Cómo recuperarse de la adicción: Se sana paso a paso
En el programa de la Iglesia para la recuperación de adicciones, los que sufren de adicción aprecian, por medio de la expiación de Jesucristo, lo que es el milagro de su vida después de recuperarse.
Hace aproximadamente un año, me desperté en un lugar de Illinois, en una casa rodante llena de drogas y alcohol y sin recordar nada de lo que había hecho. Sólo me acordaba de que en el viaje de negocios, tan pronto como aterrizó el avión, no me llevó más de diez minutos deshacerme de mi colega, irme directamente al bar y desaparecer durante tres días. El segundo día, en que se suponía que iba a regresar a casa, era el cumpleaños de mi hija. Hace un año de eso.
Hace un año, Mark (los nombres se han cambiado) no sabía cómo vencer su adicción a las drogas y al alcohol. Ya había hecho esfuerzos por abandonarlos; había tenido reuniones con el obispo, había visto a consejeros profesionales, estado en centros de rehabilitación y ejercido toda la fuerza de voluntad de que era capaz, pero nada lo condujo a un cambio permanente. Poco después de aquella crisis en Illinois, supo del programa de la Iglesia de 12 pasos para la recuperación de adicciones, patrocinado por los Servicios para la Familia SUD. En ese programa encontró los principios y la guía que iban a cambiar su vida.
El cambio tuvo lugar mientras estudiaba y aplicaba los principios que se enseñan en el cuaderno de ejercicios y en las reuniones semanales de recuperación. El cuaderno de ejercicios guía al lector para que se recupere utilizando los 12 pasos, cada uno de los cuales trata de un principio de recuperación como la honradez, la esperanza y la confianza en Dios. En esas reuniones semanales, los participantes tienen la posibilidad de sacar fortaleza de los demás y de compartir sus propias experiencias al poner en práctica los principios.
Mark aprendió que la jornada desde la adicción hasta la recuperación es ardua, pero el hecho de conocer a otras personas que ya la han recorrido da esperanza a los que todavía están luchando. En cada reunión hay un moderador —alguien que ya haya logrado la recuperación—, que alienta a los demás compartiendo ideas basadas en su propia experiencia de recuperación. Actualmente, Mark es moderador, y todas las semanas comparte las suyas (los comentarios de los participantes aparecen en cursiva en este artículo) para ayudar a otras personas a entender que no están solas y que la adicción se puede vencer.
La trampa de la adicción
Después de cada vez que cedía, decía: “Esta vez será diferente. Señor, te suplico que me ayudes. No quiero que esto forme parte de mi vida”. Sin embargo, continuaba siendo así.
Mark era miembro activo de la Iglesia y jamás pensó que podía caer en la trampa de la adicción. La obediencia a las normas de la Iglesia, tales como la Palabra de Sabiduría, mantiene a los miembros a salvo de conductas adictivas, pero en un mundo en el que las influencias malignas se extienden cada vez más, la adicción es un problema que va en aumento incluso entre los Santos de los Últimos Días. Aunque la lucha de él era con el alcohol y las drogas, las adicciones no se limitan al abuso de substancias nocivas, sino que incluyen los juegos de azar, la pornografía, los desórdenes alimenticios, la conducta sexual inapropiada y la propensión a depender excesivamente de otra persona.
En cualquiera de las reuniones de recuperación se puede encontrar una diversidad de adicciones. Esteban, por ejemplo, era adicto a las medicinas recetadas; había tenido que tomarlas por una lesión en la espalda, pero después de que la lesión se curó, empezó a mentir y al fin hasta recurrió al robo para conseguir más medicamentos recetados. Era consejero en un obispado y fue a parar a la cárcel, vestido todavía de traje, un domingo en que le tocaba dirigir la reunión sacramental. En aquel momento fue cuando se dio cuenta de que necesitaba ayuda.
En algunos lugares hay disponibles grupos que se han formado especialmente para tratar problemas con la pornografía. Gabriel, que asiste regularmente a uno de esos grupos, dice que al principio no se dio cuenta de que su hábito era una adicción. “De ninguna manera habría comprado una revista pornográfica, pero en el Internet era muy fácil conseguirla”, comenta. Cuando su matrimonio estaba a punto de fracasar, se dio cuenta de que tenía que cambiar.
Cómo llegar al programa
El hecho de no poder conciliar mi testimonio con mi conducta, además de sentirme incapaz de abandonar mi adicción, me llevó a un punto en que la vergüenza era insoportable. Finalmente, me dispuse a intentar algo diferente.
Una frase que se oye a menudo entre los participantes del programa es que la persona busca la recuperación “cuando el sufrimiento que le causa el problema se vuelve más grande que el dolor de la solución”. Cuando Mark llegó a ese punto, aceptó la sugerencia de un amigo y asistió a una reunión de Santos de los Últimos Días para la recuperación de adicciones. Hay quienes toman la decisión por sí solos; otros van porque los amigos o los líderes del sacerdocio los han animado; y algunos han recibido la orden de un tribunal jurídico de asistir a las reuniones de los doce pasos para la recuperación.
Muchas personas tienen reservas en cuando a asistir porque sienten vergüenza por sus problemas. En su trabajo de misionera de servicio en la Iglesia, Susana se asombra de ver el cambio que se efectúa en los participantes. “Al principio”, comenta, “llegan a las reuniones cabizbajos, avergonzados y llenos de sentimientos de culpa y temor. Después de unas semanas, levantan la cabeza con nuevas esperanzas; se dan cuenta de que no están solos en su lucha”.
Los misioneros de servicio de la Iglesia están preparados para dar la bienvenida a los participantes y ofrecerles esperanza y aliento. Éstos se concentran en un paso diferente cada semana, y el moderador comparte con ellos su propia experiencia en ese paso particular. Los que deseen expresar lo que piensan de la recuperación se presentan con su nombre de pila solamente. En las reuniones siempre se les recuerdan los principios del carácter anónimo y confidencial de éstas, que es crucial para promover una atmósfera de confianza.
Uno de los aspectos importantes de las reuniones es que los participantes se encuentran en un medio en el que pueden sentir de nuevo al Espíritu; allí pueden ofrecer oraciones y expresar su testimonio, aun cuando sus decisiones previas los hayan conducido a la suspensión de los derechos de miembro o a la excomunión. Ese ambiente espiritual es una fuente de gran fortaleza para ellos mientras se concentran en los doce pasos.
Los pasos para la recuperación
La dedicación a seguir los pasos de este programa me simplificó el Evangelio de tal manera que pude aplicar el testimonio que siempre había tenido.
Mark se encontró con que los pasos del programa para la recuperación de adicciones consiste en una manera sistemática de poner en práctica principios del Evangelio; los doce pasos se han adaptado de los originales Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos, pero el programa de la Iglesia es especial porque los coloca “dentro del marco de las doctrinas y creencias de la Iglesia”1. En este programa, los doce pasos son en realidad peldaños para lograr el acceso al poder de la Expiación.
En el cuaderno de ejercicios Guía para la recuperación y curación de adicciones (artículo Nº 36764 002) se bosquejan los doce pasos y los principios relacionados con ellos. Cada uno de los pasos contiene una sección de estudio de las Escrituras con preguntas para reflexionar y espacio para escribir. Un participante afirma que la manera directa de enfocar los doce pasos le dio esperanzas. Cuando Clifford despertó del coma causado por una sobredosis de droga, su matrimonio y su carrera habían acabado, y él se preguntaba si algún día le sería posible rehacer su vida. “El hecho de tener el Evangelio en pasos pequeños y asimilables, doce en total, eso era algo que yo podía hacer”, dice.
Muchas personas opinan que los pasos cuatro y cinco, que se concentran en la introspección y la confesión, son los más difíciles; pero eso depende de la persona. Paula, que luchaba por vencer su compulsión alimentaria y una dependencia excesiva en su trato con los demás, tuvo que afanarse más en el paso ocho, que se refiere a perdonar y restaurar relaciones, al tiempo que se esforzaba por perdonar a su padre que había sido abusivo. Y ahora dice: “No puedo expresar lo agradecida que estoy por este milagro que ha ocurrido en mi vida, el de poder amar y perdonar”.
La esperanza en la Expiación
El cambio para mí fue que no me siento constantemente desdichada. A veces, no es fácil. Tal vez el Señor no crea conveniente quitarlo de mí completamente por ahora, pero me fortalece para que lo soporte con paciencia y ánimo, y puedo progresar. Él lo hace más ligero, lo suficiente para que yo aprenda todo lo posible.
El Evangelio enseña que recibimos la gracia por medio de la expiación de Jesucristo (véase Éter 12:27). La gracia es un poder habilitador que hace posible la recuperación. Es una “ayuda o fortaleza divina” que nos impulsa a hacer buenas obras que no podríamos llevar a cabo ni mantener por nosotros mismos2.
Susana, que pasó por el programa antes de llegar a ser misionera de servicio de la Iglesia, comenta: “Yo sabía que Dios me podía decir lo que debía hacer, pero nunca pensé que Él tenía poder para ayudarme a hacerlo. Ahora entiendo lo que es la gracia que viene por medio de la expiación de Jesucristo”.
Mediante esa gracia, los participantes recobran la esperanza que han perdido. Uno de ellos, Edward, creció siendo miembro de la Iglesia, pero la inseguridad que sufrió de niño le hizo pensar que no era tan bueno como los demás. “No comprendía la Expiación”, dice, “y no me amaba a mí mismo, así que nada me importaba en la vida”. Después de los veinte años, empezó a beber y a consumir drogas para ahogar sus sentimientos negativos; y continuó en ese camino veinte años más.
La segunda vez que lo arrestaron por conducir borracho, se le ordenó buscar un tratamiento. En el programa de la Iglesia aprendió que es posible recibir el perdón y obtener otra vez un sentido de autoestima. Empezó a asistir a la Iglesia todos los domingos, estudió los doce pasos y puso en práctica esos principios y acciones del Evangelio. Se sintió dispuesto a entregar su vida al Padre Celestial y, en el proceso, aprendió a amarse y a dejar que la Expiación tuviera efecto en su persona. “No hubiera podido vencer todo eso yo solo”, comenta. “El Salvador hace por mí lo que yo no puedo hacer por mí mismo”.
Los que luchan con una adicción no son los únicos que pasan por un gran cambio: sus seres queridos, al aplicar ellos mismos los doce pasos y asistir a las reuniones de recuperación, se dan cuenta de que reciben las bendiciones de la Expiación con respecto a su propio sufrimiento. En algunos lugares, el programa de recuperación de adicciones ofrece también grupos de apoyo para familiares y amigos; éstos aprenden allí que el Salvador tiene poder para sanarlos del dolor, del enojo y del sentido de culpa que ellos mismos experimentan a veces.
Cuando Débora se enteró de que su hijo era adicto a las drogas, empezó a pensar en lo que debería haber hecho para ser mejor madre y la invadieron terribles sentimientos de culpa. Pero, después de saber cómo aplicar los pasos a sí misma, dice: “Lo que aprendí en el programa es que, no importa cómo se encuentre mi hijo, todavía puedo ser feliz y tener al Padre Celestial a mi lado”. Y agrega: “Exteriormente tengo el mismo aspecto, pero mi vida interior ha cambiado totalmente”.
Sandra, cuyo esposo era adicto a la pornografía, asistió a un grupo de apoyo para cónyuges y, al participar, se dio cuenta de que se efectuaba un cambio en ella también. Al principio, se concentraba en el dolor que sentía por la adicción de su compañero; pero después, cuando empezó a aprender y a poner en práctica los pasos, sintió que tenía lugar un cambio milagroso. “Empecé a hablar cada vez menos sobre mi marido”, dice, “y más sobre lo que aprendía en cada paso. Y comencé a notar la forma en que el Señor influía en mi vida”.
La meta final
En el pasado me era posible abstenerme durante largos períodos; volvía a ser un miembro de la Iglesia digno y a prestar servicio en llamamientos, y todos me felicitaban por ello; pero por dentro no me sentía bien en absoluto. Por ese motivo, la abstención es sólo parte del programa. La verdadera recuperación consiste en abandonar el hábito y en no querer volver a él porque la naturaleza de la persona ha cambiado.
Mark aprendió que, por medio de la Expiación, las personas no sólo pueden abandonar su comportamiento adictivo, sino también sanar con respecto a las causas principales de su adicción; y con la ayuda de los líderes del sacerdocio, les es posible arrepentirse y volver a recibir las bendiciones del Evangelio. Doug LeCheminant, de los Servicios para la Familia SUD, aclara el objetivo del programa: “Nuestra meta final para los que están en el programa es habilitarlos para hacer y guardar los convenios del templo, no sólo para mantenerse sobrios”. Los frutos más dulces son la activación, el bautismo, ya sea por primera vez o porque tenga que repetirse, el avance en el sacerdocio, las ordenanzas del templo y la restauración de bendiciones.
Esteban, el que se encontró en la cárcel vestido todavía con su traje de la Iglesia, dice: “Actualmente, estoy libre de la adicción y sobrio gracias a mi Padre Celestial y a los doce pasos”. El hecho de ser activo en la Iglesia es especialmente importante para él: “Soy padre; soy el asesor de un quórum de presbíteros; y soy también moderador porque quiero devolver al programa algo de lo que tan generosamente me dio a mí”.
Cómo mantener la recuperación de día en día
Todos los días busco a mi Padre Celestial con la oración y el estudio de las Escrituras. De mañana leo libros sobre recuperación y escribo lo que pienso y las impresiones que tengo; llamo también a una persona de apoyo del programa para que me ayude a aclarar mis pensamientos; voy a las reuniones; trato de prestar servicio. Y jamás he recaído un día en que he estado haciendo todo eso.
Esas tareas diarias mantienen a Mark en buen estado espiritual. Otros que han pasado por el programa han descubierto la misma verdad: para mantenerse espiritualmente fuerte se requiere un esfuerzo continuo. Nadie está completamente a salvo de una recaída, pero si viven diariamente el Evangelio, los que luchan con la adicción vienen a Cristo y reciben fuerzas y esperanza.
“Estoy aprendiendo poco a poco, precepto por precepto”, comenta Mark. “Mi naturaleza está cambiando, y desde que todo esto empezó es la primera vez que puedo decir que tengo esperanzas. Creo firmemente que no tengo porqué volver a recaer nunca”.