Hasta que nos volvamos a reunir
Ruego que el Espíritu que hemos sentido aquí esté y permanezca con nosotros al ir y hacer las cosas que nos ocupan cada día.
Mis hermanos y hermanas, sé que estarán de acuerdo conmigo en que ésta ha sido una conferencia muy inspiradora. Hemos sentido el Espíritu del Señor en gran abundancia estos dos últimos días en los que nuestro corazón se ha conmovido y nuestro testimonio de esta obra divina se ha fortalecido. Damos gracias a cada uno de los que han participado, incluso a las Autoridades Generales que han ofrecido oraciones.
Todos estamos aquí porque amamos al Señor y queremos servirle. Testifico que nuestro Padre Celestial está al tanto de nosotros; reconozco Su mano en todas las cosas.
Una vez más, la música ha sido maravillosa, y expreso mi gratitud personal y la de toda la Iglesia a aquellos que estuvieron dispuestos a compartir con nosotros sus talentos al respecto.
Expresamos nuestro profundo agradecimiento a las Autoridades Generales que fueron relevadas durante esta conferencia. Han servido fielmente y bien, y han hecho contribuciones significativas a la obra del Señor.
Expreso profunda gratitud a mis fieles y dedicados consejeros, y les doy las gracias públicamente por el apoyo y la asistencia que me brindan. Ellos son en verdad hombres de sabiduría y entendimiento, y su servicio es invaluable.
Doy las gracias a mis hermanos del Quórum de los Doce por su idóneo e incansable servicio en la obra del Señor. Asimismo doy gracias a los miembros del Quórum de los Setenta y del Obispado Presidente por su servicio desinteresado y eficaz. También expreso mi aprecio a las mujeres y los hombres que prestan servicio como oficiales generales de las organizaciones auxiliares.
Hermanos y hermanas, les aseguro que nuestro Padre Celestial es consciente de los desafíos que afrontamos en el mundo hoy. Él ama a cada uno de nosotros y nos bendecirá a medida que nos esforcemos por guardar Sus mandamientos y acudamos a Él en oración.
Qué bendecidos somos por tener el evangelio restaurado de Jesucristo. Proporciona respuestas a los interrogantes acerca de dónde venimos, por qué estamos aquí y adónde iremos cuando partamos de esta vida. Proporciona significado, propósito y esperanza a nuestra vida.
Gracias por el servicio que se brindan unos a otros con tan buena disposición. Somos las manos de Dios aquí en la tierra, con el mandato de amar y de servir a Sus hijos.
Les agradezco todo lo que hacen en sus barrios y sus ramas. Expreso mi gratitud por su disposición para prestar servicio en los cargos a los que se los llama, sean cuales sean. Cada uno es importante en el avance de la obra del Señor.
La conferencia ha terminado. Al regresar a nuestro hogar, ruego que lo hagamos a salvo; que encontremos que todo haya ido bien durante nuestra ausencia; que el espíritu que hemos sentido aquí esté y permanezca con nosotros al ir y hacer las cosas que nos ocupan cada día. Ruego que mostremos más bondad unos hacia los otros; que siempre se nos halle haciendo la obra del Señor.
Que las bendiciones del cielo estén con ustedes; que sus hogares estén llenos de armonía y de amor; que puedan fortalecer sus testimonios constantemente y que sean una protección contra el adversario.
Como su humilde servidor, deseo con todo mi corazón hacer la voluntad de Dios, servirle a Él y servirlos a ustedes.
Los amo; oro por ustedes. Les pido una vez más que me recuerden a mí y a todas las Autoridades Generales en sus oraciones. Somos uno con ustedes para llevar adelante esta obra maravillosa. Les testifico que todos estamos juntos en esto y que cada hombre, mujer y niño tiene una función que desempeñar. Que Dios nos dé la fortaleza, la capacidad y la determinación de desempeñar bien nuestra función.
Doy mi testimonio de que esta obra es verdadera, que nuestro Salvador vive y que Él guía y dirige Su Iglesia aquí sobre la tierra. Les dejo mi afirmación y mi testimonio de que Dios nuestro Padre Eterno vive y nos ama. Él es, en verdad, nuestro Padre, y Él es personal y real. Que podamos darnos cuenta y comprender cuán cerca de nosotros está dispuesto a llegar, cuán lejos está dispuesto a ir para ayudarnos, cuánto nos ama y cuánto hace y está dispuesto a hacer por nosotros.
Que Él los bendiga; que la paz que Él ha prometido los acompañe ahora y siempre.
Me despido de ustedes hasta que nos volvamos a reunir dentro de seis meses, y lo hago en el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor. Amén.