Para la Fortaleza de la Juventud
La honradez y la integridad
Como discípulo de Cristo, estos atributos personales demuestran quién eres realmente.
Durante un partido de un campeonato de fútbol americano, Joseph B. Wirthlin tuvo “una experiencia decisiva”, según dijo él, durante una jugada crucial.
“En aquella jugada yo tenía que correr con la pelota por el medio del campo y conseguir el tanto que nos pusiera por delante”, dijo. “Agarré la pelota y me derribaron cerca de la línea de gol. Sabía que estaba cerca de la línea pero no sabía la distancia exacta. Aunque me encontraba inmovilizado bajo el montón de jugadores, extendí los dedos unos cuantos centímetros y pude tocarla; la línea se hallaba a cinco centímetros de distancia.
“En ese instante tuve la tentación de empujar la pelota hacia delante; podría haberlo hecho… pero entonces recordé las palabras de mi madre. ‘Joseph’, solía decirme, ‘haz lo justo, a pesar de las consecuencias; haz lo justo, y todo saldrá bien’.
“Quería desesperadamente anotar aquel tanto, pero más que quedar como un héroe frente a mis amigos, quería quedar como un héroe frente a mi madre; así que dejé la pelota donde estaba, a cinco centímetros de la línea de gol”1. Tiempo después, el élder Wirthlin (1917–2008) prestó servicio como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles.
Hacer lo correcto
La decisión del élder Wirthlin es un excelente ejemplo de lo que haría una persona que no pone en tela de juicio su integridad. La honradez y la integridad ponen a prueba nuestro carácter, exigen que la persona siempre haga o diga lo correcto, independientemente de las circunstancias o de lo que piensen los demás.
Una de las normas de Para la Fortaleza de la Juventud es la honradez y la integridad. Como Santo de los Últimos Días y seguidor de Cristo, se espera que seas “honrado contigo mismo(a), con los demás y con Dios en todo momento. Ser honrado(a) significa decidir no mentir, robar, estafar ni engañar de ninguna forma…
“La integridad está estrechamente relacionada con la honradez. Integridad significa pensar y hacer lo correcto en todo momento, sin importar las consecuencias. Cuando tienes integridad, tienes la disposición a vivir de acuerdo con tus normas y creencias, aun cuando nadie esté mirando”2.
Llegar a ser un discípulo
Nuestro objetivo durante este estado de probación de la vida terrenal es llegar a ser “santo por la expiación de Cristo” (Mosíah 3:19). Llegar a ser santo es nada más y nada menos que convertirse en un verdadero discípulo de Cristo. Esto no es tan difícil como supones, y probablemente ya sepas cómo lograrlo; sin embargo, sí requiere esfuerzo y, en ocasiones, ese esfuerzo nos cuesta mucho; pero se puede hacer.
En el Libro de Mormón se enseña: “Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios” (Moroni 7:16).
Como discípulo de Cristo, puedes saber lo que debes decir y hacer si te preguntas: “¿Qué haría Jesús?”. Entonces tendrás ciertas impresiones y, en la medida en que actúes de acuerdo con ellas, recibirás un testimonio personal de que has hecho lo correcto. De todos modos, también es cierto que a veces quizá tengas que esperar un poco para ver las verdaderas consecuencias y las bendiciones de tus acciones honradas.
Ser completamente honrado
Para la Fortaleza de la Juventud nos recuerda que “la falta de honradez te perjudica a ti y también a los demás. Si mientes, robas, hurtas o haces trampas perjudicas tu espíritu y tu relación con los demás. El ser honrado(a) mejorará tus oportunidades futuras y tu capacidad para que te guíe el Espíritu Santo”3.
La verdadera medida de la integridad sincera y la honradez total es cómo te comportas cuando no hay nadie a tu alrededor que sepa lo que piensas, dices o haces. Como verdaderos discípulos del Señor Jesucristo, no podemos ser ni hacer menos de lo que el Salvador nos mostró. Tenemos el incomparable don del Espíritu Santo. El Salvador enseñó: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho” (Juan 14:26).
Nuestro Salvador también nos ha dado un gran poder que deriva de la oración diaria, del estudio de las Escrituras y de la lectura de las palabras de los profetas y apóstoles vivientes. Estas prácticas diarias y positivas fortalecen nuestra honradez y nuestra integridad. Recuerda que, como discípulo de Cristo y miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tu honradez es una manifestación de tu integridad y de quién eres realmente.