, ella tenía todo el aspecto de una hippie. Yo iba fielmente a su casa cada mes y llamaba a la puerta. Ella abría la puerta interior pero dejaba cerrada la puerta mosquitera. Yo nunca sabía con qué apariencia iba a presentarse. No decía nada, tan sólo se quedaba allí. Yo siempre estaba animada y le decía: ‘Hola, soy Cathie, tu maestra visitante’. Como ella no decía nada, yo agregaba: ‘Pues la lección de hoy es sobre…’ y trataba de decir algo edificante y amistoso en poco tiempo. Al terminar, ella me decía: ‘Gracias’, y cerraba la puerta.
“No me gustaba ir allí; me sentía avergonzada, pero iba porque quería ser obediente. Después de siete u ocho meses así, recibí una llamada del obispo.
“‘Cathie’, me dijo, ‘la joven a la que usted visita tuvo un bebé, pero sólo vivió unos días. Ella y su esposo van a llevar a cabo un servicio funeral en el cementerio y ella me pidió que indagara si usted iría para acompañarla. Dijo que es usted su única amiga’.
“Fui al cementerio. Allí estábamos la joven, su esposo, el obispo y yo. Eso era todo. Yo sólo la había visto unos minutos cada mes que iba a visitarla. Ni siquiera me había percatado a través de la mosquitera que estaba embarazada, pero incluso mis torpes, aunque esperanzadoras visitas nos habían bendecido a ambas”.
Escenas de servicio como ésta se repiten de diversos modos una y otra vez en toda la Iglesia. Bonnie D. Parkin, presidenta general de la Sociedad de Socorro, dijo recientemente: “Veo un grupo numeroso de hermanas fieles en todo el mundo que avanzan por el camino del Señor y efectúan un servicio sencillo pero significativo. ¿Por qué hacemos visitas de maestras visitantes? Hermanas, lo hacemos porque hemos hecho convenios. [Alma] lo expresó así: ‘Llevar las cargas los unos de los otros… llorar con los que lloran… consolar a los que necesitan de consuelo’ (Mosíah 18:8–9).
“Una mañana recibí un correo electrónico de una amiga de la universidad, en el que me decía: ‘Ray falleció esta mañana’. Y luego añadía: ‘Las visitas de las maestras visitantes dan resultado, realmente funcionan’… Esa querida amiga mía me testificó que lo que conocemos como visitas de las maestras visitantes es en realidad mucho más que una visita o un pensamiento. Consiste en comunicarnos y unirnos las unas con las otras…
“Llorar, consolar, ser testigos… mi amiga fue la beneficiaria de todas esas promesas… [El Señor] le había enviado a dos hermanas que habían concertado un convenio con Él… Eran hermanas en el Evangelio que comprendían su responsabilidad de realizar esta obra con el corazón y el alma… Ésa es la esencia del programa de las maestras visitantes”.
La hermana Parkin prosiguió: “El programa de las maestras visitantes es el corazón y el alma de la Sociedad de Socorro”1.
Lucy Mack Smith, madre del profeta José Smith, dijo en la segunda reunión de la Sociedad de Socorro: “Debemos apreciarnos unas a otras, cuidar las unas de las otras, consolarnos mutuamente y recibir instrucción para que podamos sentarnos juntas en el cielo”2.
Se nos hace el recordatorio: “Los objetivos de las maestras visitantes son establecer lazos de amistad y de afecto con cada una de las hermanas y brindar apoyo, consuelo y amistad. Con la labor de las maestras visitantes, tanto las que dan como las que reciben son bendecidas y fortalecidas en su actividad en la Iglesia al interesarse con cariño las unas por las otras”3.
Asesoran a las demás
Es sumamente importante que enseñemos a las nuevas jóvenes hermanas de la Sociedad de Socorro que el programa de las maestras visitantes constituye el corazón y el alma de la Sociedad de Socorro. La capacitación y el asesoramiento pueden llevarse a cabo al asignar a una hermana nueva maestras visitantes ejemplares y, en algunos casos, ser compañera de su propia madre.
Cara S. Longmore, actualmente del Barrio BYU 176, Estaca Dos de la Universidad Brigham Young, fue llamada a ser maestra visitante con su madre de compañera. Su madre estaba animada, pero Cara creía ser demasiado joven para la Sociedad de Socorro. Ella recuerda: “Se nos asignaron dos mujeres maravillosas, y al mirar atrás, me doy cuenta del gran impacto que esas hermanas tuvieron en mi vida en aquel momento tan difícil. No sólo se convirtieron en ejemplos para mí, sino también en amigas en todo sentido y no sólo asesoras mayores. Cada vez que las visitábamos, sentía tranquilidad, seguridad, y me sentía verdaderamente amada.
“Me siento muy agradecida por aquel tiempoque pasé con mi madre. Ahora que estoy en la universidad me doy cuenta de lo valiosas que fueron esas visitas como maestras visitantes para nuestra relación. Me siento tan agradecida de haber visto a mi madre en ese entorno, de haber escuchado su fuerte testimonio y de haber aprendido más sobre el amor que siente por sus hermanas en Sión. Por estar en un contexto de equipo, éramos más iguales y en verdad sentí que éramos también hermanas en Sión”.
Proporcionan cuidado
Si bien se pide a las maestras visitantes que realicen contacto mensual, determinadas circunstancias requieren más. El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) dijo: “En muchos aspectos, sus deberes se asemejan a los de los maestros orientadores, los cuales se resumen con sencillez en ‘velar siempre por los miembros de la iglesia” —no sólo veinte minutos al mes, sino siempre— y “estar con ellos y fortalecerlos” —no sólo llamando a sus puertas, sino estando con ellos para elevarlos, fortalecerlos y reforzarlos—”4. Este tipo de maestra visitante es la que vela por sus hermanas.
Una hermana que trabajaba de noche en un hospital recibió ese tipo de cuidado. Sus maestras visitantes comenzaron a ir cada mes al hospital durante la hora del almuerzo de la hermana, la cual era a muy temprana hora de la mañana. A ella le sorprendía que estuvieran dispuestas a realizar semejante sacrificio, pero lo apreciaba grandemente.
Cynthia E. Larsen, del Barrio Heritage, Estaca Calgary, Alberta, Canadá, descubrió el gozo de velar por sus hermanas durante una difícil asignación como maestra visitante. Ella dice: “Recuerdo que la primera vez que visité a Deanna sentí mucha aprensión. Creía que éramos totalmente opuestas: ella era soltera, ejecutiva de una compañía petrolífera y se acababa de bautizar en la Iglesia, pero en cada visita fui descubriendo que teníamos mucho en común.
“Luego de que Deanna contrajo cáncer, ella calmó mi ansiedad al contestar tranquila mis preguntas con sinceridad y valor. Desde entonces ella empezó a enseñarme mediante el ejemplo lo que son la dignidad y la perseverancia.
“En los meses subsiguientes, se instruyó a sí misma e instruyó con entusiasmo a los demás sobre el cáncer, llegando a organizar una reunión informativa sobre el cáncer para nuestra Sociedad de Socorro. También se unió al grupo local de apoyo contra el cáncer.
“Con el tiempo, la medicación y la quimioterapia despojaron a Deanna de toda su fuerza y energía. Durante sus ‘días buenos’ paseaba y animaba a otros enfermos de cáncer. Durante los ‘días malos’ se esforzaba por conservar su optimismo y su fuerza, y por edificar su testimonio.
“A medida que la condición de Deanna empeoraba, empezamos a visitarla diariamente. Reíamos, llorábamos, hacíamos tonterías y también nos comportábamos con extremada seriedad. Ella presentía su muerte, primero con vacilación, luego con confianza; se esforzó todo lo posible por hacer lo mejor de cada día.
“Durante los meses previos a su fallecimiento, vi cómo mi amiga y hermana en el Evangelio buscaba oportunidades para servir. Sí, yo serví a Deanna como su maestra visitante, pero fue ella la que me enseñó sobre las bendiciones que se reciben al vivir el Evangelio”.
El presidente Gordon B. Hinckley explica: “Tenemos algunos de los nuestros que claman de dolor y de sufrimiento, de soledad y de temor. Tenemos la solemne y grande obligación de extenderles la mano y ayudarles, de levantarlos, de alimentarlos si tienen hambre, de nutrir su espíritu si tienen sed de la verdad y de la rectitud”5.
Seamos flexibles
El cuidado de las hermanas es, ciertamente, la meta del programa de las maestras visitantes, y se puede lograr aun cuando ciertas situaciones exijan creatividad y flexibilidad. Por ejemplo, en el Distrito Bush, Anchorage, Alaska, las visitas sólo pueden hacerse con motonieves (trineos de motor). Si el río cercano está congelado lo suficiente para pasar sobre él, entonces pueden hacerse en coche. Obviamente, la visita mensual en persona no siempre es posible, por lo que estas hermanas deben conectar su alma y su corazón a través de charlas telefónicas y por correo electrónico. La hermana Parkin ha aconsejado: “Si no fuera posible realizar las visitas mensuales, no se queden sin hacer nada. Sean creativas y busquen la forma de tener contacto con cada hermana”6. Recuerden la exhortación del presidente Hinckley: “Hagan lo mejor que puedan”7.
Indudablemente así pensaba Florence Chukwurah, de Nigeria, cuando se le asignó ser maestra visitante de una hermana que tenía problemas en su matrimonio y en su casa, siendo necesario visitarla en el mercado. Tras escuchar a la hermana y conocer sus dificultades, la hermana Chukwurah pidió una bendición del sacerdocio a su esposo para saber cómo ayudar a aquella hermana. Luego de recibir la bendición, se sintió constreñida a analizar con la hermana la importancia del diezmo. “Me dijo entre lágrimas que no pagaba el diezmo porque no ganaba dinero suficiente”, recuerda la hermana Chukwurah. “Le sugerí que estudiáramos Malaquías 3:10 y que lo hiciéramos en mi casa para poder estar tranquilas y a solas para realizar un buen análisis. Ella accedió y después del estudio la animé a ejercer fe y pagar el diezmo al menos durante seis meses. Le di mi testimonio por medio del Espíritu”.
La hermana Chukwurah testifica que a los pocos meses de la reunión, las circunstancias de la hermana cambiaron drásticamente. Su hija recibió una beca para terminar sus estudios secundarios, su esposo se reunió con el obispo para reactivarse y aceptar un llamamiento, y tanto ella como su marido colaboraron para mejorar la situación económica y su relación, y con el tiempo se convirtieron en fuente de inspiración para los demás.
Brindan amistad
Una joven recuerda cómo su maestra visitante compartía con ella un espíritu de cuidado, preocupación y amistad. Se había mudado a un nuevo barrio al final de su último año en la facultad de leyes y descubrió que era el miembro más joven por una diferencia de 30 años. “Sintiéndome incómoda y sin conocer a nadie”, recuerda, “caí en un estado de semi-actividad; aparecía en las reuniones de la Iglesia y desaparecía de ellas como una sombra, sin hablar con nadie.
“A las pocas semanas se presentó en mi casa una señora vibrante, alegre y de cabello cano que dijo que era mi maestra visitante. Me visitaba casi cada semana, muchas veces acompañada de otras hermanas del barrio para que las conociera. [Al poco tiempo] dejé de ser una sombra en la Iglesia. [Mi maestra visitante me presentó] a un numeroso grupo de amigos; después de llevar años fuera de [aquel barrio], aún considero a sus miembros como a algunos de mis amigos más preciados”8.
Siguen la inspiración
Para entregar el corazón y el alma al programa de las maestras visitantes se requiere que oren por las personas a las que visitan. El Señor les dirigirá para hacer Su obra si escuchan y responden.
Cuando era presidenta de la Sociedad de Socorro en São Paulo, Brasil, Elizabeth Contieri Kemeny tuvo la impresión de asignarse a sí misma a visitar a una hermana tímida y embarazada que asistía sola a la Iglesia pues su esposo solía ausentarse por cuestiones de negocios. La Sociedad de Socorro del barrio acababa de tomar parte en un proyecto de la estaca para confeccionar canastillas para recién nacidos que constaban de mantas, ropa y otros enseres para los pequeños. Se suponía que las canastillas se entregarían a la estaca determinado domingo por la mañana. Ese mismo día, la hermana Kemeny se despertó a las 6 de la mañana con la fuerte impresión de que debía llevar las canastillas a casa de esa hermana en vez de entregarlas a la estaca.
Acompañada de su consejera y del obispo, la hermana Kemeny llegó al apartamento de la hermana, donde se enteró que ya se había ido al hospital con dolores de parto. Apresurándose para llegar al hospital, la hallaron sosteniendo en brazos a su nuevo bebé y llorando. Había estado orando para que nuestro Padre Celestial enviara a alguien a ayudarla. Su esposo estaba fuera de la ciudad y ella no tenía nada, ni siquiera una manta para envolver al bebé, ni dinero para tomar el autobús e irse a casa.
Aquella tarde, durante la reunión de la estaca, ese barrio no aportó ninguna canastilla porque las habían dado para bendecir a una hermana tanto temporal como espiritualmente, y todo gracias a que una maestra visitante había orado y había escuchado las impresiones del Espíritu.
El presidente Hinckley nos insta a “buscar a aquellos que necesiten ayuda, que estén en circunstancias desesperantes o difíciles y que los levanten, con el espíritu de amor, hasta ser recibidos en los brazos de la Iglesia, donde habrá manos fuertes y corazones tiernos que los reanimen, los consuelen, los sostengan”9. En calidad de maestra visitante, usted tiene esta responsabilidad y privilegio.