El Señor proveyó
Después de que me casé, uno de mis más grandes anhelos era formar una familia grande. Una noche tuve un sueño y vi a cuatro niñas y tres niños que llegarían a ser parte de nuestra familia. A medida que empecé a tener esos hijos, el Señor nos ayudó a mi esposo y a mí a cuidar de ellos. Cada vez que había una enfermedad o un problema, las bendiciones del sacerdocio y los milagros proporcionaban desenlaces felices.
No obstante, mi esposo falleció. Además de soportar la profunda pena, estaba embarazada y me preguntaba cómo proveería para mis hijos; pero sabía que el Señor seguiría ayudándome.
Una de las maneras en que me ayudó fue dándome consuelo. Mientras estaba en el templo, tuve la certeza de que mi esposo estaba bien, que tuvo que dejar la tierra por un propósito y que nos ayudaría desde el otro lado del velo. También tuve la fuerte impresión de que necesitaba regresar pronto al templo. Tenía un gran deseo de regresar tres meses más tarde, pero sabía que sería difícil encontrar el tiempo y el dinero necesarios. Asisto al Templo de Berna, Suiza, que está muy lejos de mi lugar de residencia en Italia.
Mientras salía del hostal situado junto al templo, un miembro de la Iglesia me detuvo, me entregó un sobre y me dijo: “Esto es para usted”.
Lo abrí y cuando vi que contenía dinero, le dije: “No puedo aceptarlo”.
“Por favor, acéptelo”, me dijo. “Mientras me encontraba en el templo, sentí la impresión del Espíritu de que debía entregárselo”.
Al contar el dinero, me di cuenta de que era lo que necesitaba para cubrir los gastos del viaje de ida y vuelta al templo, desde Italia, por carretera, así que tres meses más tarde regresé.
El Señor también veló por mis necesidades al ayudarme a conseguir un trabajo en un consultorio médico. Poco después, tuve la oportunidad de prepararme para obtener un certificado para trabajar en atención de urgencias. Asistí al curso preparatorio, pero el examen tuvo lugar dos semanas después del nacimiento del bebé. Había estudiado y asistido a las clases a lo largo de todo el curso, pero durante esas dos semanas en las que más necesitaba estudiar, también tuve que cuidar de mi hijita. Me sentía abrumada, ya que no sabía si podría pasar satisfactoriamente el examen sin haber tenido tiempo para estudiar.
Estaba a punto de darme por vencida y de no tomar el examen, pero me di cuenta de que el Señor me había bendecido con esa oportunidad. Cuando oré, el Espíritu me aseguró que había cumplido con mi parte y que recibiría la ayuda del Señor.
Con la confianza de que el Señor me ayudaría, tomé el examen. Me tranquilicé al comprobar que se centraba en el material que más dominaba. Lo aprobé y las oportunidades que me ofrecía el certificado para urgencias era exactamente lo que mi familia necesitaba. Pude pasar más tiempo con los niños y ganar más dinero para atender sus necesidades.
Sé que el Padre Celestial escucha mis oraciones y me ayuda cuando pido obedientemente con fe. Sé que Él me ha ayudado a proveer para mis hijos y que estaré con ellos y con mi esposo por la eternidad.