Por tanto, proponed esto en vuestros corazones
No podemos tener un pie en la Iglesia y otro en el mundo.
Para alguien como yo, con formación médica, comprender la complejidad, el orden y la armonía del cuerpo humano refuerza mi fe en el Creador. Yo creo en Dios y en que Él nos creó.
La alternativa a no creer en un Creador es creer que la vida surgió con cierta espontaneidad y por accidente. Yo no creo en eso.
Si Dios nos creó, no sería lógico que nos dejase solos; tiene sentido que nos haya dado orientación, y parte de esa guía la hemos recibido en forma de mandamientos.
Los mandamientos no tienen por objeto ser una carga ni restringirnos; por lo contrario, son postes indicadores colocados por un Padre Celestial omnisciente para evitar que tengamos problemas, brindarnos una felicidad plena en esta vida y llevarnos a salvo de regreso a Él.
En un discurso pronunciado en 1994, en la Universidad Brigham Young, el rabino Harold S. Kushner dijo:
“Soy judío ortodoxo y cumplo con las leyes de alimentación de la Biblia. Supongo que muchos de ustedes creen que me paso el día diciéndome: ‘¡Vaya! Me encantaría comerme unas chuletas de cerdo, pero ese Dios cruel no me deja’. Pues no. La verdad es que… me paso el día diciéndome: ‘¿No es increíble? Hay cinco mil millones de personas en este planeta y Dios se preocupa por lo que almuerzo… y por el vocabulario que utilizo’.
“…No me siento menos porque se me diga que hay ciertas cosas que no puedo hacer ya que están mal. Al contrario, me siento mejor”1.
El élder Henry B. Eyring lo dijo aún mucho mejor en la transmisión de la primera reunión mundial de capacitación de líderes: “El Señor nos ha dado Sus normas de dignidad, pero no las ha dado para alejarnos de Él, sino para acercarnos más a Él”2.
Hermanos y hermanas, el guardar los mandamientos marca la gran diferencia en esta vida y en la venidera. Para ser dignos del reino celestial y del gozo que hay en él, ¡debemos guardar los mandamientos!
La única norma válida para nosotros es una norma celestial. En Doctrina y Convenios leemos: “Porque el que no es capaz de obedecer la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial”3. ¡Es así de simple! Sin embargo, no es necesario esperar para disfrutar del gozo celestial. Vivir los mandamientos nos brinda gozo aquí y ahora.
Mi temor es que hay demasiados entre nosotros que no están totalmente comprometidos a vivir todos los mandamientos. Esos santos no están dispuestos a alejarse totalmente del mundo, sino que se aferran a él.
En la sesión del sacerdocio de una conferencia regional cantamos el himno “Oh, élderes de Israel”, cuyo estribillo dice: “Adiós, oh Babilonia; vamos ya a marchar”4. Después del himno, el élder Neal A. Maxwell dijo que despedirse de Babilonia es uno de nuestros retos; a muchos nos gusta tener una casa de veraneo allí5.
No podemos tener un pie en la Iglesia y otro en el mundo; una de las razones es porque la Iglesia y el mundo se están distanciando con rapidez y perderemos el equilibrio.
Ya sabemos que “ninguno puede servir a dos señores”6. Me temo que hay quienes tratan de hacer lo que el presidente Marion G. Romney definió como “tratar de servir al Señor sin ofender al diablo”7.
El Salvador enseñó: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”8.
¿Cómo se desvanece nuestra sal? Una forma es cuando dejamos de ser diferentes del mundo. Muchos dentro de la Iglesia se mueven lentamente hacia el mundo y se parecen y se vuelven cada vez más como él. Debemos dejar de movernos hacia el mundo.
El élder Robert D. Hales dijo: “Los Santos de los Últimos Días no tienen que parecerse al mundo ni entretenerse como él. Nuestros hábitos personales deben ser diferentes, al igual que nuestros pasatiempos”9.
En esta época de relativismo moral, debemos estar preparados para dar un paso al frente y decir: “Esto está bien y esto está mal”. ¡No podemos dejarnos llevar por la corriente! Obviamente, no estoy sugiriendo que nos mudemos al desierto y cerremos la puerta con llave. Podemos estar en el mundo, ir a la escuela, trabajar, pertenecer a organizaciones comunitarias dignas, etcétera; pero debemos aferrarnos a las normas del Señor.
Tengo un buen amigo que es un médico de renombre y que escribe un artículo de salud en una publicación nacional con regularidad. Con frecuencia habla sobre nutrición, pero él mismo tiene un problema: le gustan las rosquillas; son deliciosas, pero no se consideran uno de los alimentos más nutritivos.
Para solucionar ese dilema, elaboró lo que él llama la teoría de nutrición 80/20, que dice: si uno come bien un ochenta por ciento del tiempo, puede comer lo que quiera el veinte por ciento restante.
Tal vez eso esté bien referente a la nutrición, pero el principio 80/20 no es aceptable en cuestiones tales como el juego de azar, la pornografía o la honradez. Hermanos y hermanas, en ocasiones, ¿somos miembros de la Iglesia 80/20?
Piensen en la mujer que santifica el día de reposo, a menos que necesite algo de un comercio. O en el hombre que es honrado en todos sus tratos, salvo cuando no resiste la tentación de exagerar sus deducciones tributarias porque así ahorra más de mil pesos. O en el padre que es amable y bondadoso con su esposa y sus hijos, salvo cuando ha tenido un mal día en el trabajo.
Hermanos y hermanas, vendamos nuestra casa de veraneo en Babilonia. No seamos “casi” Santos de los Últimos Días, sino “cien por ciento”.
En la Traducción de José Smith de Lucas 14:28, en inglés, el Señor dice: “Proponed esto en vuestros corazones: que haréis las cosas que os enseñe y os mande”. Me encanta el verbo “proponer”. Hermanos y hermanas, ruego que nos lo hayamos “propuesto”. Existen bendiciones preciadas que sólo se reciben cuando uno entrega su corazón a Dios por completo.
El presidente Heber J. Grant expresó: “No hay sino un camino seguro para los Santos de los Últimos Días, y ése es el camino del deber. No es tan sólo tener un testimonio; no es recibir manifestaciones maravillosas; no es saber que el Evangelio de Jesucristo es verdadero;… no es saber en realidad que el Salvador es el Redentor ni que José Smith fue Su profeta lo que nos salvará a ustedes y a mí, sino el hecho de guardar los mandamientos de Dios y de llevar la vida de un Santo de los Últimos Días”10.
Jovencitos y jovencitas, a medida que comiencen a establecer sus prioridades en la vida, recuerden que lo único que les dará seguridad verdadera en ella será el vivir los mandamientos. La seguridad financiera y la posición en la sociedad no tienen un valor real y no hay rectitud en ellos. Se los aseguro a ustedes.
Ustedes vivieron con su Padre Celestial en la vida preterrenal, estuvieron allí con Él. El espíritu de ustedes sabe lo que es vivir en un reino celestial, por lo que nunca serán del todo felices mientras vivan en un entorno que no sea celestial. Ustedes saben demasiado y ésa es una de las razones por las que para ustedes la maldad nunca será felicidad11. Qué gran cosa es decidir al principio de la vida, de una vez por todas, lo que harán y lo que no harán en cuanto a la honradez, la modestia, la castidad, la Palabra de Sabiduría y el matrimonio en el templo.
Hermanos y hermanas, permanezcan en el sendero estrecho y angosto. No, permanezcan en medio del sendero estrecho y angosto. No vayan sin rumbo, no se alejen, no jueguen con eso, tengan cuidado.
Recuerden: no coqueteen con el mal. Manténganse alejados del terreno del diablo y no le concedan ninguna ventaja. El vivir los mandamientos les proporcionará la felicidad que demasiadas personas buscan en otros lugares.
Como enseñó el élder Nelson esta mañana, ésta es la plenitud del Evangelio de Jesucristo. Ésta es Su Iglesia. ¡La Restauración sí sucedió! No hay razón para vacilar.
Sé que el presidente Gordon B. Hinckley es el profeta del Señor en la actualidad; siento gratitud por estar a su lado y le agradezco sus enseñanzas, su liderazgo y su maravilloso ejemplo de fortaleza. Sé que Dios vive y que es nuestro Padre. Testifico que Jesús es el Cristo. En el nombre de Jesucristo. Amén.