Les hace felices
“Sed de buen ánimo, hijitos” (D. y C. 61:36).
Al profeta José Smith le gustaba jugar con niños. No era algo nuevo para los que le conocían, ya que el Profeta solía mostrar su amor por los pequeños. En cierta ocasión ayudó a dos niños a salir del barro en el que se habían quedado atascados. Jugaba con los bebés y los amaba. Cuando el Profeta jugaba con los niños, hacía que los juegos fueran divertidos, tanto para los que jugaban como para los que observaban.
Cierto día, José jugó un partido con varios jóvenes de Nauvoo. Hyrum, el hermano mayor del Profeta, lo vio. Hyrum amaba mucho a su hermano y no deseaba que la gente tuviera oportunidad de encontrar falta en él. Hyrum temía que si veían a José divertirse con los jóvenes, tal vez la gente pensara que eso era impropio de un profeta.
Después del partido, Hyrum se acercó a José y le dijo que esa conducta no era propia de un profeta del Señor. Le habló con amor, deseando guiar a su hermano.
El Profeta miró amorosamente a Hyrum, pues sabía que estaba preocupado por él y confiaba y atendía el consejo de su hermano mayor; pero en esa ocasión, José se limitó a responder con una voz mansa: “Hermano Hyrum, recrearme con los muchachos en un juego inocente no me hace daño alguno; al contrario, a ellos les hace felices y acerca sus corazones al mío. ¡Y quién sabe si entre ellos habrá quienes algún día den su vida por mí!”1.
El profeta José tenía razón. Al volver de nuevo la persecución contra él, dos jóvenes de Nauvoo arriesgaron sus vidas para descubrir a los enemigos del Profeta y sus conspiraciones contra él, demostrando así cuánto le amaban al preferir la seguridad del Profeta a la suya propia. José Smith amaba a los niños y ellos amaban al Profeta.
“Los hombres que mejor conocieron a José… lo amaron y sostuvieron como profeta”.
Élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, “José, el hombre y el profeta”, Liahona, julio de 1996, pág. 77.