Trabajar para el Señor
Mary Jane Lumibao Suya, Filipinas
Mi esposo Cyrus y yo nos casamos en el templo el 23 de mayo de 2006. Antes de casarnos, su trabajo en el laboratorio le exigía trabajar los domingos; tenía un horario variable, pero generalmente trabajaba desde la medianoche hasta las ocho de la mañana. Después del trabajo iba a casa para cambiarse el uniforme por su traje de domingo e iba directamente a la Iglesia, que empezaba a las nueve. Después de que nos casamos, él siguió con ese horario.
Algunas veces iba sola a la Iglesia porque él tenía que trabajar hasta más tarde; nuestro deseo siempre fue que no tuviera que trabajar el día de reposo. El primer domingo de junio de 2006 hicimos nuestro primer ayuno como esposos, y oramos con fe para que Cyrus fuera bendecido con un empleo que no le exigiera trabajar los domingos.
Unos días después, a eso de las diez de la mañana, me preguntaba dónde estaría Cyrus, ya que él solía llegar a casa entre las ocho y las nueve. De pronto pensé: “Quizás lo hayan promovido en el trabajo”. Finalmente, a eso de las once de la mañana, llegó Cyrus y, al entrar a casa, dijo que tenía buenas y malas noticias.
Le dije que me contara las malas noticias primero, y respondió que pronto nos iríamos de Iligan, Filipinas, para mudarnos a Panay, Filipinas. En un principio no me gustó la noticia porque queríamos mucho a la gente de nuestra estaca; eran amables con nosotros y nos trataban como miembros de su familia puesto que sabían que Cyrus y yo no teníamos familiares cerca.
Cuando le pregunté por qué teníamos que mudarnos a Panay dijo que era debido a las buenas noticias: su jefe lo había entrevistado para otro trabajo en Panay. De inmediato le pregunté, no acerca de su salario, sino en cuanto a si el trabajo le requería trabajar los domingos. Cuando él respondió: “¡No!”, me sentí muy feliz. Lo abracé y le dije que su nuevo trabajo era la respuesta a nuestras oraciones y nuestro ayuno. Dos meses más tarde, Cyrus comenzó su trabajo en Panay.
El Padre Celestial nos tiene presentes y nos bendice cuando ejercemos la fe y obedecemos Sus mandamientos. Estoy agradecida por los principios de la oración y del ayuno. El trabajo de mi esposo es una bendición para nosotros; ahora tiene tiempo para magnificar su llamamiento en nuestro barrio, y el único trabajo que hace el domingo es el del Señor.