La alfombra de historias
¿Quién hubiera pensado que una alfombra encerrara tantas historias?
“A seres amados veremos; buscando sus nombres aquí estaremos” (“Elías el Profeta y su verdad”, Liahona, octubre de 2001, págs. A10-A11).
Katy iba saltando por la acera hacia el nogal de la esquina de la calle; ese viejo árbol hacía que fuera fácil encontrar la casa de Nana.
Como de costumbre, Nana estaba sentada en la sala de estar, trenzando y cosiendo en silencio tiras de paño de colores vivos. Los pisos (suelos) de madera pulida de su casa estaban decorados con hermosas alfombras que ella misma había hecho.
“Hola, cariño”, dijo Nana cuando Katy entró. No tardaron en empezar a conversar acerca de lo que Nana llamaba “aquellos tiempos”. Se pusieron a ver fotografías en blanco y negro. A Katy le gustaba en especial ver la ropa y los peinados que sus familiares usaban cuando eran jóvenes.
“En aquel entonces las cosas eran muy diferentes”, dijo Nana con un suspiro. “Como sabrás, no teníamos autos ni teléfonos celulares”.
Katy no se podía imaginar tener que caminar a todas partes. “¿Qué hacían para divertirse, Nana?”, preguntó Katy.
“Nos encantaba cantar juntos. Nos reuníamos alrededor del piano por las noches y cantábamos nuestras canciones favoritas. ¡A veces cantábamos hasta que se nos iba la voz! Eran tiempos muy divertidos”.
Nana fijó la vista en el jardín, como si pudiera volver atrás y ver otra vez aquellos años.
Katy se sentó junto a la alfombra enrollada que caía del regazo de Nana. Con los dedos, tocó el tejido hecho con tanto cuidado.
“He estado pensando”, dijo Nana lentamente, “¿te gustaría hacer tu propia alfombra trenzada?”.
Katy saltó y aplaudió.
“¡Me encantaría, Nana! ¿Podemos empezar hoy?”.
Nana se rió. “Bueno, antes tienes que hacer algo. Ve a casa y junta ropa vieja que podamos cortar en tiras”.
Los ojos le brillaban al inclinarse hacia Katy, hablando con voz tan suave como si estuvieran compartiendo un secreto.
“Eso es lo que hace que la alfombra sea especial. Como está hecha de ropa, la alfombra puede contar la historia de tu vida. Cada trenza es como el capítulo de un libro acerca de ti. El ver la tela de un viejo vestido te puede recordar lugares a los que fuiste con él y lo que hiciste cuando lo tenías puesto”.
Los ojos de Katy se abrieron. Señaló la alfombra que Nana estaba trenzando.
“¿Te acuerdas de todo sobre la tela de esta alfombra?”.
Nana sonrió. “¡Claro que sí! Este trozo rojo es de un vestido que llevaba puesto cuando tú naciste. Recuerdo que apreté la nariz contra el cristal del cuarto con las cunas para verte más de cerca. Todavía tenías la piel rosada y arrugada”.
Katy y Nana se rieron juntas mientras Nana siguió contándole a Katy historias de la alfombra. Tan pronto como Katy llegó a casa esa noche, ella y su mamá apartaron ropa vieja que Katy podía usar.
Al día siguiente, Katy llevó la tela a casa de Nana, quien le mostró cómo cortarla en tiras largas, trenzarlas y coser las trenzas juntas.
Todos los días después de la escuela, Katy iba a casa de Nana para trabajar en su alfombra.
Poco a poco, la alfombra se fue haciendo más grande. Conforme pasaban los días, Katy aprendió de memoria muchas de las historias de Nana. Algunos días, ella era la que le contaba muchas historias a Nana.
Un día, después de añadir una sección azul a la alfombra, una que antes era de un par de pantalones vaqueros favoritos, Katy tocó el colorido trenzado con la palma de la mano.
“¿No crees que la alfombra ya casi está terminada?”, preguntó Nana, apartando la vista de su labor.
“Todavía no”, dijo Katy con una sonrisa. No quería que el tiempo que pasaba con Nana se terminara nunca.