La revelación personal y el testimonio
Si guardamos diligentemente los mandamientos y pedimos con fe, las respuestas vendrán a la manera del Señor y a Su tiempo.
Hace muchos años, cuando era estudiante de la universidad, estaba escuchando la conferencia general en la radio, ya que no teníamos un televisor en nuestro pequeño apartamento. Los oradores de la conferencia eran maravillosos y disfrutaba del Espíritu Santo en abundancia.
Recuerdo muy bien que cuando una de las Autoridades Generales habló acerca del Salvador y de Su ministerio, y después expresó un ferviente testimonio, el Espíritu Santo le confirmó a mi alma que lo que él había dicho era verdad. En ese momento no tuve ninguna duda de que el Salvador vive; tampoco dudé de que estaba recibiendo revelación personal que me confirmaba “que Jesucristo es el Hijo de Dios”1.
A los ocho años de edad fui bautizada y confirmada, y recibí el don del Espíritu Santo. Fue una maravillosa bendición en aquella época, pero, desde entonces, ha cobrado cada vez mayor importancia a medida que he crecido y sentido el don del Espíritu Santo de muchas maneras.
A menudo, al pasar de la niñez a la adolescencia, y luego a la edad adulta, tenemos desafíos y experiencias a lo largo del camino que nos hacen darnos cuenta de que necesitamos la ayuda divina que viene mediante el Santo Espíritu. Al sobrevenir las dificultades, tal vez nos preguntemos: “¿Cuál es la respuesta a mi problema?” y “¿cómo puedo saber lo que tengo que hacer?”.
Con frecuencia recuerdo el relato del Libro de Mormón cuando Lehi le enseña el Evangelio a su familia. Él compartió con ellos muchas revelaciones y enseñanzas sobre cosas que ocurrirían en los últimos días. Nefi había buscado la guía del Señor para entender mejor las enseñanzas de su padre. Fue edificado, bendecido e inspirado para saber que las enseñanzas de su padre eran verdaderas. Eso le permitió a Nefi seguir con esmero los mandamientos del Señor y vivir rectamente; él recibió revelación personal para guiarlo.
Por otra parte, sus hermanos discutían unos con otros porque no entendían las enseñanzas de su padre. Entonces Nefi hizo una importante pregunta: “¿Habéis preguntado al Señor?”2.
Su débil respuesta fue: “No, porque el Señor no nos da a conocer tales cosas a nosotros”3.
Nefi aprovechó esa oportunidad para enseñar a sus hermanos la forma de recibir revelación personal. Él dijo: “¿No recordáis las cosas que el Señor ha dicho: Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?”4.
El modo de recibir revelación personal es en realidad muy claro. Tenemos que tener el deseo de recibir revelación, no debemos endurecer nuestro corazón; luego, tenemos que pedir con fe, creyendo verdaderamente que recibiremos una respuesta; y después guardar diligentemente los mandamientos de Dios.
El seguir ese modelo no significa que cada vez que le hagamos una pregunta a Dios la respuesta vendrá inmediatamente con todos los detalles de lo que debamos hacer. Sin embargo, significa que si guardamos diligentemente los mandamientos y pedimos con fe, las respuestas vendrán a la manera del Señor y a Su tiempo.
Cuando era niña, pensaba que la revelación personal o las respuestas a las oraciones vendrían con una voz audible. De hecho, cierta revelación sí se recibe por medio de una voz real. Sin embargo, he aprendido que el Espíritu se comunica de muchas maneras.
En la sección 6 de Doctrina y Convenios se explican varias maneras por las cuales podemos recibir revelación:
“…me has consultado, y he aquí, cuantas veces lo has hecho, has recibido instrucción de mi Espíritu”5.
“…te iluminé la mente”6.
“¿No hablé paz a tu mente en cuanto al asunto?”7.
En otros pasajes aprendemos más sobre cómo recibir revelación:
“…hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón. Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación”8.
“…haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien”9.
“Te daré de mi Espíritu, el cual iluminará tu mente y llenará tu alma de gozo”10.
La mayoría de las veces, la revelación personal vendrá al estudiar las Escrituras, escuchar y seguir los consejos de los profetas y de otros líderes de la Iglesia; y al procurar vivir fiel y rectamente. A veces la inspiración provendrá de un solo pasaje de las Escrituras o de una sola frase de un discurso de conferencia. Tal vez recibirán su respuesta cuando los niños de la Primaria canten una bella canción. Todas éstas son formas de revelación.
En los primeros días de la Restauración, muchos miembros buscaron diligentemente revelación y fueron bendecidos e inspirados para saber lo que tenían que hacer.
La hermana Eliza R. Snow recibió la comisión del profeta Brigham Young de ayudar a edificar y enseñar a las hermanas de la Iglesia. Ella enseñó que cada mujer podía recibir inspiración para guiarla en su vida personal, con su familia y con sus responsabilidades en la Iglesia; y dijo: “Digan a las hermanas que salgan y cumplan con sus deberes con humildad y fidelidad, y el Espíritu de Dios reposará sobre ellas, y serán bendecidas en sus labores. Que busquen sabiduría en lugar de poder, y recibirán todo el poder que puedan ejercer según su sabiduría”11.
La hermana Snow enseñó a las hermanas a buscar la guía del Espíritu Santo. “Dijo que el ‘Espíritu Santo satisface y sacia todo anhelo del corazón humano y llena todo vacío. Cuando me siento llena de ese Espíritu, mi alma está satisfecha’”12.
El presidente Dieter F. Uchtdorf ha enseñado que “la revelación y el testimonio no siempre vienen con fuerza sobrecogedora. Para muchos, el testimonio viene lentamente, una porción a la vez”. Dijo, además: “Busquemos intensamente la luz de la revelación personal. Roguemos al Señor que bendiga nuestra mente y nuestra alma con la chispa de fe que nos permita recibir y reconocer la ministración divina del Santo Espíritu”13.
Nuestros testimonios nos dan fuerza y fortaleza cuando enfrentamos desafíos en la vida diaria. Algunas personas luchan con problemas de salud difíciles; algunos tienen problemas económicos; otros tienen dificultades en el matrimonio o con los hijos; algunos sufren de soledad o por esperanzas y sueños que no se hicieron realidad. Nuestro testimonio, combinado con nuestra fe en el Señor Jesucristo y nuestro conocimiento del plan de salvación, es lo que nos ayuda a superar esos tiempos de pruebas y dificultades.
En el libro Hijas en Mi reino, leemos acerca de Hedwig Biereichel, una hermana alemana que sufrió muchos pesares y privaciones durante la Segunda Guerra Mundial. Debido a su amor y a su naturaleza caritativa, e incluso a pesar de su propia e inmensa necesidad, estuvo dispuesta a compartir sus alimentos con prisioneros de guerra hambrientos. Más tarde, cuando le preguntaron cómo pudo “[mantener] su testimonio durante todas esas pruebas”, respondió efectivamente: “No mantuve mi testimonio durante esos tiempos, mi testimonio me mantuvo a mí”14.
El hecho de que tengamos un testimonio fuerte no significa que siempre será así. Debemos nutrirlo y fortalecerlo a fin de que tenga el poder suficiente para sostenernos a nosotros. Ésa es una de las razones por las que nos “[reunimos] con frecuencia” para participar de la Santa Cena, renovar nuestros convenios, y ser “nutridos por la buena palabra de Dios”. La buena palabra de Dios es lo que nos mantiene “continuamente atentos a orar, confiando solamente en los méritos de Cristo, que [es] el autor y perfeccionador de [nuestra] fe”15.
El élder David A. Bednar nos ha enseñado: “A medida que procuren y apliquen de manera apropiada el espíritu de revelación, les prometo que ‘[caminarán] a la luz de Jehová’ (Isaías 2:5; 2 Nefi 12:5). A veces el espíritu de revelación actuará de manera inmediata e intensa; otras, de manera sutil y gradual, y con frecuencia de forma tan delicada que tal vez no lo reconozcamos conscientemente; pero sin importar el modelo mediante el cual se reciba esa bendición, la luz que proporciona iluminará y ensanchará su alma, iluminará su entendimiento (véase Alma 5:7; 32:28), y los dirigirá y los protegerá a ustedes y a su familia”16.
El Señor desea bendecirnos con guía, sabiduría y dirección en la vida. Desea derramar Su espíritu sobre nosotros. Repito, para obtener revelación personal tenemos que tener el deseo de recibirla, no debemos endurecer nuestro corazón, y luego tenemos que pedir con fe, creyendo verdaderamente que recibiremos una respuesta; y después guardar diligentemente los mandamientos de Dios. Entonces, al buscar las respuestas a nuestras preguntas, Él nos bendecirá con Su Espíritu. De ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.