2013
Cómo enseñar y aprender el Evangelio
Julio de 2013


Mensaje de las maestras visitantes

Cómo enseñar y aprender el Evangelio

Con espíritu de oración, estudie este material y, según sea apropiado, analícelo con las hermanas que usted visita. Utilice las preguntas como ayuda para fortalecer a sus hermanas y para hacer que la Sociedad de Socorro forme una parte activa en su propia vida. Si desea más información, visite reliefsociety.lds.org.

Sello de la Sociedad de Socorro

Fe, Familia, Socorro

Jesucristo era el Maestro de maestros. Él nos dio el ejemplo cuando “enseñó a las mujeres en multitudes e individualmente, en la calle y a orillas del mar, junto a un pozo de agua y en sus hogares. Él mostró benevolencia hacia ellas, y las sanó a ellas y a los integrantes de su familia”1.

Enseñó a Marta y a María y “las invitó a convertirse en Sus discípulas y a participar de la salvación, ‘la buena parte’ [Lucas 10:42] que jamás les sería quitada”2.

En nuestras Escrituras de los últimos días, el Señor nos mandó: “[enseñaos] el uno al otro la doctrina del reino” (D. y C. 88:77). En cuanto a cómo enseñar y aprender la doctrina, Cheryl A. Esplin, Segunda Consejera de la Presidencia General de la Primaria, dijo: “Aprender a comprender por completo las doctrinas del Evangelio es un proceso de toda una vida y se logra ‘línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí’ (2 Nefi 28:30)”3.

A medida que aprendamos, estudiemos y oremos, enseñaremos con el poder del Espíritu Santo, quien llevará nuestro mensaje “al corazón de los hijos [y las hijas] de los hombres [y las mujeres]” (2 Nefi 33:1).

De las Escrituras

Alma 17:2–3; 31:5; Doctrina y Convenios 42:12–13; 84:85

De nuestra historia

Nuestros profetas del pasado nos han recordado que, en calidad de mujeres, tenemos una importante función como maestras en el hogar y en la Iglesia. En septiembre de 1979, el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) nos pidió que llegáramos a ser “eruditas en las Escrituras”. Él dijo: “Conózcanlas a la perfección, no para disminuir a otras personas sino para elevarlas. Después de todo, ¿quién tiene mayor necesidad de atesorar las verdades del Evangelio (a las que pueden recurrir en los momentos difíciles) que las mujeres y las madres que tanto enseñan y guían?”4.

Todas somos maestras y alumnas. Cuando enseñamos basándonos en las Escrituras y en las palabras de nuestros profetas vivientes, podemos ayudar a los demás a venir a Cristo. Cuando participamos en el proceso del aprendizaje haciendo preguntas importantes para después escuchar, podemos encontrar respuestas que satisfagan nuestras necesidades personales.

Notas

  1. Hijas en Mi reino: La historia y la obra de la Sociedad de Socorro, 2011, pág. 3.

  2. Hijas en Mi reino, pág. 4.

  3. Cheryl A. Esplin, “Enseñar a nuestros hijos a comprender”, Liahona, mayo de 2012, pág. 10.

  4. Spencer W. Kimball, en Hijas en Mi reino, pág. 57.