Cómo dirigir los análisis en clase
El hermano Johnson hizo una pregunta a los integrantes de la clase de Doctrina del Evangelio. Se hizo un largo silencio que parecía incomodarlos a él y a los alumnos. En mi función de presidente de la Escuela Dominical de la estaca que observaba la clase, noté que, en el momento preciso en que algunos integrantes de la clase estaban por hacer un comentario, el hermano Johnson respondió la pregunta y prosiguió con la lección.
Esto puede suceder en las clases de la Iglesia, así como en la enseñanza en nuestros hogares. He aprendido que hay dos cosas que son indispensables para fomentar los análisis en las clases: (1) hacer preguntas que tengan más de una respuesta posible y (2) dar suficiente tiempo a los alumnos para que busquen una respuesta y piensen en ella.
Hagan preguntas abiertas
El hacer el tipo correcto de preguntas puede tener como resultado buenos análisis en las clases. Los manuales de la Iglesia están repletos de preguntas formuladas con detenimiento con el fin de instar a los alumnos a buscar respuestas en lo que se enseña o a meditar y poner en práctica lo que hayan aprendido.
Se pueden hacer preguntas que requieran que los alumnos busquen información en las Escrituras o en las palabras de los apóstoles y profetas de los últimos días. A continuación siguen dos ejemplos de preguntas de búsqueda que se encuentran en las sugerencias para la enseñanza del manual Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: José Smith: “Estudie la sección que comienza en la página 54. ¿Qué ha hecho el Salvador para que podamos llegar a ser coherederos con Él?” y “Repase la sección que comienza en la página 222. ¿Qué enseñó José Smith acerca de la importancia de tener un cuerpo físico?”.
En otras preguntas se les pide a los alumnos que piensen acerca del significado de lo que hayan leído o que pongan en práctica lo que hayan aprendido. Estas preguntas, por lo general, se hacen una vez que los integrantes de la clase están familiarizados con el material de la lección. Por ejemplo, después de hacer las preguntas de búsqueda que ya se mencionaron, podría hacer las siguientes para ayudar a los integrantes de la clase a pensar en lo que hayan leído y llevarlo a la práctica: “¿En qué formas podemos demostrarle al Señor nuestra gratitud por Su sacrificio expiatorio?” o, “¿En qué forma el comprender la importancia de tener un cuerpo físico puede influir en cómo cuidamos de él?”.
Esperen las respuestas de los alumnos
No obstante el tipo de preguntas que usted haga, dé a los integrantes de la clase tiempo suficiente para buscar la respuesta o pensar en ella. Ellos aprenderán a contestar preguntas si saben que usted no las responderá por ellos.
Después de mi experiencia en la clase del hermano Johnson, decidí averiguar cuánto tiempo esperaban los maestros la respuesta después de que hacían una pregunta. Descubrí que la mayoría de los maestros esperaban sólo dos o tres segundos, a pesar de que, cuando les preguntaba, pensaban que habían esperado mucho más. Por otra parte, los alumnos me decían que necesitaban más tiempo para pensar acerca de sus respuestas.
A fin de ayudar a los maestros a lograr que los alumnos participaran más en sus clases, los insté a contar en silencio hasta veinte después de hacer un pregunta; de esa manera, darían tiempo a la clase para meditar. Aprendieron a decir cosas como: “Les daré tiempo para pensar” o “Piensen en esta pregunta y, luego, les pediré las respuestas”. A medida que los maestros de mi estaca comenzaron a hacer esto, la participación en las clases aumentó y los integrantes de ellas sentían el Espíritu al haber comenzado a “enseña[rse] el uno al otro” (D. y C. 88:77).
Asistí a una clase en la que el maestro dio más de dos minutos a los alumnos para que meditaran en cuanto a una pregunta que se relacionaba con la aplicación de una doctrina del Evangelio. Para mí, fue un tiempo de apacible reflexión. Sentí el Espíritu y llegué a comprender aspectos de la doctrina que probablemente no hubiera comprendido si no hubiera contado con esos momentos para reflexionar. Esa experiencia particular me ayudó a entender que el dar tiempo a los integrantes de la clase para meditar en una pregunta les da tiempo para pensar más profundamente y para escuchar al Espíritu. (Véase 3 Nefi 17:1–3.)
Su clase o su familia pueden disfrutar de experiencias espirituales similares durante los análisis si usted utiliza preguntas abiertas y luego da tiempo a todos para meditar antes de responder.