2013
Perdonar a la persona que se refleja en el espejo
Julio de 2013


Perdonar a la persona que se refleja en el espejo

Si nos hemos arrepentido y sentimos que el Señor nos ha perdonado, ¿por qué a veces es tan difícil perdonarnos a nosotros mismos?

Progresar un paso a la vez

A muchas de las personas que viven en estos tiempos modernos les resulta difícil imaginar la vida sin luz eléctrica. Una habitación oscura inmediatamente puede inundarse de luz con el simple movimiento de un interruptor. Tareas sencillas, que hasta no hace mucho tenían que esperar para hacerse al amanecer o hacerse a la tenue luz de una vela, ahora pueden realizarse fácilmente con la ayuda de un invento que no fue fácil perfeccionar.

Thomas Edison trabajó durante muchos años y probó más de mil materiales diferentes antes de dar con el filamento apropiado (el alambre delgado que se halla en el centro de las bombillas eléctricas) que pudiese proporcionar luz accesible y de larga duración. Siempre optimista, Edison veía cada material que no funcionaba como un simple paso hacia el que sí funcionaría. Una vez que lo encontró, el mundo ya no fue el mismo.

Mirar hacia el interior

Son incontables las historias inspiradoras de atletas, pensadores, artistas y otros que supieron aprender de sus errores y seguir intentándolo. Intentarlo una y otra vez hasta tener éxito: es la trama de relatos que, al parecer, nunca nos cansamos de escuchar… a menos que el héroe de esa historia en particular seamos nosotros mismos.

En lo que respecta a guardar los mandamientos, somos muchos los que nos exigimos perfección ininterrumpida. Eso es como esperar crear el siguiente invento del siglo sin tener que corregir, en ningún momento, el concepto del diseño original; o como esperar obtener la victoria de un gran campeonato sin perder un solo partido durante toda la temporada. Muy a menudo, cuando pecamos o no hacemos algo a la perfección, no nos perdonamos a nosotros mismos y dejamos de esforzarnos.

El presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, enseñó: “Cuando el Señor nos requiere perdonar a todos los hombres, eso incluye perdonarnos a nosotros mismos. A veces, la persona más difícil de perdonar entre toda la gente del mundo, y quizás la que más necesite nuestro perdón, es la persona que se refleja en el espejo”1.

Un alma cambiada

Pero, ¿cómo logramos hacerlo? Estudiar la vida de Ammón, el profeta del Libro de Mormón, puede darnos una perspectiva mejor.

Las experiencias misionales de Ammón entre los lamanitas son milagrosas e inspiradoras. Desde el defender las ovejas del rey y el predicar al rey Lamoni, hasta el ayudar a llevar el Evangelio a una nación entera, esas experiencias hacen que la vida de Ammón y su ministerio perduren como uno de los grandes relatos inspiradores de todas las Escrituras.

Sin embargo, Ammón no siempre fue el hombre justo y lleno de fe que predicó con poder a los lamanitas; él cometió errores, errores graves. Ammón, que era uno de los hijos de Mosíah, en una época estuvo entre los que andaban “tratando de destruir la iglesia y descarriar al pueblo del Señor, cosa contraria a los mandamientos de Dios” (Mosíah 27:10).

Ammón, junto con sus hermanos y junto con Alma, hijo, hicieron tanto daño a la obra de Dios que un ángel del Señor se apareció ante ellos y les habló “como con voz de trueno que hizo temblar el suelo sobre el cual estaban” (Mosíah 27:11), y los llamó al arrepentimiento.

Evidentemente, Ammón tenía que arrepentirse de transgresiones graves, y así lo hizo. Pero, ¿qué hubiera ocurrido si no hubiera logrado perdonarse a sí mismo? ¿Y si no hubiera servido en una misión porque creía que ya era demasiado tarde para él? Si no lo hubiera hecho, no hubiera podido regocijarse con sus hermanos muchos años después gracias al éxito que tuvieron entre los lamanitas. “He aquí, ahora podemos extender la vista y ver los frutos de nuestra labor, y ¿son pocos?”, preguntó Ammón a sus hermanos. “Os digo que no; son muchos. Sí, y podemos testificar de su sinceridad, por motivo de su amor por sus hermanos y por nosotros también” (Alma 26:31). Miles de personas llegaron a la verdad como resultado de su labor misional.

Detalle de La oveja perdida, por Del Parson. Prohibida su reproducción.

El peligro del desánimo

Aun con consejos tan claros de los líderes de la Iglesia y con los ejemplos de las Escrituras, algunos seguimos creyendo que la Expiación se aplica a todos menos a nosotros y que ya no podemos ser salvos. No conseguimos librarnos de la pesada carga de nuestra propia culpa, aun después de habernos arrepentido sinceramente. Algunas personas incluso dejan de intentarlo.

Al fin y al cabo, ¿de qué sirve levantarse del suelo para volver a caer? Al menos eso es lo que el adversario desea que pensemos. Dicho razonamiento no sólo es espiritual y emocionalmente destructivo, sino que además es completamente falso.

En las Escrituras se nos enseña que la expiación del Salvador es infinita y está al alcance de todos. “Venid ahora, dice Jehová, y razonemos juntos: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). Podemos triunfar; podemos volver a intentar y contamos con la ayuda del Señor en cada paso.

Nunca es demasiado tarde

El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, dio consejos muy claros sobre no darnos por vencidos. “Por más oportunidades que hayan perdido; por más errores que piensen que hayan cometido; sean cuales sean los talentos que piensen que no tengan; o por más distancia que piensen que hayan recorrido lejos del hogar, de la familia y de Dios; testifico que no han viajado más allá del alcance del amor divino. No es posible que se hundan tan profundamente que no los alcance el brillo de la infinita luz de la expiación de Cristo”2.

El élder Holland también nos enseña que debemos tener la mira puesta en la bondad de Dios: “La fórmula de la fe es permanecer firme, esforzarse, seguir adelante y dejar que las preocupaciones, reales o imaginarias, de horas anteriores se desvanezcan ante la abundancia de la recompensa final”3.

Llenos de esperanza

Si bien el pecado nunca debe tomarse a la ligera, el arrepentimiento es real; y el perdón también lo es. La expiación del Salvador nos da la oportunidad de volver a comenzar de cero. Tal como Ammón recibió el perdón, tú también puedes obtenerlo.

Ciertamente podemos esperar días más radiantes. El apóstol Pablo enseñó: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).

Gracias al don del arrepentimiento, todos podemos volver a creer en nosotros mismos.

Notas

  1. Dieter F. Uchtdorf, “Los misericordiosos obtienen misericordia”, Liahona, mayo de 2012, pág. 75.

  2. Jeffrey R. Holland, “Los obreros de la viña”, Liahona, mayo de 2012, pág. 33.

  3. Jeffrey R. Holland, “Los obreros de la viña”, pág. 32.